Pues, sí, no sé de qué os extrañáis… después del 23J la vida sigue igual.
CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Hoy, lunes 24 de julio, tal como ya he vaticinado de forma reiterada durante las últimas semanas: todos ganan y perdemos los españoles. Llama especialmente la atención que haya quienes se sienten sorprendidos de que el resultado de las elecciones generales de ayer en España no haya sido el que deseaban. Eran legión los que ya celebraban la derrota del gobierno de socialistas, comunistas, etarras y separatistas encabezado por Pedro Sánchez, cuando faltaba más de un mes, semanas, días para que llegáramos el domingo 23 de julio… Multitud de gente se estaba comiendo la liebre antes de cazarla.
Ahora podría decir «ya os lo advertí». Y, así es, vengo avisando desde hace varios años, desde la moción de censura que propició Mariano Rajoy y abrió la puerta para que entraran los socialistas, comunistas, etarras y separatistas al gobierno de España, y posteriormente, cuando algunos españoles volvieron a apoyar a Pedro Sánchez y sus secuaces en 2019, que la única manera de que los españoles decentes venzan a quienes pretenden destruir España es refundando la derecha española, apartando a los oligarcas, caciques, capos de VOX y PP si no se echan a un lado y creando un sólo bloque de derechas que dé paso a que la derecha española se presente a las elecciones unida; eso sí, liderada por españoles decentes, por buenos españoles, sabios, bien preparados, con probada experiencia, de forma exitosa, en la gestión de dineros ajenos… y esos españoles decentes no están ni en VOX ni en el PP, están en la empresa privada (bueno, tampoco hay que olvidar que hay algunos gestores-funcionarios decentes).
Vengo diciendo desde hace años que España necesita un «Cirujano de hierro», un Cincinato, que aplique una terapia regeneradora, y que si no sucede tal cosa, los españoles deben perder toda esperanza y tendremos socialdemocracia para rato, feminismo de género para rato, despilfarro para rato, separatismos para rato…
Insisto: desde hace años vengo advirtiendo de que, la única opción que tienen quienes hoy día se reconocen como gente de derecha en España, los liberal-conservadores (y los españoles decentes que dicen no ser liberal-conservadores, o tratan de disimularlo), es que se ponga en marcha un proyecto político a la manera de la CEDA, de la Segunda República Española, hablo de una iniciativa imprescindible, pues, sin duda España está en un momento en el que más que nunca, se necesita una agrupación política que aglutine a todos los españoles decentes, a los que no tienen complejos y afirman sin tapujos que son de derechas, liberal-conservadores, democristianos, social-cristianos… a los numerosos españoles decentes que, no se sienten representados en las instituciones, a los numerosos españoles decentes que consideran que la mayoría de las opciones políticas han renunciado a todo lo que los buenos españoles consideran irrenunciable.
En estos instantes en los que la derecha está acobardada, recurre al disimulo e incluso ha acabado adoptando el lenguaje y los dogmas izquierdistas (hasta el extremo de tratar de competir con la izquierda en cuestiones como el feminismo y el “cambio climático” y sandeces por el estilo) son muchas las voces influyentes que reclaman un proyecto que esté dispuesto a dar la batalla ideológica a la izquierda. Y, desgraciadamente el PP de Alberto Núñez Feijóo no está en esa dirección, sino todo lo contrario; la pretensión de los actuales oligarcas y caciques del PP es la de ser más socialdemócratas que los socialdemócratas, para captar (dicen) a los votantes del PSOE, e incluso –ilusos ellos- a los comunistas.
La política precisa de gestores talentosos, no de charlatanes demagogos que nunca han trabajado ni tenido la responsabilidad de pagar una nómina.
Como no paro de repetir desde hace ya mucho tiempo, España está necesitada urgentemente de un plan de choque, con la valentía suficiente y la altura de miras que exigen los terribles momentos por los que actualmente atraviesa nuestra Patria…la única esperanza que le queda a España es que un grupo de “hombres sabios y buenos” que, desaloje de las instituciones a la pandilla de bandidos que nos mal-gobiernan, y que conduzca a España a un periodo realmente constituyente, de ruptura con las formas caciquiles y oligárquicas como forma de gobierno, y acabemos finalmente homologándonos con los regímenes políticos más avanzados y las naciones más prósperas de nuestro entorno cultural, político, económico.
Estamos asistiendo a la crisis política, institucional y económica más profunda desde la «Transición»… Y la única alternativa es impulsar un movimiento ciudadano -una gran coalición patriótica- que lleve al restablecimiento de la legalidad constitucional, un único bloque que, agrupe a TODA LA DERECHA ESPAÑOLA.
Esa nueva derecha de la que vengo hablando, debe tener un proyecto claro, rotundo en el que se prevea la reforma de todo lo que, necesita ser reformado en el estado del bienestar, que en España es mucho.
Esa nueva derecha española no debe tener ningún reparo, ningún complejo en cuestionar, y llegado el momento enfrentarse al consenso socialdemócrata, al acuerdo, más o menos tácito, respecto de que los derechos individuales pueden ser violados en nombre del “bien común”, del “interés colectivo” –como ha sucedido durante el estado de alarma que hemos sufrido durante meses, debido a la epidemia del coronavirus-
Esa nueva derecha debe enfrentarse al consenso de los diversos partidos con representación en el parlamento que, cuando gobiernan les lleva a violar los derechos individuales (el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad) a través de impuestos, redistribución de riqueza, y regulaciones de todo tipo, aunque hasta ahora ningún gobierno haya llegado a los extremos de los regímenes totalitarios del siglo XX, pese a que algunos como los socialistas, comunistas, etarras y separatistas no tengan recato alguno en manifestar claramente sus simpatías hacia ellos.
Esa nueva derecha debe expresarse sin rodeos, sin complejos, sin miedos de clase alguna respecto de que, eso que algunos denominan de forma despectiva “el capitalismo”, la economía de mercado, que en lo político, en la mayoría de los países occidentales, se traduce en una estricta separación de poderes, el único sistema social basado en el reconocimiento de los derechos individuales, incluyendo el derecho a la vida y a la propiedad.
La economía de libre mercado es la única forma de organización social que, ha sido inventada hasta la fecha para que sean respetados nuestros derechos inalienables a la vida, la libertad, la propiedad, y la búsqueda de la felicidad. Por supuesto, hablar de capitalismo, de economía de mercado, de estado de derecho, de estricta separación de poderes, es también hablar de gobierno limitado. De un gobierno cuya función es proteger nuestros derechos individuales e impedir que sean violados por agresores nacionales o extranjeros. Economía de mercado significa un escrupuloso respeto a la propiedad y a la iniciativa privadas, rigiendo el principio de mínima intervención gubernamental; hablamos de un régimen político, una forma de organización social en la que el estado y la economía gozan de separación, comparable a la separación de la religión y el estado.
Ese único bloque que agrupe a toda la derecha española, tiene que tener muy claro que en un régimen de democracia representativa y de economía de mercado, en el que exista una estricta separación de estado y economía, los gobernantes no deberán dar trato de favor, proteger ninguna actividad amparándose en el interés colectivo, en el bien común, o subterfugios por el estilo; debe regir el principio de “mínima intervención gubernamental” y tenderse a separar economía y gobierno, para que los privilegios dejen de existir o sean los menos posibles. Las cuestiones más evidentes que, por desgracia mucha gente ha dejado de tener en cuenta, e incluso de “creer” en ellas, son generalmente las más difíciles de explicar y de lograr que a uno le presten atención.
En España, los diversos presidentes del gobierno habidos durante las últimas décadas que, se supone que han de actuar a la manera de “un buen administrador de fincas”, han demostrado, todos sin excepción que no son buenos profesionales (y tampoco se han rodeado de un grupo de buenos gestores, ni los han elegido teniendo en cuenta su capacidad o mérito de alguna clase, aparte de ser “amigos suyos” o miembros de su agrupación política); y para recochineo no velan por los intereses de todos los españoles, y menos por el buen uso de los dineros que todos aportamos a las arcas públicas, pues al parecer aún no se quieren enterar de que son administradores de dinero que no es suyo, y que quienes viven en esa “macro-comunidad de propietarios y vecinos”, que es España, son los únicos que deben decidir qué destino se le da.
Al parecer, a los diversos presidentes del gobierno que, se han ido sucediendo durante décadas, aún no acaba de entrarles en la mollera que son nuestros empleados, trabajadores a nuestro servicio, al servicio de los españoles, que debe cumplir fielmente con el cargo para el que ha sido elegido y por supuesto, rendir cuentas a la comunidad de todo lo que hace.
Un buen presidente del gobierno –tal como haría un buen administrador de fincas- envía información contable periódica a todos los propietarios y vecinos, informándoles del estado de cuentas de la comunidad. Un buen gestor de dineros ajenos es el que comunica a los administrados el estado de cuentas, de manera que cada vecino sabe en todo momento la situación económica de la nación, pues todos los ciudadanos tienen derecho a conocer con exactitud si la totalidad de los ingresos y gastos están adecuadamente reflejados en facturas o documentos justificativos similares.
Un buen administrador no negocia para sí mismo comisiones con los proveedores que trabajan para los ciudadanos, cuyos dineros él administra, porque es absolutamente inmoral, además de ser delictivo. Un buen presidente del gobierno es el que gestiona de manera transparente, clara y veraz las cuentas y los dineros públicos, sin que pueda generarse la más mínima sombra de sospecha sobre su honestidad.
Un buen gestor de dineros ajenos ahorra costes a los ciudadanos, evita conflictos, resuelve problemas y es un gran mediador a la hora de solucionar discrepancias o asuntos que se enredan por la sana disparidad de criterios entre quienes habitan en la nación, y quienes nos honran con su presencia y nos visitan diariamente.
Y, para que tengamos un buen gestor al frente del Gobierno de la Nación Española, es imprescindible que sea una persona de probada experiencia, con un currículo exitoso, como gestor de dineros ajenos en la empresa privada; pues, a estas alturas es de sobra conocido que ningún político de los que forman parte de los diversos partidos con presencia en el Congreso de los Diputados, ha dado un palo al agua en su vida adulta, todos (salvo honrosas excepciones) son miembros de la casta extractiva, parasitaria: hijos, amigos, hermanos, cuñados… de eso que se denomina “la clase política”, cuyo único objetivo es formar parte de las diversas instituciones para seguir viviendo de nuestros impuestos.
Sólo debemos confiar en gente capacitada, con experiencia exitosa, sobradamente probada, en gestión de dineros ajenos, y que, no tenga intención de hacer carrera en la política, para hacerse de un patrimonio. Y, desgraciadamente, los dirigentes del PP y los de VOX que, de una u otra forma afirman que son la alternativa al gobierno social-comunista de Pedro Sánchez, no van en esa dirección, ni gozan de tales cualidades: no son personas cualificadas, ni de exitosa experiencia en la gestión de dineros ajenos, y día tras día demuestran que su único objetivo es hacer carrera en la política y hacerse de un patrimonio…
Después de la desastrosa campaña electoral de PP y VOX que ha dado como resultado el desastre de ayer, 23 de julio, salvo que se ponga en marcha un único bloque que agrupe a TODA LA DERECHA ESPAÑOLA, tendremos socialdemocracia para rato, feminismo de género para rato, despilfarro para rato, separatismos para rato…
Así que, más vale que los que pueden encabezar esa iniciativa se pongan manos a la obra pues, después de lo sucedido ayer, lo lógico es pensar que haya nuevas elecciones generales antes de finalizar 2023; salvo que Pedro Sánchez logre congregar en torno a sí a lo peor, a lo más canalla de los políticos españoles… Si es así, «que Dios nos coja confesados».