Paridad no es sinónima de igualdad ante la ley, sino todo lo contrario
Carlos Aurelio Caldito Aunión
Son muchos los que afirman que, el cerebro humano generalmente funciona desde el nacimiento hasta la muerte, pero suele dejar de funcionar cuando una persona se enamora o se convierte en izquierdista… Y, sin duda, es así pues, idiocia e izquierda sulen caminar agarradas de la mano.
Los izquierdistas (da igual si son socialistas que si son comunistas, pues ambos tienen los mismos objetivos, aunque los primeros poseen un poco más de paciencia), manejan una lista más o menos larga de tópicos, eslóganes, palabras y discursos huecos, dirigidos a mentes infantiles, mentes adolescentes, de analfabetos funcionales, víctimas de las diversas leyes educativas “progresistas”, una ristra de consignas, de palabrería vacía, especialmente diseñada, destinada a gente subvencionada, consentida, que confunde deseos con derechos, y que nunca ha trabajado en su vida, ni conoce nada que tenga que ver con mérito, esfuerzo,… y que está acostumbrada a vivir de sus papás o de “papá-estado”.
Cuando quienes asesoran a Pedro Sánchez y sus secuaces, dan por agotado un determinado asunto y consideran que ya han aburrido al personal hasta el hartazgo, vuelven a echar mano de la lista de estupideces a ver si hay aún alguna que no haya sido suficientemente exprimida y aún quede algún jugo que sacársele, es por ello que, como Pedro Sánchez y sus compañeros de coalición saben a estas alturas que, lo tienen muy difícil para repetir gobierno tras las próximas elecciones generales, sus «expertos en propaganda» están recurriendo a cuestiones que tenían guardadas desde hace tiempo en el baúl de los recuerdos… y mirando, mirando, han descubierto que hace ya mucho que dejaron de darnos la matraca con la «paridad»…
Durante las próximos semanas y meses los publicistas de Pedro Sánchez volverán a hacer discursos sobre la necesidad de aplicar criterios de proporcionalidad por sexo en cualquier proceso selectivo y hablarán de que, quienes hagan lo contrario incurrirán en discriminaciones inaceptables, moralmente reprobables e incluso penalmente sancionables.
Alguno que haya llegado hasta aquí, es seguro que estará pensando que esta gentuza es la misma que considera que, a la hora de contratar a un médico, pongo por caso, si es en Cataluña, o en Vascongadas, o en Galicia… el mejor criterio a utilizar es que hable la lengua o el dialecto regional; lo de menos es si está bien cualificado para el ejercicio de la medicina…
Bien, antes de continuar, me voy a permitir citar unas palabras de Elisabeth Badinter, catedrática de Filosofía, discípula de Simone de Beauvoir, de su libro «Por mal camino», Alianza Editorial, 2004:
» La libertad es lo contrario de la penalización. La igualdad es lo contrario de la paridad. La fraternidad es lo contrario de la división. Es preciso luchar para lograr la igualdad con los hombres, pero, por supuesto, no contra ellos…»
«Cuando se extiende el concepto de violencia masculina a todo y a cualquier cosa; cuando se traza un continuum de la violencia que, va del acoso verbal, moral, visual… pasando por la pornografía y la prostitución, entonces cualquier mujer un poco paranoica puede declararse víctima real o potencial, de los hombres en general. Es alucinante ver como en el momento en el que las mujeres están a punto de lograr una revolución enorme, el discurso feminista actúa como si se tratara de falsos avances, como si no hubiera ninguna diferencia entre las condiciones femeninas de hoy y ayer, en cualquier lugar del mundo.»
«Se está poniendo constantemente en cuestión a la otra mitad de la Humanidad <todos los hombres son unos cabrones>. Es un intento de instaurar la separación de sexos. El discurso feminista se apoya en cifras infladas artificialmente y en argumentos a menudo tergiversados. Para justificar leyes sobreprotectoras es imprescindible demostrar constantemente que las mujeres son víctimas de los hombres…»
«Yo me sublevo contra las representaciones generalizadoras, «todas víctimas» que, remite a «todos verdugos». Es cierto que hay más mujeres víctimas de los hombres que viceversa; pero también hay mujeres-verdugos, mujeres arpías de todo género…»
«Se actúa como si nada hubiera cambiado, como si no hubiera diferencia entre la situación de las mujeres orientales y las occidentales.»
«Hay una complacencia en la idea de que el hombre en todos lados es un opresor, un tirano incapaz de evolucionar. Encuentro esta generalización falaz y contraproducente. La lucha contra los abusos masculinos será más eficaz cuando las feministas se alejen de sus fantasmas, para acercarse más a la verdad.»
«Hay que distinguir entre el fanatismo del feminismo «radical» y el feminismo «liberal». Para quienes forman parte del feminismo más «radical», el hombre es el enemigo con el que no se puede negociar; para otras feministas se trata de aparentar que se negocia, pero, imponiéndoles leyes a los hombres. Y, para otras mujeres, entre las que me encuentro, el objetivo de la igualdad entre los sexos debe lograrse con el concurso, con la participación de los hombres; pues, el hombre no es el enemigo a batir…»
«La paridad que se está instaurando, el «uno a uno» ha venido a poner fin a un concepto relevante de la ciudadanía. Todavía más, a partir de ahora quda consagrado que hombre y mujer son dos entidades diferentes (en derechos y obligaciones), con distintos intereses, distintas naturalezas y distintos valores. Es la proclamación de una especie de «apartheid», una suerte de separatismo: nada más lejos de la igualdad. A partir de ahora, se es seleccionado en primer lugar en función de la condición sexual. Por mi parte, encuentro esto humillante. Pero, muchos consideran que el fin justifica los medios: para que, haya más mujeres en los Parlamentos, en las instituciones, en los órganos de decisión… podemos dar la espalda a nuestros principios morales y políticos ¡Es un gigantesco paso atrás!»
«… los hombres son los primeros perjudicados por esta ideología separatista, de <apartheid> y esta visión caricaturesca de la masculinidad, y no protestan porque están contagiados por el pensamiento feminista bienpensante y se mueren de miedo ante la idea de pasar por <machos>, es decir, por cabrones reaccionarios. En el momento del debate sobre la paridad, cualquiera que manifieste su discrepancia será «fusilado» por los grandes diarios de izquierda».
Después de las palabras de Elisabeth Badinter, discípula de Simone de Beauvoir, posiblemente haya quienes piensan que poco queda por añadir; no obstante, pienso que es necesario hacer algunas precisiones más:
Supongamos que una empresa tiene que cubrir un puesto de trabajo y hay dos candidatos con iguales capacidades, experiencia, etc. y en lo único que se diferencian es en el sexo. Supongamos que la empresa acaba optando por el hombre. En tal caso, inevitablemente está «discriminando» a la mujer… Son muchas las ocasiones en las que las empresas les ofrecen el trabajo a ambos, y son muchas las veces en las que a los hombres les sale de las hormonas desentenderse de sus hijos, de su casa, de su esposa y entregarse a la empresa. Por el contrario, son muchas las mujeres que renuncian a un determinado trabajo, o a un ascenso, porque no desean renunciar a sus hijos,… Son decisiones individuales y no hay que concluir, necesariamente, en que estamos ante una situación de «discriminación» (con toda la carga de dramatismo que lleva aparejada la palabra). No quiero afirmar con ello que, las decisiones de algunos hombres sean «mejores» que las de las mujeres, o que sean las más acertadas; pero, casos asi no tienen que interpretarse sólmante como una forma de «discriminación», sino como una mayor capacidad de adaptación a los fines, a las metas que la empresa persigue.
Permítaseme mencionar una obviedad:
LAS MUJERES Y LOS HOMBRES SOMOS DIFERENTES.
Pero, esto no significa que las unas sean mejores que los otros, o al revés. Simplemente, somos diferentes. Hace ya mucho tiempo que la Ciencia lo sabe, pero la obsesión de las élites que nos dirigen, por ser política y socialmente correctos, intenta negarlo de todas las maneras posibles.
La corriente de opinión dominante (inculcada a los ciudadanos desde la infancia y reforzada por los medios de información) es la de que, ambos sexos, hombres y mujeres deben ser tratados con igualdad, partiendo de la creencia de que los hombres y las mujeres somos iguales. Ésta es una de las falacias que apenas nadie se atreve a cuestionar.
Los seres humanos actuales no han experimentado apenas cambios respecto de los humanos primitivos de hace milenios. Cerca del noventa por ciento de los hombres, varones, afirman que, el trabajo es lo más importante y prioritario en su vida, y casi el cien por cien desea tener una vida sexual activa.
Quizá algunas mujeres, un minoría muy excepcional, tiene en la actulidad prioridades e intereses diferentes a los que tenían sus abuelas. Son muchas las mujeres que han elegido profesiones que les pueden permitir acceder a algunas cosas que, hasta ahora estaban casi exclusivamente al alcance de los hombres (o mejor dicho: algunos hombres): poder, prestigio y dinero…. Pero, a costa de sufrir los mismos efectos secundarios que hasta el momento sólo se manifestaban en los varones: úlceras, estrés, tabaquismo, problemas de corazón, muerte prematura…
Los estudios de opinión serios, sin sesgo de «género», nos dicen que más del sesenta por ciento (60%) de las mujeres opinan que, el trabajo fuera del hogar perjudica a su salud.
La mayoría afirma que, si no fuera por el dinero, preferiría ser ama de casa. La mayoría de las mujeres occidentales siguen decantándose por la maternidad como opción prioritaria. La tendencia general <más del ochenta por ciento> es la de criar a sus hijos en una familia «tradicional». Lo cual, demuestra que el feminismo y los medios de información y creadores de opinión no han conseguido tener el impacto y la influencia que se podría pensar, en lo que se refiere a un cambio de actitud en las mujeres.
Las prioridades, los valores de las actuales mujeres, en el fondo difieren bastante menos de lo que cabría pensar, de los de las mujeres de siglos anteriores. Lo único que ha cambiado es que las mujeres occidentales ya no desean depender de los hombres, es por ello que algunas desean más poder político, o aspiran a una mayor independencia económica.
Aunque haya aumentado el número de hombres que en la actualidad eligen trabajos que hasta ahora únicamente desempeñaban las mujeres, distintos estudios demuestran que estos hombres poseen una estructura cerebral «femenina». Los varones siguen decidiéndose por ocupaciones relacionadas con sus habilidades innatas, y particularmente las denominadas «espaciales y mecánicas». En la mayoría de los lugares del mundo, para las mujeres sigue sin ser una prioridad ocupar un cargo político o de dirección, el hecho de que las mujeres no accedan a ellos, no es debido a un supuesto «machismo», o «patriarcalismo», o que el sistema se lo impida.
Los científicos lo explican claramente, desde un punto de vista biológico-genético: Los niños quieren jugar con objetos, y las niñas prefieren «relacionarse» con gente. Los niños, generalmente, quieren seguir jugando a ser los jefes, dominar, controlar; a las niñas les interesa más la gente, las relaciones… Basta observar el patio de un colegio durante el recreo.
El que las mujeres sean minoría en el ámbito empresarial y en el ámbito político, se debe únícamente a que a las mujeres no les interesan esas cosas, y sin duda alguna, no se debe a la opresión masculina.
Las relaciones hombre-mujer, mujer-hombre, se encuentra en la actualidad con un obstáculo muy importante: el que ambos, o uno de los dos, no reconozca que somos biológicamente diferentes, y que el uno espere -en balde- del otro ver cumplidas sus -falsas- expectativas.
La mayoría de los desencuentros de pareja se deben a la falsa creencia de que, los hombres y las mujere somos iguales y, por supuesto, deben tener las mismas prioridades y los mismos deseos. Los hombres y las mujeres somos aparentemente incompatibles, pero, la cuestión está en comprender y conocer las diferencias, para conseguir aceptarlas, amarlas y complementarnos-enriquecernos.
Sentir frustración por ser diferentes, diversos, es tan estúpido como sentirse mal, porque hace mal tiempo…
Posiblemente, ya es hora de que todo ello se enseñe en las escuelas, en los centros de enseñanza media, en las universidades; y en los hogares, de manera que cuando lleguemos a adultos podamos tener relaciones felices, satisfactorias, y los hombres sen los mejores amigos de las mujeres y viceversa; en definitiva: lo que las mujeres y los hombres nos merecemos.