Eduard Yitzhak
Cerca del 13 por ciento de la población israelí ha sido vacunada (hasta el 3 de enero de 2021) con la primera dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu se convirtió en el primer israelí en ser vacunado contra COVID-19 el 19 de diciembre, diciendo que quería dar ejemplo.
La prensa internacional se ha hecho eco de la elevada competencia del sistema de vacunación israelí, el más eficiente y con enorme diferencia al resto de países en vacunar al mayor número de personas.
El sistema de salud comunitario, altamente digitalizado de Israel, todos los ciudadanos, por ley, deben registrarse en el sistema sanitario del país, y su gobierno centralizado han demostrado ser expertos en orquestar una campaña nacional de vacunación.
El ministro de Salud de Israel, Yuli Edelstein, dijo en una entrevista el viernes 1 de enero de 2021 que Israel había entrado en negociaciones con los fabricantes de medicamentos como un “madrugador”, y que las empresas estaban interesadas en suministrar a Israel debido a la reputación de su sistema sanitario, por su eficiencia y recopilación de datos fiables. Israel ha dado prioridad a los sanitarios y los ciudadanos mayores de 60 años. Edelstein dijo que la mayoría de su población de alto riesgo debería recibir la segunda de dos dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech a fines de enero. Alrededor de 150,000 israelíes se vacunan por día.
En una encuesta de 48 países en 2013, el sistema de salud de Israel ocupó el cuarto lugar en el mundo en términos de eficiencia, y en 2014 ocupó el séptimo lugar de 51. En 2015, Israel ocupó el sexto lugar entre los países más sanos del mundo según la clasificación de Bloomberg y el octavo en términos de esperanza de vida.
Durante los distintos confinamientos, Israel ha enfrentado dificultades para lograr la colaboración de la comunidad ultraortodoxa, que se ha enfrentado a las medidas de restricción, especialmente las relativas a las celebraciones religiosas o las limitaciones de asistencia a eventos religiosos y bodas. Según los datos del Ministerio, un altísimo porcentaje de los contagios se registran entre los ultraortodoxos, que apenas suponen un 12% de la población israelí. De hecho, que las autoridades sanitarias vacunen también durante el Shabat, día sagrado de descanso para los judíos ha generado también rechazo por una parte de la comunidad ultraortodoxa.
Autoridades religiosas como el rabino (y viceministro de Transportes) Uri Maklev han criticado duramente al Ministerio de Salud por no suspender la campaña de vacunación en sábado. La comunidad judía ultraortodoxa de Israel, que se ha visto particularmente afectada por la pandemia, fue vista inicialmente como una población que podría resistir las vacunas, pero esos temores iniciales parecen haberse disipado, debido a que otras autoridades de grupos ultraortodoxos judíos han intentado convencer a sus afines para que se vacunen, según recoge The Jerusalem Post, como el rabino Yitzchok Zilberstein, una de las principales autoridades ultraortodoxas en la ley judía, que emitió un fallo público después de consultar con el profesor Balicer diciendo que los peligros que presentaba la vacuna eran insignificantes en comparación con los peligros del virus. Así fue como varias figuras importantes de la comunidad ultraortodoxa fueron fotografiadas recibiendo la vacuna.
Estos esfuerzos se complementan con la campaña gubernamental contra la desinformación antivacunas. El Ministerio de Justicia ha solicitado a Facebook que suspenda a los grupos que publiquen “contenido diseñado para engañar sobre las vacunas del coronavirus”, y la red social ha aceptado.
Donde las autoridades sanitarias israelíes topan con mucha mayor dificultad para vacunar es con la ciudadanía árabe israelí, casi el 20 por ciento de la población israelí. El jueves 31 de diciembre de 2020 Netanyahu visitó un centro de vacunación en la ciudad de Tira, en el centro de Israel, para fomentar una mayor participación entre la minoría árabe del país, que se ha mostrado como la minoría más reacia a vacunarse.
Netanyahu les dijo (a los árabes de Israel): “Trajimos millones de vacunas aquí, más que cualquier otro país del mundo en relación con su población” y agregó: “Las llevamos a todos: judíos y árabes, religiosos y laicos”. “Ven y vacúnate”, instó en árabe.
Los representantes árabes dicen que han estado luchando contra una avalancha de desinformación sobre la vacuna en las noticias árabes y las redes sociales. El Dr. Samir Subhi, alcalde de Umm al-Fahm, urbe que fue visitada el viernes por Netanyahu y Edelstein, dijo a la televisión israelí que había enviado un mensaje de voz a 25.000 teléfonos en el área instando a las personas a vacunarse y describiendo la lucha contra el virus como “sagrado para todos”. Los médicos árabes tienen dificultad en convencer a la población árabe de Israel, pues las redes árabes y las noticias árabes afirman en unos casos que la pandemia no existe, y en otros que las vacunas son una artimaña de los sionistas-cruzados para controlar el mundo musulmán o para esterilizar a las mujeres y a los niños musulmanes, y en otros casos que el coronavirus no afecta a los musulmanes, sólo a los que no se comportan como Alá manda.
Con Israel encaminándose hacia otra elección en marzo de 2021, la cuarta del país en dos años, Netanyahu ha hecho de la perspectiva de una rápida salida de la crisis económica y de salud provocada por la pandemia una piedra angular de su lucha por la supervivencia política. Ha ofrecido la posibilidad de que Israel se convierta en el primer país del mundo en estar completamente vacunado. Dejando de lado los motivos políticos, el primer ministro se ha ganado elogios por sus esfuerzos incluso de algunos críticos de toda la vida, después de haber sido ampliamente acusado de manejar mal la crisis el año pasado. “No podemos culpar a Netanyahu por todos los males de Israel, correctamente, la mayor parte del tiempo, y luego ignorar su contribución cuando algo funciona”, escribió Gideon Levy, columnista del periódico de tendencia izquierdista Haaretz la semana pasada.
La prensa antisemita afirma, sin nombrar, que expertos legales y activistas de derechos humanos dijeron que Israel está obligado a proporcionar vacunas a los palestinos y que la campaña de vacunación del gobierno israelí no se ha extendido a los palestinos en Judea-Samaria (Cisjordania) bajo control de Israel y la Franja de Gaza, y que aún no han tenido acceso a ninguna vacuna, mientras que los israelíes que viven en los asentamientos en Judea y Samaria sí que están siendo vacunados.
El ministro de Salud, Edelstein, dijo que la primera obligación del gobierno era con sus propios ciudadanos, pero que a Israel le interesa ayudar a reprimir la infección entre los palestinos. “Si Dios quiere, habrá una situación en la que podamos decir que estamos en condiciones de ayudar a los demás”, dijo, “sin duda se hará”.
Las autoridades israelíes aseguran que la responsabilidad sanitaria es cuestión de la Autoridad Palestina. Ésta no ha solicitado ayuda, por lo que los palestinos tendrán que esperar al menos hasta primavera de 2021 como pronto para poder recibir vacunas dentro de la iniciativa COVAX para países en desarrollo. En febrero llegarían las primeras dosis desde la Organización Mundial de la Salud.
Según los Acuerdos de Oslo de 1993 (oficialmente Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional) fueron una serie de acuerdos firmados entre el Gobierno de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y están diseñado para ofrecer una solución permanente en el conflicto palestino-israelí.
Conocidos como Acuerdos de Oslo I u Oslo I, estos acuerdos se complementaron con los acuerdos de Oslo II, o acuerdo de Taba por el nombre de la ciudad egipcia donde se firmaron.
Y ratificados por la Asamblea General del Consejo de Seguridad el 11 de octubre de 1993.
“Artículo VI. Traspaso preparatorio de atribuciones y responsabilidades
“1. Al entrar en vigor la presente Declaración de Principios y al llevarse a cabo el retiro de la Faja de Gaza y de la zona de Jericó, comenzará el traspaso de la autoridad del gobierno militar israelí y de su administración civil a los palestinos autorizados para cumplir esa labor, conforme a lo que se detalla en el presente documento. Ese traspaso de autoridad será de índole preparatoria, hasta que asuma el poder el Consejo.
“2 Inmediatamente después de la entrada en vigor de la presente Declaración de Principios y del retiro de la Faja de Gaza y de la zona de Jericó, y con miras a fomentar el desarrollo económico de la Ribera Occidental y de la Faja de Gaza, habrá un traspaso de autoridad a los palestinos en las esferas siguientes: educación y cultura, salud, bienestar social, tributación directa y turismo. La parte palestina comenzará a organizar la fuerza de policía palestina, conforme a lo convenido. Hasta que el Consejo asuma sus funciones las dos partes podrán negociar el traspaso de otras atribuciones y responsabilidades, según se convenga”.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, entidad precisamente que destila israelofobia y emplea el término de territorios “ocupados” para referirse a Judea y Samaria en lugar de que la ONU los declare como “territorios en disputa”, y que para citar a Hamás emplea el subterfugio de “la autoridad de facto en la Franja de Gaza”, el 5 de noviembre de 2020 informaba:
Apartado 17: “Con respecto a la cobertura de salud, los palestinos con estatus de residencia en Jerusalén oriental tienen acceso al seguro médico israelí […] En el resto del territorio palestino ocupado, la Autoridad Palestina y la autoridad de facto en la Franja de Gaza asumen las responsabilidades de la administración de la atención de salud pública para la población palestina.
Apartado 18: «La Autoridad Palestina tiene la responsabilidad de brindar atención médica a la población palestina en Cisjordania y Franja de Gaza tras su establecimiento en virtud de los Acuerdos de Oslo”.
Y en el apartado 21, recuerda que “Existen inequidades en la escasez de medicamentos esenciales y artículos médicos desechables en la atención de salud pública e instalaciones sanitarias entre Cisjordania y la Franja de Gaza, según datos reportados por el Ministerio de Salud palestino y que en 2019, un promedio del 42% de las categorías de medicamentos esenciales en la Franja de Gaza fueron completamente agotados, con el 26% de los desechables médicos esenciales con un suministro de menos de un mes en el momento de la toma de inventario”.
Por tanto, la Autoridad Palestina y Hamás son responsable totalmente de la sanidad y de la salud de sus conciudadanos y entre ellos mismos hay enormes inequidades. El hecho que no tengan vacunas y que no las hayan pedido ni comprado solo es imputable a sus gobernantes.
Es bien cierto que el gobierno israelí tiene la obligación de proteger a su población, no solo de los atentados que fomentan, patrocinan y alientan la Autoridad Palestina y Hamás, sino también de vacunar a su población frente al coronavirus, y no es menos cierto que la Autoridad Palestina y Hamás tienen la obligación de no atentar contra Israel, ni lanzar misiles, ni globos incendiarios ni enviar terroristas. No solo esto, que no lo cumplen, sino también tienen la obligación de proteger a sus ciudadanos en el tema de la salud, que tampoco lo hacen, y también es bien es cierto que los dirigentes palestinos de Fatah, la terrorista organización central de la Autoridad Palestina, y de Hamás, cuando están enfermos y requieren atención médica especializada piden ayuda y acuden a Israel.
Los líderes de opinión antisemitas harían bien en documentarse antes de difamar a Israel, pero eso es como “pedir peras al olmo”.
Y a los gobernantes de las naciones les iría muy bien seguir el modelo de Israel, así podrían vacunar a sus poblaciones y salvar más vidas y relanzar más pronto la economía.
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