El mito de la matanza de la plaza de toros de Badajoz el 14 de agosto de 1936. LA MATANZA QUE NUNCA EXISTIÓ.
CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
En la guerra civil española, la toma de Badajoz fue la primera gran victoria del ejército de los sublevados el 18 de julio de 1936 contra el gobierno del Frente Popular,
3.000 soldados “Nacionales” lograron conquistar la ciudad de Badajoz que estaba defendida por más de 6000 soldados leales al gobierno del Frente Popular.
El 14 de agosto de 1.936 –hace ochenta y cinco años- Badajoz amaneció bajo el ruido de los aviones Fiat CR-32 “Chirri”, que desde muy temprano bombardearon las defensas situadas en los accesos al municipio. Poco después, los cañones Schneider tomaban el relevo en el ataque a las posiciones defensivas.
El entonces Coronel, Juan Yagüe había planificado minuciosamente el asalto; por eso fue posible tomar una ciudad amurallada y defendida por 6.000 soldados con un grupo de aproximadamente 3.000 hombres.
Después del mediodía, los Legionarios de Yagüe asaltaban la Puerta de la Trinidad, que acababa cayendo tras varios intentos fallidos. Una vez dentro de la ciudad, a la que también accedieron los Regulares del Coronel Serrano Montaner por la Puerta de Carros, los combates continuaron cuerpo a cuerpo hasta la conquista definitiva, que solamente se logró bien entrada la tarde. El jefe militar de Badajoz, el Coronel Puigdendolas abandonó a sus tropas y la ciudad y escapó cobardemente a Portugal. Antes, tuvo tiempo de ordenar el fusilamiento de una Unidad de la Guardia Civil que había intentado pasarse al bando sublevado.
La caída de Badajoz en manos del Ejército Nacional tuvo una enorme trascendencia en la guerra civil española y favoreció especialmente a los sublevados. Para empezar, fue la primera conquista importante desde que comenzó la guerra civil, casi un mes antes; en segundo lugar, mejoró la moral de las tropas del ejército del sur, al comprobar que eran capaces de conquistar una ciudad fortificada con un número de soldados y de material muy inferiores a los de los defensores y, por último, rompió el contacto del Frente Popular con Portugal, a la vez que unía las dos zonas de la Península que, en aquellas fechas estaban en manos nacionales.
La propaganda republicana que “compraron” los historiadores:
“Soldados de papel” es el sobrenombre con el que han pasado a la historia las decenas de reporteros que cubrieron la guerra civil española incrustados en las filas del bando republicano. Su misión, subvencionada por la Internacional Comunista, no era otra que vender la bondad de los izquierdistas y la maldad intrínseca de los que apoyaron el levantamiento. Fruto de esta práctica del periodismo interesado se inventó una realidad paralela que establece que en la Plaza de Toros de Badajoz se asesinó, con la parafernalia de una corrida de toros y las “mujeres burguesas” ataviadas con mantillas, a entre 2.000 y 4.000 personas (algunos han llegado a afirmar que fueron cerca de 20.000).
En la actualidad sabemos – como sin duda lo sabían hace más de 80 años los creadores del mito – que no hubo tal orgía de sangre en la plaza de toros de Badajoz, el día 15 de Agosto ni el día siguiente, y casi con total seguridad ningún día. El día 15 el periodista izquierdista portugués, Mario Neves escribía en su crónica para el periódico lisboeta O Seculo: ”Nos dirigimos enseguida a la plaza de toros, donde se concentran los camiones de las milicias populares. Muchos de ellos están destruidos. Al lado se ve un carro blindado con la inscripción “Frente Popular”. Este lugar ha sido bombardeado varias veces. Sobre la arena aún se ven algunos cadáveres. Todavía hay, aquí y allá, algunas bombas sin estallar, lo que hace difícil y peligrosa una visita más pormenorizada”.
Neves volvió el día 16. Allí vio decenas de prisioneros que “aguardaban su destino”. Pero, constató que la plaza no tenía un aspecto diferente del que observó el día anterior, lo que le llevó a suponer que el rumor de fusilamientos era infundado. Los mismos automóviles destruidos y los mismos cadáveres, que tanto le habían impresionado y que aún no habían sido retirados.
En 2010 fue editado el libro “La Matanza de Badajoz ante los Muros de la propaganda“ (Edita Libros Libres) obra colectiva de Francisco Pilo, Moisés Domínguez y Fernando de la Iglesia, en el que se narra la verdadera dimensión de lo que ha sido llamado“la Matanza de Badajoz” en el que se demuestra que, si bien hubo represión en Badajoz, ésta dista mucho de alcanzar aquellas cifras. La sitúan en el entorno de las 200 personas.
El tan manoseado asunto de la matanza de Badajoz, además de ser como el río Guadiana, que pasa por la ciudad, y muchos kilómetros antes de entrar en la provincia aparece y desaparece… es un asunto que levanta pasiones, ha vertido ríos de tinta y todavía hoy, habiendo transcurridos 85 años sigue provocando largas polémicas. La cuestión es:
¿Realmente la represión y matanza de Badajoz alcanzó las cifras casi “oficiales” de cuatro mil muertos o más?
El periodista norteamericano Jay Allen fue el principal promotor de la falsa noticia de los cuatro mil muertos y, además, copió de otros periodistas que sí estuvieron en la ciudad inmediatamente después de ser tomada, como es el caso de Mario Neves, del Diario de Lisboa, Marcel Dany, corresponsal de la Agencia de noticias Havas y Jacques Berthet, del periódico francés Le Temps.
Los tres periodistas, Mario Neves, Marcel Dany y Jacques Berthet entraron juntos en Badajoz en la mañana del 15 de agosto, día de la Asunción, y, lógicamente, fueron estrechamente vigilados y escoltados durante sus repetidas visitas a la ciudad. Una prueba de esto es que Mario Neves siempre habla en plural cuando describe su estancia en la ciudad, es decir, que los tres periodistas fueron juntos a los lugares que les quisieron mostrar, sin embargo, sus crónicas son muy dispares entre sí. Los tres periodistas publican, ante todo, el horror que les suscitó su estancia en Badajoz y el enorme impacto ante la visión que apareció antes sus ojos de cadáveres en las calles, sangre coagulada en el suelo, las paredes manchadas de esa misma sangre, etc.
Jacques Berthet califica estas escenas como “imágenes de un horror sombrío” y, en efecto, esa visón infernal ofrecerían las calles de Badajoz. Sin embargo, en sus crónicas posteriores, al informar sobre el ataque aéreo a Badajoz, exagera las cifras de aviones que participaron al manifestar que lo hicieron 20 Junkers y 7 Capronis, cuando lo cierto es que las misiones aéreas sobre Badajoz, desde el día nueve de agosto hasta el día 14 se efectuaron con 9 Junkers y 3 Savois S-81. El día 15, Berthet informa: “Hasta este momento alrededor de 1500 personas han sido fusiladas….los arrestos y las ejecuciones en masa continúan en la plaza de toros. Sólo en la calle San Juan hay trescientos cuerpos”.
Por su parte Marcel Dany manifestó: “La sangre corre por las aceras. Los legionarios y los moros continúan ejecutando en masa…barrios enteros están en llamas y el número de víctimas, mujeres, niños y ancianos es innumerable. En los pueblos de los alrededores las tropas han pasado por las armas a todos los que eran fieles al Gobierno”. Esta información fue emitida el día 16 de agosto.
No hay duda alguna de que estas imágenes de horror son las que se ofrecieron a la vista de los tres periodistas. Ahora bien, ¿Son ciertas las cifras que Jacques Berthet y Marcel Dany dan? Observemos que este último exagera también ostensiblemente su crónica al decir que barrios enteros están en llamas, cosa que, evidentemente, nunca ocurrió.
Por otra parte, uno de los primeros lugares a los que se dirigen al entrar en Badajoz el día 15 es a la Plaza de Toros. Sobre esta visita, Mario Neves en su crónica del día 15, dice: “Sobre la arena aún se ven algunos cadáveres, lo que da a la plaza un aspecto macabro de teatro anatómico”. Es decir, nadie pone en dudas que en la noche del 14 al 15 de agosto se asesinó en ese lugar a un número indeterminado de personas, algunos de cuyos cuerpos aún permanecían en aquel lugar cuando lo visitaron. Mario Neves describe la visita por algunos sectores de la ciudad, en especial la brecha de Trinidad diciendo “hay algunos cadáveres que todavía no han sido retirados”; la calle de San Juan de la que dice: “cerca de la cual fueron pasados por las armas los milicianos que cayeron en poder de los rebeldes” y la catedral, donde dice que en la nave central vio dos cadáveres. Pero hay un detalle que debemos tener en cuenta. Mario Neves dice textualmente: “La catedral, en cuya torre, nos dijeron que habían sido colocadas ametralladoras, está bastante dañada”. Al decir que está bastante dañada se refiere a la catedral en sí, no a la torre. Esto es importante porque llevó a confusión a Jay Allen en su ficticia noticia.
En su crónica del día 16, dice Mario Neves que se ve una columna de humo blanco de más de cincuenta metros y, acertadamente, deduce que es provocado por la quema de los cadáveres. Ese mismo día vuelve a visitar la plaza de toros, ya que había oído rumores de las ejecuciones allí realizadas y manifiesta textualmente: “Por eso, nos dirigimos hacia allá, con el fin de verificar la exactitud de este rumor. Tras algunas dificultades, conseguimos entrar en la arena. Algunas decenas de prisioneros aguardan su destino. Pero la plaza no tiene un aspecto diferente al que observamos ayer, lo que nos lleva a suponer que el rumor es infundado”. Entonces, si los tres periodistas vieron que en la plaza de toros no había ocurrido una matanza tan brutal ¿cómo es que Jacques Berthet manifiesta que allí habían sido ejecutadas mil quinientas personas? Posteriormente se acercan al cuartel de la Bomba y Mario Neves manifiesta: “En el patio, cerca de las caballerizas, todavía se ven muchos cadáveres: la inflexible justicia militar…Entre ellos, envuelto aún en la misma sábana blanca en la que vino desde el hospital, me muestran el del alférez Benito Méndez”. Inmediatamente después, Neves dice: “Pasamos por el foso de la ciudad que aún está repleto de cadáveres. Son los fusilados esta mañana, en su mayoría oficiales que combatieron hasta el último momento…uno de ellos es el teniente coronel Juan Cantero, con sus cabellos grises, tendido entre otros de humilde apariencia, a los que la muerte sorprendió en mangas de camisa”. Finalmente, en su crónica del día 17, que fue censurada, Mario Neves manifiesta: “Entré aquí, ayer a las 10 de la mañana (se refiere a que entró en Badajoz) los cadáveres que vi no son los mismos que hoy me encuentro, en diferentes sitios. Las autoridades son las primeras en divulgar que las ejecuciones son muy numerosas para que se pueda apreciar las inflexibilidad de su justicia”. Ese mismo día 17, Mario Neves visita el cementerio, acompañado por un sacerdote cuyo nombre no indica y describe así lo que vio: “Hace diez horas que la hoguera arde…..al fondo, en un escalón cavado aprovechando un desnivel del terreno se encuentran vigas de madera transversales, parecidas a las que se utilizan en las vías del ferrocarril, sobre una superficie de más de cuarenta metros, más de 300 cadáveres, en su mayoría carbonizados…..a un lado, 30 cadáveres de paisano aguardan su turno, enfrente 23 cuerpos de legionarios, los que cayeron bajo el fuego intenso de las ametralladoras…..en la puerta del cementerio, un camión descarga otros cuatro cuerpos que han sido recogidos en alguna parte”.
Mario Neves, Marcel Dany y Jacques Berthet observaron los horrores que describieron, pero Mario Neves nunca habla ni de 1500 cadáveres ni, mucho menos, de cuatro mil. ¿Cuál de los tres periodistas dijo la verdad?
Los cuatro mil muertos, tan tenidos en cuenta por muchos organizadores de exposiciones y congresos, se deben a la calenturienta mente del periodista norteamericano Jay Allen, que no queriendo ser menos que sus colegas, que si habían estado en Badajoz los primeros días, elevó esa cifra para dar más énfasis a su crónica.
Tanto Marcel Dany como Jacques Berthet informaron de lo ocurrido ajustándose algo más a la realidad pero, aun así, queriendo demostrar su apoyo al Gobierno legalmente constituido de la República, aumentaron deliberadamente las cifras de los cadáveres que vieron por las calles y exageraron los sucesos ocurrido en Badajoz.
Mario Neves, que lo mismo que los dos periodista que entraron con él, tuvo que sufrir una fuerte impresión ante las dantescas escenas que se ofrecieron a su vista, pero de todos modos, supo sobreponerse y sin dejarse llevar de sus emociones y mostrando ser un gran profesional del periodismo realizó una crónica no exenta de dramatismo, pero veraz y acertada en su información. Tuvo paciencia de contar los cadáveres de los legionarios y, efectivamente, el número que expresa se aproxima bastante a las bajas de la legión y, aunque evidentemente no contó los cadáveres que se estaban quemando sí calculó “a ojo” y manifestó que serían unos trescientos cuerpos.
Se puede afirmar que el número total de personas víctimas de “La Matanza de Badajoz”, ocurrida entre los días 14 y 17 de agosto de 1936, fue menos de medio millar.
¿Estuvo el periodista Jay Allen en Badajoz en agosto de 1936?
A ochenta y cinco años vista del inicio de la Guerra Civil y pasados ya casi 46 años de la muerte del General Franco y, por lo tanto, pasados también los homenajes partidistas a las víctimas de un solo lado, estamos entrando, mejor dicho, hace tiempo que entramos en otra época más siniestra en cuanto a la manipulación histórica se refiere. Se dan por reales sucesos que nunca existieron o se concede un crédito enorme a las informaciones de prensa aparecidas en aquellos momentos, hace la friolera de 85 años, aunque sea evidente la falsedad de las mismas.
Lo malo no es que se den por veraces, sino que estas informaciones han sido utilizadas para resaltar el horror y los crímenes que –supuestamente- se cometieron en Badajoz cuando la ciudad había sido conquistada por las tropas de los Generales Mola, Franco y compañía.
Nadie pone en duda que lo que ocurrió en Badajoz, como en toda España, fue terrible, pero de ahí a que se conceda crédito y se considere dogma de fe lo que algunos escribieron, sin estar presentes, es algo que atenta contra todo principio de imparcialidad. Me refiero al periodista norteamericano Jay Allen, del que está comprobado que nunca estuvo en Badajoz.
Jay Allen nunca entró en Badajoz después de su conquista por los sublevados y la crónica que escribió, llena de errores y exageraciones, la escribió en Elvas, ciudad portuguesa situada a 20 km. de la frontera.
Veamos:
En primer lugar, Jay Allen, que a la sazón estaba en Lisboa, no se enteró de la toma de Badajoz, el día 14 de agosto de 1936 ni de lo que ocurrió después, hasta que Mario Neves publicó sus artículos y a pesar de ello, no tuvo ninguna prisa en acercarse, no ya a Badajoz, sino a sus cercanías. Esperó nueve días a que amainara el temporal y como él mismo afirmó: “Nueve días es mucho tiempo en términos periodísticos. Badajoz es casi historia antigua. Pero Badajoz es uno de esos malditos lugares cuya realidad tardará en saberse. Así que no me importa llegar nueves días tarde, y a mi periódico tampoco”.
Allen escribió sus artículos en Elvas (ciudad portuguesa situada a 20 kilómetros de Badajoz) y allí, hablando con los refugiados que llegaban, adquirió la información que posteriormente publicó. El revoltijo, el maremagnum de informaciones, tomadas de diversas versiones emitidas por los refugiados, le llevó a cometer enormes errores que si realmente hubiera estado en la ciudad no hubiera cometido.
El primero de ellos es la fecha en la que dice que Sinforiano Madroñero y Nicolás de Pablo fueron deportados y fusilados en Badajoz. Jay Allen llegó a Elvas el día 23 y manifiesta que el día anterior habían sido deportados estos dos personajes y fusilados ese mismo día 23, cuando lo cierto es que el fusilamiento, ejecución o asesinato, como quiera llamársele de Madroñero y de Pablo ocurrió el día 20, o sea tres días antes. Por otro lado, evidentemente, Allen ya había estado en Badajoz en otro momento, como él mismo reconoce, pero, al viajar constantemente no guardaba muy nítidos sus recuerdos sobre la ciudad. Estos escasos recuerdos sobre sus calles unidos a los comentarios que recababa en Elvas le lleva a confundirse totalmente al manifestar textualmente:
“Fuimos directos hasta el centro de Badajoz. Estas son mis notas: la catedral está intacta. No, no lo está. Al pasar junto a ella en coche veo que ha desaparecido una parte de la torre cuadrada”. Inmediatamente después dice: “Las enormes paredes del Alcázar asoman al final de la calle de San Juan. Fue allí donde los defensores de la ciudad, refugiados en la torre de Espantaperros, fueron asfixiados con humo y tiroteados”.
Es increíble que Jay Allen manifieste que él vio que, a la torre de la catedral le faltaba una parte, lo que es totalmente incierto, ya que dicha torre en ningún momento fue alcanzada por las bombas y también es totalmente incierto que en la torre de Espantaperros se ofreciera resistencia y los rebeldes se vieran obligados a “asfixiar con humo” a los defensores. Todo esto ocurrió en Almendralejo, no en Badajoz y Jay Allen se formó un gran lío allí, en Elvas, mezclando, sin tenerlo muy claro, las diversas historias que los refugiados le contaban, cuando escribía su artículo.
Allen no pisó Badajoz, y a pesar de lo que él diga, no vio la torre de la catedral. Si continuamos leyendo su artículo observamos que sigue adoleciendo de falta de contacto personal en el lugar de los hechos. Él ya habría leído la crónica de Mario Neves en la que, acertadamente, manifestaba que en el cementerio se quemaban los cadáveres. La falta de mano de obra para excavar tantas fosas y las altas temperaturas, con riesgo de epidemias, hicieron que se tomara esta decisión antes de enterrar a aquellos desgraciados en la fosa común. Por cierto, no sólo estaban allí los cuerpos de los represaliados en la Plaza de Toros sino también los que cayeron en la batalla, no nos equivoquemos.
Pero lo curioso, por no decir increíble, es que Allen, para no ser menos que Mario Neves, manifiesta que desde Elvas (en esta ocasión menos mal que expresa que estaba en esa ciudad) el día 23 de Agosto, se subió a una terraza y vio fuego: “Están quemando los cuerpos. Cuatro mil hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que los moros y legionarios rebeldes del general Franco treparan sobre los cuerpos de sus propios muertos para escalar las muralla”.
Observamos que dice que el día 23 se veía, no ya el humo, sino las llamas de los cuerpos ardiendo. Lo mismo que dijo, sin saber de qué habla, que había cuatro mil cadáveres podría haber dicho que eran trescientos cincuenta mil. Y ya no hablemos del apartado “trepando sobre cuerpos de muerto” en el que manifiesta textualmente: “Llegamos a la Puerta Trinidad atravesando las antañas invencibles fortificaciones. La luna lo iluminaba todo. Una semana antes entró por ella un batallón de 280 legionarios. Sólo veintidós sobrevivieron para contar la historia de cómo se encaramaron a los cuerpos de sus propios muertos para silenciar con granadas de mano y cuchillos dos ametralladoras asesinas”.
Dejando aparte el pequeño detalle que había toque de queda y nadie podía circular por la ciudad en horas nocturnas, lo cual demuestra otra vez que Allen no estuvo en la ciudad, observamos que no dice que fueron 14 los legionarios sobrevivientes, sino veintidós.
Finalmente, si uno de los mejores autores sobre estos sucesos, Francisco Espinosa Maestre, dice en la página 102 del libro LA COLUMNA DE LA MUERTE que la IV Bandera tuvo un total de 24 muertos, ¿Dónde estaban esas montañas de cadáveres de legionarios?
Por otro lado, es importante señalar que en Badajoz había armas suficientes para defender la ciudad durante mucho tiempo, pero… no hubo disciplina ni valor.
La cobardía de los dirigentes políticos y mandos militares alcanzaron cotas escandalosas y, en la actualidad, a pesar de esa cobardía que tuvieron el alcalde Sinforiano Madroñero, el diputado a Cortes Nicolás de Pablo y otros dirigentes que huyeron precipitadamente, se les quiere dar carácter de víctimas de la represión. En realidad sí lo fueron pero, no porque se quedaran defendiendo la ciudad y dando ánimos a quienes los habían elegido, pues hubo que remover Roma con Santiago para capturarlos y hacerlos volver a Badajoz.
Resumiendo, había armas como comenzar una nueva guerra, pero si los milicianos que las manejaban ven cómo un coronel corre a la cabeza de sus hombres y ven cómo sus dirigentes políticos, los que les buscaron la ruina ponen pies en polvorosa, lo más lógico es que acabaran siguiendo su ejemplo, pero a pesar de ello, hubo muchos jornaleros, peones, agricultores, albañiles, en resumen, obreros que tuvieron coraje, que tuvieron vergüenza, que tuvieron valor y resistieron defendiendo la ciudad y después fueron aniquilados sin piedad. A estos obreros y campesinos es seguro que nunca se les dedicará ninguna calle.
Que en 1936 los periodistas escribieran ese tipo de artículos, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de ellos eran de ideología izquierdista, tiene una justificación, pero que transcurridos más de ochenta años, los revisionistas que, dicen ser herederos de los vencidos, y pretenden ganar la guerra que perdieron sus mayores, continúen con esa farsa, atentan no sólo contra la verdad, también es un atentado contra la inteligencia, y además manifiestan la poca dignidad y honradez que poseen.
Poderoso caballero es Don Dinero. Por dinero esta gentuza ha creado la llamada Memoria Histórica. No mueven un dedo, no excavan una tumba si no cobran. El Gobierno los corrompe dándoles importantísimas cantidades de dinero a fondo perdido para que se mantengan en esta línea de engaños y manipulación y ellos, gustosamente, se prestan a ello mientras les paguen y les den cargos.
¿Cuántos muertos hubo en Badajoz los días 14, 15 y 16 de agosto, en una ciudad que –no se olvide- tenía aproximadamente cuarenta mil habitantes?
La fantasía se dispara en las mentes de los revisionistas de la Memoria Histórica, conscientes de que cuanto más incrementen el número de desaparecidos o de muertos, más palmaditas recibirán en sus espaldas y más dinero les meterán en los bolsillos…
Badajoz. 14 de agosto de 1936. Día de la infamia
Se cumple otro aniversario, el octogésimo quinto, de la conquista de Badajoz por parte de las tropas sublevadas durante la guerra civil. Aquel caluroso 14 de agosto de 1936 debería ser recordado como el día de la infamia. Porque una verdadera infamia fue lo que los dirigentes políticos republicanos y mandos militares de la ciudad hicieron. Nunca antes se había visto tamaña cobardía.
Obreros y jornaleros se aprestan para la defensa. Se les entregan armas, se les encuadra en compañías y secciones, se les dan municiones, se les asignan puestos de defensas y se les exige luchar hasta la muerte. Y ellos cumplieron. Las calles de Badajoz quedaron llenas de la sangre valerosamente derramada por aquellos obreros y jornaleros…
Pero entre tanto valor, en tanto derroche de generosidad y entrega de la propia vida, un cáncer se extendía irremisiblemente. Este cáncer era el de la cobardía y el de la traición. Sus dirigentes, los mismos que les habían conducido a la ruina, se apresuraron a robar las arcas públicas, cosa para la que al fin y al cabo habían entrado en política, y huyeron de la ciudad. Tras de sí dejaron a los milicianos defendiendo unas murallas que no pudiendo resistir el avance de los rebeldes, de forma inevitable acabaron siendo vencidos. Es innegable que algunos de los supervivientes fueron víctimas de los pelotones de ejecución… y mientras, aquellos canallas que los hundieron en la ruina habían huido. Algunos pagaron esta cobardía y murieron fusilados, pero la mayoría logró huir.
Todos los 15 de agosto, año tras años se realiza, en el cementerio de Badajoz, el acto de homenaje a las víctimas de la «represión franquista». Como cada año, acuden personas honradas, para homenajear a aquellos que murieron defendiendo sus ideales. Pero también acuden algunos políticos que vuelven a enardecer a los asistentes con palabrería hueca, con palabras vacías, llenas de rencor sin que ellos sepan muy bien qué dicen y, por supuesto, regresan -año tras año- para poner ramos de flores en la tumba de Don Sinforiano Madroñero Madroñero, a la sazón alcalde de Badajoz en 1936, fusilado por los rebeldes el día 20 de agosto de ese mismo año, pero al que hubo que ir a buscar, al que hubo que traer detenido porque huyó, desertó de su puesto, dejó a sus seguidores, abandonó a los obreros y campesinos de Badajoz, abandonó su Patria y abandonó las armas. Toda esa lista de deserciones, abandono de las armas, huida de una posición y cobardía ante el enemigo, la justicia militar de todos los países la castigaba con la muerte. No fue represión, fue aplicación de la justicia.
Día 14 de agosto de 1936, día de la infamia que nunca debería olvidarse, además de dejar constancia de lo canallas, cobardes y viles que fueron los dirigentes izquierdistas que abandonaron a su suerte a cientos de obreros para que murieran por ellos.
Estos son, muy resumidamente, los hechos acaecidos en la toma de Badajoz en aquella jornada del 14 de agosto de 1936 y los días siguientes. A partir de entonces, la ciudad ha entrado en la leyenda negra, potenciada por insolventes y mercenarios que atentan contra toda verdad y todo rigor con tal de cobrar por ello.
Cuando paseen ustedes por la Avenida de Sinforiano Madroñero de la Ciudad de Badajoz, cierren los ojos y podrán sentir los gritos de guerra y dolor de los milicianos que lucharon con un valor rayano en lo suicida y fueron masacrados, y también podrán sentir la cobardía y el nauseabundo olor a miedo que aquella gentuza destilaba por todos su poros cuando corrían cobardemente.
Lo mismo se puede afirmar de los mandos militares, con el coronel Puigdengolas a la cabeza, que desertaron de sus puestos, huyendo unos a Portugal y pasándose otros a los rebeldes. Sus nombres perdurarán como una infamia en la gloriosa historia del Ejército español.
En resumidas cuentas, no podemos asegura el número total de defensores que murieron ese terrible día, no hay constancia, pero si podemos desmentir con total seguridad otra de las muchas falsedades que nos quieren meter en la cabeza: La IV Bandera no fue exterminada, no murieron cientos de legionarios, no atacaron miles de ellos. Sus fuerzas no superaron nunca los dos mil hombres y pese a ello escribieron una de las páginas más gloriosas, más dignas de tenerse en cuenta en el más reciente pasado de ESPAÑA.
Postdata: Ni que decir tiene que me reconozco “culpable” de haber “fusilado”, plagiado, para documentarme y poder redactar el presente texto, a investigadores diversos como: Francisco Pilo, Pío Moa, Francisco Espinosa, Gutiérrez Casalá, Moisés Domínguez y Fernando de la Iglesia… les quedo a todos ellos eternamente agradecidos y espero que no se enfaden por semejante atrevimiento.