Pero… ¿De veras ha habido alguna vez once mil socialistas españoles decentes?
CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
En 1931, en aquellos años tan magnificados, tan elogiados, cuando comenzaba el quinquenio aquel, llamado Segunda República Española, que quienes ahora dicen ser sus herederos nos presentan como un periodo idílico, un paraíso de libertad, igualdad y progreso inigualables, como nunca había vivido España y que unos malvados, contrarios a que España avance a mejor, acabaron destruyendo, alzándose contra el gobierno salido de unas elecciones impolutas, y un largo etcétera.
En aquellos años convulsos que desembocaron en una cruenta, terrible, cainita guerra incivil, Enrique Jardiel Poncela escribió «Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?», novela en la que tocó el tema del donjuanismo y del sexo de forma bastante explícita, dentro de lo que se permitía en aquel momento. Esta nueva sátira de la literatura erótica obtuvo —como sus novelas anteriores— un gran éxito, pese a provocar bastante revuelo entre los sectores más puritanos de la sociedad que no eran precisamente los que ustedes imaginan… Este libro, de tono extraordinariamente cómico, pero rematado con un final trágico, es otra vuelta de tuerca al asunto del amor, de las relaciones amorosas. El autor nos lo presenta desde el punto de vista del donjuán (el mito universal de Don Juan), del seductor profesional y vocacional, y tiene el acierto de incluir un personaje femenino de iguales características. A Pedro de Valdivia se le contrapone la figura no menos interesante de Vivola Adamant, la vampiresa por antonomasia, en cuyo carácter el autor plasmó los rasgos de varias mujeres con las que intimó y que representa el prototipo de la mujer extremadamente bella, sensual e inteligente que constituía su ideal femenino. En el choque entre ambos personajes, es la mujer la que triunfa y queda por encima del varón en capacidades y fortaleza…
A Enrique Jardiel Poncela se le olvidó escribir otro relato con el título de «Pero… ¿De veras ha habido alguna vez once mil socialistas españoles decentes?» De haber escrito una novela con tal título la introducción hubiera sido algo parecido a lo que sigue:
EL PROTAGONISTA: — Pero… ¿De veras ha habido alguna vez once mil socialistas españoles decentes?
EL LECTOR: —Hombre… ¿y por qué no? Pudo haber once mil socialistas españoles decentes de la misma manera que hubo doce apóstoles y diez mandamientos y siete plagas y cuatro evangelistas…
EL PROTAGONISTA: — Pchss… No es lo mismo. El mundo se repite de un modo inexorable. Fíjese usted en que apóstoles ha seguido habiendo, por ejemplo: Carlos Marx, Pablo Iglesia Posse, Giner de los Ríos,, Lenin, Estalin, Mussolini, Hitler, Pol Pot, Fidel Castro, … Evangelistas todavía nacen: Gandhi, sin ir más lejos… Mandamientos se pronuncian a diario: ahí están las leyes de circulación de automóviles, continuamente renovadas y las constantes prohiciones que nos regalan los diversos gobiernos intervencionistas que se entrometen en nuestras vidas y nos dicen qué hemos de comer y qué no, cómo hemos de educar a nuestros hijos… y hasta cómo hemos de amarnos… Y plagas, aún disfrutamos: los libros de autoayuda, el reguetón, la televasura y un larguísimo etcétera. Pero… ¿socialistas españoles decentes? Socialistas decentes ¡ay!, no queda ni uno sólo, amigo mío…
EL LECTOR: (Rebuscando entre sus amistades): —Un socialista honrado… Un socialista decente, un socialista decente…
EL PROTAGONISTA: — Convendrá usted conmigo en que algún socialista español decente quedaría si hubiera habido alguna vez once mil…
Pues sí, sin duda alguna la historia del PSOE, Partido Socialista Obrero Español, es la historia de una ristra, enorme, interminable de crímenes de toda clase, y por supuesto de falsedades; aunque su hábil y eficaz propaganda (todo hay que decirlo) ha conducido a sus dirigentes a conservar una fama inmerecida, una imagen de agrupacion polítia honrada que nada tiene que ver con la realidad.
Se dice generalmente que contar la historia de alguien o un grupo de personas implica mencionar luces y sombras pero, cuando uno se acerca a la Historia del PSOE es difícil, por no decir imposible, encontrar alguna luz. Insisto, salvo que uno dé por veraz la hábil y mendaz propaganda de sus gerifaltes.
Por descontado, la historia del PSOE podría haber sido una muy distinta. Podría estar llena de momentos de orgullo para los afiliados y simpatizantes del partido y de conquistas sociales que se podrían haber atribuido. Sus dirigentes históricos tuvieron oportunidades únicas e irrepetibles de hacer Historia con mayúsculas, pero optaron, en la gran mayoría de las ocasiones, por otro camino. Se decantaron por el atajo del engaño, la mentira, la tergiversación y la corrupción.
El dos de mayo de 1879 Pablo Iglesias Posse fundaba el PSOE. En 1910 el PSOE obtenía representación parlamentaria, y en la sesión del día 7 de julio de ese mismo año, el socialista afirmó contra Antonio Maura, líder del Partido Conservador y antiguo presidente del Consejo de Ministros: ‘Hemos llegado al extremo de considerar que, antes que S.S. suba al Poder, debemos llegar hasta el atentado personal’. Dos semanas después, Antonio Maura sufría un atentado en una estación de tren causándole heridas en una pierna y en un brazo. Toda una declaración de intenciones del fundador de la organización en su estreno parlamentario. La historia del PSOE, a partir de ese momento, está plagada de episodios criminales.
Viene bien recordar que sus principios siempre han sido los mismos:
Las elecciones son válidas siempre que ganemos nosotros.
La disidencia se combate con la fuerza, si es preciso a tiros o levantándose contra el poder legalmente constituido, promoviendo golpes de estado y cuanto sea preciso.
Para lograr el poder se recurre a elecciones fraudulentas cuando no queda otro remedio.
Existen dos tipos de corrupción: la nuestra y la de los «otros», si los corruptos son de los nuestros, entonces se trata de un daño soportable, disculpable; mención aparte merece la corrupción de los «otros», entonces hay que perseguirlos y castigarlos con dureza…
Etcétera.
Pues sí, aunque algunos españoles aún no lo sepan (y más que difícilmente lo sabrán si siguen siendo adoctrinados en los centros de estudio y a través de los medios de información), el PSOE, Partido Socialista Obrero Español, es una asociación de malhechores, con un pasado criminal de casi 150 años, cuyo único objetivo es destruir la Nación Española, aliándose con los enemigos de España, y de paso saquear a los españoles. A pesar de que algunos, e incluso muchos, seguidores y simpatizantes del PSOE se escandalicen, pataleen, pongan el grito en el cielo, hay que afirmar con rotundidad que el Partido Socialista Obrero Español es, y siempre ha sido desde su fundación en 1879 hasta la actualidad una asociación de malhechores.
En su afán por imponernos su sesgada y sectaria visión de la historia, la izquierda y el Partido Socialista Obrero Español en particular, se presentan a sí mismos como constantes defensores de la democracia.
Esa leyenda rosa que intenta generar la izquierda sobre sí misma, disfrazada cínicamente de «memoria democrática», se basa en una mentira que implica ocultar hechos históricos que resultan incómodos de recordar para muchos, en especial para los socialistas. Ya va siendo hora de recordar esos hechos históricos sin ningún complejo, especialmente los referidos al PSOE, que es el partido que con más desvergüenza intenta blanquear su pasado. Un pasado que ha tenido escandalosos coqueteos con el crimen. Veamos a continuación:
El PSOE posee una historia criminal que no es conocida por todos. Por ejemplo, sus dirigentes y militantes fueron los causantes del inicio de la Guerra Civil sublevándose con el objetivo de implantar una república de tipo soviético.
El PSOE se presenta ante los españoles como algo que nunca ha sido, muy al contrario, desde su fundación a finales del siglo XIX siempre ha optado por la mentira, por la corrupción, por la violencia, por participar en golpes de estado… Historia criminal de nada más y nada menos que 150 años.
Pese a que el PSOE fue fundado el 2 de mayo de 1879, por Pablo Iglesias, no logró representación en el Parlamento hasta 1910.
En una de sus primeras intervenciones se lució afirmando que antes de permitir el regreso a la presidencia del gobierno de Antonio Maura, líder del Partido Conservador y antiguo presidente del Consejo de Ministros, estarían dispuestos a llegar hasta el atentado personal: «Tal ha sido la indignación producida por la política del gobierno presidido por el Sr. Maura, que los elementos proletarios, que nosotros, de quienes se dice que no estimamos a nuestra nación, que no estimamos lo intereses de nuestro país, amándolo de veras, sintiendo las desdichas de todos, hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar al atentado personal«.
Toda una declaración de intenciones por parte del dirigente socialista que, se conviertieron en un lamentable presagio pues, dos semanas después, Maura sufría un atentado en una estación de tren que le provocaron heridas en una pierna y en un brazo.
Las Cortes Españolas emitieron una declaración oficial condenando el atentado, pero Pablo Iglesias se negó a subscribirlo y condenar el atentado. Sin duda, el PSOE tiene un origen golpista, totalitario que hoy intentan sus dirigentes blanquear…
Una semana después, el 29 de julio, el periódico oficial del PSOE, El Socialista, se burlaba del atentado en su portada.
El Socialista justificó la amenaza de Pablo Iglesias contra Maura apelando a la doctrina católica sobre el tiranicidio. En otro infame artículo que aparecería en su portada, el periódico del PSOE culpaba al propio Maura de su asesinato frustrado «por sus orientaciones reaccionarias». Es decir, que para el periódico del Partido Socialista, tener determinadas ideas justificaba asesinar al que las defendiese.
También merece ser leído el siguiente fragmento de cuando intervino por primera vez ante las Cortes Españolas:
«El partido al que yo represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras Instituciones necesarias para ese régimen de insolidaridad y antagonismo.» Es decir, que los marxistas del PSOE pretendían eliminar a la Iglesia, a los jueces y a los militares. Objetivos claramente totalitarios, y como suele ser habitual en los totalitarios, su defensa de unas ideas abominables no conoce límites, ni siquiera la violencia: «este partido no ha cambiado de opinión respecto a este particular; estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad, como han estado todos los partidos, cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones«.
Un año antes Iglesias y su partido ya habían ofrecido un anticipo de su intento de subvertir la legalidad vigente, cuando el PSOE intentó extender a toda España, mediante una huelga general, los incidentes violentos de la Semana Trágica de Barcelona, lo que provocó la detención de Iglesias y del resto de la cúpula del partido. Y no sin motivo. El 11 de julio, en un mitin del PSOE, Pablo Iglesias había pronunciado un discurso abiertamente golpista en el que afirmaba: «Los enemigos del pueblo español no son los marroquíes, sino el Gobierno. Hay que combatir al Gobierno empleando todos los medios. En vez de tirar hacia abajo los soldados deben tirar hacia arriba«, añadió, en una incitación clara a los militares para que disparasen contra sus jefes.
Hay que tener en cuenta, además, que España estaba en guerra: las declaraciones de Iglesias eran un acto de traición.
Tampoco está de más traer a colación el discurso de Pablo Iglesias de agosto de 1902, cuando el PSOE celebró su VI Congreso en la ciudad de Gijón. En aquella ocasión, el fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, lanzó un claro discurso de odio: «Queremos la muerte de la Iglesia, cooperadora de la explotacion de la burguesía; para ello educamos a los hombres, y así le quitamos conciencias. Pretendemos confiscarle los bienes. No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros«. En 1918, mientras los bolcheviques desarrollaban en Rusia una brutal persecución contra los cristianos, el PSOE incorporó a su programa el objetivo totalitario de «la disolución de todas las órdenes religiosas». Con estas declaraciones, en las que plasmaban sus prejuicios ideológicos, Pablo Iglesias y su partido encendieron la mecha que unas décadas después llevarían a muchos socialistas a participar en una de las más brutales persecuciones anticatólicas de la Europa contemporánea (obviamente, me refiero a la Guerra Civil Española).
La historia de la formación política, a partir del año 1910, está plagada de episodios criminales.
Demos un salto de varios años:
Pablo Iglesias simpatizaba abiertamente con la Unión Soviética y en 1919 el PSOE mostró su disposición a ser el representante español de la Tercera Internacional, con sede en Moscú. El PSOE no disimulaba de ningún modo esa afinidad. En su número del 13 de julio de 1919, El Socialista afirmaba: «La Revolución rusa es un acontecimiento magno, y si lograra doblar todos los cabos y vencer todas las dificultades que sistemáticamente se la oponen, lo de Rusia constituiría -lo es ya, sin duda-, la gran epopeya socialista, hacia la que volverán sus ojos, admirados, todos los hombres de buena voluntad«. El periódico del PSOE añadía: «hoy la obra de los rusos encuentra eco en todos los pechos proletarios y, a pesar de las campañas calumniosas de la prensa, que cobra sus censuras a tanto la línea, y a despecho de todos los mentidos horrores que por ahí han circulado, el instinto dice a las masas profundas de proletarios que la Revolución sovietista es su revolución, la que realizará la mayor parte de sus ideales».
Otro de los gestos de simpatía de Iglesias y de su partido hacia la dictadura bolchevique quedó plasmado en una foto de la manifestación del 1 de mayo de 1919 publicada por la prensa de la época, en la que se ve a Pablo Iglesias y otros dirigentes del PSOE junto a una pancarta con el lema «Viva Rusia». El 2 de mayo el periódico ABC mencionaba el «Viva Rusia» de la pancarta, y además añadía que los convocantes, apelando a la libertad «han intentado que se cerrasen a la fuerza varios establecimientos que estaban abiertos en las calles por donde la manifestación transcurría. Y apoyados por el ya citado concepto de libertad apedrearon a los guardias de Seguridad que estaban allí precisamente para garantizar el ejercicio de las libertades ciudadanas. Estos procedimientos de coacción y de violencia, ejercidos en nombre de tan sano principio, repugnan a los que verdaderamente lo aman».
El debate sobre la posible adhesión a la Internacional Comunista continuó en el PSOE hasta el congreso extraordinario de 1921, cuando el partido se dividió ante la dureza de las condiciones impuestas por los soviéticos, que incluían, por ejemplo, la expulsión de todos los afiliados que se hubiesen opuesto a la Tercera Internacional, lo que habría implicado la expulsión del propio Iglesias. Teniendo en cuenta sus simpatías de antaño por la URSS, cuesta menos entender hechos como la medalla del Senado concedida por el PSOE al dictador soviético Kostantin Chernenko en 1984, uno de los últimos tiranos comunistas de la línea dura en ese régimen, y la negativa del PSOE a condenar los crímenes del comunismo en 2006, en una sesión del Consejo de Europa.
Habiéndose cumplido cien años del comienzo de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, es importante señalar que ésta tuvo la colaboración entusiasta del Partido Socialista Obrero Español. Aún vivía el fundador del partido, Pablo Iglesias, cuando el mismo 13 de septiembre en que se produjo el «pronunciamiento» en Barcelona de Don Miguel Primo de Rivera, el PSOE y su sindicato afín, la Unión General de Trabajadores, acordaron recomendar que no se prestase aliento al golpe de Estado, pero también que no se tomaran iniciativas sin recibir instrucciones.
La cordialidad entre el socialismo español y el Directorio establecido por Primo de Rivera se reforzó en los meses y años siguientes. El 29 de noviembre el gobernador militar de Madrid, Juan O´Donnell, duque de Tetuán, visitó la Casa del Pueblo de la calle Piamonte, sede del partido y el sindicato socialistas, cuya actividad colmó de elogios: los obreros madrileños recibían allí «orientación buena y de ciudadanía».
El PSOE y la UGT continuaron siendo organizaciones legales que celebraban sus congresos periódicos, al contrario que los anarcosindicalistas de la CNT, que fueron proscritos debido a sus acciones terroristas. Entre otros crímenes, en 1922 sus miembros habían asesinado a Eduardo Dato, que había sido presidente del Consejo de Ministros.
La colaboración entre la dictadura y el socialismo continuó hasta el último día. Cuando Primo de Rivera dimitió a finales de enero de 1930 y fue sustituido por el general Dámaso Berenguer, éste recibió un informe del director general de Seguridad, general Bazán, en el que elogiaba el comportamiento de los socialistas:
La actuación socialista durante los seis últimos años ha sido francamente gubernamental. La legislación obrera, y más especialmente la creación de los Comités Paritarios, han sido causa determinante de que, pese a la enorme crisis de trabajo, los obreros afiliados al Socialismo hayan resistido insinuaciones y gestiones, y se hayan negado sus jefes en repetidas ocasiones a cooperar en los movimientos de revuelta y agitación política para los que muchas veces fueron requeridos.
Cuando en abril de 1931, tras el establecimiento de la Segunda República, Francisco Largo Caballero se convirtió en ministro de Trabajo. Una de sus principales iniciativas fue el establecimiento de Jurados Mixtos, que fueron una continuidad de los Comités Paritarios de la Dictadura de Don Miguel Primo de Rivera…
Ya en plena II República, viene a cuento hablar del golpe de Estado encabezado por el PSOE en 1934:
En las elecciones generales de noviembre de 1933, las primeras en las que las mujeres ejercieron su derecho al voto (cuestión a la cual el PSOE se opuso), ganó la derecha.
No está de más subrayar que el PSOE que ahora se apropia de Clara Campoamor, persiguió con saña a la principal promotora de la concesión del voto a las mujeres en España, hasta el extremo de que hubo de exiliarse por correr un gran peligro su vida…
Las elecciones de 1933, las segundas que celebraba la agitada II república, se saldaron con el aplastante triunfo electoral de la CEDA de Gil Robles, lo que desconcertó por completo a las izquierdas. Aquel inesperado y rotundo triunfo vino a confirmar el enorme apoyo popular con que contaban las derechas, algo que el PSOE no quiso ni pudo aceptar nunca. “Frente a la traición, nuestro deber es la revolución”, peroraba Largo Caballero en uno de sus incendiarios discursos post electorales. Es decir, si las urnas no nos dan la razón, quitémosle la razón a las urnas y apostemos por la asonada revolucionaria. Ni Ceaucescu lo hubiese expresado mejor.
El Partido Socialista se puso inmediatamente a preparar la revolución. Ojo, la revolución no fue otra cosa que el intento de revertir de facto el curso de los acontecimientos electorales. Si el PSOE hubiese tenido de su lado al ejército, es fácil deducir cuál hubiera sido su estrategia.
El diario “El Socialista” pasaba por alto los esfuerzos conciliadores de Besteiro para proclamar, contra los lamentos de concordia lanzados por “El Debate”: “¿Concordia? No, ¡guerra de clases! ¡odio a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Sí, pero entre los proletarios que quieran salvarse y librar a España del lubridio”. El entonces líder socialista, Largo Caballero, inicia también su largo ciclo de amenazas con la invitación a la lucha callejera.
El 3 de octubre de 1934 varios ministros de derechas se incorporaron por fin al Consejo de Ministros, y dos días después el PSOE encabezó una rebelión armada en Asturias, con el apoyo del Partido Comunista de España. Fue un golpe de Estado sangriento: los golpistas asesinaron a 33 sacerdotes y religiosos y a 300 militares y miembros de las fuerzas del orden, y también destruyeron 17 iglesias, 40 edificios religiosos y docenas de fábricas, puentes, casas y edificios públicos. Aquello fue el preludio de la Guerra Civil Española.
Con la rebelión golpista de 1934, el PSOE perdió toda la autoridad para condenar el posterior Alzamiento de 1936, sin duda uno de sus argumentos a los que los socialistas y demás «progresistas» recurren en los últimos años. Sorprendentemente olvidan -¡Qué mala memoria histórica la suya- que fue un socialista, Indalecio Prieto, el encargado de arramblar con todas las reservas del Banco de España… Pero eso ya es harina de otro costal.
Tras ser sofocada la rebelión, más tarde, todos los golpistas encarcelados fueron liberados por el Frente Popular, una coalición de izquierdas encabezada por el PSOE, tras ganar las elecciones de febrero de 1936 mediante un fraude electoral hoy ya documentado. La izquierda desató entonces una ola de violencia que provocó 251 muertos, 1.287 heridos y la destrucción de 160 iglesias, además del asalto e incendio de 251 templos, la destrucción de 10 periódicos y 113 huelgas generales entre el 16 de febrero y el 15 de junio de 1936. Esta ola de violencia culminó, el 13 de julio de 1936, con el asesinato del diputado derechista -de facto «el jefe de la oposición» de entonces- José Calvo Sotelo, por parte de militantes socialistas…
El asesinato de Calvo Sotelo es considerado por muchos como el detonante que desencadenó la Guerra Civil Española.
La noche del 12 al 13 de julio, un grupo de guardias de asalto y de miembros de las milicias del PSOE acudió en una camioneta de la Guardia de Asalto, la número 17, al domicilio del dirigente de Renovación Española Antonio Goicoechea y, después, al del líder de la CEDA, Gil Robles. Como no se encontraban en sus casas, fueron a buscar a Calvo Sotelo. A las tres de la madrugada llegaron a su domicilio, diciéndole que le llevaban detenido a la Dirección General de Seguridad. El diputado monárquico protestó: «¿Detenido? ¿Pero por qué? ¿Y mi inmunidad parlamentaria? ¿Y la inviolabilidad de domicilio? ¡Soy Diputado y me protege la Constitución!« Uno de los captores se identificó como guardia civil, lo que tranquilizó a Calvo Sotelo, que precisamente había defendido recientemente a la Benemérita de las calumnias de la izquierda ante las Cortes. El diputado se despidió de su familia y prometió llamar en cuanto pudiese «a no ser que estos señores se me lleven para darme cuatro tiros». Calvo Sotelo bajó tranquilo, vistiendo un traje gris y un sombrero del mismo color. Sus captores subieron al diputado a la camioneta, sentándolo en el tercer banco.
Después de matarlo de un tiro en la nuca, le abandonaron en un cementerio… El cadáver fue abandonado a las cuatro de la madrugada del 13 de julio en el Cementerio del Este, siendo depositado en una mesa del depósito. Los guardias de asalto dijeron a los vigilantes del camposanto que se trataba de un sereno muerto en un atentado, y que más tarde mandarían la documentación, por lo que los vigilantes no hicieron preguntas. Como el muerto no llevaba encima documentación, los vigilantes avisaron al Juez de Guardia, que no apareció por allí hasta el mediodía, cuando la noticia del crimen ya recorría todo Madrid. Al enterarse por el propio Cuenca del asesinato, el editor del diario El Socialista Julián Zugazagoitia comentó: «Ese atentado es la guerra».
Tres días más tarde ocurría lo previsible: se alzaba la guarnición de Marruecos, y al día siguiente otras plazas españolas. Comenzaba la Guerra Civil Española, en cuyo estallido tuvo una enorme responsabilidad el gobierno del Frente Popular, que prefirió volcar todos sus esfuerzos en reprimir y perseguir a la oposición en vez de poner orden, buscar la concordia y la convivencia y velar por los derechos y libertades de todos. Algunos, lamentablemente, parece que no han aprendido nada de la historia y, lo que es peor, da la sensación de que quieren condenarnos a repetirla.
Tras el estallido de la Guerra Civil, el 7 de noviembre de 1936, empezó la masacre de Paracuellos de Jarama, en la que fueron asesinados 5.000 presos políticos, entre ellos 50 niños, en la zona republicana. Los ejecutores fueron principalmente comunistas, pero el máximo responsable político del crimen fue Francisco Largo Caballero, dirigente del PSOE, que era el presidente del Consejo de Ministros de la República en aquel momento. La masacre se desarrolló durante un mes bajo su mandato. De hecho, ante una delegación de diputados británicos, Largo Caballero defendió las «evacuaciones» de presos que servían para conducirles a los lugares donde eran masacrados y enterrados en fosas comunes.
Durante la Guerra Civil Española, en la zona republicana, partidos y sindicatos de izquierdas crearon centros de detención y de tortura que fueron conocidos como «Chekas», al estar inspirados en las brutales prácticas de la policía secreta leninista, conocida como la Cheka. En Madrid hubo 345 Chekas, y 49 de ellas estaban bajo el control de los socialistas. Una de las más activas dirigentes de la izquierda en ese tipo de actividades fue la diputada del PSOE Margarita Nelken, que estuvo implicada en ejecuciones de presos políticos en Madrid.
Demos otro salto en el tiempo. Tras la muerte del General Franco, durante el casi medio siglo transcurrido el PSOE arrastra una historia de escándalos, fundamentalmente económicos, aunque también hay muchos episodios de caracter violento, como:
El terrorismo de Estado de los GAL. Entre 1983 y 1987, operó en España un grupo terrorista denominado Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que cometió 27 asesinatos. A raíz de estos crímenes, se inició una investigación judicial por la que el ministro del Interior José Barrionuevo Peña y el secretario de Estado Rafael Vera, ambos miembros del PSOE, así como el dirigente socialista Ricardo García Damborenea, secretario general del Partido Socialista de Euskadi, fueron condenados a prisión por su implicación en el caso, concretamente por el secuestro de Segundo Marey, un ciudadano francés al que tres miembros de los GAL, pagados con dinero de los fondos reservados del Ministerio del Interior (durante el gobierno de Felipe González), confundieron con un dirigente de ETA.
La lista de tropelías, de felonías, de maldades, de crímenes del PSOE durante los últimos 50 años es interminable… Así que, no nos engañemos más ni nos extrañemos de que hoy, España sea el resultado de aquello en lo que el PSOE ha querido convertirnos desde la famosa frase de Alfonso Guerra de que a España no la reconocería ni la madre que la parió.
Si quieren saber más, mucho más, los invito a leer el libro de Javier García Isaac, publicado en 2022 que lleva por título «HISTORIA CRIMINAL DEL PARTIDO SOCIALISTA». En el excelente libro de Javier García Isaac aparecen, también, la mayoría de crímenes cometidos por el PSOE desde la «transición» hasta 2019… A los que hay que añadir, por supuesto, los cometidos por Pedro Sánchez y quienes como él tienen como objetivo destruir a España: socialistas, comunistas, serparatistas y etarras.