Antonio Nevado Escudero, «DOVANE»
Castúo es un vocablo acuñado por el poeta extremeño Luis Chamizo Trigueros, (1894-1945), natural de Guareña, provincia de Badajoz, España, cuando en 1921 publicó su libro de poemas «El Miajón de los Castúos», en el que intentaba reflejar el habla rural de su pueblo y alrededores, y que definió como «castizo, mantenedor de la casta de labradores que cultivaron sus propias tierras».Posteriormente escribiría la obra de teatro «Las Brujas» (1932), y su libro «Extremadura». A veintidos años de su muerte, en 1967, se editó en Madrid una antología poética con el nombre de «Obra Poética Completa».
Con el tiempo la denominación de castúo se ha hecho popular para referirse a las hablas de Extremadura, en España, tanto las que conforman el altoextremeño, como las que siempre fueron castellano meridional de muy ligera influencia leonesa, el medioextremeño y el bajoextremeño (en el oriente o el sur de la Comunidad extremeña), como es el caso de la propia habla en que escribió Luis Chamizo…
Nací en 1896, en Guareña (Badajoz). Mis padres tenían una fábrica de tinajas; pero sin fortuna.
Con sacrificio podía dar a su único hijo alguna carrera. Y a los 16 años era contador mercantil. Quise estudiar Administración Militar, y en Ávila me dieron por inútil. Vine a Madrid e hice la carrera de Derecho. Murió mi padre, marché a la tierra y me quedé allí al frente del negocio por unos años, sin ocuparme, por falta de tiempo, de la abogacía.
Escribí en aquellos años El Miajón de los Castúos (1921), que prologó Ortega y Munilla. Fue una explosión.
Los periodistas me acosaron, los editores me ofrecían dinero a cuenta de nuevos libros. Me asustó aquél éxito, que yo no esperaba tan grande, y me fui a Extremadura a refugiarme en mis trabajos. Comencé a prepararme, estudiando, leyendo clásicos castellanos, latinos, y sobre todo griegos. No me encontraba con fuerzas para mantenerme en el sitial en que me habían colocado. Estudiando los clásicos griegos, surgió en mí la idea de hacer teatro. De principio a El poema de Extremadura, que aún no he terminado. Lo estará dentro de poco.
Ortega y Munilla, al final de su prólogo de El Miajón de los Castúos, apunta el drama de Extremadura, la lucha por la conquista de la tierra propia. Esto es: la pequeña propiedad contra la gran propiedad. Esta lucha me da motivo para reflejar la tierra, describiendo el campo y sus faenas, las costumbres y tradiciones: fiestas y dolores. Quiero que tenga cinco cantos. Terminados hay cuatro en cinco mil versos. El último canto será lo primero que haga ahora, cuando me marche a descansar y a estudiar de nuevo, antes de dar el segundo paso. Que después de un éxito grande, siempre es peligroso.
¿Más obra?
Un libro de mi juventud: Vibraciones, que no he querido publicar porque me da miedo. No es el estilo mío. Por el contrario, muy castellano. Sin embargo, algún día lo daré, para que se note en él la influencia que en mí ejercieron los poetas que se han destacado: Rubén Darío, Villaespesa, Carrére, Antonio Machado.
Tengo—prosigue—el compromiso de una zarzuela.
En ella he de recoger el folklore extremeño, antes que se pierda la música regional. El autor de la partitura será Leopoldo Magenti, que sabe adaptarse muy bien al ambiente. Lo llevaré conmigo á que observe los tipos, los chozos, el ambiente regional. Y haré mi obra después, sin apremios, despacio.
¿Anhelos de ahora, después del triunfo?
Mi ideal es muy modesto. Seguir tranquilamente en mi tierra, cultivando mis campos, mis olivares , escribiendo a mi gusto, sin preocuparme de la crítica ni del público y sin atender compromisos de Empresas ni Compañías.
Y cuando esté satisfecho de una obra, la daré en Madrid.
¿Por qué no reside aquí?
Me da un poco miedo Madrid. Creo que me estropearía enseguida. Soy un hombre pacífico, a lo Gonzalo de Berceo, con mi sillón, mi buen vino, mi mujer y mis hijas. Aquí, después de un gran éxito, me costaría trabajo el trabajar; haría cosas forzadas para atender compromisos, y yo no quiero eso. Cuando hago mis obras me gusta recrearme en ellas; las hago, ante todo, para mí.
¿Su vida actual?
En Guadalcanal, el pueblo de mi mujer. Volviendo a lo de antes, quizá algún día, por dar carrera a mis hijas (tengo cuatro), tenga que venir a Madrid. Ahora tengo a las nenas (son pequeñas) con mi madre, en Guareña. Y estoy rabiando por irme a su lado, deseando que me suelten de aquí.
El momento odioso de las opiniones ha llegado.
¿Gabriel y Galán?
Es el poeta de más corazón que hemos tenido en estos íntimos tiempos. Era poeta porque Dios lo había hecho. Le faltaba cultura, y es lástima que muriera tan pronto, porque hubiera hecho grandes maravillas.
¿Marquina?
Estando en Madrid, hace unos meses, asistí a una representación de El monje blanco. Benito Cibrián y Pepita Meliá tenían ya Las brujas. Si aquella noche tengo la comedia en mis manos, la hubiera roto. También los Machado.
¿Y don Jacinto?
El hombre más profundo y documentado de nuestro teatro. El que si sigue la línea recta, sin concesiones a nadie. De él, lo que más me gustan son Los intereses creados.
¿Pepita Meliá?
Creo que no la conocían como actriz dramática. Yo descubrí que lo era en Sevilla, ensayando Las brujas, y le dije a Benito que era una pena que siguiese dedicando sus valores al vodevil. Ahora celebro que la crítica haya confirmado mis sospechas. De Benito Cibrián, que siendo un gran actor, es aún más excelente como director de escena; de grandísima pulcritud y exigente, a quien puede confiarse una obra de cualquier calibre. De toda la Compañía, muy satisfecho.
Ha habido una pausa. El aire frío de la noche se clava en la frente, y Chamizo enciende una sonrisa ligera en el recuerdo.
¿Qué le satisface más de su obra?
Lo que más se acerca a mi aspiración de cuanto tengo hecho es el canto tercero, «La insolación», de El poema de Extremadura.
El poeta tiene para cada bocinazo insolente un suspiro, una evocación de su tierra. ¡El amor campestre de las soledades!
FIRMA: R. D.-A.
LA NACENCIA
I
Bruñó los recios nubarrones pardos
la luz del sol que s´agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruídos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pal sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.
Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita!
¡Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!…
– No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de priesa con l´agüela,
la comadre o el méico -.
Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo…
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos…
¡No tengo juerzas pa dejagla sola!
¿pero yo de qué sirvo si me queo?
La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¿Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamiento?
Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos…
¿Quién podrá socorregla si me voy?
¿Quién va po la comadre si me queo?
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¿Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo?
No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros…
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo…
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y qué güena!
¿quién pudiera sé méico?
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos…
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?…
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!
II
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro…
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!
Venía clareando;
s´oïan a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
«bautizando» (*) a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del camino nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pegó aquel beso…
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!
Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
¡no podía por menos!
Antonio Nevado Escudero, más conocido por DOVANE. Diseñador Gráfico. natural de Don Benito y miembro activo de la Asociación “Torre Isunza” para la Defensa del Patrimonio Histórico y Cultural de Don Benito. Dovane63 (mi apellido al revés que cambié para que empezara por «D» en claro homenaje a mi admirado maestro y amigo Disancor, Diego Sánchez Cordero y 63 mi año de nacimiento). Abarca un canal de YouTube que contiene videos sobre temas de historia, principalmente de la ciudad de Don Benito y la región, y que no tiene más pretensiones sino dar pie a interesarnos por nuestra cultura y tradiciones, ya que es sin ánimo de lucro, un blog y un perfil de Facebook en el que doy rienda suelta a otra de mis aficiones, la fotografía. Asiduo colaborador en numerosas publicaciones culturales e investigador aficionado de esa otra historia que nunca nos contaron.
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