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Acerca de la terrible capacidad de influencia de los medios de información -creadores de opinión y manipulación de masas- afines al gobierno

La influencia de los medios de información afines al gobierno, tanto en España como en otros lugares del mundo, sobre la política y sobre nuestras vidas cotidianas es tan abrumadora que muchos han llegado a afirmar que las democracias liberales son regímenes dirigidos por los medios o casi, en los que los políticos adoptan posiciones y aplican políticas premeditadamente pensadas, planificadas, con sumo cuidado con la intención de asegurarse que tengan una acogida favorable entre los periodistas más influyentes.

El caso de la actual Alemania (que no difiere demasiado de España), parece apoyar esta idea en el abandono progresivo de la energía nuclear desde hace más de una década, que ha conducido a una profunda crisis de su industria, entre otras muchas cuestiones; hasta la crisis migratoria autoimpuesta de 2015 en adelante y la histeria por el confinamiento y la vacunación masiva de 2020-21. Insisto, cuestiones que no son únicas de Alemania, sino que se han hecho extensivas al resto de la Unión Europea.

Pues sí, pese a que se suela pecar de ello, no hay que subestimar el papel de los medios de información en las sociedades occidentales. No es que los medios impulsen la política y quienes hacen profesión de ella actúen siguiendo sus dictados, pero sin duda colabora en la formulación y la aplicación de políticas, y por añadidura en la economía y en cientos de facetas de nuestras vidas. Un alto porcentaje de las noticias que aparecen en los medios son generalmente acontecimientos políticos. Sirven para coordinar y dirigir a sus protagonistas y sus agendas, determinan claramente la gestión de lo público y, sobre todo, construyen una realidad ajustada, diseñada no sólo para conducir el debate en una determinada dirección -política y socialmente correcta-, sino también para limitar el abanico de acciones posibles…

Resulta muy difícil escapar de la realidad impostada que propagan los medios y acceder a la realidad objetiva en ese inmenso océano de falsedades y medias verdades que elabora la clase periodística, pues su influencia es brutal, totalizadora, e incluso se puede calificar de «totalitaria». Una de las características más evidentes del periodismo moderno –y la fuente principal de su poder– es su coordinación incesante. Como hemos crecido y nos hemos acomodado o acostumbrado a este tipo de información, procedente de los medios afines a los gobiernos, se acaba dando por sentado que esa es la información veraz, la única.

Imagine que usted y yo, y algunos amigos, pretendemos crear una publicación periódica. Imagine, también, que nuestro objetivo es una revista semanal o un diario, y que, también, nuestra meta es llegar a millones de personas, … También cabe que, tengamos pretensiones más modestas y nos contentemos con llegar principalmente a lectores de nuestra región. Sean cuales sean los destinatarios, lo que queremos es cubrir la política nacional de la manera que sea. Lo lógico, lo más racional (antes de alquilar una oficina, equiparla o empezar a contratar personal) sería estudiar lo que dicen y sobre qué informan las publicaciones existentes y planificar una oferta de algo diferente. Salvo que ofrezcamos una información, unos análisis que nuestros lectores no puedan conseguir en ningún otro sitio, es muy complicado, difícil, o casi imposible que convenzamos a alguien de que nos lea.

Esto que afirmo, puede llevar a muchos a pensar que el actual panorama de los medios de información es muy diverso, plural, y lo que cuentan los medios ya existentes es muy diferente o lo narran de «otra forma», especialmente cuando se trata de asuntos que guardan relación con la política, lo que preocupa u ocupa o inquieta a una gran parte de la población, o los problemas económicos, o al consumo… Seguro que muchos piensan que el ámbito de la información es equiparable al mercado en general, en el cual existe una amplia oferta, una enorme variedad casi infinita de artilugios, electrodomésticos, bebidas energéticas, vehículos para todos los gustos, zapatos, prendas de vestir y un largo etcétera. Teóricamente los medios de información, radios, periódicos impresos, digitales o televisiones deberían ser tan variados en su enfoque y análisis como todas esas cosas que acabo de nombrar.

Pero, ocurre lo contrario. Los medios occidentales se parecen mucho más al panorama existente en la antigua Unión Soviética y sus países satélites que lo que usted puede imaginar. En los países occidentales sólo se vende, sólo se ofrece el mismo producto en todas partes y todas las publicaciones son casi idénticas. Como en los países comunistas, del «socialismo real», la variedad sólo es accesible en una especie de mercado negro, es decir, algunos blogs, algunas webs, algunas cuentas de redes sociales y publicaciones alternativas (en su mayoría en línea), que se supone que usted no debe leer y que el discurso oficial ignora por completo. Esta anomalía es bastante fácil de ver si pasas varias horas cada día leyendo noticias porque pretendes tener información y poseer criterio propio. Pero claro, la mayoría de la gente no dispone de tiempo suficiente, ni de ganas, ni de interés para invertir diariamente tanto tiempo… Y acaba pensando que la similitud de lo que se publica en medios como The New York Times , Süddeutsche Zeitung, Le Monde, El País, etc. y las radios y televisiones afines guarda relación con que «eso es lo que realmente está pasando en el mundo»

En los regímenes autoritarios duros, como la Alemania nacionalsocialista, o la Rusia del socialismo real, la propaganda del régimen era un instrumento rotundo y contundente. Todo aquel que leyera el Völkischer Beobachter o el Pravda sabía muy bien que uno u otro periódico propagaba la línea oficial del Partido Nazi o del Partido Comunista.

Por el contrario, el autoritarismo blando del Occidente liberal gestiona la información y las opiniones, en su afán de crear opinión y manipular a las masas, de una manera mucho más hábil y eficaz, es decir, fingiendo que no lo hace. Millones de personas abren sus periódicos, o se conectan a la radio, o la televisión todos los días con la creencia de que contienen relatos precisos, veraces, de lo que sucede en el mundo, o en su entorno más próximo, y forman sus opiniones y preferencias políticas dentro de esta ilusión (sí, como la falsa percepción de la realidad que consigue un ilusionista) altamente convincente.

La red de propaganda que mantienen los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas occidentales es muy cara, enormemente costosa. En un mercado mediático decente, sano, más libre y no subvencionado, y por supuesto, no supervisado ni controlado por los gobernantes, habría una enorme competencia entre multitud de periodistas profesionales y con magníficos sueldos, que estarían luchando cada día por quitarle lectores a los medios rivales, escribiendo de manera diferente a la que actualmente escriben; seguro que de manera más eficaz y de forma más exitosa. El abajo firmante, periodista «amateur», es un escritor de relevancia no demasiado grande en ese ecosistema de los medios alternativos, un ecosistema con cientos de millones de personas, esas personas a las que los medios oficiales ha descartado y a las que desprecian, o les importa un bledo para ejercer el control del relato; es seguro que si existiese un mercado mediático decente, las personas como yo, los periodistas amateurs tendríamos pocas opciones, poca capacidad de influencia o ninguna…

Son muchos, demasiados, los empresarios y políticos, y también grupos de presión, lobbies, que se coordinan, se organizan, que conspiran para mantener a los medios tradicionales-convencionales en el mismo discurso, estamos hablando del «establishment político». Esta colaboración incluye un pacto tácito de que los políticos y burócratas de alto rango sólo conceden entrevistas e información a los periodistas afines al régimen, lo que les otorga un monopolio completo, una situación de privilegio respecto de las noticias políticas, económicas y sobre todo lo que tiene que ver con nuestras vidas cotidianas.

En el caso de España todo ello se ve agravado por el hecho de que el gobierno, mejor dicho los gobiernos, el central, los regionales, las diputaciones y cabildos y los ayuntamientos, subvencionan directa e indirectamente a los medios afines, o tratan de ahogarlos negándoles la posibilidad de insertar propaganda institucional; motivo por el cual multitud de periodistas se han acabado convirtiendo en activistas, sicarios, agitadores de los partidos gobernantes, llegando al extremo de ponerse algunos al frente, firmando manifiestos, para impedir el acceso de determinados periodistas algunas instituciones, o incluso apoyando claramente la creación de comités de censura y control de la información frente a lo que, tanto algunos partidos como periodistas llaman falso periodismo, y lindezas por el estilo.

Pues sí, los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas cambian de dirección y revisa sus discursos de forma continua, y cuando les conviene, donde digo digo, digo Diego, y lo hacen sin ponerse colorados; y por supuesto, la mayoría de sus periodistas lo niegan con el mayor descaro y cinismo. Da igual si se trata del declive mental de Joe Biden, o del intento de asesinato de Donald Trump, o de la corrupción, o del despilfarro, o del uso indebido del Falcon por parte del presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, o de los chanchullos de su hermano, o de los chanchullos de su esposa, Begoña Gómez, o de la amnistía a los golpistas-separatistas de Cataluña… da igual el asunto que usted elija, cuando los medios siguiendo el dictado de los gobernantes, y viceversa, decidan que les conviene decir lo contrario de lo que hasta ese momento venían diciendo, no dude usted de que dirán todo lo contrario…

Y lo hacen por la sencilla razón de que saben que la mayoría de los españoles, o ciudadanos de otros lugares, tienen memoria selectiva, aplican una especie de «Alzhéimer», o lo que le cuentan los medios se acaba convirtiendo poco más o menos que en un hecho histórico remoto, con el cual no se sienten ligados y respecto del que no se sienten afectados ni concernidos… ¿Quién se acuerda ya en España del intento de golpe de Estado de los separatistas catalanes en 2017, o de la larga ristra de asesinatos de la ETA y demás organizaciones terroristas vascas; o del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco, o del secuestro de José Antonio Ortega Lara…? ¿Alguien se acuerda de los actos de robo, despilfarro y demás desmanes del gobierno socialista de Felipe González, o del terrorismo de estado emprendido entonces mediante los GAL…? ¿Alguien se acuerda todavía de los incumplimientos y traiciones del gobierno del PP con Mariano Rajoy al frente? ¿Alguien se acuerda ya de Zapatero, o de los ERE de Andalucía… o de las barrabasadas más o menos recientes del gobierno social-comunista como las leyes de «género» emprendidas en los últimos años que han llevado a la excarcelación de violadores y agresores sexuales? ¿Alguien se acuerda de las denuncias falsas contra hombres inocentes que durante las últimas dos décadas han llevado a miles de hombres a suicidarse, a verse separados de sus hijos, desahuciados e incluso encarcelados?

Todos esos actos de olvido, de «damnatio memoriae» se realizan con la inestimable y entusiasta colaboración de la mayoría de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas, para lo cual se utiliza -pasando desapercibido para la mayoría de la gente- la técnica denominada «ventana de Overton».

La «ventana de Overton» recibe ese nombre por Joseph P. Overton, ex vicepresidente del Centro Mackinac, uno de los más prestigiosos institutos de investigación de políticas públicas de EEUU.

Joseph Overton observó que para cada área de la administración pública, de la burocracia estatal, del aparato del estado, sólo existe un abanico medio abierto, un pequeño margen de potenciales políticas que puedan ser consideradas admisibles, dependiendo en primer lugar de si les resulta convenientes a los profesionales de la política apoyarlas, incluso aunque entren -aparentemente- en conflicto con sus preferencias personales. Evidentemente, las corrientes de opinión más o menos mayoritarias cambian, no cuando los políticos cambian de ideas, sino cuando los ciudadanos lo hacen.

Overton creó un modelo explicativo vertical de políticas, de gestión de lo público que, va de «más libre» -parte superior- a «menos libre», relativo a la intervención de los gobiernos, en el que las políticas admisibles, aceptables, se enmarcan en una «ventana» que puede moverse a lo largo de ese eje, ampliarse o bien reducirse. Al fallecer Overton, este modelo explicativo fue bautizado como la Ventana Overton por sus colegas del centro Mackinac, entre los que Joseph Lehman contribuyó a su popularización…

La ventana puede moverse si se consigue que cambien la mentalidad de la sociedad apelando a los hechos y la lógica, a la moralidad, a las emociones y en último término a las circunstancias o bien la desinformación.

La Ventana de Overton describe con escalofriante exactitud cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que, las ideas que antes se consideraban descabelladas, aberrantes, algo absurdo e impensable, tabú, acaben siendo aceptadas transcurrido cierto tiempo.

En principio, teóricamente, ningún tabú escaparía a la eficacia de esta técnica. Por lo tanto, se podría cambiar de modo radical -desde la raíz- la valoración que la sociedad, por poner algunos ejemplos, tiene actualmente de la eutanasia, el incesto, el bestialismo, la pederastia o el canibalismo. Para ello no se llevaría a cabo un lavado de cerebro directo, sino una serie de técnicas avanzadas, cuyo desarrollo pasaría inadvertido para la sociedad.

Para mostrar de qué manera esta teoría explica cómo se pueden lograr los efectos deseados, conviene que nos centremos en un tabú concreto.

Examinemos por ejemplo LA PEDERASTIA que, seguro que es uno de los que la mayoría de la gente considera absolutamente inadmisible.

¿Cómo hacer posible que la gente considere aceptable corromper y abusar de menores? ¿Qué camino hay que recorrer para conseguir un cambio en las conciencias, desde la fase de aversión-repulsión hasta la de conformidad plena?

Pues, aunque les parezca mentira, tal aberración sería posible de conseguir, siguiendo rigurosamente las cinco etapas que a continuación se describen:

PRIMERA ETAPA: DE LO IMPENSABLE A LO RADICAL

En este primer paso, la aprobación de LA PEDERASTIA es todavía algo impensable. La práctica corromper y abusar de menores se encuentra en el nivel más bajo de aceptación de la ventana de posibilidades de Overton (muy estrecha aún, por no decir cerrada a cal y canto), puesto que la sociedad lo considera una acción repugnante y absolutamente reñida con la moral pública. Es decir, la ventana está cerrada y de momento no se mueve.

Para modificar esta percepción —y amparándose en la libertad de expresión—, se trasladaría esta cuestión al ámbito científico, sugiriendo que para los científicos no deberían existir asuntos tabúes. En ese caso, podría realizarse un simposio, por ejemplo, sobre culturas ancestrales en las que, supuestamente la pedofilia y la pederastia eran una cuestión corriente e incluso consideradas sublimes, para obtener declaraciones autorizadas, de «expertos» sobre la pedofilia y la pederastia, forzando así la transición de la actitud negativa e intransigente original de la sociedad a una actitud más positiva y abierta.

Simultáneamente, se fundaría un grupo de activistas pro-pederastia, favorables a la pedofilia y a la pederastia, aunque sólamente exista en alguna «red social» de Internet o posea una web específica, con el objetivo de poder ser citado, hablar de su existencia, por numerosos medios de información y manipulación de masas. Con esto ya se habría logrado el objetivo de la primera fase: eliminado el tabú, se consigue que la cuestión originalmente inaceptable empiece a hablarse de ella, a discutirse.

SEGUNDA ETAPA: DE LO RADICAL A LO ACEPTABLE

En esta segunda etapa ya se persigue abiertamente la aprobación de la pederastia. Para que ésta pueda ser aceptada hay que seguir divulgando las conclusiones de los «científicos», e insistir en lo oportuno que es no tener prejuicios sobre el asunto, calificando de intransigentes a quienes se nieguen a adquirir conocimientos sobre el mismo.

Los que se resisten deben empezar a ser vistos como fanáticos que se oponen a la ciencia y a la ilustración, si alguna persona se niega a hablar de ello será considerado un hipócrita intolerante. Mientras se condena públicamente a los intolerantes, es necesario crear un eufemismo, con la intención de que se pierda el significado directo del término original y sus connotaciones negativas, sustituyendo así la expresión original «pederastia» por «Personas Atraídas por Menores», subrayando que la pedofilia y la pederastia no son delitos sino otras opciones sexuales más. Paralelamente se crearía un precedente, histórico, mitológico, o inventado, que sirviera de referencia y pudiera ser utilizado como prueba de que la pederastia es perfectamente legítima.

El uso combinado de medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas y grupos de presión convertiría en aceptable, más pronto que tarde, el hecho de que haya personas que incluyen en sus conductas habituales la corrupción y el abuso de menores.

Sería de suma importancia hacer hincapié en que en la Grecia Clásica raro era el adulto que no tenía relación con un joven, adolescente, de forma habitual…

TERCERA ETAPA: DE LO ACEPTABLE A LO SENSATO

Para convertir en sensato lo que en un principio era totalmente inaceptable, lo siguiente sería proponer que la pederastia -y la pedofilia- sea un derecho de todo hombre libre. Un lema apropiado podría ser el siguiente: «un hombre libre tiene derecho a decidir a quién ama, independientemente de la edad de la persona amada».

Al mismo tiempo, seguiría siendo absolutamente necesario arrinconar a quienes piensan diferente, es decir, a cuantos todavía impugnan la consolidación de este pretendido derecho. Una forma de conseguirlo, sería acusando a quienes se opusieran, de radicales, ultras que odian a quienes se aman libremente, de retrógrados y extremistas que arrojarían a la hoguera, si pudieran, no sólo a los pedófilos y pederastas, sino a los miembros de cualquier minoría.

A su vez, pretendidos expertos y personajes conocidos del mundo de la información, creadores de opinión y manipulación de masas insistirían en que a lo largo de la historia humana la pederastia era una práctica común y muy extendida, sin que esto produjera extrañeza en aquellas sociedades…

Como hemos advertido, el objetivo de esta tercera etapa es que la pederastia sea considerada una costumbre razonable, algo «normal».

CUARTA ETAPA: DE LO SENSATO A LO POPULAR

A continuación, se debe poner toda la maquinaria del poder al servicio del ideal supremo. En este instante, los medios de información, secundados por gente famosa y autoridades, hablan abiertamente de la pederastia. La pederastia y los pederastas se convierten entonces en un asunto predilecto de la industria del entretenimiento. El fenómeno asoma por primera vez en películas, letras de canciones comerciales, novelas y espectáculos televisivos. De repente, se produce también el ensalzamiento, la apología de personajes relevantes que en la historia practicaron la pederastia (como, por ejemplo, los emperadores romanos Trajano, Adriano…), sirviendo de modelo a las multitudes.

El fenómeno pronto se vuelve imparable y multitudinario. Además, para reforzar su imagen positiva, los pederastas son presentados ante la opinión pública como víctimas de una sociedad represora, que les impide satisfacer sus apetitos, y amar libremente a quienes ellos deseen.

QUINTA ETAPA: DE LOS POPULAR A LO POLÍTICO

El ideal ya está al alcance de la mano. En esta última etapa, la ventana de posibilidades de Overton, totalmente cerrada al principio, aparece ya a escasos centímetros de abrirse de par en par.

El arreón definitivo consiste en preparar la legislación para legalizar el fenómeno. Los partidarios de la legalización de la pederastia, del abuso y de la corrupción de menores, incorporados en grupos de presión, se consolidan en el poder y promueven encuestas y estudios de opinión con el fin de mostrar un alto porcentaje de partidarios de la legalización del fenómeno. Y de forma automática, como la fruta madura que cae por sí sola del árbol, se acaban estableciendo en la conciencia colectiva nuevos e incontestables dogmas: «se prohíbe la prohibición de la pederastia y de la pedofilia»; «amar a menores y adolescentes es un derecho»; «quienes se oponen a la pederastia incurren en un delito de odio» …

Como vemos, el movimiento de las ventanas es una estrategia perfectamente definida. Hemos contemplado el arco completo, pasando del rechazo absoluto a la pederastia (como uso totalmente ajeno a la moral pública) a su legalización y aprobación popular y política.

Decíamos al principio que la Ventana de Overton es una teoría política que describe con escalofriante exactitud cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas a lo largo del tiempo. Y hemos descrito cómo es posible.

Las ‘ventanas de posibilidades’, inicialmente descritas por Joseph Overton, pueden extrapolarse a cualquier fenómeno y es especialmente fácil de aplicar en una sociedad tolerante en la que la llamada libertad de expresión se ha convertido en la deshumanización y donde ante nuestros ojos se eliminan uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción.

El aborto, el «matrimonio homosexual», la posibilidad de que los homosexuales puedan adoptar a menores, los vientres de alquiler, la eutanasia, la «perspectiva de género» … Todos estos asuntos, tabúes hasta hace pocos años, han pasado el filtro de la ventana de Overton o están en estos momentos en alguna de las etapas descritas.

Supongo que, algunos de los que hayan llegado hasta este párrafo, habrán llegado a la conclusión de que, entre los gravísimos alcances de esta diabólica estrategia de manipulación de masas, está la de provocar una fractura social casi irrecuperable. Siendo su corolario más dañino, sin embargo, la degradación de la sociedad mediante la «normalización» y legalización de aberraciones de todo tipo, que llevan aparejadas renuncias a cuestiones que la mayoría consideraba irrenunciables, que acaban, como hemos visto, siendo asumidas por una mayoría de la población y acaban siendo consideradas «naturales», o «derechos humanos».

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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