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Apología del conservadurismo y el reaccionarismo

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Una persona conservadora es la que se esfuerza por conservar lo mejor de nuestras tradiciones y nuestras instituciones, y, por supuesto está dispuesta a cambiar, a emprender las reformas que sean necesarias, para avanzar a mejor… En ese sentido, la persona conservadora también es progresista, desde el punto de vista de que no se niega a avanzar, reacciona ante lo imprevisto, actúa para perfeccionar lo ya existente. Ser conservador no está reñido con estar dispuesto a evolucionar, desarrollarse, prosperar…

Progresar puede ser bueno o puede ser malo malo, dependiendo de hacia dónde se avance. Es muy posible, y ocurre no pocas veces, que uno se dirija hacia el borde de un precipicio. El pensamiento conservador, está en la idea de que debemos obedecer la ley universal de todo cambia, de que nada permanece intacto, inmóvil… (Todo cambia, nada permanece, como decía Heráclito hace más de 2500 años); el ser humano está obligado a cambiar y es del género estúpido resistir cuando los cambios son necesarios, imprescindibles, aunque podamos optar, elegir qué cambios aceptamos y qué cambios rechazamos. La persona conservadora, si es razonable está dispuesta a cambiar, aunque se esfuerce en conservar lo mejor de nuestras tradiciones y nuestras instituciones, en conservar lo que se ha demostrado sobradamente que funciona, y continuar tras ensayar, unas veces acertar y otras equivocarse incorporando las reformas necesarias. 

Un conservador, aunque quienes se hacen llamar progresistas se empeñen en presentarlo como alguien anacrónico, fuera de lugar, algo añejo, contrario a la modernidad, etc. no es, por definición, una persona irracional y egoísta y mucho menos estúpida. Por el contrario, es una persona que piensa que existen cosas en nuestra vida que merecen ser salvadas. 

Es más, el conservadurismo desde siempre ha tenido un significado como se dice ahora «positivo», aunque la mayoría de la gente lo haya olvidado, principalmente debido a la propaganda negativa que del vocablo hacen quienes se han apropiado de la palabra «progreso» y sus derivadas.

Conservadurismo, insisto, es darle preferencia a lo que se ha demostrado sobradamente que funciona, frente a lo supuestamente nuevo que no se ha probado que pueda ser eficaz, funcionar. Por supuesto, esa idea de conservar lo que merece ser conservado lleva implícitas creencias éticas y sociales. 

¿En qué consiste el conservadurismo?

Mis amigos y conocidos me dicen con frecuencia que andan diciendo de mí, que se me nota “muy cambiado”, que parezco una persona demasiado «conservadora», “de derechas”. Y además, me lo dicen con un tono de especial preocupación –algunos, añaden que debería empezar a preocuparme yo también- igualmente suelen opinar los que me conocen y aprecian, que el apelativo en cuestión es injusto e inmerecido; aunque otros piensan que de alguna manera yo lo he ganado a pulso, y que la imagen que la gente tiene de mí tal vez se debe a mi forma de expresión, a que el lenguaje que suelo utilizar es calificable de social y políticamente “incorrecto”. Casi todos se lamentan, y acaban afirmando que si endulzara, suavizara mi conducta y mi forma de expresión, posiblemente me iría “mejor” y dejaría de parecer un tipo «conservador», “de derechas” o de “ultraderecha”.

Se supone que eso de ser o parecer conservador, de derechas, no es nada bueno, más bien peligroso en estos tiempos.

Total, que ha llegado un momento que, de repetírmelo tanta gente y tantas veces, he acabado dudando, e incluso pensando que algunos puede que tengan razón. Así que he comenzado por buscar en el diccionario, ¿Cuáles mejores que el de la Real Academia Española, o el “María Moliner” de Uso del Español?

El Diccionario de la Real Academia Española dice que el vocablo “derecha” viene del latín “directus” (directo, directa):

  1. adj. Recto, igual, seguido, sin torcerse ni a un lado ni a otro…
  2. adj. Justo, legítimo.
  3. adj. Fundado, cierto, razonable.
  4. adj. Que va sin detenerse en puntos intermedios (“Ir derecho al asunto”).
  5. adj. Dicho de una parte del cuerpo humano, que está situado en lado opuesto al corazón…
  6. Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida…
  7. Propio de “la derecha política” (de ahí lo de “derechista”)

Tanto el Diccionario de la Real Academia Española, como el María Moliner de Uso del Español, dicen que se denomina de “Derecha” a la gente que en una Asamblea se sienta a ese lado –el lado derecho- del Presidente…

También, ambos diccionarios hablan de “derecha” como sinónimo de “conservador”, ideología de la gente que se opone a hacer intentos revolucionarios, denominación utilizada para nombrar a la gente que considera que no hace falta hacer cambios profundos, o radicales en la sociedad.

En ambos diccionarios la palabra “conservador” no tiene connotaciones negativas, conservar es sinónimo de hacer durar las cosas buenas que se poseen; también de ser ahorrador.

Las acepciones que mencionan los diccionarios, de la palabra “derecha” no tienen connotaciones especialmente negativas, algunas son aplicables a personas, otras no tanto (ni siquiera de forma metafórica).

Si ser “de derechas” significa abordar las cosas de forma “recta”, sin torcerse a ningún lado, ser justo, razonable, ir derecho a los asuntos (sin tibiezas ni medias tintas) o actuar con legitimidad, y ser coherente. ¿Por qué se usa por parte de alguna gente, el término “derechista”, «conservador», como sinónimo de extremista, o poco menos que inmoral, o cosas parecidas?

El conservadurismo moderno surgío en los tiempos de la Revolución Francesa (1789), cuando algunas personas se percataron de que la humanidad está obligada a conservar los elementos de la civilización que hacen que valga la pena vivir, y que es necesario presentarle a la gente algún cuerpo coherente de ideas para resistir el impulso destructivo de revolucionarios fanáticos igualitaristas.

 En Inglaterra, el principal pensador que se manifiesta claramente partidario del conservadurismo fue Edmund Burke, cuyas Reflexiones sobre la revolución en Francia tuvieron una gran relevancia en la opinión británica e influyó enormemente en Europa y en América. En los recién creados Estados Unidos de Norteamérica, los fundadores, conservadores por formación y experiencia práctica, estaban decididos a dar forma a constituciones que deberían perdurar y transitar por caminos duraderos de justicia y libertad. Ninguno de los llamados en los EEUU «padres fundadores» pretendían demoler el edificio social y poner patas arriba a la sociedad.

Cualquier conservadore desconfía de lo que Edmund Burke llamaba «abstracciones», dogmas políticos absolutos, alejados de la realidad y de la experiencia práctica y de la vida de la gente corriente. 

Claro que, los conservadores poseen unos principios, el convencimiento de que existen verdades evidentes, absolutos permanentes (incuestionables, o casi) que están presentes en todas las agrupaciones humanas, en todas las sociedades, independientemente de los países y de las culturas o demás circunstancias imaginables.

Vean a continuación las principales características del pensamiento conservador:

  • Las personas y las naciones se rigen por leyes morales; y esas leyes tienen su origen en una sabiduría más que humana -muchos hablan de «justicia divina»-. Al fin y al cabo, salvo excepciones, los problemas políticos son problemas morales y religiosos. El gobernante sabio trata de aprehender la ley moral y adecuar su conducta en consecuencia. Un conservador considera que poseemos una deuda moral con nuestros antepasados, pues ellos fueron quienes nos legaron nuestra civilización, y ello supone que los actuales humanos tenemos una obligación moral con las generaciones futuras. (Muchos consideran que ésta además de obliación moral es un precepto divino). Es por ello que un conservador considera que los actuales humanos no tenemos derecho a emprender acciones de ingeniería social o para manipular la naturaleza humana, o acabar con la actual forma de vida.
  • Civilización es sinónimo de diversidad, es aceptar que los humanos somos diferentes, con características diferentes, que la humanidad no es homogénea, que la igualdad no existe. La uniformidad y la igualdad absoluta son la muerte de la vida y de la libertad en la existencia. Los conservadores se oponen radicalmente a la uniformidad totalitaria y liberticida, sea de un tirano, o de una oligarquía, o de lo que algunos denominan “despotismo democrático”, o sea el gobierno de la muchedumbre ruidosa, la oclocracia.
  • Para una persona conservadora la Justicia significa que todo hombre y toda mujer tienen derecho a lo que es suyo: a su propiedad, a lo que consiguen legítimamente con su esfuerzo, por su capacidad, derecho tambien a su personalidad, a las cosas que mejor se adaptan a su propia naturaleza. Por supuesto, los conservadores consideran que cualquier sociedad civilizada exige que todos los hombres y mujeres tengan los mismos derechos ante la ley, pero la sociedad, en la que todos tienen los mismos derechos, no implica que todos tengan derecho a la posesión de las mismas cosas. Por otro lado, una sociedad justa requiere un liderazgo sólido, y un escrupuloso respeto a la capacidad y al mérito.
  • La propiedad y la libertad están inseparablemente unidas; la igualación económica no es sinónimo de progreso económico. Los conservadores ponen en un lugar priviliegiado el derecho a la propiedad; y lo consideran de ese modo porque sin él todos los hombres y mujeres están a merced de un gobierno omnipotente, tiránico, liberticida…
  • Los riesgos del poder son enormes, el ejercicio del poder está lleno de multitud de peligros (El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Lord Acton); por lo tanto, el régimen político es aquel en el que el poder está controlado y equilibrado, limitado por la Constitución, las leyes y las buenas costumbres. Los conservadores también coinciden en que la excesiva centralización es es generalmente un signo de decadencia social.
  • Los conservadores consideran que la Historia es un gran almacén de sabiduría; como dijo Burke, “por lo general los humanos suelen tener un comportamiento estúpido, pero la especie humana es sabia”. Los conservadores piensan que debemos guiarnos por las tradiciones morales, la experiencia social y todo la compleja herencia de conocimientos que nos legaron nuestros antepasados. Estamos hablando de lo que Chesterton llamó “la democracia de los muertos”, es decir, las importantísimas opiniones de los hombres y mujeres sabios que ya murieron, la experiencia de nuestros antepasados, la experiencia de la raza. El conservador, en fin, sabe que no es Adán, que la humanidad no nació ayer.
  • La persona conservadora no olvida que los humanos poseemos una faceta social, es por ello que a esta idea va unida la de que la sociedad moderna necesita urgentemente una verdadera comunidad: y vivir en comunidad está a una enorme distancia de cualquier clase de colectivismo, de intervencionismo, de planificación centralizada de la vida, de la economía… La comunidad real se rige por el amor y la caridad (eso que ahora llaman «solidaridad»), no por el deseo o el capricho. A través de asociaciones voluntarias, gobiernos locales y una gran cantidad de instituciones privadas, los conservadores se esfuerzan por mantener saludable a la comunidad. Los conservadores no son egoístas irracionales, sino cívicos. Saben que el colectivismo significa el fin de la comunidad real, sustituyendo la variedad por la uniformidad y la cooperación voluntaria por la fuerza, por la «solidaridad obligatoria».
  • Una persona conservadora no aspira a dominar el mundo, ni sueña con un mundo reducido a un sólo patrón de gobierno, a una sóla forma de vida, a una única civilización.
  • La persona conservadora suele ser realista y desconfía de todos los esquemas utópicos. No es tan ingenuo de pensar que se pueden solucionar todos los problemas de la humanidad. Los conservadores aspiran a que nuestro mundo sea soportable, algo más que medianamente aceptable, pero son conscientes de que imposible hacer un mundo perfecto. El progreso sólo se puede conseguir aceptando con humildad las limitaciones de la naturaleza humana.
  • Todas las instituciones humanas se modifican hasta cierto punto de una época a otra, porque los cambios son necesarios para conservar la sociedad, como es necesario en un edificio si queremos conservarlo en perfecto estado, o es necesario para que el cuerpo humano se regenere y renueve. Pero los conservadores saben que efectuar los cambios necesarios, progresar, avanzar a mejor no implica llevar a cabo alteraciones que vayan en la dirección contraria a la tradición cultural, a la tradición moral, o que tengan como objetivo acabar con nuestra forma de vida, destruirla. Nunca se olvide que los hombres y las mujeres son más felices cuando pueden sentir que viven en un mundo estable, un mundo de valores perdurables.
  • El conservadurismo no es simplemente una defensa del “capitalismo”. El conservadurismo es todo lo contrario de cualquier forma de colectivismo, pues el colectivismo es enemigo de la fe religiosa, la virtud privada, las instituciones tradicionales y la forma de vida tradicional. El colectivismo, en sus múltiples formas, es enemigo de todo lo que merece ser conservado, es por ello que no basta con una simple oposición irreflexiva y desorganizada, es por ello que es imprescindible reaccionar y hacer una oposición real, es mucho, demasiado lo que está en juego.
  • Puesto que la mayoría de los humanos es gente de buena voluntad (o como ahora se dice “buena gente”) y a poco que se mire a nuestro alrededor se acaba uno percatando de que hay personas que lo pasan mal, acaba uno dándose cuenta de que hay desigualdad, injusticia… Inevitablemente, poca gente es la que no se deja tentar por “utopías bienintencionadas”, que pretenden un cambio social profundo… que pretenden implantar el paraíso ahora… Es que quien tenga un poco de sensibilidad es casi imposible que no se conmueva cuando ve gente sufriendo, es difícil no sentirse concernido por el dolor y la miserias ajenos. Pero, todo ello no implica, necesariamente, que el Estado deba controlar a las personas, más bien al contrario, yo soy de los que piensan que las personas deben controlar al Estado. Y eso, evidentemente es ser conservador, pese a que pueda haber alguien que tenga algo que objetar…
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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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