PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN
El 11 de marzo de 2025 se cumplen 21 años de los atentados del 11-M, un ataque terrorista que no solo marcó la historia reciente de España por su brutalidad, sino también por las profundas divisiones y sospechas que generó en torno a su autoría y consecuencias. Con 193 muertos y cerca de 2.000 heridos, este ataque terrorista no solo dejó cicatrices físicas y emocionales, sino que también sembró dudas sobre el papel de actores nacionales e internacionales, la gestión política del caso y la posible manipulación de los hechos para alterar el rumbo político del país.
El 11-M no fue solo un acto terrorista; sus repercusiones políticas lo convierten, para muchos, en un golpe de estado encubierto. Las explosiones ocurrieron tres días antes de las elecciones generales, en un momento en el que el Partido Popular (PP) lideraba las encuestas tras una legislatura marcada por el crecimiento económico y una política antiterrorista firme contra ETA. Sin embargo, la gestión inicial del atentado por parte del gobierno, atribuyendo erróneamente los hechos a ETA, junto con una campaña mediática que apuntaba hacia grupos islamistas, generó un cambio abrupto en la opinión pública. Este giro favoreció al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que ganó las elecciones en un contexto de indignación social.
El cambio político inmediato tras los atentados ha llevado a muchos analistas y ciudadanos a considerar que el 11-M fue más que un ataque terrorista: fue un evento instrumentalizado para alterar el curso democrático del país. La rapidez con la que se destruyeron pruebas clave, como los restos de los trenes afectados, y la falta de transparencia en las investigaciones alimentaron estas sospechas.
Uno de los aspectos más controvertidos del caso fue la destrucción apresurada de pruebas fundamentales. Según informes judiciales y periodísticos, los restos de los trenes fueron desguazados poco después del atentado, impidiendo análisis exhaustivos que podrían haber arrojado luz sobre el tipo exacto de explosivos utilizados o sobre posibles pistas adicionales. Esta acción ha sido interpretada por algunos como una maniobra deliberada para ocultar información.
Además, las inconsistencias en las versiones oficiales han generado más preguntas que respuestas. Desde las dudas sobre el tipo de explosivos empleados hasta la identificación de los inductores, los «autores intelectuales» del ataque, el caso, a pesar del tiempo transcurrido, sigue rodeado de sombras. Aunque se señaló a células islamistas locales inspiradas por Al Qaeda como responsables materiales, no se ha logrado -o no se ha querido- esclarecer quiénes fueron los verdaderos cerebros detrás del atentado.
Entre las teorías más persistentes está la posible implicación de servicios secretos extranjeros, particularmente los de Marruecos. Diversos informes han señalado vínculos entre algunos sospechosos y grupos islamistas con conexiones en Marruecos, lo que ha llevado a conjeturar acerca de una posible colaboración entre estos actores y sectores interesados en desestabilizar políticamente a España.
Algunos analistas también han señalado intereses geopolíticos detrás del atentado. La postura del gobierno español liderado por Aznar respecto a la guerra en Irak y su alineación con Estados Unidos pudieron convertir a España en un objetivo estratégico para ciertos grupos extremistas. Sin embargo, también existen sospechas sobre la participación indirecta o permisividad de actores estatales internacionales interesados en provocar un cambio político en España.
En este contexto de incertidumbre y teorías no confirmadas, las víctimas del 11-M han quedado relegadas al olvido institucional. Sus demandas de justicia han chocado contra un muro político y judicial que parece más interesado en cerrar episodios incómodos que en esclarecerlos. La prescripción legal del caso en 2024 fue percibida como una afrenta directa a su memoria y a su dignidad.
Las asociaciones de víctimas han insistido en la necesidad de reabrir el caso para investigar todas las líneas posibles, incluyendo aquellas que apuntan hacia responsabilidades políticas o internacionales. Sin embargo, esta posibilidad parece cada vez más remota debido al tiempo transcurrido y al desinterés político.
A pesar del paso del tiempo, el 11-M sigue siendo un asunto, una asignatura pendiente para España. Más allá de las diferencias ideológicas o partidistas, existe una deuda histórica con las víctimas y con todos los ciudadanos que merecen conocer la verdad completa sobre lo ocurrido. Este vigesimo primer aniversario es una oportunidad para reflexionar sobre cómo el silencio institucional puede perpetuar injusticias y cómo solo enfrentándonos a nuestro pasado podremos construir una sociedad más justa y transparente.
Debemos seguir exigiendo «memoria, dignidad y verdad: caiga quien caiga».
No podemos terminar sin mencionar las Investigaciones del periodista y escritor Luis del Pino, profundizando en los «Enigmas del 11-M»:
Luis del Pino, ingeniero de telecomunicaciones y periodista, se ha convertido en una de las voces más prominentes en el cuestionamiento de la versión oficial de los atentados del 11 de marzo de 2004. A través de sus investigaciones y publicaciones, Del Pino ha planteado numerosas dudas y teorías alternativas que han alimentado el debate sobre lo que realmente ocurrió aquel fatídico día.
En su obra «Los Enigmas del 11-M: ¿Negligencia o Conspiración?», Luis del Pino formula una serie de preguntas inquietantes:
Las investigaciones de Luis del Pino han sido fundamentales en la formación y difusión de lo que algunos han llamado «teorías de la conspiración» acerca del 11-M. Su trabajo, difundido a través de blogs, libros y medios como Libertad Digital y EsRadio, ha mantenido vivo el debate sobre los atentados durante las dos décadas transcurridas.
Sin embargo, sus teorías han sido fuertemente criticadas por otros medios, e incluso por parte de algunos tribunales, que las consideran infundadas y perjudiciales para las víctimas y la sociedad en general. A pesar de esto, Luis del Pino continúa insistiendo en la necesidad de reabrir la investigación, argumentando que siguen existiendo demasiadas preguntas sin responder.
Las investigaciones de Luis del Pino, aunque controvertidas, han desempeñado un papel importantísimo en mantener el debate sobre el 11-M abierto. Sus afirmaciones, respaldadas por varias asociaciones de víctimas de terrorismo, siguen desafiando la versión oficial dos décadas después de los atentados. Independientemente de la veracidad de sus afirmaciones, su trabajo subraya la importancia de la transparencia en los procesos judiciales y la necesidad de una sociedad vigilante ante posibles manipulaciones de la verdad histórica.
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