Feminismo: Envidia y resentimiento

El resentimiento es una pasión poderosa. Los revolucionarios marxistas la han fomentado en el corazón de sus seguidores durante más de un siglo. Pocos son conscientes de que la envidia y el resentimiento también están en el corazón de la ideología feminista. Sobre esto he escrito en mi libro titulado el Evangelio del Descontento: cómo el feminismo destrozó nuestra comprensión de la maternidad, la visión comunista de trabajadores sin sexo ha suplantado al credo cristiano y su visión de madre e hijo… La mayoría cree erróneamente que el feminismo fue una especie de chispa cultural espontánea necesaria para dignificar las mujeres, ignorando que su articulación ideológica ha sido preparada, primero por los socialistas, luego por los comunistas y finalmente por la nueva izquierda. Los marxistas vieron en la facilidad, con que podían manipular las emociones de las mujeres, una fuerza muy útil para su revolución comunista.

Betty Friedan, a quien se atribuye la fundación de la segunda ola del feminismo,  no es muy conocida por sus raíces marxistas. Yo lo trato en mi libro El fin de la mujer, pero su amigo Daniel Horowitz lo detalla minuciosamente en uno de sus libros.

Friedan, como otras feministas antes que ella, en particular Margaret Sanger, era una maestra en ocultar sus verdaderas intenciones. Friedan ocultó bien su pasado radical. Sanger, décadas antes que Friedan, aprendió de su amante, el radical sexual Havelock Ellis, la importancia de parecer lo más normal posible. Por ejemplo, Ellis aconsejó a Sanger que dejara de hablar del aborto y que se presentara como una madre devota mientras impulsaba el control de la natalidad. Mientras tanto, detrás de sus fachadas de madres buenas, ambas mujeres despertaban el descontento de las mujeres de todo el mundo por promover sus programas de izquierda radical.

Las mujeres mordieron el anzuelo. Y no sólo las laicas. Hoy, las mujeres católicas toman contraceptivos y abortan en las mismas proporciones que el resto de la población, a pesar de la firme prohibición de ambas prácticas por parte de la Iglesia Católica.

La ideología que hunde la natalidad

Se comprende, por tanto, que los principales problemas a los que se enfrenta la Iglesia hoy  estén relacionados con la fertilidad de la mujer: anticoncepción, aborto, fecundación in vitro y gestación subrogada, así como con los problemas más generales a los que se enfrenta la familia: divorcio, pornografía e incluso homosexualidad. La advertencia de la vidente de Fátima, Sor Lucía, de que la batalla final entre la Iglesia y Satanás giraría en torno a la familia resuena hoy más verdadera que nunca.

El éxito de Friedan dentro del catolicismo se ha debido en gran medida a la ayuda de las mujeres desde dentro de la Iglesia, por varias razones. En primer lugar, el feminismo lleva incorporada la capacidad de silenciar a los hombres, sobre todo a los que forman parte de un patriarcado. Pocos sacerdotes u obispos quieren discutir sobre el papel de la mujer de hoy porque saben que serán acusados de querer que las mujeres sean como esclavas y estén casadas con maridos que las maltratan. La izquierda ha sido muy eficaz en la elaboración de una imagen negativa de cómo son los que se oponen al feminismo, y pocos están dispuestos a luchar contra esa caricatura. A la luz de esta posición aparentemente indefendible, las mujeres que han abrazado los principios feministas han  impulsando su visión feminista sin resistencias, debido a la seguridad de que los hombres -clérigos, maridos, padres, colegas- no se opondrían.

En segundo lugar, desde hace tiempo se intenta por mezclar el catolicismo con el feminismo. Ciertamente el Papa Juan Pablo II menciona sólo una vez el femenismo, en Veritatis Splendor, refiriéndose a «un nuevo feminismo», en medio de la creencia general errónea de que el feminismo es simplemente un movimiento para ayudar a las mujeres. La mayoría ignora que sus corrosivas raíces filosóficas son anticatólicas. Cualquiera que haya leído la anticristiana Biblia de la mujer de Elizabeth Cady Stanton, El segundo sexo de Simone de Beauvoir o Política sexual de Kate Millett se vería en apuros para decir que estos textos feministas fundacionales tienen algo en común con La dignidad de la mujer del Papa polaco.

La siembra de muerte del femenismo

El atractivo del feminismo ha creado un ejército de personas dispuestas a luchar por él en todas partes, incluso en nuestras iglesias. Mientras el Evangelio del Descontento y el Evangelio de Cristo se enfrentan, las mujeres llevan la ventaja social. Su deseo, impulsado por el resentimiento, de reivindicar su condición de víctimas y, por tanto, buscando una dispensa tácita de las exigencias de la vida familiar, ha creado una especie de infiltración marxista en el interior de la Iglesia. Los marxistas ya no tienen que luchar contra la Iglesia desde fuera; se han metido dentro.

Las legiones de minifriedanos del feminismo en todo Occidente silencian al patriarcado mediante amenazas de ataques en las redes sociales, cartas al obispo o mediante la retención de donativos. Pocos sacerdotes -y quién puede culparles- tienen el coraje para librar tales batallas. El resultado es una ausencia casi universal de homilías sobre temas candentes relacionados con la fertilidad femenina. Dios bendiga a los sacerdotes que todavía tienen la fortaleza de hablar sobre esto desde el púlpito, o aunque sea de la manera menos formal, como incluirlos entre los puntos que deben confesarse.

El punto crítico es que el ataque izquierdista a la Iglesia no viene de fuera. Lo llevan a cabo a diario en casi todas las iglesias y escuelas católicas las mujeres ingenuas que están en los bancos y en la cola de la escuela, aunque no lo sepan. El ideal marxista de que las mujeres den prioridad a la carrera sobre la familia ha triunfado. De momento, Friedan y Sanger aparentemente han ganado. Las mujeres han llegado a creer de verdad que vivir una vida mejor significa utilizar contraceptivos y hasta acudir al  aborto para abrirse paso hacia las oportunidades profesionales.

La despoblación de origen femenista

Los efectos sociales son estremecedores: 3.000 niños abortados cada día, millones de embriones congelados en el limbo de los laboratorios y una maternidad de alquiler desregulada, hasta el punto de que hombres solteros en China están «comprando» bebés en California para tener acceso a la doble nacionalidad. Mientras tanto, la mayoría de los países occidentales se enfrentan a una escasez dramática de nacimientos, con tasas estadísticas muy por debajo de los niveles de reemplazo poblacional. La mayor causa mundial de muerte -más que el cáncer, las enfermedades cardíacas y el COVID- es el aborto. Al mismo tiempo, la familia está siendo diezmada por parejas que ignoran lo que significa estar casado, no comprendiendo la abnegación que implica criar a los hijos.

Irónicamente, la Iglesia, con milenios de sabiduría, tiene respuestas hermosas y convincentes a estas cuestiones críticas de la fertilidad y la familia. La Iglesia, a través de los sacramentos, también tiene la capacidad de ayudar a las mujeres a curarse del resentimiento, la envidia y la ira. Tenemos una elección: podemos seguir abrazando a Marx, Sanger y Friedan, o podemos permitir que se conozca la verdad. Sólo ella nos dará lo que verdaderamente deseamos y permitirá que hombres y mujeres nos convirtamos en las criaturas que Dios quiso.

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Carrie Gress es doctora en Filosofía por la Universidad Católica de América. Es redactora jefe de Theology of Home y autora de varios libros, entre ellos The Marian Option, The Anti-Mary Exposed y coautora de Theology of Home. También educa a sus hijos como ama de casa. Su nuevo libro es The End of Woman: How Smashing the Patriarchy Has Destroyed Us. Este artículo lo publicamos noc el permiso de ˇThe Catholic Thing´, USA. Hemos cambiado el título y agregamos los subtítulos.

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