Trump excluye a los científicos estadounidenses del informe del IPCC: los «calentólogos» sufren un duro golpe

La administración Trump ha emitido una orden de suspensión de trabajos para los científicos del gobierno de Estados Unidos, eliminándolos de hecho del próximo informe importante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que se presentará en 2029. La decisión priva a la experiencia y la financiación estadounidenses de un proceso que durante mucho tiempo se ha apoyado en ambos para apuntalar sus terribles pronunciamientos. Para quienes han visto al IPCC emitir un pronóstico exagerado tras otro, existe una cierta satisfacción en ver que el establishment climático se ve obligado a avanzar a duras penas sin su mayor benefactor.

La directiva detiene las contribuciones de los científicos federales al séptimo informe de evaluación del IPCC, una tarea de varios volúmenes que normalmente moviliza a miles de investigadores a lo largo de los años para pintar un panorama de catástrofe inminente. La científica jefe de la NASA, Kate Calvin, fue elegida para copresidir una reunión internacional en Hangzhou, China, la semana próxima, donde se iba a definir el alcance del informe. Eso ya no está sobre la mesa, y la reunión en sí misma está en el limbo: los organizadores deben estar preguntándose cómo proceder sin uno de sus protagonistas estrella.

“El Dr. Calvin no viajará a esta reunión”, dijo un portavoz de la NASA. La NASA rechazó la solicitud de CNN para una entrevista con Calvin.
https://amp.cnn.com/cnn/2025/02/21/climate/trump-blocks-scientists-ipcc

Un científico anónimo que participa en el proyecto dijo a CNN que no están seguros de qué significa esto para el trabajo planificado. Uno se imagina que la incertidumbre duele un poco más cuando toda su carrera está ligada al carro del IPCC.

La persona involucrada en el informe le dijo a CNN que “no estaban seguros de lo que esto significa para el trabajo planificado a futuro, o si los científicos estadounidenses participarán en la redacción de los informes del IPCC”.

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Históricamente, Estados Unidos ha sido un pilar de las operaciones del IPCC, ya que no sólo aporta talento, sino que aporta una parte considerable del presupuesto necesario para mantener su maquinaria en marcha. Estos informes, repletos de advertencias sobre el aumento de las temperaturas, el derretimiento de los casquetes polares y las “consecuencias mortales y costosas”, han sido la piedra angular de la política climática global, desde el Acuerdo de París (abandonado rápidamente por Trump el primer día de su mandato) hasta las interminables rondas de cumbres de la ONU. La influencia del IPCC depende de su capacidad para proyectar autoridad, y la participación estadounidense le ha dado un brillo de credibilidad. Sin eso, el informe de 2029 corre el riesgo de parecer una sombra más delgada y menos convincente de sus predecesores. El defensor del clima Harjeet Singh insiste en que el IPCC sigue siendo “imparcial” y “basado en la evidencia”, y denuncia la pérdida de la colaboración estadounidense. Mientras tanto, los escépticos podrían notar que una organización propensa a amplificar pesadillas modeladas por computadora sobre datos del mundo real podría necesitar un respiro, o al menos una dosis de realidad.

“El IPCC es la columna vertebral de la ciencia climática global y proporciona al mundo información imparcial y basada en evidencias necesaria para enfrentar la crisis climática”, dijo Harjeet Singh, defensor del clima y director fundador de la Satat Sampada Climate Foundation.

“La decisión de excluir a los científicos estadounidenses socava significativamente este esfuerzo de colaboración y corre el riesgo de comprometer el proceso en un momento en el que se necesita más que nunca una acción climática sólida”, dijo a CNN en un comunicado.

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No es la primera vez que Trump se enfrenta a la comunidad climática. Su salida del Acuerdo de París en 2017 (y de nuevo en 2025) marcó la pauta, y esta última medida refuerza ese escepticismo. El momento añade una capa de ironía: justo cuando el IPCC se preparaba para su conferencia en Hangzhou, la administración le dio un tirón de orejas, dejando a Calvin al margen y el proceso en marcha. Es una especie de justicia poética seca para quienes han cuestionado durante mucho tiempo la trayectoria del IPCC: piensen en gráficos en forma de palo de hockey que se tambalean bajo escrutinio, glaciares del Himalaya que se niegan a desaparecer en el momento justo o puntos de inflexión que siguen inclinándose más allá de sus plazos. El grupo no está muerto, por supuesto; seguirá adelante con todo lo que pueda reunir de Europa, China y los sospechosos habituales. Pero sin el sello de aprobación del Tío Sam y los bolsillos profundos, el producto final podría tener menos influencia, y esa es una perspectiva que vale la pena saborear.

Para el IPCC, el camino que tiene por delante se ha vuelto más accidentado. La reunión de Hangzhou, si se lleva a cabo, carecerá de una voz clave, y el largo camino hasta 2029 pondrá a prueba lo bien que puede funcionar la organización con una dieta más austera. La decisión de Trump no desmantela por completo la maquinaria climática, pero sí le quita parte de su potencia. Quienes han pasado décadas haciendo agujeros en la narrativa del IPCC pueden sentarse y observar las consecuencias con una sonrisa silenciosa. Los alarmistas aullarán sobre la “negación” y el “sabotaje”, sin duda, pero la Oficina Oval no pierde el sueño por ello. Francamente, nosotros tampoco.

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