Son muchos los que afirman que Don Felipe VI, Rey de España «no puede negarse a dar su aprobación a los indultos que pretende conceder el gobierno sociópata-comunista de Pedro Sánchez a los separatistas catalanes que promovieron el golpe de estado fallido de finales de 2017″…
¿Quién se lo impide, quién o quiénes pueden obligar a Don Felipe VI a estampar su firma en el documento mediante el cual, el gobierno que preside el traidor y felón Pedro Sánchez pretende perdonar a quienes son sus secuaces, sus cómplices en su objetivo de destruir España?
Pese a que haya quien diga lo contrario, si Don Felipe VI rubrica con su firma la concesión del indulto a los golpistas-separatistas, estaría cometiendo prevaricación, estaría apoyando un acto delictivo a sabiendas, estaría faltando a su obligación como Jefe del Estado a cumplir y hacer cumplir la Constitución Española de 1978, y siendo cómplice de quienes pretendieron, hace ya más de tres años, romper la Unidad de la Patria.
Don Felipe VI sería cómplice de quienes, tras el intento de golpe de estado, siguen afirmando, sin rodeos, que no se arrepienten y que, si son puestos en libertad volverán a repetirlo… Si Don Felipe autoriza con su firma la medida de «gracia» que pretende conceder el gobierno sociópata-comunista a sus socios separatistas, estaría de facto concediendo una amnistía, un «indulto general» a un grupo indetermindado de gente que han incurrido en gravísimos delitos; lo cual está expresamente prohibido por la Constitución.
Si Don Felipe VI autorizara con su firma los indultos que pretende el gobierno sociópata, concederles a los golpistas catalanes, estaría haciendo dejación de su obligación, como Jefe del Estado, de garantizar la unidad y la soberanía de la Nación Española, tal cual afirma nuestra constitución.
¿Por qué hay que negarle a Don Felipe VI la posibilidad de que actúe en conciencia, e incluso que se declare objetor de conciencia? Y, sobre todo: ¿Quién o quiénes pueden impedírselo?
Bien, además de negarme a autorizar la concesión del indulto a los golpistas-separatistas catalanes, si yo fuera el Rey de España, lo que nunca habría hecho, sería avergonzarme del legado de mi padre, defendería públicamente la herencia de mi padre, y respondería con contundencia a los continuos agravios a los que es sometido, llegando a la comicidad…
Si yo fuera el Rey de España, por el contrario, lo que haría sería mostrarme orgulloso de todo lo que mi padre, Don Juan Carlos I, ha hecho por España durante casi cuarenta años. Ensalzaría su reinado, el periodo de tiempo más próspero -sin duda alguna- de la Historia de España, y no dudaría, tampoco, en denunciar públicamente el acto de hipocresía, la burla cruel, que supone el continuo linchamiento de Don Juan Carlos I, por haber ejercido de intermediario, y haber percibido dinero por su buen hacer, para conseguir poner en contacto a empresas españolas con otras de fuera de España y obtener buenos acuerdos y contratos que, han beneficiado grandemente a España y a los españoles,
Si yo fuera el Rey de España, volvería a felicitar públicamente a mi padre, para que se sepa, por su brillante intervención en aquel congreso de jefes de estado en el que dijo aquello de ¿Por qué no te callas?, dirigiéndose al gorila Hugo Chávez Frías… Le diría:
“Enhorabuena, papá, por esa frase que le dio la vuelta al mundo: “¿Por qué no te callas?”, poniendo en su sitio con la mayor naturalidad a uno de los peores dictadores modernos. Me siento especialmente orgullosos de ti, pues entonces te portaste como un rey”.
Si yo fuera el Rey de España, le daría una lección de urbanidad básica a más de un político. Le diría
“Mire usted: cuando alguien viene a hablar conmigo para tratar de asuntos oficiales en este palacio -La Zarzuela- debe mantener un cierto nivel de formalidad y de decoro. No me importa que usted vaya sin afeitar o lleve moño, o coleta, pero por lo menos, debe ir vestido como requiere el protocolo. Si estuviéramos en la playa podríamos saludarnos en traje de baño y camiseta, pero aquí hay que presentarse, como mínimo, con traje y corbata. Tampoco voy a aceptar su regalo, y no es porque se llame algo así como “Juego de tronos”, con la insinuación correspondiente, sino porque yo soy el Rey y no acepto regalos de nadie, y menos de forma inesperada como esta. Así que, amigo mío, salga usted por esa puerta, vístase como Dios manda, y vuelva a hacer la solicitud necesaria para que yo le reciba oficialmente, lo cual haré encantado cuando llegue el momento”.
Si yo fuera el Rey de España, tras la decisión de mi padre, Don Juan Carlos I, de renunciar a la corona y pasármela a mí, me habría dirigido al pueblo español, por televisión, y le habría dicho a todos nuestros compatriotas:
“Españoles: Mi padre ha decidido jubilarse y pasarme el título de rey a mí, su sucesor legítimo. Pero estamos en el siglo XXI, y el concepto de realeza está un tanto anticuado, incluso se puede calificar de «medieval». Hoy, en la mayor parte de los países del mundo, los líderes no se suceden por sangre, sino ganándose el cargo por sus propios méritos. Así que os propongo lo siguiente: ya que cada cierto tiempo hay quienes cuestionan mi legitimidad, como lo hicieron con mi padre; no voy a aceptar ser rey. Creo que mi preparación personal es la mejor para dirigir España, pero no voy a acomodarme en esa posición por mi bonita cara, voy a convenceros de que soy el mejor gobernante. Os propongo que se lleve a cabo un referendo, mejor unas elecciones para que los españoles decidáis quién debe ser el Jefe del Estado, competiré con todo aquel que considere que esté suficientemente cualificado… y haré todo lo posible para que me elijáis. Si lo hacéis, os serviré durante el tiempo que consideréis oportuno, con orgullo y plena dedicación y entrega; si no me elegís, seré un ciudadano más, con los mismos derechos y obligaciones– ni más ni menos – que cualquier otro. Pero la decisión de quién es vuestro líder, de quién debe ser el Jefe del Estado, será vuestra, del pueblo español”.
Si yo fuera el Rey de España, habría hecho todo esto, y mucho más, cuando mi padre, Don Juan Carlos abdicó, aunque, el momento ya pasó…
Y como no cuesta nada soñar, fantasear, imaginar, si yo fuera el Rey de España, hay una cosa importantísima que aún estaría a tiempo de hacer: Reuniría a todos los políticos en uno de los grandes salones de uno de mis palacios, el de «La Zarzuela», por ejemplo, me aseguraría de que todos fueran vestidos apropiadamente para la ocasión, y me dirigiría a ellos de esta forma:
“Queridos colegas: llevamos prácticamente varios años sin gobernar, es decir, sin apenas crear leyes que regulen la producción, el comercio y las vidas privadas de nuestros ciudadanos, y todo el mundo se ha dado cuenta de que la economía funciona mejor sin políticos, o sea, cuando dejáis de funcionar vosotros. La gente ha seguido pagando impuestos porque no tiene otra opción, pero por lo menos no habéis estado ahí manipulando las cosas, y las cosas han ido mejor sin vuestra manipulación. Habéis vuelto a demostrar lo que está claro tanto en teoría como en la práctica: que cuanto mayor es la libertad en un país, mayor es su progreso. Por lo tanto, vamos a desmantelar el gobierno; no sólo este gobierno concreto (mañana seréis todos oficialmente informados de vuestras destituciones, para que podáis buscaros trabajos productivos a partir de ahora), sino el gobierno como tal.
Voy a reducir el gobierno a sus tres funciones básicas: la policía, el ejército y los tribunales de justicia, las únicas funciones realmente necesarias para proteger los derechos individuales; y poco a poco voy a separar totalmente el gobierno de la economía, como requiere un sistema social justo y racional. En poquísimo tiempo nos convertiremos en un nación increíblemente próspera y en un país líder desde el punto de vista económico, a escala mundial”.
Todo esto, y mucho más, habría yo hecho si yo fuera el Rey de España… y después de la maldita pandemia que, nos ha llevado a una profunda crisis económica, institucional, política; además de la terrible crisis de salud pública; habría asumido plenamente la Jefatura del Estado y cumplido con la misión que me encomienda la Constitución Española de 1978, de garantizar la unidad y la soberanía de España, habría ejercido como «Rey» y dejado de ser un poder teórico, habría asumido la jefatura de nuestro Ejército, y me hubiera puesto al frente de la imprescindible regeneración-quirúrgica que España necesita con urgencia extrema…
Si yo fuera el Rey de España, habría promovido un “golpe de timón”, un cambio de rumbo, sin complejos, frente al desbarajuste que sufre la nación española, frente al enorme caos al que nos ha conducido el gobierno frente-populista, social-comunista que preside Pedro Sánchez, habría emprendido un cambio de rumbo que, cada día es más necesario, urgentísimo.
Si yo fuera el Rey de España habría puesto en marcha una profunda –radical- respuesta democrática, una política regeneracionista, dejando a un lado insensateces, indecisiones o actitudes timoratas… Estoy seguro de que sería enormemente aplaudida y apoyada por la mayoría de la población española.
Si yo fuera el Rey de España, hace ya mucho tiempo que habría tomado las riendas y habría nombrado, previa disolución de las Cortes, un gobierno provisional, de “hombres sabios y buenos” (y “mujeres sabias y buenas” que haberlas también las hay), para que ponga en marcha un plan de choque, para regenerar España, y que lo lleve a la práctica, sin aplazamientos, con seriedad y sin temores de clase alguna; un proyecto concreto y claro, y con visión de futuro y de durabilidad.
Insisto: todo eso y mucho más habría yo decidido, si yo fuera el Rey de España,…
Pero volvamos a la realidad. Yo no soy rey, ni tengo aspiraciones de serlo. Y tampoco tengo ya estómago para ver las noticias, la manipulación informativa de lis diversos medios: televisiones, radios y diarios… y menos los mítines kilométricos a los que nos tienen acostumbrados los aduladores y trovadores de Pedro Sánchez… así que voy a relajarme viendo un buen partido de fútbol, o una buena película en la televisión.
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