No permitas que te engañen, Marruecos no es amigo de España, es nuestro principal enemigo.
Estoy seguro de que en las últimas semanas ha habido numerosos españoles que, han salido de su estado de “confort”, especialmente los que tienen como idea-guía la máxima de “no quiero problemas”; estoy seguro de que han salido del letargo, de la pereza mental y física, y se han dado cuenta de que España no termina en la provincia de Cádiz (es posible que muchos no sepan siquiera situar Cádiz en el mapa, especialmente las víctimas de las leyes educativas progresistas), y que al otro lado del Estrecho de Gibraltar hay dos ciudades españolas… y lo han hecho cuando en las diversas televisiones les hablaban de que dos ciudades españolas, situadas en el norte de África estaban siendo invadidas por gente procedente del Reino de Marruecos; esa nación a la cual, se refieren muchos como “país amigo”.
Si además de vivir instalados en un estado de confort, apartados del mundanal ruido, esos españoles son de los que se creyeron la versión estúpida que les contaron algunos profesores “progresistas”, acerca de la Edad Media y Moderna en España, me refiero a la patraña de la “convivencia pacífica de las tres culturas” (Cristianos, Judíos y Musulmanes), entonces todavía no habrán salido de su asombreo, y estarán aún más perplejos…
Sí, aunque algunos españoles lo ignoren, durante muchos siglos España fue un gran imperio, y poseía provincias (que no colonias) en múltiples lugares del Mundo, y transcurrido el tiempo, tras siglos de hegemonía, llegó el declive… pero, España acabó conservando, además del actual territorio, provincias en el continente africano; algunas de ellas eran españolas desde hace muchos siglos, eran España, y sus habitantes, españoles, poseían los mismos derechos y obligaciones que los residentes en la Península Ibérica.
Sí, ¡Asómbrense! aunque muchos españoles no lo sepan, algunos lo hayan olvidado, y otros deseen no acordarse, hubo un tiempo en que España poseía una provincia al otro lado del estrecho de Gibraltar de nombre “Sahara Español”, la “más grande” de España, tenía una superficie de 266.000 km², aproximadamente más de la mitad de todo el territorio peninsular español. Debido a su carácter desértico estaba muy poco poblada y algunos de sus habitantes, aunque pocos se dedicaban a la agricultura y el resto a la crianza de camellos, cabras y ovejas. El Sáhara Español poseía –y sigue poseyendo- importantes yacimientos de fosfatos y bancos de pesca, aparte de multitud de riquezas…
La capital de la provincia era El Aaiún, aunque la ciudad más grande era Villa Cisneros, actual Dajla, capital de Río de Oro, la cual contaba con un aeropuerto internacional. La matrícula de sus vehículos era SH.
Para que quienes leen estas líneas, comprendan y sepan de la enorme importancia de los recursos naturales que poseía el Sáhara Español, y a los que de forma incomprensible, estúpida y traicionera renunció el Gobierno de España tras la muerte del General Franco, basta considerar que los Acuerdos de Madrid –“secretos”- cuya validez no reconoce la ONU, que sigue considerando a España la potencia administradora del Sáhara Occidental, incluían la cesión de Fos Bucraa a la empresa pública marroquí Office Chérifien de Phosphates (OCP), que es el mayor exportador de fosfatos del mundo: en 2010 el valor de sus exportaciones superó los 4.500 millones de dólares. De esta manera, España desaparecía como productor y exportador y el fosfato se convertía en un monopolio marroquí, con lo que el sultán (Hassan II, padre del actual rey de Marruecos, Mohamed VI) podía fijar los precios.
Según la revista Forbes, el control de la explotación a cielo abierto de los inmensos yacimientos de fosfatos en Bu Craá, a unos 100 kilómetros al sureste de El Aaiún (explotados tan ilegalmente como la pesca del banco canario-sahariano) explica la inmensa fortuna del actual rey de Marruecos.
Pero, además de los fosfatos y la pesca, existen otras riquezas en el Sáhara Occidental que merecen ser mencionadas. Desde hace ya tiempo, esta región se ha convertido en un importante exportador de arena (utilizada en la construcción). También es destacable las exploraciones de ciertos metales y minerales (el hierro y el circonio), e, incluso, la recuperación de uranio de las propias minas de fosfatos.
La pregunta obligada es ¿Cómo y por qué llegó a ocurrir todo ello, cómo empezó la ristra de despropósitos que acabó convirtiéndose en vil traición a los españoles que vivían en el Sáhara y renunciando a parte del territorio nacional?
La presencia española en África (si exceptuamos las ciudades de Ceuta y Melilla), llegó a su fin con el abandono del Sáhara en 1975.
Se acababa de ese modo un siglo de “colonialismo débil”, y sustitutorio, tras la independencia de las provincias americanas. Este territorio era, en principio, mucho menos problemático que las antiguas posesiones de Ifni y Guinea Ecuatorial y el protectorado de Marruecos. Habitado por una decenas de miles de tribus nómadas, el territorio del Sáhara Occidental era en su mayoría desértico y la presencia efectiva de España era todavía muy reciente. Hasta el descubrimiento de las reservas de fosfatos, los intereses económicos españoles se limitaban a unos cuantos asentamientos en la costa que permitieran la explotación de los recursos pesqueros.
En un primer momento, cuando el General Franco y su régimen llegaba a su fin, el gobierno español pensó en el abandono del Sáhara mediante un referéndum, al mismo tiempo que se procedía a la entrega de Ifni a Marruecos y a la independencia de Guinea.
La situación se complicó cuando a las reivindicaciones de un Gran Marruecos se sumaron las apetencias argelinas y mauritanas. Además, estallaron conflictos pesqueros con Marruecos debido a la ampliación unilateral por este último de sus aguas jurisdiccionales.
Es importante señalar que, el territorio saharaui jamás, que se sepa, había estado históricamente vinculado al reino de Marruecos, manteniendo los sultanes únicamente relaciones comerciales con sus tribus nómadas, la mayoría de ellas integradas por bereberes y gente de origen árabe.
A principios de los años 70 del siglo pasado, al igual que venía ocurriendo en el resto de África, algunos saharauis comenzaronn a cuestionar la ocupación española y plantearon su derecho a la independencia de España.
En 1974 el Gobierno de España prometió a los habitantes del Sáhara realizar un referéndum de autodeterminación.
Lamentablemente, poco después el Gobierno de España acabó traicionando a los saharauis –no se olvide que entonces poseían la nacionalidad española- y se permitió que el reino de Marruecos comenzara la ocupación.
Cuando el General Franco agonizaba, el 14 de noviembre de 1975, Marruecos y Mauritania firmaron con el futuro rey Juan Carlos I un acuerdo que nunca fue publicado en el Boletín Oficial del Estado. España se comprometía a retirarse y Marruecos y Mauritania se repartirían la provincia española del Sahara Occidental
Como era lógico, los saharauis denunciaron el acuerdo ya que incumplía las promesas que España les había hecho, violaba una resolución del Tribunal Penal Internacional, a la vez que el Sáhara pasaba a ser administrado por dos nuevos poderes coloniales…
Pocas semanas después, las tropas españolas comenzaron a retirarse, e inmediatamente Marruecos y Mauritania lanzaron sus ejércitos a la conquista del Sáhara Occidental frente a la oposición de sus habitantes.
Las fuerzas aéreas marroquíes bombardearon pueblos saharauis, utilizando en algunas ocasiones napalm y fósforo blanco. Como resultado, decenas de miles de saharauis acabaron huyendo hacia Argelia, en donde construyeron campos de refugiados en mitad del desierto. En la actualidad, 46 años después, aquellos saharauis y sus descendientes siguen allí.
Como respuesta a la ocupación, el Frente Polisario (Frente Popular por la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro) inició una guerra de guerrillas frente al potente ejército marroquí que, contaba (como cuenta en la actualidad) con el apoyo de Francia y Estados Unidos.
Mauritania acabó aceptando su “derrota” ante el Frente Polisario en 1979 y reconoció la soberanía del pueblo saharaui sobre el Sáhara Occidental.
La guerra entre Marruecos y el Frente Polisario prosiguió durante más de tres lustros, hasta que se firmó en 1991 el alto el fuego bajo auspicios de la ONU.
Desde entonces Marruecos controla aproximadamente el 80% del territorio del antiguo Sáhara Español. Esto incluye la casi totalidad de las zonas pobladas, los depósitos de fosfatos y los ricos caladeros pesqueros. El 20% restante del Sáhara Occidental, controlado por el Frente Polisario, es un terreno inhabitable en el interior del desierto.
Para rematar la faena, Marruecos acabó construyendo un muro de más de 2.200 kilómetros que separa ambos territorios. A lo largo de esa barrera está situado uno de los campos de minas más grandes del mundo.
El plan de paz de la ONU, subscrito por Marruecos y el Frente Polisario estipula la creación de un censo para celebrar un referéndum en el que los saharauis puedan elegir entre pasara a ser una provincia más de Marruecos o la independencia.
La ONU tenía previsto realizar el censo en unas pocas semanas, pero debido a las continuas trabas impuestas por Marruecos, el censo tardó más de 8 años en completarse. Y cuando la ONU lo publicó en el año 2000, Marruecos se negó a aceptarlo.
Además, desde la firma del alto el fuego en 1991, Marruecos incentiva a muchos de sus ciudadanos a mudarse al Sáhara Occidental, incrementado así sus opciones de éxito en el caso de que algún día se lleve a cabo el referendo.
Hoy, más de 30 años después, el referéndum sigue sin realizarse. Es importante, también, destacar que ningún país del mundo ha aceptado la anexión del Sahara Occidental por parte de Marruecos (si exceptuamos a los EEUU durante el mandato de Donald Trump). Pero, a pesar de ello, el reino de Marruecos no siente ninguna urgencia por encontrar una solución, y menos de convocar un referéndum, pues sus autoridades saben que cuentan con el respaldo de Francia y EEUU, aparte de algunas grandes empresas españolas, y los inconfesables intereses y complicidades de algunos significados políticos españoles.
La antigua provincia española del Sáhara Occidental es el mayor territorio del planeta que todavía no ha sido descolonizado.
Y mientras tanto, “la historia continúa”: Marruecos ocupa el Sáhara Occidental, donde, junto a más de 150.000 colonos marroquíes, habitan unas 70.000 personas de ascendencia saharaui. En los campamentos de refugiados de Tinduf viven unos 100.000 saharauis, y el Frente Polisario dirige una campaña diplomática internacional –sin apenas éxito, todo hay que decirlo- para exigir que se realice la consulta acordada en 1991… Y cada día que pasa, miles y miles de saharauis más pasan a formar parte de una diáspora que tiene a España y a Mauritania como sus principales destinos.
El problema del Sáhara es, probablemente, la última herencia del franquismo no resuelta durante la denominada “Transición” española. Desde que España abandonó la antigua provincia del Sáhara, hace más de 46 años, los saharauis no han parado de exigir a España que cumpla con las responsabilidades de las que abdicó en 1975.
La ONU nunca aprobó los Acuerdos de Madrid y nunca ha considerado que España transfiriera la soberanía del Sáhara Occidental a sus habitantes (lo cual sí se hizo con las demás posesiones africanas); tampoco la ONU ha reconocido la legitimidad a ninguno de otros dos firmantes del acuerdo, Marruecos y Mauritania, el estatus de potencia administradora, estatus que España no posee capacidad de transferir unilateralmente.
Así pues, “legalmente” el Sáhara Occidental continúa siendo una colonia española o una provincia de España.
Y mientras, el muro construido por Marruecos hace que miles de familias sigan separadas después de varias décadas.
Y el tiempo pasa, y nos vamos haciendo viejos, y los desgraciados saharauis –compatriotas nuestros hasta no hace mucho tiempo- también- y los gobiernos en España se suceden, y las autoridades españolas siguen repitiendo la misma forma de comportamiento vil e infame con los saharauis: buenas palabras pero, a la vez que rinden pleitesía a Marruecos.
Por poner algunos ejemplos: El 14 de noviembre de 1976, Felipe González, secretario general del PSOE, viajó a los campamentos de refugiados para apoyar al Frente Polisario: «Sentimos vergüenza de que el Gobierno no haya solo hecho una mala colonización sino una peor descolonización, entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final». Otra promesa que no iba a tardar mucho en romperse.
Transcurrido el tiempo Felipe González fue alejándose del Sahara y acabó convirtiéndose en un entusiasta defensor del régimen marroquí. «El país con mayor espacio de libertades que conozco del mundo árabe es Marruecos, incluidas las autoridades del Sahara Occidental». Felipe González hizo un acto de desmemoria y se olvidó de los desaparecidos en cárceles secretas, las detenciones arbitrarias, los juicios sin garantías y las torturas, los muertos y los apaleados. A González se le olvida la represión documentada por diferentes organizaciones internacionales y periodistas. Pero bueno, ya sabemos que para Felipe González la dictadura de Pinochet era algo parecido a una tarde de cervecitas, con un poco de lluvia.
El Partido Popular también se acabó sumado a la hipocresía y el cinismo del Partido Socialista. Durante los años de oposición a Zapatero, criticó –con razón– que el Gobierno socialista no condenara el desmantelamiento violento del campamento de protesta que los saharauis habían levantado a las afueras de El Aaiún, en los territorios ocupados. Pero años después, ese mismo PP “rajoyano” que, acusaba a Zapatero de renunciar a defender los derechos humanos para no disgustar a Marruecos, acabó comportándose de igual manera: el Gobierno de Rajoy negó, por ejemplo, asilo político en España a Hassana Aalia, un activista de 27 años, condenado a cadena perpetua por su participación, precisamente, en aquel asentamiento de El Aaiún. Es más, el PP acabó imponiendo su mayoría absoluta, con Mariano Rajoy al frente, para rechazar en el Congreso la concesión del asilo. Afortunadamente, un mes después, la Audiencia Nacional suspendió la expulsión de Hassana Aalia… El PP también posee el “honor” de formar parte de la insidia y la traición a los habitantes de la antigua provincia española del Sáhara Occidental.
No cabe duda, de que España y los españoles poseemos una grandísima responsabilidad en el asunto del Sáhara, tenemos una grandísima deuda histórica con quienes hasta hace muy poco eran nuestros compatriotas; España no ha llevado a cabo la descolonización que se comprometió a hacer y nunca debió de haber dejado a nuestros hermanos saharauis ante los tanques marroquíes, no podemos permitir que semejante injusticia caiga en el olvido, no podemos permitir que los saharauis sigan padeciendo el desprecio, el saqueo y el expolio, y permanecer de brazos cruzados, no podemos permitir que el pueblo saharaui desaparezca y se acabe produciendo un completo genocidio.
Debemos exigir que el Gobierno de España impulse decididamente, sin temor alguno el referendo de autodeterminación, o si no, permitir que los saharauis accedan plenamente a la nacionalidad española.
¿Por qué merecen ser acogidos plenamente los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España hace más de 500 años y no los habitantes del antiguo Sahara Español?
Bien, después de estas precisiones imprescindibles, retomemos la actualidad, regresemos a mayo de 2021.
Lo que la mayoría de los medios de información españoles han dado en llamar crisis diplomático-fronteriza, o crisis migratoria, no es solo un asunto casual, entre España y Marruecos, por el contrario, es un problema inconcluso, no resuelto.
El conflicto permanente con nuestro país vecino, Marruecos que, tal como se afirma en el título del artículo es nuestro enemigo, no es amigo de España, se basa por un lado en la ilegítima pretensión marroquí de expandirse a toda costa, y es por ello que pretende anexionarse ilegalmente el Sáhara Occidental. Esa es la razón principal de que, las autoridades marroquíes hayan considerado una afrenta el que España haya acogido por razones humanitarias al presidente de la República Saharaui, Brahim Ghali.
Evidentemente, el actual rey, Mohamed, como su difunto padre, Hassán, se han ido envalentonando a lo largo del tiempo, debido a la dejadez y a la cobardía de los sucesivos gobiernos españoles, desde la muerte del General Franco, que, han dejado hacer a Marruecos hasta acabar yendo demasiado lejos.
Obviamente, las invasiones de Ceuta y Melilla, aparte de una enésima forma más de chantaje, que los sucesivos gobiernos intentan estúpidamente calmar con regalos millonarios, aparte de armas y vehículos militares; demuestran una vez más que el rey de Marruecos percibe a España como un país con gobiernos débiles, y una nación en declive…
Por supuesto, si alguien no le pone el cascabel al gato, si alguien no le pone remedio, los saharauis corren el riesgo de quedar a merced de la monarquía alauita, que ahora reclama también Canarias, además de Ceuta y Melilla…
Pero el Sáhara Occidental (aunque muchos españoles lo ignoren), es un país árabe muy particular, de habla española, muy europeizado, escasamente islamizado, que podría ser una bisagra entre el mundo hispánico y el mundo árabe, pues, aunque parezca lo contrario España no posee apenas, o casi nada, interlocutores en el mundo árabe. Pero, claro, para que esto se haga realidad la República Árabe Saharaui debería ser libre e independiente… Ese es el motivo de que el Frente Polisario volviera nuevamente, a finales de 2020 a la lucha armada.
Los marroquíes que saltan las fronteras de Ceuta y Melilla solo son arietes, puntas de lanza, pretextos, escudos humanos que permiten a Marruecos avanzar. Aunque algunos de ellos sean personas que pretenden vivir mejor.
Y, por supuesto, después del asalto a Ceuta (y en menor grado a Melilla), hay que ser un iluso para pensar que España todavía es capaz de apaciguar a Marruecos. La imagen de cobardía, de debilidad, y un largo etc. que los diversos gobiernos de España han dado uno tras de otro, independientemente de si eran del PP o del PSOE, y en la actualidad el social-comunista, hacen llegar a Marruecos no puede estar más lejos que, de sensación de firmeza… Tal es así que, un día sí, y el otro también, las autoridades marroquíes amenazan a España de que el asunto no ha acabado y que todo acaba de empezar, y que su actitud hostil va seguir siendo lo habitual en lo sucesivo.
Sin duda alguna, ha llegado la hora (y mañana posiblemente empiece a ser ya demasiado tarde) en que es imprescindible que el reino de España empiece a reconsiderar sus alianzas, su política exterior, deje de hacerle regalos al reino de Marruecos (con la vana esperanza de calmar sus ansias de expansionismo y su ira) y comience a aplicar aquello de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y, dado que el principal enemigo del reino de Marruecos, en la actualidad es el Frente Polisario; España pase a apoyar a los saharauis más allá de traer a nuestro país a pasar las vacaciones, a sus niños y jóvenes y apartarlos temporalmente de los campamentos de refugiados en la frontera con Argelia… y que en adelante los saharauis pasen a ser los nuevos destinatarios de los regalos que ahora recibe el reino de Marruecos.
¡A buen entendedor, pocas palabras bastan!
Y por supuesto, también hay que cambiar el “chip” y recordar que la Constitución Española de 1978, en su artículo 8º, otorga a las fuerzas armadas españolas la misión de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
En ningún artículo de la Constitución se habla de que el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire sean “oenegés” que deban mimar, acurrucar y besar a quienes nos invaden, como en el caso reciente de Ceuta y Melilla… y, si para reforzar la defensa de nuestras fronteras es necesario hacer regresar a los soldados españoles que están repartidos por todo el globo terráqueo en misiones en las que la mayoría de los españoles ignora qué narices pintan, hagámosles regresar de inmediato, pues, sin duda alguna, Nuestra Patria está en un grave peligro…
Y ya, para terminar, y esto va para los perplejos y desinformados, así como los que “no quieren problemas” y prefieren continuar en su estado de confort:
Cuando el reino de España expulsó definitivamente a los musulmanes de nuestro territorio, en el siglo XVII, reinando Felipe III, lo cual no hubiera sido posible sin la conquista de Granada por los Reyes Católicos, y la posterior victoria española en Lepanto; a los musulmanes de entonces, hace cuatro siglos, no les cabía ninguna duda acerca de quiénes eran los legítimos habitantes de la Península Ibérica (lo que ellos denominaban Al-Andalus, y siguen denominando sus descendientes) y quiénes eran los “intrusos”, tal como ahora piensan los numerosos musulmanes que aspiran a recuperar e islamizar España. Los expulsados siguieron albergando la idea de regresar y reconquistar lo que consideraban su hogar. Durante mucho tiempo siguieron instalados en la idea de retornar, reconquistar la Península Ibérica y reinstalar el poder musulmán; ideas que se siguen transmitiendo de generación en generación…
La nostalgia del Al-Andalus, del “paraíso perdido”, sigue estando presente en la memoria de los descendientes de aquellos musulmanes expulsados de España y de quienes habitan en casi todos los países islámicos.
Esa nostalgia es la que guía a muchos y los empuja a la invasión silenciosa que, hemos ido padeciendo en las últimas décadas, esa invasión anunciada y que muchos desde el buenismo se niegan a ver, invasión en la que subyace el convencimiento de que la sociedad occidental judeocristiana, nuestra forma de vida y costumbres, es una civilización decadente, perversa, el enemigo a batir.