ANÁLISIS DE LA GEOESTRATEGIA Y LA GEOPOLÍTICA EN ORIENTE MEDIO II PARTE

Por David de Caixal : Historiador Militar. Director del Área de Seguridad y Defensa de INISEG.  Director del Máster de Historia Militar de INISEG / Universidad Pegaso. Director del Grupo de Investigación del CIIA (Centro Internacional de Investigación Avanzada en Seguridad y Defensa de INISEG-Universidad Pegaso. Membership in support of the AUSA (Association of the United States Army) Miembro asesor de la Sección de Derecho Militar y Seguridad del ICAM (Ilustre Colegio de Abogados de Madrid). Miembro del Grupo de Investigación de INISEG y “The University and Agency Partnership Program » (UAPP) proyecto universitario para la difusión de la Cultura de la Defensa de Estados Unidos.

En efecto, el Emirato Islámico fue creado por las monarquías del Golfo con ayuda de Turquía, algo que siempre he denunciado en mis artículos y análisis y que ahora aparece demostrado en un documento de la DIA (Defense Intelligence Agency) publicado por Judicial Watch y el periódico alemán Der Spiegel.  A su vez Turquía persigue sus propios intereses en la región, algo demostrado por el hecho de que este país «que ha financiado y promovido al Estado Islámico» no se haya unido a los actuales ataques aéreos realizados por EEUU y sus aliados contra posiciones del grupo yihadista en Siria. Tampoco le interesa a Turquía que sean fuertes los kurdos que combaten contra el Estado Islámico, ya que en caso de que se acabara formando un estado kurdo, «una parte suya sería hoy parte del territorio turco” Pese a haber creado al Estado Islámico, EEUU muestra sus fragilidades a la hora de combatirlo debido a la ausencia de una «estrategia coherente«. En este sentido, los «rebeldes moderados» que Estados Unidos entrenaba en Siria contra Assad ahora se niegan a luchar contra el Estado Islámico, lo cual ya no me sorprende, ya que estos rebeldes entregaban a los yihadistas armas suministradas por la administración Obama «Las fuerzas más capaces de vencer al Estado Islámico» a corto plazo, son Rusia, Siria e Irán, pero el Presidente Obama, durante su mandato, prefirió ver como la situación de los terroristas se agravaba antes que verlos «vencidos por los enemigos de EEUU”.  La Unión Europea y EEUU afirmaron desde un inicio apoyar la guerra contra el EI, pero ellos nunca mencionan al otro gran grupo terrorista, el Frente al Nusra, que es la rama siria del movimiento terrorista global de Al Qaida. ¿Ha olvidado Occidente los ataques del 11-S? En 2001, Al Qaida era el gran enemigo de las naciones occidentales y el objetivo de la así llamada “guerra contra el terrorismo”. El Estado Islámico está obteniendo apoyo de ciertos grupos locales y regionales, algo que EEUU y la UE deberían evitar, no están haciendo nada para detener este apoyo incluso aunque sería muy fácil para ellos hacerlo. Parece haber un intento por parte de algunos países occidentales, especialmente Francia y EEUU, para recrear la fracasada estrategia puesta en práctica en Afganistán en los años ochenta del pasado siglo, es decir, apoyar a grupos terroristas contra sus rivales internacionales y regionales sin que importen las consecuencias para los pueblos de la región y, en última instancia, para los propios países occidentales. Aunque todo cambio en la geopolítica internacional en Oriente Medio, con la llegada del Presidente Trump a la Casa Blanca, poniendo punto y final a los apoyos a esos grupos rebeldes, afiliados a otros grupos islamistas (Al-Qaeda y EI), Trump cambio para bien esa política internacional en la guerra contra el Estado Islámico. Turquía, Arabia Saudí y Qatar se han convertido en los principales patrocinadores del terrorismo en el mundo. Recientemente, Como ya vimos en su momento, cuando Turquía envió a miles de terroristas a través de la frontera con Siria con el fin de lanzar una ofensiva en la provincia de Idleb, cuyo territorio se encuentra ahora en las manos del Frente al Nusra. Por su parte, Qatar y Arabia Saudí lazaron una campaña mediática para intentar limpiar la imagen del Frente al Nusra. En marzo del 2015, algunos medios árabes del Golfo Pérsico afirmaron que esta organización podría “romper sus vínculos” con Al Qaida, liderada por Aiman al Zawahiri, sin cambiar su doctrina y formar una nueva organización apoyada por las monarquías del Golfo.

En consecuencia cualquier campaña que busque un éxito decisivo, sostenible y aceptablemente rápido debe combinar la acción aérea con la terrestre. El enemigo que debe dispersarse para escapar de los ataques aéreos no puede después concentrarse oportunamente para hacer frente a un ataque de fuerzas terrestres. Y si logra concentrar unidades y recursos estos se convierten en un blanco fácil y rentable para las fuerzas aéreas. La Guerra del Golfo de 1991, es posiblemente el mejor fenómeno de este ejemplo. Fue un auténtico error atacar a Irak en la primera Guerra del Golfo y derrocar a Sadam Hussein en la segunda guerra en 2003. Tal y como afirmo Rand Paul, Senador Republicano y candidato a la Presidencia de los EEUU. “Cada vez que deponemos a algún dictador, nos sumimos en un caos (…) considero la guerra como el último recurso«. Debemos ser conscientes que estamos entrando en un conflicto que se va a generalizar en todo Occidente, estamos en una guerra no declarada, un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, el enfrentamiento de las Civilizaciones que matizaba Huntington, por desgracia y debido a los errores que hemos estado cometiendo desde hace años se verá hecho realidad. Me gustaría señalar un paralelismo en la estrategia que estamos llevando a cabo para derrotar al EI. En la primera Guerra del Golfo, en 1991, 36 naciones se aliaron para derrotar a Sadam Hussein, según el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Irak había violado diversos tratados internacionales invadiendo Kuwait. Con lo que se decidió la intervención en la que participaron más de 950.000 soldados de 36 naciones, de los cuales 415.000 eran norteamericanos, más de 2.000 carros de combate, 2.200 aviones de combate, más de 100 buques de guerra, con el objetivo de salvar el petróleo. Sadam Hussein no era ningún peligro para la estabilidad mundial, ni en 1991, ni en 2003, pero acabamos con su régimen y provocamos el caos y la guerra en Oriente Medio, lo mismo ha sucedido con Libia y Siria. Pero en la actualidad, El Estado Islámico representa el mal encarnado en el islamismo, un peligro para Occidente y para la humanidad. Y que hacemos para combatirlo y derrotarlo, Se enviaron 187 aviones de combate de una mermada e insignificante coalición que de vez en cuando realizaban algún ataque, para que no se diga que no combatimos al EI.

Desde Occidente reforzamos a los soldados iraquíes y a los peshmergas kurdos con el envío de 17.000 asesores militares, de los cuales 12.000 son norteamericanos y más de 300 del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra y de la Legión. La tarea no es fácil, ya que se encuentran con un ejército de altos índices de corrupción, deserciones y con poca preparación. Estados Unidos ha detectado planes para cometer atentados terroristas utilizando falsos reclutas, introducidos por el Estado Islámico.  Mi pregunta y reflexión es, “Si el EI representa la mayor amenaza para la humanidad desde el final de la Segunda Guerra Mundial, porque entrenamos a los iraquíes y a los kurdos para que mueran defendiendo a la humanidad ellos solos” “Curiosa la forma que tenemos de acabar con el EI, enviamos a los asesores militares, entrenamos a los kurdos y a los iraquíes y les decimos ahora os vais a combatir a los terroristas, que nosotros ya os diremos desde la retaguardia como tenéis que hacerlo” El problema es que el Estado Islámico ya nos ha vencido, su mayor victoria es nuestra mayor debilidad, Occidente ha sido derrotada por que ha perdido sus valores cristianos, sus valores humanistas, heredados de la cultura greco-romana y judeo-cristiana. El establishment y los globalistas ya se han encargado de destruir la sociedad y los valores occidentales de la familia cristiana. Su Santidad el Papa Francisco, alerto que si Occidente no actuaba, los cristianos serían aniquilados en Oriente Medio, cada hora es asesinado un cristiano a manos de los terroristas, según afirmó la Agencia de Noticias FIDES del Vaticano. Si queremos derrotar al EI, debemos llevar a cabo una acción militar terrestre que aniquile a ese estado terrorista que amenaza la estabilidad y la seguridad mundial, porque de lo contrario será demasiado tarde.

Rebeldes y soldados sirios respaldados por Turquía se preparan para quemar la bandera de las Unidades de Protección Popular kurdas (YPG) en el monte Barsaya, en la frontera entre Siria y Turquía. (Saleh Abo Ghaloun/AFP/Getty Images)

En la guerra de Siria, los kurdos volvieron a creer en la palabra de Occidente, y más concretamente en la del presidente norteamericano, Barack Obama. A cambio de sus promesas de ayuda en el mantenimiento de su propia identidad y de mayor autonomía, los kurdos han sido la principal punta de lanza contra los yihadistas del Daesh, el autoproclamado Estado Islámico. Pero, Trump decidió sacar a sus tropas de Siria, dejando el campo libre a que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, invadiera la zona siria que los kurdos de las Unidades para la Protección del Pueblo (YPG) habían limpiado de guerrilleros islamistas. Lo hizo apenas tres días después, muestra inequívoca del acuerdo tácito de la Casa Blanca para que se ejecutara tal operación. El líder turco, que encabeza la segunda potencia militar de la OTAN, aspiraba a poner bajo su exclusivo control la franja siria de 440 kilómetros fronteriza con Turquía.

Gracias a la intervención del presidente ruso, Vladímir Putin, Erdogan ha tenido que conformarse con el dominio de una faja de “solo” 120 kilómetros de longitud y 32 de anchura, entre las ciudades de Tall Abyad y Ras Al-Ain. Así lo han acordado los dos presidentes, el turco y el ruso, en su particular cumbre, celebrada en Sotchi, y que ha puesto fin a la Operación “Fuente de Paz”, la invasión turca so pretexto de garantizar su seguridad mediante la limpieza de “terroristas” del otro lado de su frontera. La operación militar se ha saldado con varios centenares de muertos kurdos y no menos de otros cien mil refugiados, a cambio de una decena de bajas turcas. Erdogan, pues, sale vencedor de este cambio geopolítico en Oriente Medio a un precio bastante barato.

Rebeldes sirios respaldados por Turquía y soldados turcos observan las columnas de humo que se levantan desde la ciudad fronteriza de Ras al-Ain. / NAZEER AL-KHATIB (AFP)

El otro ganador incontestable de este cambio es el propio Putin, que se ha apresurado a consolidar su presencia en la zona tras el abandono de Trump, escenificado en la ocupación inmediata por tanques rusos de las bases dejadas por los norteamericanos, escenas que, lejos de ocultarlas, han sido difundidas profusamente por la cadena internacional rusa de televisión RT. Putin refuerza así el papel de Rusia en su neoprotectorado de Siria, cuya integridad territorial garantiza, lo que de paso permite al presidente Bashar Al Assad alzarse con su propia parte alícuota de victoria en su guerra civil contra las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), el conglomerado opositor que aspiraba a derrocar al sanguinario régimen de los Assad, y que ahora habrá de tomar el camino del exilio por mucho tiempo. De momento, tales fuerzas opositoras podrán replegarse a los territorios en los que se concentran los kurdos, pero habrán de abandonar sus pretensiones de reconquistar las posiciones arrebatadas a las fuerzas de Assad en los ocho años transcurridos de cruenta guerra civil.

Todas estas mutaciones han sido contempladas por una Unión Europea que exhibe su impotencia para jugar un papel siquiera fuere de segundo nivel en este cambio geopolítico. Por el contrario, la desbandada de los yihadistas del Daesh, que estaban encerrados en cárceles controladas por los kurdos, sí amenaza con abatirse primordialmente sobre objetivos europeos. Recuérdese que el presidente Trump, entre sus abundantes reprimendas a sus antiguos aliados europeos, les ha conminado a que repatríen y se hagan cargo de sus propios ciudadanos, que se marcharon de sus países para integrarse y luchar en las filas del Daesh. Esa amenaza ha de contrarrestarse con un mayor control de las redes yihadistas en Europa, tal y como se puso de manifiesto en el Foro Elcano sobre Terrorismo Global, celebrado en el Instituto Internacional de Madrid. Varios paneles de especialistas norteamericanos y europeos describieron, de manera exhaustiva, los procesos de transformación en combatientes terroristas extranjeros de ciudadanos en apariencia perfectamente integrados en el modelo de sociedad occidental capitalista. Ahora toca recibirlos de nuevo y tratar de borrar su radicalización violenta, y consiguientemente su hipotética propensión a cometer todo tipo de atentados. En las costosas y nuevas batallas entre Turquía y las fuerzas kurdas en el noroeste de Siria es probable que no haya un vencedor. Las tropas turcas se enfrentan a una población hostil y un territorio montañoso que favorece a sus enemigos, rebeldes forjados en el combate. Además, la ofensiva añade más presión a la ya tensa relación entre Turquía y Estados Unidos, su principal aliado estratégico. Hace mucho tiempo que se esperaba un ataque turco contra las Unidades de Protección Popular kurdas (YPG, por sus siglas en kurdo), la filial siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Para la mayoría de los observadores, la duda no era si se produciría, sino cuándo, dónde y en qué circunstancias. Ya tenemos las respuestas. Turquía lanzó una ofensiva por aire y por tierra contra el enclave de las YPG en Afrin, en el noroeste de Siria, aprovechando una declaración de Estados Unidos, posteriormente rectificada, sobre la cooperación entre Washington y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) dirigidas por las YPG. Lo más probable es que la batalla sea costosa para ambos bandos y no decida nada. Ya supone un tremendo quebradero de cabeza para Washington, su común aliado y está causando enormes problemas en la relación de Turquía, miembro de la OTAN, con Estados Unidos. Si las partes implicadas no modifican sus estrategias, incluido el regreso a un proceso de paz más amplio para resolver las décadas de rebelión del PKK en Turquía, es posible que esta batalla sea además el preludio de cosas peores.

¿Dónde estuvo el turco Recep Tayyip Erdogan durante la lucha internacional contra el califato? Su frontera con Siria fue un coladero de armas y puerta de acceso de miles de combatientes extranjeros que acudieron a la llamada de Abu Bakr al Bagdadí, líder del Estado Islámico de Irak y Levante (EI). También fue zona de contrabando, sobre todo de petróleo. En Turquía se asentaron más de 3,6 millones de civiles sirios que escapaban de las matanzas. Erdogan los ha utilizado para amenazar a la UE con un envío masivo de refugiados. Sucedió en el verano del 2015 y se repite hoy. Hablamos de un aliado, miembro de la OTAN. En política no hay principios, solo intereses. Las grandes potencias se mueven sobre un tablero usando a capricho países, grupos y personas. Hay fronteras sagradas, como la de Kuwait, en cuya defensa se libró la guerra del Golfo en 1991; y otras, invisibles. EEUU ordenó en octubre de 2020 el repliegue de sus 2.000 soldados situados en el norte de Siria. Trump acababa de dar permiso a Erdogan para invadir el norte de Siria, un país tan soberano como Kuwait. El actual inquilino de la Casa Blanca cae también en la misma equivocación de Barack Obama, de cuyas políticas trata de separarse. Obama ordenó la retirada de 17.000 soldados en otoño del 2011. Así ponía punto final oficial a la presencia militar de EEUU en Irak, que era una de sus promesas electorales. Si fue un disparate invadir un país guiados por mentiras masivas, también lo fue retirarse sin acabar con Al Qaeda en Irak, grupo creado en 2003 por Abu Musab al Zarqaui (muerto en el 2006), semilla de lo que sería después el EI. El general estadounidense David Petreus tomó dos decisiones audaces tras asumir el mando de las tropas en Irak en el 2007: aumentar el número de soldados y concentrarlos en Bagdad para ganar la guerra de la percepciones (si la gente percibe seguridad, habrá más seguridad) y pactar con la insurgencia suní que atacaba sus tropas para lanzarla contra Al Qaeda. De ahí nacieron las milicias suníes de los Hijos de Iraq, que fueron traicionadas una vez que cumplieron su cometido. Los damnificados, además de los 100.000 civiles desplazados, son las Unidades Populares de Protección (YPG), milicia kurda clave en la derrota del Califato con más de 11.000 bajas en sus filas, incluidas mujeres que lucharon en primera fila. Es la fuerza que permitió al presidente de EEUU ponerse la medalla de victoria sobre el EI, una distinción que no le corresponde.

Las tensiones entre Ankara y Washington están desbordándose

Estaba claro desde hace tiempo que el fin de las grandes ofensivas respaldadas por Estados Unidos contra el Estado Islámico constituiría un momento delicado para el norte de Siria. Las autoridades de Turquía están furiosas desde 2016 porque el apoyo estadounidense ha reforzado a las YPG como columna vertebral militar de las FDS, al mismo tiempo que el PKK ha intensificado su actividad insurgente en territorio turco. Ankara confiaba en que su aliado en la OTAN redujera la ayuda a las Fuerzas Democráticas Sirias tras la captura de los bastiones de Daesh. Sin embargo, parece que Washington ha decidido hacer todo lo contrario: quedarse allí y seguir invirtiendo en sus socios sobre el terreno. Estados Unidos cree que la estabilización de las zonas arrebatadas a Daesh es fundamental para impedir una resurrección yihadista. No quiere abandonar a merced del régimen a un aliado fiable en la lucha contra el Estado Islámico y confía en que su presencia militar sirva para fomentar una transición política en Damasco y contener la influencia de Irán. Las YPG han demostrado tener unas estructuras internas coherentes, una toma de decisiones eficaces y un comportamiento eficiente que las convierten en el único socio local verosímil del que los estadounidenses pueden depender para mantener la seguridad y ejercer el gobierno.

Un grupo de milicianos pro-turcos, en uno de los frentes de la ofensiva contra los kurdos – AFP

La decisión de Trump de dejar en la estacada a los kurdos sirios abre la puerta a un regreso del EI. Las YPG fueron la infantería mientras que EEUU bombardeaba cómodamente desde 5.000 metros de altura, fuera del alcance de las baterías antiaéreas. Desaparecido el territorio físico (califato), los milicianos del Estado Islámico se han dispersado en espera de otra oportunidad. El EI está en la misma categoría de Al Qaeda, un grupo armado sin territorio. Tratará de golpear con atentados en Oriente Próximo, Asia y Europa. ¿Vamos a confiar en la Turquía que alentó y armó a grupos neosalafistas que representan una amenaza global? El premio para Erdogan es excesivo. Su guerra contra los kurdos de Turquía, entre un 15% y un 19% de la población, es una batalla por su supervivencia en el poder. Pudo haber firmado la paz tras el alto el fuego del 2013 con la guerrilla del PKK, grupo con el que Ankara libró una cruenta lucha en los 80. Tras renunciar al objetivo de la independencia, el PPK pide la autonomía, lo mismo que los kurdos sirios. Erdogan descarriló el proceso de paz por miedo al crecimiento electoral del Partido de la Democracia de los Pueblos, laico y prokurdo. Su tesis es que las YPG son una sucursal del PKK, y por lo tanto, un grupo terrorista. Hay otra lectura: se trata de una batalla entre el islam político, en el que Erdogan interpreta un papel de supuesto moderado, y la izquierda secular. La presencia de mujeres kurdas sin velo en la primera línea de lucha contra el EI es la prueba de que los kurdos tienen resuelto su papel en la sociedad. Las Unidades de Populares de Protección son el proyecto político más avanzado de la zona.

Los kurdos tienen la esperanza de frenar a Turquía, pero ven esfumarse su sueño de establecer una provincia autónoma. Las FDS, alianza kurdo-árabe liderada por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), brazo sirio del PKK, llegaron a dominar con el apoyo de Estados Unidos un treinta por ciento del territorio del país, incluidos los principales pozos de petróleo. «Hemos tenido que elegir y hemos elegido pueblo, esta es la mejor decisión para el pueblo», revelaron mandos militares kurdos a la hora de explicar su decisión de pactar con Damasco. Desde el comienzo del levantamiento contra Assad, los kurdos intentaron mantener una posición neutral o de pacto de no agresión con el Gobierno y desde 2012 establecieron una especie de autonomía sin tener que enfrentarse con las fuerzas leales a Assad, con las que incluso compartían administración en ciudades como Qamishli, capital de Rojava (nombre en kurdo para el Kurdistán de Siria). Turquía siempre vio como una amenaza el fortalecimiento del Partido de la Unión Democrática (PYD) y su brazo armado, las YPG, a lo largo de la frontera y por ello Erdogan ordenó una ofensiva que después de una semana ha obligado a escapar a 160.000 personas, según los datos recogidos por la ONU. Las últimas cifras del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) elevaron a 121 el número de combatientes kurdos y más de 60 el de civiles muertos. En las últimas 24 horas, marcadas por la salida de Estados Unidos y el acercamiento del Ejército sirio, medios como Rudaw aseguran que se han suspendido las operaciones de la aviación.

Estados Unidos hizo públicas sus intenciones en el testimonio prestado por David Satterfield, secretario de Estado adjunto, y el discurso del secretario de Estado, Rex Tillerson, seis días después. Son estas declaraciones políticas, más que el comunicado estadounidense sobre la construcción de “fuerzas de seguridad fronterizas”, lo que ha agudizado la frustración de Turquía. Ankara se opone rotundamente a que Washington siga apoyando a las fuerzas kurdas en Siria porque dice que equivale a permitir que el PKK consolide y legitime el poder de facto de su filial en una gran parte de su frontera meridional. Y, de paso, dar a la organización matriz influencia diplomática y respetabilidad. Turquía se sirve ahora de esta posición estratégica para avanzar sobre Afrín en la reciente operación «Rama de Olivo«. En el frente más activo contra las YPG -organización terrorista para Turquía- en la montaña de Bursaya, milicianos del Ejército Libre de Siria -rebautizados por Ankara como el «Ejército Nacional de Siria«- defienden la primera línea ofensiva contra los kurdos. “Me forzaron a abandonar mi pueblo, Tal Rifaat”, explica uno de los opositores, “(las YPG) son quienes dañaron la revolución, por eso estoy aquí combatiendo para expulsarlos de Afrín”. La operación militar turca se sirve de estos milicianos para llegar hasta el enclave kurdo en el noroeste de Siria. La batalla, de sirios del YPG contra sirios del ELS, da muestra del rompecabezas de una contienda en la que opositores sirios luchan junto a Turquía contra otro enemigo nacional. “¡Nos han dado en el neumático!”, grita un combatiente del ELS. Enseguida se escuchan los disparos desde la montaña; el YPG acaba de golpear un vehículo blindado del enemigo, que retrocede mientras muestra la marca del proyectil. Los kurdos han dado muestra de su capacidad táctica y de puntería, ya que desde hace 2 años reciben entrenamiento del Pentágono para la lucha contra Daesh. A las pocas horas del ataque, el ejército turco declara el control sobre la montaña de Bursaya, una cima “que se ha usado para atacar a civiles (con el lanzamiento de cohetes) en la ciudad turca de Kilis”, reza el comunicado. Pero las YPG mantienen que los combates por Bursaya todavía continúan y que la milicia kurdo-siria nunca ha agredido a civiles. La presencia de Turquía en el norte de Siria no se limita al nivel estratégico-militar, sino que su influencia también se traduce en la reconstrucción de hospitales, fundación de escuelas y la apertura de campos de desplazados. En un colegio del centro de Azaz, el maestro Adib enseña el alfabeto latino a los alumnos. “En el plan de estudios está incluida la lengua turca, pero todavía los profesores están aprendiendo el idioma”. Adib aprovecha las vacaciones de invierno para dar un curso de refuerzo a los niños que han perdido el ritmo escolar por los últimos años de guerra. Mientras Adib repite el abecedario, a lo lejos suena el estruendo de la artillería. No hay sobresaltos, gritos o expresiones de miedo porque ya son siete años de asaltos sobre Azaz. La población de este pueblo va poco a poco acostumbrándose a la presencia de Turquía. En la esquina de la pizarra, la fecha está escrita en las dos lenguas, la turca y la nacional (árabe). Incluso, entre los niños de la clase hay uno que alardea de ser turco, cuando sus compañeros se ríen y le dicen que, como ellos, él también es de Azaz. Desde que el ejército turco iniciara la intervención militar en Siria en agosto de 2016, la zona de influencia “Escudo del Eúfrates” ha diversificado esfuerzos en la nueva zona de seguridad. El hospital contiguo, Hospital Azaz-Alahli, presenta en la entrada una bandera turca junto a la opositora de Siria y el rótulo puede leerse en las dos lenguas.

Imágenes del campamento de desplazados de Sujjo, a pocos metros del paso fronterizo Bab al Salama. (P. Cebrián).

En respuesta, Ankara ha ido poniendo en marcha su mayor operación contra las YPG, en el único sitio en el que lo puede hacer sin enfrentarse directamente a su aliado norteamericano: Afrin. Estados Unidos no tiene presencia militar en este enclave, aislado geográficamente en el noroeste de Siria y que Washington ha dicho siempre que está fuera del marco de su campaña contra Daesh. Sin protección por el paraguas de seguridad estadounidense en el norte de Siria, Afrin es un blanco más fácil para Turquía que el territorio en poder de las FDS, más al este. Hasta ahora, era Rusia, y no Estados Unidos, la que proporcionaba cierta protección implícita en la zona. Moscú domina el espacio aéreo en esa parte de Siria y mantiene una pequeña presencia militar en Afrin. La opinión generalizada era que hacía falta su aprobación, o al menos su conformidad, para cualquier gran operación turca en la región. De hecho, Hakan Fidan, jefe de los servicios de inteligencia turcos, y Hulusi Akar, jefe del Estado Mayor, visitaron Moscú inmediatamente antes de la ofensiva. Después del encuentro, Rusia reconoció las preocupaciones de Turquía en materia de seguridad, achacó la crisis a la “actuación unilateral” de Estados Unidos -en una referencia evidente a la política anunciada por Tillerson- y apartó las tropas que tenía en Afrin de la línea de fuego. Por ahora, esta medida ha perjudicado gravemente sus relaciones, hasta entonces cordiales, con las Unidades de Protección Popular kurdas.

Pero parece que, para el Kremlin, ese es un precio muy pequeño. Era más importante demostrar que no se puede confiar en Washington y que, en cambio, tiene capacidad para controlar la situación sobre el terreno en colaboración con los turcos. Desde el punto de vista militar, Afrin es un territorio muy complicado para Turquía. Las YPG tienen el control militar y profundas raíces locales. A diferencia de casi todo el nordeste en manos de las fuerzas sirias, Afrin es una zona boscosa, parcialmente montañosa y muy poblada. Las unidades kurdas están rodeadas por fuerzas rivales: Turquía en el oeste y el norte; los rebeldes apoyados por los turcos en el este; el régimen sirio en el sureste; y los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham en el sur. Sin embargo, hay una carretera que conecta Afrin con el territorio de las Fuerzas Democráticas Sirias en el nordeste, atravesando zonas en poder del régimen, y las YPG pueden intentar negociar con Damasco el uso de esa carretera para transportar refuerzos. Es muy posible que Turquía y sus aliados rebeldes, que a veces tuvieron dificultades para ganar terreno durante la ofensiva llamada Escudo del Éufrates contra Daesh a finales de 2016 y principios de 2017, se encuentren con un enemigo mucho más difícil en las YPG, mejor entrenadas y mejor dirigida. Aunque capturen el enclave, no está claro cómo creen las autoridades de Ankara que van a poder asegurar una zona habitada por una población hostil y con una topografía apropiada para una guerra de guerrillas. Lo más probable es que Turquía acabe inmersa en una lucha prolongada contra una insurgencia poderosa y muy motivada. Las cosas pueden complicarse aún más si Turquía amplía sus operaciones a Manbij, una ciudad en el borde occidental del territorio nordeste de las Fuerzas Democráticas Sirias, que el presidente Erdoğan insinuo que podía ser el próximo objetivo. Manbij es un territorio conflictivo, en disputa. EEUU ayudó a las FDS a quitárselo a Daesh en 2016 y garantizó a los turcos que, después de la captura, las YPG se retirarían de la ciudad y las zonas adyacentes al oeste del río Éufrates. Sin embargo, en la práctica, los kurdos conservan el control a través de sus socios locales. Washington, consciente de que su promesa no se ha materializado del todo, ha desplegado ocasionalmente sus propias fuerzas para disuadir a Turquía de cualquier ataque. Si Ankara decide ampliar su ofensiva actual en la zona, será más vulnerable ante la insurgencia de las YPG y correrá el riesgo de dañar todavía más su relación con Estados Unidos, cuyas fuerzas podrían tener que enfrentarse a las turcas.

Según los periodistas, se constata una gran diferencia entre la anterior operación turca —llamada Escudo del Éufrates— lanzada por Turquía contra Daesh —grupo terrorista proscrito en Rusia y muchos países— y esta segunda intervención en suelo sirio. A medida que las tropas turcas avancen desde la periferia al centro de Afrín, sus soldados tendrán que librar un mayor número de combates directos contra los combatientes kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG). «El carácter prolongado de la operación, combinado con las crecientes pérdidas de efectivos, genera inseguridad entre los comandantes de la Operación Rama de Olivo. Ellos participaron en Afrín en combates bastante distintos a los que tuvieron que librar durante la operación Escudo del Éufrates —que se desarrolló entre el 24 de agosto de 2016 y el 24 de febrero de 2017—«. Con aquella intervención, la «coalición turco-islamista» desalojó a los terroristas de Daesh de la ciudad siria de Al Bab seis meses después del inicio de la Operación Escudo del Éufrates. Esta localidad fue el punto más al sur al que llegaron los efectivos turcos. Durante su anterior operación nadie se oponía ni presionaba a las tropas turcas. Además, los soldados estadounidenses y las Fuerzas Aerotransportadas de Rusia desplegadas en Siria brindaron apoyo a las de Turquía en las distintas etapas de la implementación del Escudo del Éufrates. Rusia y EEUU —las dos principales fuerzas en Siria— abordaron el lanzamiento de la ofensiva turca de una manera bastante negativa. «Moscú no está encantada con el deseo de Ankara de sofocar el terrorismo kurdo [según Turquía] en Afrín, por lo menos en el periodo en el que se produce una escalada en toda Siria. El acuerdo sobre el alto el fuego entre las tropas gubernamentales sirias y los grupos de la oposición moderada alcanzado a finales de 2016 —con la ayuda de Rusia, Irán y Turquía— se dirige al borde del precipicio«. En lo que se refiere al frente mediático, las autoridades turcas llevan todavía menos ventaja. Los kurdos no se vieron sometidos a un bloqueo mediático sino que, al contrario, su posición es reflejada por la prensa árabe y occidental. Además, Washington pasó a difundir información sobre el carácter poco selectivo de los ataques turcos en Afrín, que causan víctimas civiles. «Actualmente las fuerzas de la Operación Rama de Olivo pudieron tomar el control del 7% del territorio del enclave kurdo [Afrín], lo que supone en total 3.885 metros cuadrados. Al mismo tiempo, después de un mes de combates, las bajas entre los efectivos turcos se aproximaron a las que Turquía sufrió durante los seis meses que duró la Operación Escudo del Éufrates» Antes de que el presidente otomano, Recep Tayyip Erdogan, ordenara el inicio de la ofensiva contra Afrín, las milicias kurdas prometieron convertir esta localidad siria en un «cementerio de soldados turcos» en caso de que fuera atacada. De acuerdo con la agencia, en los próximos días las tropas turcas necesitarán alcanzar un punto de inflexión. De no hacerlo, Turquía corre el riesgo de quedarse empantanada en los combates con los kurdos, a la vez que experimentará más presión de distintas fuerzas externas. Otra cuestión que queda por resolver es cómo Turquía podrá alcanzar este punto de inflexión y a qué precio. «Los turcos poco a poco se quedan atascados en Afrín y eso les preocupaba que se cumpliera un mes desde el inicio de la operación— los comandantes turcos incrementaron sus actividades en el frente de Afrín». Muchas fuerzas estaban interesadas en la operación en Afrín con el fin de dejar entrar en Siria a nuevos mercenarios para que comenzarán una nueva etapa de la guerra. Las tropas turcas y sus aliados del Ejército Libre Sirio (una formación contraria al Gobierno de Damasco) llevaron a cabo desde el 20 de enero una ofensiva contra los grupos armados kurdos y organizaciones terroristas en Afrín, noroeste de Siria. La operación fue dirigida contra los grupos yihadistas y las milicias kurdas de las Unidades de Protección Popular (YPG), brazo armado del kurdo-sirio Partido de Unión Democrática (PYD), al que Ankara vincula con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado terrorista en Turquía. Erdogan aseguró que la operación concluiría en pocos días si Turquía utilizase todo su poderío militar. «Para nosotros es importante no solo la seguridad de nuestros militares, sino también la de la población civil, que nuestro enemigo utiliza en calidad de escudo» El presidente explicó que «Turquía no busca ocupar Afrín, sino, por el contrario, librarlo de los terroristas y crear condiciones para la paz». Erdogan añadió que la operación continuaría hasta que sea aniquilado el último terrorista en Siria.

Fuente: Sputnik Mundo

Desde las milicias kurdo-árabes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) denunciaron que los ataques turcos dejaron 59 civiles muertos. «El balance es de 134 heridos y 59 muertos civiles«, indicaron las FDS en un comunicado. La Unicef, por su parte, expresó su preocupación por los informes que señalan que al menos 11 niños habrían muerto en Afrín. «La Unicef recibió informes alarmantes de que al menos 11 niños murieron y muchos más resultaron heridos por la violencia en el distrito de Afrín«

El Partido / Frente Revolucionario de Liberación del Pueblo (DHKP) se creó en 1994 cuando su grupo predecesor, Devrimci Sol o Dev Sol, se escindió después de luchas internas entre facciones. El grupo marxista-leninista defiende una ideología del establishment anti-estadounidense, anti-OTAN y anti-turco y ha atacado los intereses estadounidenses de manera intermitente durante varias décadas, recordemos uno de sus atentados, que tuvo lugar en febrero de 2013 cuando un atacante suicida atacó la Embajada de Estados Unidos en Ankara, matando a un turco, el guardia de seguridad. Sus objetivos son el derrocamiento del estado turco, la eliminación de la huella de Estados Unidos y la OTAN de Turquía y la abolición de las celdas de una a tres personas, llamadas prisiones tipo F, en Turquía. En abril de 2014, el Departamento de Estado de Estados Unidos, ofreció recompensas por información sobre tres líderes del DHKP a través de su programa Recompensas por la justicia.

El PKK está catalogado como una organización terrorista en Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea. (Archivo Agencia Anadolu) https://www.aa.com.tr/es/mundo/violencia-del-grupo-terrorista-pkk-se-duplic%C3%B3-el-a%C3%B1o-pasado-en-alemania/1517826

El DHKP agregó los ataques suicidas con bombas a sus tácticas en 2001, con ataques exitosos contra la policía turca, además de artefactos explosivos improvisados ​​y asesinatos selectivos. El aumento de los ataques en 2003 probablemente fue una reacción al apoyo de Turquía a la Operación Libertad Iraquí. El DHKP entró en una pausa operativa hasta mediados de 2012, cuando el grupo reanudó los ataques contra objetivos de la policía turca. Tras el ataque a la embajada de Estados Unidos en febrero de 2013, el DHKP ha seguido apuntando a los intereses del gobierno y la policía turcos, lo que indica que el grupo seguía siendo viable desde el punto de vista operativo a pesar de las represiones. Por ejemplo, el 31 de marzo de 2015, el grupo tomó como rehén a un fiscal turco, quien junto con sus captores murió durante un tiroteo con la policía, y el 1 de abril intentó un atentado suicida fallido contra la sede de la Policía Nacional Turca en Estambul. El Congreso Popular de Kurdistán (Kongra-Gel o KGK, anteriormente Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK) es un grupo separatista kurdo activo principalmente en parte del norte de Irak y el sureste de Turquía. Compuesto principalmente por kurdos turcos, el grupo inició en 1984 una campaña de violencia armada, incluido el terrorismo, que provocó más de 45.000 muertes. El KGK y las fuerzas turcas se enfrentaron repetidamente en 2011 y 2012, incluido un ataque en octubre de 2011 que mató a 24 soldados turcos y fue el incidente más mortífero desde 1993. KGK también intensificó su campaña de secuestro contra empleados estatales y soldados turcos, que incluyó el secuestro sin precedentes de diputado parlamentario turco en agosto de 2012. El líder encarcelado del KGK, Abdullah Ocalan, en 2012 inició negociaciones de paz con el gobierno turco. Las negociaciones continuaron en 2014, aunque los líderes del KGK expresaron su frustración y acusaron al gobierno turco de no establecer garantías legales y constitucionales. El alto el fuego que lo acompaña se mantuvo a pesar de los enfrentamientos y las tensiones en el sureste de Turquía, provocados en parte por la construcción de puestos militares turcos que, según los partidarios kurdos, socavaron el proceso de paz. Los enfrentamientos en julio de 2015 entre las fuerzas de seguridad turcas y KGK resultaron en detenciones a nivel nacional de presuntos miembros de KGK y una ola de ataques aéreos turcos contra los campamentos y almacenes de armas del grupo en el norte de Irak. La renovada violencia de KGK contra las autoridades turcas había provocado la muerte de al menos 11 policías y miembros del ejército a finales de julio de 2015. Según el estudio publicado por Robert Malley, en el que analiza la rivalidad entre Estados Unidos, Arabia Saudí e Irán, nos detalla que, esta rivalidad, probablemente, eclipsará todas las demás fracturas de Oriente Medio desde 2018 en adelante, promovida y agudizada por tres hechos paralelos: la consolidación de la autoridad de Mohammed bin Salman, el enérgico príncipe heredero saudí; la estrategia del Gobierno de Trump hacia Irán, más agresiva; y el fin del control territorial de Daesh en Irak y Siria, que deja margen a Washington y Riad para centrar su foco más directamente en Teherán. Poco a poco se ven con claridad los perfiles de una estrategia de Estados Unidos y Arabia Saudí. Se basa en la hipótesis general de que Irán ha aprovechado la pasividad de los actores regionales e internacionales para reforzar su posición en Siria, Irak, Yemen y Líbano. Washington y Riad pretenden restablecer cierta sensación disuasoria convenciendo a Teherán de que sus acciones pueden costarle tan caras, al menos, como a sus adversarios. La estrategia parece incluir múltiples formas de presión para contener, arrinconar, agotar y hacer retroceder a Irán. Tiene una dimensión económica (sanciones de Washington), otra diplomática (como se ve en las sonoras acusaciones de Estados Unidos y Arabia Saudí sobre el comportamiento de Irán en la región y el torpe intento de Riad de obligar a dimitir al primer ministro libanés, Saad Hariri), y otra militar (ejercida hasta ahora, sobre todo, por Arabia Saudí en Yemen y por Israel en Siria). Otra cosa es que vaya a funcionar. Aunque las protestas recientes en Irán han introducido una variable nueva e impredecible, Teherán y sus socios parecen estar aún en una posición sólida. El régimen de Bashar al Assad, respaldado por el poderío aéreo ruso, está ganando en Siria. En todo el país, las milicias chiíes vinculadas a Irán están afianzándose en las instituciones del Estado. En Yemen, la inversión relativamente pequeña de Teherán para apoyar a los hutíes les ha ayudado a hacer frente a la coalición dirigida por Arabia Saudí e incluso a lanzar misiles de un alcance y una precisión sin precedentes contra territorio saudí.

Un cartel muestra los rostros del presidente de EE UU, Donald Trump, y el rey de Arabia Saudí, Salman, en Riad, Arabia Saudí. (FAYEZ NURELDINE/AFP/Getty Images)

A pesar de dejar patente su empeño de plantar cara a Irán y sus socios, Riad no ha logrado alterar el equilibrio de poder. El intento de forzar la dimisión de Hariri fue contraproducente, no solo porque él la revocó más tarde, sino porque sirvió para unir a todo Líbano y para que Hariri se aproximara más al presidente libanés Michel Aoun y a Hezbolá. En Yemen, el régimen saudí consiguió crear la discordia entre los hutíes y el expresidente Alí Abdulá Saleh, pero, al hacerlo, fragmentó todavía más el país y complicó la búsqueda de un acuerdo y la posibilidad de salir con dignidad de una guerra enormemente costosa no solo para los yemeníes sino para el prestigio internacional saudí. En cuanto al Gobierno de Trump, se enfrenta a obstáculos similares. Hasta ahora, su beligerancia, su negativa a certificar el acuerdo nuclear, las amenazas de nuevas sanciones y el lanzamiento de varios ataques contra objetivos del régimen en Siria no han servido para recortar el poder de Teherán. Con tantos puntos calientes y tan poca labor diplomática, el peligro de escalada es grande: cualquier paso —nuevas sanciones estadounidenses que Irán consideraría que infringen el acuerdo nuclear; un misil hutí que golpee Riad o Abu Dhabi, y del que Washington y Riad considerarían culpable a Teherán; o un ataque israelí en Siria que cause la muerte de iraníes— podría desencadenar un enfrentamiento más amplio.

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