APOLOGÍA DE LA NAVIDAD: UNA CELEBRACIÓN UNIVERSAL, AUNQUE NO LES GUSTE A LOS ENEMIGOS DE LA CIVILIZACIÓN JUDEOCRISTIANA…
“Gloria in excelsis Deo et in terra pax et in hominibus bonae uoluntatis…”
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad, a los hombres que ama el Señor…
Cuando llegamos a estas fechas, son muchos los no cristianos, los “agnósticos”, los ateos que se preguntan si es apropiado, si es correcto, si es “coherente” celebrar la Navidad.
La respuesta, sin duda es SÍ, en la mayor parte del mundo es una “fiesta nacional”, y por supuesto, para muchos, miles, millones, la Navidad no tiene un significado exclusivamente religioso.
En el mundo actual, el significado de la Navidad es el de la buena voluntad hacia los hombres, es la fiesta de la familia y de la vida y, evidentemente, va más allá de los dogmas de cualquier religión en particular. Esta actitud mental no es propiedad exclusiva, aunque sea una parte importante, si no la que más, de las señas de identidad de la religión cristiana, logro que sin duda alguna hay que atribuir al cristianismo…
La Navidad es la fiesta de la familia y de la vida.
Se puede afirmar con rotundidad que, en cualquier lugar del mundo, la familia es una realidad insustituible. En la familia, el amor se hace gratuidad, acogida y entrega. En la familia cada uno es reconocido, respetado y valorado por lo que es y tal cual es, por el hecho de ser persona, de ser esposa, esposo, padre, madre, hijo o abuelo. El ser humano necesita una “morada” donde habitar, donde vivir. Una de las tareas fundamentales de la vida de cualquier persona es saberla construir. Todo hombre y mujer necesitan un hogar donde sentirse acogidos y comprendidos. La casa familiar es para los humanos un espacio de libertad, la primera escuela de humanidad. En la convivencia familiar se aprende también a vivir la fraternidad y sociabilidad, para poder abrirse al mundo que nos rodea y dar en él nuestra medida. Por eso, la familia es la verdadera ecología humana, el hábitat natural.
No hay cultura ni lugar en el planeta Tierra en el que a la familia no se le atribuya la misión de transmitir la vida y educar a los hijos.
La familia, comunidad de vida y amor fundada en el matrimonio, tiene como misión la transmisión de la vida y la educación de los hijos. Sólo por esto sería ya una institución imprescindible en la sociedad. La familia, como afirman los cristianos, es verdaderamente “el santuario de la vida, el ámbito en el que la vida -don de Dios- puede ser acogida y protegida de manera adecuada, contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano”
La convivencia familiar se convierte, así, en escuela de fraternidad y solidaridad, que nos abre igualmente a la solidaridad con otras familias, para la construcción de un mundo mejor.
Frente a tantas amenazas y peligros como acechan constantemente a la familia, célula primordial de la sociedad (provenientes de quienes tienen como objetivo destruir nuestra forma de vida, la civilización occidental judeocristiana), todos debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad: la familia sana es el fundamento de una sociedad libre y justa. En cambio, la familia enferma descompone el tejido humano de la sociedad.
Es por ello que, en estos días de Navidad (aunque en estos momentos complicados que nos han tocado vivir nuestros movimientos estén siendo enormemente limitados), en estos momentos de encuentros –aunque sólo sean virtuales- de encuentros de familia, cuando hemos de sentir, de sentirnos invitados a amar la vida, a defender aún más la vida humana, especialmente cuando esa vida es débil e indefensa.
Pues sí, por mucho que a quienes pretenden destruir nuestra forma de vida, la civilización judeocristiana, les disguste, la Navidad es una fiesta universal, en defensa de la vida y de la familia. Una época del año en la que tratamos de agradar a los amigos, los tenemos presentes, compartimos con la familia y nuestros seres queridos, con todos aquellos que para nosotros son más importantes.
Llegados a este punto, es conveniente hablar de la amistad y sus formas:
Tal como decía un tal Aristóteles, hace ya dos siglos y medio, amigos los hay de tres tipos; los que se definen por la virtud, otros porque la relación con ellos es placentera y los últimos porque nuestras relaciones con ellos son “de utilidad”.
La amistad por virtud se da entre hombres buenos que son un espejo psicológico el uno del otro. Ambos valoran lo mismo, ambos tienen una visión del mundo similar, las mismas inquietudes y aspiraciones… Como el hombre virtuoso gusta de sí mismo, al verse reflejado en el otro, también gusta de su amigo, goza de él y por él. Le resulta agradable su compañía. Esta amistad primera pues, es la elección recíproca de los seres afines, porque son buenos y agradables los unos con los otros. En esta amistad se quiere al amigo en cuanto amigo y no en cuanto médico o músico, y el placer que dimana en cuanto tal es de amistad. Se le quiere a él o ella tal cual es, sin “peros”. Esta es la amistad más estable, porque no sólo es cada uno absolutamente bueno, sino que al mismo tiempo es bueno para el otro. Es pues ésta, la amistad que es conforme a la virtud y motivada por el placer de la virtud.
Por otro lado, la amistad basada en el placer es aquella en la que, los amigos se eligen por el placer que se aportan mutuamente, como en el caso de que ambos sean músicos, o uno aficionado a la música y el otro músico, porque todos tienen algo bueno, y así, pueden armonizar unos con otros. Y hasta pueden ser mutuamente útiles y provechosos–no en sentido absoluto, sino que en cuanto a lo tocante, a lo concerniente a su intención.
La amistad que tiene como objetivo la “utilidad” se da entre opuestos, pues lo opuesto es amigo de lo opuesto en cuanto útil, pues lo semejante es inútil para sí mismo. Por eso un vendedor precisa de un comprador y el comprador del vendedor; un empleado de un empleador y el empleador de un empleado; una mujer y un varón se precisan mutuamente; y lo opuesto es placentero y apetecible en cuanto útil y no en lo referido al fin. Pero la amistad en la que el único lazo es “lo opuesto” es también, de alguna manera, de lo bueno, pues unos desean a los otros debido a los bienes que los otros poseen y de lo que los unos carecen, y por lo tanto, pueden ser intercambiados. Claro que, la amistad basada en lo opuesto es accidental, ya que es una “amistad interesada” y por tanto perecedera, y dura lo que unos desean poseer y los otros desean dar; y viceversa…
La Navidad es, también, una época magnífica porque nos invita a ser benevolentes incluso con gente desconocida. Pero la benevolencia no es lo mismo que la amistad, aunque pueda ser el principio, el comienzo de una amistad, ya que todo amigo es benevolente, pero no todo benevolente es amigo.
Posiblemente sea necesario hacer un alto y explicar qué significa “benevolente”; obviamente procede de la expresión “buena voluntad”, y es sinónimo de bondadoso, también de complaciente, de afectuoso, de cordial, de tolerante, de comprensivo, de indulgente, de generoso, de solidario…
Sin duda alguna, la benevolencia ayuda a forjar nuevas amistades (a veces grandes, grandísimas amistades), empezando por la cordialidad, que como yo nunca paro de repetir “no cuesta dinero”.
Pero la cordialidad amistosa no suele darse –generalmente- en todos los ámbitos y situaciones, sino en relación a las necesarias para la convivencia. Hay cordialidad pues, cuando existe consenso acerca de las normas de conducta, convivenciales, que permiten a cada cual alcanzar sus propios fines; es decir, cuando coinciden en que la mejor manera de que cada quien crezca y prospere es por medio de la amistad por utilidad, y que ésta exige el respeto mutuo a la vida, libertad y propiedad del prójimo (próximo en Latín). En suma, la cordialidad amistosa es una amistad cívica o política.
Pero, otro aspecto encantador, mágico, de la Navidad es que invita a la buena voluntad entre los hombres de una manera alegre, contenta y “liberal”, que se da, se regala, se desea de forma generosa, sin esperar recompensa. Uno dice “feliz Navidad” y no “llora y arrepiéntete.” Y esta buena voluntad se expresa en forma material, terrenal, haciendo regalos a los amigos y seres queridos, o mandándoles mensajes de cariño y buenos deseos.
Otro aspecto importantísimo de la Navidad (aunque haya quienes lo consideren negativo) es el hecho de que se ha comercializado. La compra de regalos es buena para los negocios y buena para la economía del país, pero lo más importante es que estimula el ingenio y la creatividad para producir bienes que tienen un sólo propósito: darle a las personas placer y felicidad. Y la decoración de las calles, de edificios públicos, de tiendas, almacenes y centros comerciales, con brillantes luces de colores y árboles de navidad, le dan a la ciudad una espectacular imagen visual que sólo la “ambición comercial” puede pagar. Y no digamos del ambiente musical que inunda estos días con villancicos y canciones propias de la época. Y los espectáculos: musicales como “El cuento de Navidad”, ballets como “El Cascanueces” de Tchaikovsky, teatro como “Cómoel Grinch robó la navidad”, luces artificiales… y música en la plaza, competiciones de maratón de baile, carreras populares… y películas como “Sólo en casa”, además de los estrenos navideños. Y el patinaje en las pistas de hielo allí donde las hay. Y las risas y ojos de asombro de los niños. Y la comida: los pasteles, los chocolates, las galletas etc. Y también los diversos encuentros (aunque este año terrible estén casi prohibido, o no tan “casi”) donde los amigos se reúnen para celebrar con alegría la vida. Y el beso bajo el muérdago. Y las reuniones con aquellos que durante el resto del año están distantes. Y la vivencia en este mes de un espectáculo de vistosidad, de exuberante regocijo, colorido y alegría.
Así que sí, aunque para los cristianos, o educados en la civilización judeocristiana, la Navidad es la fiesta que celebra la venida al mundo de Cristo, y la celebración de la vida y de la familia… por supuesto que es apropiado para todos, incluidos los que no son cristianos, celebrar la Navidad y contagiarse de esta actitud de alegría por la vida y buena voluntad hacia sus semejantes.
Feliz Nochebuena, Feliz Navidad… Felices Pascuas y un fuerte abrazo para todos ustedes.
Carlos Aurelio Caldito Aunión