Benidorm Fest, una muestra de la estupidez y de la putrefacción moral que imperan en España
FUENTE: https://www.alertadigital.com/2022/01/31/benidorm-fest-un-reflejo-claro-del-basurero-moral-en-el-que-se-ha-convertido-espana/
Un melómano es aquel que preferiría ver a un ladrón en su casa antes que el Benidorm Fest. Ya sabemos que la hispano-cubana Chanel representará a España en la próxima edición del Festival de Eurovisión. Su tema, ‘SloMo’, fue el más votado en la gran final del Benidorm Fest. La hispanocubana ha dicho que “‘SloMo’ es una llamada al empoderamiento femenino”. Pues qué bien. Si hace unos días el monotema era qué pecho iba a enseñar Rigoberta Bandini, ahora toda España se hace lenguas de su oda a la teta. Toda la progresía ha tomado la canción como un himno feminista. Hasta Irene Montero abrió campaña ayer en Castilla y León no refiriéndose a las ubres de las macrogranjas sino al pecho femenino.
Por si fuera poco, Benidorm Fest ha llegado al Congreso. Galicia en Común y BNG quieren saber cómo eligió RTVE al jurado del evento.
Lo malo de este tipò de certámenes es que se ha convertido en la mejor metáfora de esta España mixta, sucia, inculta y vulgar, cuya educación en valores artísticos, como casi en todo lo demás, es tan deficiente como lo demuestra el hecho de que un país como Azarbayán, que es a la música lo que Haití al hockey sobre hielo, lleve años quedando por encima de la representación española.
La chabacanería del concurso ha sido una prueba viva y latente de los efectos que ha tenido la multiculturalidad y la ingeniería social en la cretinizada sociedad ibérica.
Benidorm Fest es otro claro síntoma, un reflejo claro, de la enfermedad moral que en España alcanza ya fase terminal. La experiencia demuestra que a mayor nivel educativo, mayor capacidad crítica; y a mayor capacidad crítica, mayor capacidad creativa en cuestiones de literatura, de cine o de música. Hace tiempo que en España se sacrificó el talento artístico por la cultura subvencionada al servicio de los políticos y no del interés general. A los gobiernos de esta democracia repugnante les interesó siempre que la educación en valores no se sobrepusiera a las necesidades económicas de un puñado de artistas de cámara.
En una sociedad más refinada culturalmente, más libre y menos grotesca, la mayoría de nuestros artistas parasitarios tendrían que dedicarse a arrimar el hombro.
La falta de educación en valores artísticos (por otro lado, como en casi todo lo demás), obliga a que las producciones culturales españolas, desde un libro a un rodaje cinematográfico, para que sean mínimamente rentables, deban encajar en los groseros, vulgares, superficiales y estrechos marcos creados por la terrible conjunción entre el fracaso educativo y la producción masiva de cultura-basura.
La España de las mundialización y del relativismo moral y antropológico coincide casualmente con la época de menores talentos artísticos desde antes de Atapuerca. La solución puede que esté en algo tan simple como la educación en valores integrales, de los que el valor artístico es pieza fundamental. La educación en valores integrales crearía ciudadanos libres del yugo del pensamiento y de las élites oficiales, que en todos nuestro país se han erigido como únicos portavoces cualificados para interpretar la actualidad en nombre de todos nosotros. Lo vemos con el cine español, cuyos temas interpretativos interesan a casi nadie y, sin embargo, sigue vegetando año tras año a la sombra de los presupuestos generales del Estado. Lo vemos también con esas normas que execrarían cualquier conciencia recta y limpia y que, sin embargo, la mayoría de los votantes aceptan como las beatas antiguas aceptaban los latinajos.
A los políticos de la casta les conviene mucho un público como el de Benidorm Fest para seguir alimentando a los pollitos parásitos con el calor de la gallina estatal de las subvenciones. A cambio, esos pollitos parásitos oficializan luego sus preferencias electorales y nos dictan lo que es bueno y lo que es malo en nombre de la Cultura, dicha así, con mayúsculas. Así que no contentos con las demoledoras cifras que nos anuncian cómo el cine español, la literatura y la música españolas interesan cada día a menos españoles, nuestras excrecencias artísticas siguen defendiendo el mito de las subvenciones y del intervencionismo estatal para que sus clamorosos fracasos sigan recayendo en los castigados bolsillos de los ciudadanos.
Y si no se tuviera la dignidad y el coraje de prescindir de este euroaquelarre musical, propondría para este año la concurrencia unida del presidente del Gobierno y de su ministro del Interior. Ahí es nada: el cante traicionero de Sánchez y Marlaska, acompañados en los coros por los tres cantosos portavoces de Bildu, ERC y Junts.
Que al menos sean ellos, y no nosotros, los que pasen el bochorno de participar en un festival cuyos mentores y promotores habrían relegado a Mozart al papel de compositor de polifonías móviles para quinceañeras.