¡ASOMBRAOS… HE CONOCIDO A UN HOMBRE ADULTO, TRABAJADOR, DE 22 AÑOS, UNA EXPECIE EN EXTINCIÓN!

Pues sí, aunque parezca mentira, la semana pasada conocí a un hombre, varón, currante, «sobradamente preparado», de 22 años…

Todavía sigo impresionado, «epaté» que diría un francés. Todavía no me lo creo, parecía que había sido transportado en el tiempo a décadas pretéritas.

Tuvimos en casa una fuga de agua y recurrimos a la compañía de seguros. Nos enviaron a un fontanero que acabó detectando el origen de la avería, abrió un agujero en el suelo y cerró la «herida» … Días después acudió a mi domicilio un albañil que, al ver cómo se desenvolvía, cómo hacía su trabajo, nunca pensé que pudiera ser tan joven. Sus manos eran las de una persona con preparación y experiencia. Se notaba que había acudido a multitud de viviendas por motivos similares y sabía lo que se traía entre manos.

Cuando conversamos me sorprendió gratamente. De veras que fue como si hubiera retrocedido décadas en el tiempo y me hubiera trasladado a la España del siglo pasado.

El hombre del que hablo, vuelvo a subrayar que tiene 22 años, y casi un lustro de experiencia… Por supuesto, antes de trabajar tal cual ahora hace, pasó por una fase de «aprendiz», eso de lo que ya apenas o nada queda. Mientras la mayoría de los jóvenes de su generación viven en casa de sus papás, despreocupados, sin aspiración alguna de emanciparse, de dejar de ser una carga para sus progenitores…, el albañil veinteañero ya se había formado y adquirido experiencia para caminar por sí solo, ennoviarse, pensar en crear una familia, tener un trabajo con el que llevar una vida digna, una buena vida…

Hablamos, hablamos y hablamos mientras él realizaba su trabajo… Me contaba que sus amigos y conocidos de su misma edad no tienen ni la más remota intención de trabajar, de buscar empleo, de formarse, de emanciparse y que llevan una vida alegre y divertida, sin responsabilidades… y algunos de ellos, además de vivir de las rentas de su papá y su mamá, perciben alguna clase de ayuda del estado, alguna clase de subsidio, etcétera. Como puede suponerse, me contaba todo ello al mismo tiempo que me decía que se sentía un bicho raro por no participar de la forma de pensar y de actuar de las personas de su edad…

Aparte de conocer a gente con más o menos los mismos años de escolarización que él, personas que, como pueden suponer, carecen de formación y de experiencia profesional, pues les trae al fresco e incluso se jactan, se pavonean, se enorgullecen de ello; también me contaba que eran muchos, cada día más los jóvenes, las personas de su «quinta» con las que coincidía los fines de semana que son titulados universitarios retornados a las casas de sus padres, tras haber finalizado sus estudios, que no logran conseguir trabajo relacionado con aquello para lo que se han formado…

Me decía, sorprendidísimo, que era incapaz de entender cómo esa mayoría de personas de su edad no se plantean que sus padres, más pronto que tarde acabarán jubilándose -y descendiendo obviamente su nivel de rentas- o incluso desaparecerán de este mundo, con lo cual no podrán seguir manteniéndolos. Este hombre, de 22 añitos, currante, emancipado… se sorprende constantemente de que los de su generación no piensen más allá de mañana, del fin de semana, de participar en algún botellón, de emborracharse el fin de semana, de ir a algún concierto de algún cantante de moda, de tener sexo sin compromiso con alguna persona que le haga tilín…

Mientras conversábamos, yo observaba que se manejaba con maestría, con destreza y cuantas operaciones realizaba, mediciones, cortes de ladrillos y baldosas, mezclar de forma proporcionada los componentes de cuanto usaba como cemento o argamasa, etc. y pensaba que era una persona que había aprovechado su tiempo de estancia en los centros de estudio a los que acudió cuando era más jovencito. Pensaba todo esto -y así se lo expresé, causando que se sorprendiera- al mismo tiempo que me venía a la cabeza la cantidad de analfabetos -funcionales y no tanto- que nos rodean, gente que, pese a años de estancia en colegios, institutos y universidades, ignoran lo más elemental de Matemáticas, Ciencias, Lengua y Literatura española, Historia de España, … El hombre del que hablo tiene perfectamente integrados en su vida cotidiana, y especialmente en su trabajo diario, todos los conocimientos que aprendió cuando niño y adolescente y que no imaginaba que fueran a serle necesarios y útiles en su día a día. Hasta tal extremo es así que no era consciente plenamente, hasta que conversamos, de que es demasiada la gente (y la mayoría con capacidad legal para elegir al presidente del gobierno de España) que no tiene ni las más remota idea de cuestiones básicas, como por ejemplo: usar una cinta métrica, calcular distancias «a ojo de buen cubero», interpretar un plano, trazar líneas horizontales, paralelas, perpendiculares, trazar círculos o sectores circulares, calcular proporciones, hacer operaciones inversas, etc. conocimientos que, se supone, aprendieron en su estancia en la escuela y/o el instituto y a los que nunca encontraron significado y menos aplicación a la vida diaria.

No dejaba el hombre de sorprenderse cuando, yo que soy profesor jubilado, le indicaba que para acceder a la Universidad en España la mayoría de quienes se someten a la selectividad -EBAU- no tienen conocimientos suficientes, que muchos incurren en falta de Ortografía garrafales, que saben poco de Matemáticas…que superan la prueba de acceso casi el cien por cien de los que se presentan… y que multitud de ellos abandonan durante el primer año de estancia… Eso sí, muchos durante ese tiempo se lo pasan estupendamente, de fiesta en fiesta, pues lo que debería ser excepción se ha convertido en la universidad española en lo cotidiano…

Pues sí, el albañil del que os cuento llegaba a conclusiones a las que cualquiera llegaría si no se dejara llevar por la propaganda de nuestros gobernantes, tan analfabetos o más que los que vuelven a sus casas con un título universitario bajo el brazo, para colgar sus orgullosos papás en el salón de sus casas… Obviamente, atando cabos me expresó lo mismo que yo pienso hace muchos años, que la enseñanza en España es una burbuja de enormes dimensiones que, cuando menos nos lo esperemos, acabará explotando…

Y, así es. Son muchas, muchísimas familias españolas, una enorme cantidad en la que los padres tiene la enorme ilusión de que sus hijos vayan a la Universidad. Aunque no se sabe bien para qué. Últimamente se incorporan cada año alrededor de 300.000 jóvenes a las universidades españolas. Y, nadie encuentra el momento de pararse, reflexionar y hablar de la calidad de la enseñanza que reciben nuestros jóvenes, de si, tal como se afirma por doquier, la actual juventud española es la mejor preparada de la Historia…

El deterioro de la formación de nuestros niños y jóvenes españoles se ha acelerado de forma terrible en las últimas décadas, basta con echarle un vistazo a los informes Pisa y observar también el funcionamiento de las universidades sostenidas con fondos públicos para comprender la situación de degradación a la que hemos llegado.

Según diversos informes internacionales, el 68% de los jóvenes españoles que logran terminar sus estudios en las universidades españolas –a las que en general llegan con una paupérrima educación primaria y secundaria- no reúne los requisitos mínimos exigidos para incorporarse al mercado laboral, motivo por el cual es un absoluto disparate que haya quienes reclamen para ellos empleos para los que se necesita una alta especialización, así como altos salarios.

La idea requeterrepetida de que los jóvenes actuales son la generación mejor preparada de la Historia de España y que por desgracia está condenada a emigrar o a aceptar empleos precarios, mal remunerados, es un tópico muy socorrido, sin fundamento, una absoluta necedad. Es una tremenda falsedad con la que los políticos profesionales que España y los españoles sufrimos desde hace años, tratan de engañarnos de forma demagógica, porque su tremenda mediocridad los conduce a creérsela, o para tratar de no tener mala conciencia y eximirse de cualquier responsabilidad, o sencillamente porque nos toman por estúpidos. Dicen que un demagogo, aparte de hacer mucho ruido para intentar salir airoso en medio de una multitud gritona (lo que los antiguos griegos y romanos llamaban “oclocracia”) es aquel que promete estupideces en el convencimiento de que quienes lo escuchan son estúpidos…

Los caciques y oligarcas de los diversos partidos políticos que, nos malgobiernan, han convencido a una gran mayoría de nuestros compatriotas (entre otra muchas cuestiones), de que la escolarización masiva –masificada, en la que se persigue, se impide y sanciona el mérito y el esfuerzo y se premia la mediocridad- el aprobado general, o casi y un fácil acceso a los estudios universitarios <más del 95 por ciento de quienes se someten a la selectividad supera el examen de acceso> es un signo de modernidad y de progreso (olvidan que progresar es sinónimo de avanzar para mejorar), olvidándose de que el problema reside en la pobrísima calidad de la educación que reciben nuestros jóvenes, que inevitablemente conduce a la incapacidad para satisfacer las necesidades que demandan las empresas.

Pero, lo que más sorprende es que todos aquellos a los que de vez en cuando se les llena la boca de expresiones como que “es necesario un pacto nacional por la educación” y recursos retóricos vacuos semejantes, nunca argumentan nada medianamente racional, nunca mencionan ninguna medida que pretenda mejorar la actual situación de indigencia y que vaya en la dirección de que los jóvenes tengan salidas profesionales y empleos duraderos.

Por un lado, tenemos a la izquierda que, nos vende constantemente la idea de que la culpa de todo la tienen los empresarios, esos bandidos que se niegan a contratar a la generación de jóvenes mejor preparada de la historia de España, y que cuando lo hacen les ofrecen sueldos irrisorios y regímenes poco menos que esclavistas (esta historia macabra también se vende en los centros de enseñanza, desde el parvulario a la universidad, y se ve reforzada por los medios de información “progresistas”).

Pero la triste y cruda realidad es muy diferente, esos sapientísimos y cualificadísimos jóvenes, son generalmente analfabetos funcionales, y muchos de ellos no dominan su propio idioma y la mayoría tendrían enormes dificultades para superar las antiguas reválidas que ahora tanto se denostan y demonizan. Sí, son muchos los que apenas saben hacer la “o con un canuto” por no saber, algunos no saben qué es un canuto).

Y, por otro lado, está la derecha boba que se ha adherido, también, al consenso socialdemócrata y al discurso igualitarista, y que ha acabado haciendo suya la idea de que una solución para acabar con la precarización de la enseñanza, el fracaso escolar y el abandono temprano de los centros de estudio es permitir pasar de curso con suspensos… e incluso promocionar al bachillerato de ese modo.

¿Se trata de una burla cruel o de sadismo?

De veras, es llamativo que sigan administrándole al enfermo una medicación que a todas luces hace que empeore su salud. Es aquello muy común, de haber emprendido un camino equivocado, darse cuenta de que no conduce a ningún lado, y en lugar de volver al comienzo del sendero –para tomar el camino correcto-, seguir, seguir hacia delante, y repetir una y otra vez que ya se encontrará un atajo, y que bastantes dinero, tiempo y energías se han invertido ya, como para volver al principio… Sería reconocer que se ha emprendido un camino equivocado, pero eso será lo último que hagan nuestros actuales gobernantes, sean en las taifas hispánicas o en el gobierno de la nación.

Por supuesto, todos, el gobierno y la oposición nos dirán que les preocupa la mejora de la empleabilidad de los jóvenes y que están estudiando la manera de procurarles ese empleo estable por el que dicen “apostar” (aunque siempre olvidan decirnos que el dinero que apuestan no es el de ellos, sino el nuestro).

Todas las sesudas “soluciones” que nos ofrecen siempre caminan de facto en la dirección contraria: la de perpetuar la existencia de esa insoportable bolsa de paro juvenil. Y no se trata, solamente de que en las universidades españolas entren muchos malos estudiantes, sino que la mayoría de ellos acaba consiguiendo el título sin apenas hacer esfuerzo, y por supuesto con muy escasa formación. Y todo ello se da por la sencilla razón de que, en la enseñanza universitaria española, tal como en el resto de los centros y niveles educativos está proscrito el mérito y el esfuerzo, y apenas sirve de guardería en la que se aparca a nuestros jóvenes, a los que se les crea falsas expectativas, se les engaña, y se les acaba suscitando frustraciones.

Llegados a este punto, la única conclusión posible es que todos los españoles, salvo honrosas excepciones, viven felizmente engañados.

Y por desgracia, la supuesta oposición al gobierno de socialistas, comunistas, etarras y separatistas que preside Pedro Sánchez, no plantea ningún programa de acciones concretas para poner freno a todo lo que aquí se cuenta.

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