Al poner en duda la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre, Thierry Meyssan abría un debate mundial en 2001. Pero la parte más importante de su libro sobre el 11 de septiembre era un estudio de ciencias políticas que pronosticaba la evolución futura de Estados Unidos después de aquellos crímenes. El problema no es saber cómo se cometieron los atentados sino por qué Estados Unidos reaccionó aquel día violando su propia Constitución y por qué adoptó de inmediato profundas reformas que cambiaron la naturaleza de sus instituciones. Meyssan pronosticó entonces la transformación del Imperio estadounidense, transformación que estamos viendo con la planificación de la caída de Kabul. Todo lo que había anunciado en 2002 se ha visto confirmado en los últimos 20 años.
A finales del año 2001, publiqué una serie de artículos sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 y en marzó de 2002 publiqué un libro sobre ese asunto [1]. Desde su publicación mi libro fue traducido a 18 idiomas y abrió un debate mundial que cuestionaba la veracidad de la narrativa oficial de Estados Unidos sobre los hechos del 11 de septiembre.
Sin embargo, la “prensa internacional” se negó a tomar en cuenta mis argumentos y emprendió una campaña acusándome de «amateurismo» [2], de «conspiracionista» [3] y de «negacionismo» [4].
Lo más importante es que las autoridades de Estados Unidos y sus aliados redujeron todo mi trabajo al contenido de las primeras páginas de mi libro –las que ponían en duda la versión oficial sobre los atentados– y fingieron no ver que era un libro de ciencias políticas que denunciaba lo que aquellos atentados “false flag” [5] iban a permitir justificar: el recrudecimiento de la vigilancia institucional sobre la ciudadanía en los países occidentales y el inicio de la «guerra sin fin» en el Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente.
En el presente artículo voy a pasar revista a todo lo que hemos logrado saber en los últimos 20 años sobre aquellos atentados. Pero veremos sobre todo si mis predicciones de 2002 resultaron ser ciertas o no.
Si alguien pregunta qué sucedió el 11 de septiembre de 2001, usted seguramente evocará las imágenes de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center y contra el Pentágono. Pero seguramente olvidará muchas otras cosas, como los casos de personas que se beneficiaron con la caída de las acciones de las compañías aéreas afectadas… beneficios que pudieron obtener porque sabían lo que iba a suceder aquel día; el incendio que devastó el anexo de la Casa Blanca –el Old Eisenhower Building– o el derrumbe de un tercer edificio del World Trade Center.
Lo más sorprendente es que casi nadie recuerda ya que, a las 10 de la mañana del aquel día, Richard Clarke puso en marcha el «Plan de Continuidad del Gobierno» [6]. Con aquella decisión, el presidente George W. Bush y todo el Congreso quedaban suspendidos de sus funciones y bajo “protección” militar.
El presidente Bush fue conducido a una base aérea en Nebraska, donde ya estaban –desde la noche anterior– todos los jefes de empresas que ocupaban los pisos superiores de las Torres Gemelas [7], mientras que todos los miembros del Congreso habían sido concentrados en el megabúnker de Greenbrier. El Poder quedó así en manos del «Gobierno de Continuidad», que se hallaba en otro megabúnker –el llamado «Complejo R» de Raven Rock Mountain [8]. El Poder no fue devuelto a los civiles hasta el final de aquel día.
¿Quiénes eran los miembros de aquel «Gobierno de Continuidad» y qué hicieron durante el tiempo que asumieron el Poder? Todavía no se sabe. Los miembros del Congreso que plantearon esa interrogante nunca pudieron organizar una audiencia para aclararlo.
Es importante entender que mientras no se aclaren ese y otros aspectos de lo sucedido aquel día, se mantendrá la polémica sobre el 11 de septiembre de 2001. El protocolo que se aplicó aquel día había sido concebido por el presidente Eisenhower en momentos en que se temía una guerra nuclear y partiendo del principio que si perecían él –el presidente de Estados Unidos–, los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, así como la mayoría de los miembros del Congreso, o sea ya en ausencia de los poderes constitucionales, los militares tendrían lógicamente que asumir la continuidad del gobierno. Pero, el 11 de septiembre de 2001 no sucedió absolutamente nada de eso. No murió ni un solo representante de los tres poderes reconocidos en la Constitución estadounidense. Por consiguiente, el traslado del poder a un «Gobierno de Continuidad» fue una medida inconstitucional.
En otras palabras, fue un golpe de Estado.
En mi libro sobre el 11 de septiembre y los hechos posteriores, emití una hipótesis sobre lo que realmente sucedió aquel día. Pero eso carece de importancia en mi demostración. La facción que perpetró aquel crimen quería provocar una conmoción comparable a lo que suscitaron los hechos de Pearl Harbor… conforme a lo que ya habían escrito antes los miembros del Project for a New American Century, para justificar una modificación del modo de vida y del funcionamiento de Estados Unidos. Lo que hicieron fue contar a la opinión pública una historia increíble… que todos se tragaron sin chistar.
Sin embargo:
Inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre, sólo en cuestión de días, la administración de George W. Bush hizo aprobar en el Congreso un Código Antiterrorista, bajo la denominación de USA Patriot Act, la “Ley Patriótica Estadounidense”. Era un texto muy voluminoso que había sido redactado a lo largo de los 2 años anteriores por la Federalist Society –que contaba entre sus miembros al Procurador General Theodore Olson y al secretario de Justicia John Ashcroft. La US Patriot Act suspende la aplicación de la Carta de Derechos (Bill of Rights) en los casos de terrorismo.
Hagamos un poco de historia. Durante la formación de los Estados Unidos de América, surgieron dos facciones opuestas. Una de ellas, encabezada por Alexander Hamilton, redactó la Constitución estadounidense con intenciones de instaurar un sistema similar a la monarquía británica, pero con gobernadores en lugar de la nobleza. La otra facción, encabezada por Thomas Jefferson y James Madison, rechazó aquella Constitución hasta que se agregaron a ella 10 Enmiendas que debían evitar que los futuros gobernantes estadounidenses pudiesen recurrir a la «Razón de Estado». Esas 10 Enmiendas constituyen la United States Bill of Rights o Carta de Derechos y su suspensión mediante la Patriot Act echa por tierra el equilibrio que debía servir de base para la fundación de Estados Unidos. La imposición de la Patriot Act favorece las aspiraciones de la facción que quiso construir la nación estadounidense a imagen y semejanza de la monarquía británica, la facción de los descendientes de los llamados «Padres Peregrinos», los puritanos exiliados de Inglaterra. El presidente George W. Bush, al igual que su padre el presidente George H. Bush, es descendiente directo de uno de los 41 firmantes del «Pacto del Mayflower» de 1620.
Para aplicar la USA Patriot Act, se creó en Estados Unidos un nuevo ministerio, el Departamento de Seguridad de la Patria (Department of Homeland Security o DHS), que abarca toda una serie de agencias que ya existían. Este Departamento de Seguridad de la Patria de Estados Unidos se dotó de una policía política capaz de espiar a cualquier ciudadano estadounidense. El Washington Post reveló en 2011 que el Departamento de Seguridad de la Patria reclutó 835 000 funcionarios, de los que 112 000 fueron contratados en secreto [11], lo cual significa que esa agencia tiene un espía por cada 370 habitantes, convirtiendo a Estados Unidos en el país más orwelliano del planeta.
Edward Snowden reveló en 2013 cómo trabaja el Departamento de Seguridad de la Patria. Snowden no se limitó a revelar información sobre el sistema de espionaje mundial de las comunicaciones internacionales implantado por la Agencia de Seguridad Nacional (National Security Agency o NSA) sino que además divulgó elementos sobre la vigilancia interna de masas en Estados Unidos. Hoy vive en Rusia como refugiado político.
Ese sistema de vigilancia y control interno de la población, aunque menos documentado, ha venido extendiéndose progresivamente en todos los Estados occidentales mediante los “Cinco Ojos” (Five Eyes) [12] y la OTAN.
Un mes después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, creaba la “Oficina de Transformación de la Fuerza” (Office of Force Transformation) y la ponía bajo la dirección del almirante Arthur Cebrowski. Se trataba de cambiar la función misma de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
La doctrina Rumsfeld-Cebrowski [13] es una reforma tan importante como la creación del Pentágono después de la crisis de 1929. Pero esta vez se trata de adaptarse al capitalismo financiero. Estados Unidos ya no tratará de ganar guerras sino de prolongarlas el mayor tiempo posible. Es ese el verdadero significado de la expresión «guerra sin fin» del presidente George Bush hijo. El verdadero objetivo de Estados Unidos será destruir las estructuras mismas de los Estados en los países cuyas riquezas pretende explotar. Con la destrucción de los Estados se busca evitar que los países víctimas de esa estrategia puedan ejercer algún tipo de control político sobre sus propios recursos. El coronel estadounidense Ralph Peters resumió esa doctrina en una frase: «La estabilidad, enemiga de Estados Unidos» [14].
Eso es exactamente lo que acaba de suceder en Afganistán. Estados Unidos inició su guerra contra Afganistán justo después del 11 de septiembre. Supuestamente sería una guerra de sólo semanas, pero se convirtió en una guerra interminable. La victoria de los talibanes a la cual acabamos de asistir fue organizada –por Estados Unidos– para seguir prolongando el conflicto. Es por eso que el presidente Biden acaba de declarar que Estados Unidos no invadió Afganistán para construir allí un Estado –exactamente lo contrario de lo que Estados Unidos hizo en Alemania y en Japón después de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando se reunió con Vladimir Putin en Ginebra, Biden rechazó públicamente la «guerra sin fin». Pero ahora acaba de reactivarla, alineándose –como Barack Obama– tras la doctrina Rumsfeld-Cebrowski.
Todos los conflictos iniciados después del 11 de septiembre de 2001 se han prolongado hasta hoy. Lejos de terminar después de la victoria militar proclamada por Estados Unidos, la inestabilidad se ha instalado en Irak. Lo mismo ha sucedido en Libia, en Siria, en Yemen y en Líbano. Por supuesto, siempre existe el recurso de calificar lo que sucede en esos países de «guerra civil» y de acusar a sus líderes de ser «dictadores» o simplemente no explicar nada. Pero lo cierto es que esos países eran estables antes de las intervenciones occidentales impulsadas por Estados Unidos y que, cuando empezaron sus desgracias, la Libia de Kadhafi y el Líbano de Aoun eran incluso aliados de Estados Unidos.
Bajo la administración de George Bush hijo, el vicepresidente Cheney había creado en la Casa Blanca un grupo secreto, encargado de definir el desarrollo de la política energética de Estados Unidos (National Energy Policy Development). Aquel grupo estaba convencido de el mundo estaba a punto de enfrentar una grave escasez de petróleo. Así que, si Estados Unidos destruyó Estados fue para poder explotar el petróleo de esos países, pero no precisamente ahora sino en otro momento.
Además, la doctrina Rumsfeld-Cebrowski estipula que Estados Unidos no debe luchar contra las potencias globalizadas como Rusia y China sino que debe, al contrario, darles acceso a los recursos naturales de los países conquistados… pero obligándolas a pagar a Estados Unidos para obtener ese acceso.
Al publicar numerosos informes internos de las fuerzas armadas estadounidenses, Julian Assange no reveló información realmente sensible. Pero el conjunto de documentos revelados permite comprobar que el Pentágono nunca trató de ganar las guerras que emprendió después del 11 de septiembre.
Para librar esas guerras, el Pentágono se dotó secretamente de fuerzas especiales clandestinas: 60 000 soldados que no portan uniformes [15] y que son capaces de asesinar a cualquiera, en cualquier país y sin dejar rastro. Ya en 2002, el periodista estadounidense Bob Woodward revelaba la operación bautizada «Matriz del Ataque Mundial», que se había decidido sólo 3 días después de los atentados del 11 de septiembre [16]. Por su parte, Wayne Madsen –también estadounidense– publicaba los nombres de las primeras víctimas en Papuasia, Nigeria, Indonesia y Líbano [17].
Los últimos 20 años confirmaron todas mis previsiones. Desgraciadamente, son pocos los que han visto con claridad la evolución del mundo. La mayor parte de la gente se niega a ver la relación que existe entre las revelaciones de fuentes diversas y casi nadie quiere ver la responsabilidad de las democracias occidentales en los crímenes perpetrados contra los países del Gran Medio Oriente.
El problema sigue siendo el mismo: casi nadie puede admitir que el criminal esté tan cerca. Thierry Meyssan
[2] Según mis detractores, yo no había estado en el lugar de los hechos, como habría tenido que hacerlo un «verdadero periodista». Pero Estados Unidos había prohibido el acceso a las tres “escenas del crimen” por razones de «seguridad nacional» y durante años ningún periodista, de absolutamente ningún medio, tuvo acceso a ellas. Así que el reproche de «amateurismo» tendría que aplicarse no sólo a mí sino también a todos los periodistas que repetían la versión oficial.
[3] El calificativo «conspiracionista» comenzó a utilizarse en los años 1960 para designar a quienes ponían en duda la tesis oficial del francotirador solitario que supuestamente asesinó al presidente Kennedy y denunciaban que fue un complot lo que hizo posible aquel magnicidio.
[4] En efecto, yo niego la versión oficial sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pero el término «negacionismo» alude en realidad a una corriente de extrema derecha –cuyas ideas siempre he combatido– que niega la voluntad de los nazis de perpetrar el genocidio de los judíos en Europa.
[5] Las operaciones false flag o “bajo bandera falsa” son operaciones realizadas de manera tal que sea posible atribuirlas al bando adverso. Nota de Red Voltaire.
[6] Against All Enemies, Inside America’s War on Terror, Richard Clarke, Free Press, 2004. Publicado en francés bajo el título Contre tous les ennemis: Au cœur de la guerre américaine contre le terrorisme, Albin Michel, 2004.
[7] Como todos los años, Warren Buffet –quien era entonces el hombre más rico del mundo– daba una cena de caridad en Nebraska. Pero, cosa que nunca antes había sucedido, aquel día la cena anual no se organizó en un gran hotel sino… en una base militar. Los jefes de empresas invitados habían dado el día libre a sus empleados de Nueva York, lo cual explica la cantidad relativamente reducida de muertos en el derrumbe de las Torres Gemelas.
[8] A Pretext for War: 9/11, Iraq and the abuse of America’s intelligence agencies, James Bamford, Anchor Books, 2004.
[9] «¿Quién inventó las falsas llamadas telefónicas desde los aviones secuestrados el 11 de Septiembre?», por Giulietto Chiesa, Megachip-Globalist (Italia), Red Voltaire, 28 de julio de 2013.
[10] Cuatro años después de los hechos del World Trade Center, los madrileños fueron testigos del incendio de la Torre Windsor, un edificio de 32 plantas y más de 106 metros de altura. En la noche del 12 al 13 de febrero de 2005, la Torre Windsor estuvo ardiendo durante horas. Algunas partes del edificio colapsaron de forma aislada pero la Torre Windsor no se derrumbó sobre sí misma. De hecho, se mantuvo en pie y tuvo que ser objeto de un trabajoso proceso de desmantelamiento para liberar el terreno que ocupaba. A pesar de su engañoso título, el lector podrá encontrar detalles interesantes en el artículo “Quince años del incendio del Windsor, el rascacielos que se derritió a 1.000 grados”, El País, 12 de febrero de 2020, y en Wikipedia. Nota de Red Voltaire.
[11] Top Secret America: The Rise of the New American Security State, Dana Priest y William M. Arkin, Little, Brown and Company, 2011.
[12] Los “Cinco Ojos” o Five Eyes es la denominación de la alianza de servicios de escuchas e intercepción de las comunicaciones mundiales en la que participan Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido, alianza creada en 1941 por la Carta del Atlántico.
[13] «La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25 de mayo de 2021.
[14] “Stabiliy American’s Ennemy”, coronel Ralph Peters, Parameters #31-4, invierno de 2001.
[15] “Exclusive: Inside the Military’s Secret Undercover Army”, William M. Arkin, Newsweek, 17 de mayo de 2021.
[16] “Saturday, September 15, At Camp David, Advise and Dissent”, Bob Woodward y Dan Balz, The Washington Post, 31 de enero de 2002.
[17] “J’accuse – Bush’s Death Squads”, Wayne Madsen, Makingnews.com, 31 de enero de 2002.
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