¿Qué hay detrás de las protestas y disturbios de Gran Bretaña?

El lunes pasado Axel Muganwa Rudakubana, joven de 17 años nacido de padres ruandeses en Cardiff (Gales) y residente en Banks, Lancashire (Inglaterra), irrumpió con un cuchillo de cocina en una academia de baile, donde se estaba celebrando un evento dedicado a Taylor Swift. Allí se puso a apuñalar gente y mató a tres niñas: Bebe King de seis años, Elsie Dot Stancombe de siete años y Alice Dasilva Aguiar de nueve años. Además, hirió a otras ocho personas, cinco de ellas de gravedad.

Desde hace años, el Reino Unido viene sufriendo las consecuencias de políticas migratorias muy controvertidas. No es preciso remontarse a Enoch Powell (1912-1998) y su célebre discurso de los «ríos de sangre» (1968) para apreciar el descontento que la inmigración descontrolada ha sembrado entre las clases populares del país. Fuera de Londres, cuyo multiculturalismo se alababa por todo Occidente, las condiciones laborales se iban deteriorando y, al igual que ha venido sucediendo en el resto de Europa, los perdedores de la globalización se iban sintiendo alienados en sus lugares de origen. En el caso de los inmigrantes musulmanes, su llegada masiva produjo la progresiva islamización de calles, barrios y pueblos.

A ese descontento, las élites respondieron a través de las industrias culturales: políticas de cuotas en las películas, libros de estilo que etiquetaban toda protesta como «ultraderecha», «racismo» y «discurso de odio» y políticas criminales que reprimían a los manifestantes en lugar de atajar las causas del descontento. Esta falta de claridad y de matices llevó a tratar del mismo modo a verdaderos racistas y a ciudadanos que protestaban, con razón, por el deterioro de sus condiciones de vida. No sólo se reprimió a estos últimos, sino que se los culpó de los problemas que sufrían. Eran su pretendido racismo y su pretendida xenofobia los responsables de la falta de integración de los inmigrantes. De nuevo, esto fue en provecho de los verdaderos racistas y los verdaderos xenófobos. El progresismo contribuyó a este proceso de forma decisiva brindando un soporte intelectual a quienes acusaban al Reino Unido de ser un país fundado sobre el racismo, el esclavismo y la xenofobia. El movimiento «woke» encontró así un terreno abonado.

También lo encontraron quienes trataban de canalizar esa indignación en perjuicio del propio Reino Unido. El «Brexit» fue una llamada de atención que nadie escuchó. «Tories» y laboristas competían por ver quién era más globalista, más «antirracista» y más multicultural. La alienación se disparó alentada por el abandono político y el estigma social. De esa base social, se nutre una derecha soberanista que, en las elecciones del pasado 4 de julio, obtuvo 5 escaños de 650. No es mucho a la vista de los 412 del laborismo y del hundimiento de los «Tories», que pasaron de 244 a 121, pero introdujo en el Parlamento a una fuerza discrepante de los consensos progresistas.

El apuñalamiento múltiple del lunes pasado ha desatado una oleada de protestas en el Reino Unido. En Gran Bretaña y en Irlanda del Norte, se han multiplicado las manifestaciones contra esos consensos progresistas: inmigración descontrolada, islamización, alienación, inseguridad, deterioro de las condiciones de vida… Sin duda, hay racistas y xenófobos, pero sería impreciso pretender que todo se reduce a eso. Esa indignación es real y la represión sólo lleva a estallidos más virulentos. En Londres, Cardiff, Manchester, Nottingham, Liverpool, Portsmouth, Leeds, Hull, Belfast y otras localidades hay peleas y enfrentamientos.

Hay indicios de que ese descontento se está manipulando a través de operaciones de desinformación y desestabilización. En las primeras horas posteriores al crimen, se publicó el bulo de que el asesino era un inmigrante sirio. Las protestas, etiquetadas como de «ultraderecha», chocaron con otras manifestaciones de «antirracistas» y «antifas». Si alguien quiere crear un clima de violencia civil en Reino Unido, desde luego lo está consiguiendo. Los canales que se emplean para estas convocatorias son canales de Telegram. El primer ministro Starmer se enfrenta a su primera crisis de ámbito nacional. Ha anunciado medidas para restablecer el orden que incluyen tecnología de reconocimiento facial similar a la que emplean las autoridades de la República Popular China.

Las campañas de desinformación y desestabilización suelen emplear este tipo de descontento para crear estallidos sociales que deslegitimen a las autoridades. El caldo de cultivo de décadas de políticas erróneas de inmigración sirve ahora para desestabilizar el Reino Unido.

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