«Aristóteles no es simplemente el filósofo más importante de todos los tiempos; Aristóteles es el ser humano más importante que haya vivido jamás»

Eso declaró el filósofo británico John Sellars en un artículo de la revista Antigone previo a la publicación de su libro «Aristotle: Understanding the World’s Greatest Philosopher».

En español, se llama «Lecciones de Aristóteles: comprender al mayor filósofo de todos los tiempos».

Ambos títulos reflejan lo que motivó a Sellars a escribir el libro: su experiencia como estudiante de filosofía.

«Cuando empecé, era muy consciente de que Aristóteles era una figura importante, pero me parecía muy intimidante. Cada vez que intentaba sumergirme en sus obras, me perdía casi inmediatamente».

No obstante, perseveró y aprendió que «hay que saber leerlo». ¿Cómo? «Lentamente».

Su libro es un abrebocas, que espera nos anime a explorar los escritos del filósofo del IV y III siglo a.C., nos sirva de orientación en el camino, y nos ayude a descubrir cuán brillante es.

Y lo es, pero ¿»el más grande del mundo», «el mayor de todos los tiempos», «el ser humano más importante»?…

«Ese es mi punto de vista, y sé que hay otros académicos que lo compartirían, no todos claro, pero no soy el único que piensa así», le dijo a BBC Mundo.

Sin duda, pero las opiniones claman justificación, particularmente si son las de un respetado experto en saberes como Sellars, profesor de Filosofía en la Universidad Royal Holloway y autor de las aclamadas «Lecciones de estoicismo» y «Lecciones de epicureísmo».

Así que le pedimos que nos convenciera.

Pero antes…

Recordemos sucintamente

Aristóteles forma parte de esa tríada dorada de la filosofía clásica que completan Sócrates y Platón.

Era originario del norte de Grecia, y a los 18 años se fue a estudiar en la Academia de Platón en Atenas donde, durante dos décadas, fue pupilo y luego colega del gran pensador.

Con el tiempo, aunque siempre reconoció cuánto le debía a su maestro, fue distanciándose de sus ideas y desarrollando sus propias opiniones.

Tras la muerte de Platón, dejó Atenas y, tras un tiempo en Asia Menor, se mudó a la isla griega de Lesbos, donde se dedicó a estudiar el mundo natural.

Años después, el rey Filipo de Macedonia lo invitó a volver al norte de Grecia para ser tutor de su hijo Alejandro, quien más tarde sería conocido como Alejandro Magno.

Cuando Filipo fue asesinado mientras Alejandro estaba en su gran campaña por Oriente Medio e India, Aristóteles temió por su seguridad, y regresó a Atenas, donde fundó su propia escuela, el Liceo.

Tenía 50 años. Murió a los 62, dejando una vasta biblioteca, que incluía sus propios y numerosos escritos.

Según la Enciclopedia Británica, las obras de Aristóteles que se conservan, aunque probablemente representan solo una quinta parte de su producción total, suman alrededor de un millón de palabras.

Aunque Sellars acepta que decir que es la persona más importante de todas es una afirmación aparentemente «descabellada, tan grandilocuente que puede parecer una hipérbole escandalosa», la dimensión está de su parte.

«Creo que es el más grande en términos de la escala de su influencia y el impacto que ha tenido.

«Sencillamente, contribuyó tanto a tantas cosas que siguen siendo relevantes hoy en día que ni siquiera no percatamos de que están conectadas con él».

Con el agua hasta las rodillas

Aristóteles no era sólo el prototipo de filósofo sentado en una academia o un palacio de la Antigua Grecia cavilando con la mirada perdida en el infinito.

Como su objeto de estudio era el mundo que lo rodeaba, también solía hacer trabajo de campo, cuenta Sellars.

Aristóteles. De: Commentarium magnum Averrois en Aristotelis De Anima libros, siglo XIII. Encontrado en la colección de la Bibliothèque Nationale de France.
Pie de foto,Aristóteles imaginado en el siglo XIII.

Cuando se dedicó a explorar la vida natural, «iba a las playas y, con el agua hasta las rodillas, observaba a los animales, atrapaba insectos, peces, cangrejos y pulpos, y luego los examinaba».

«Hasta entonces, nadie había tratado de estudiar sistemáticamente a los seres vivos».

Así, creó la disciplina de la biología.

Pero ojo, esto no quiere decir que sus conclusiones fueran correctas. De hecho, la mayor parte del conocimiento que derivó de sus observaciones en este campo está obsoleta.

Sin embargo, el que se haya probado que lo que él creyó entender era falso, no devalúa su obra, pues en el meollo de su pensamiento está el que la evidencia triunfa sobre la teoría.

«Toda teoría está abierta a la refutación mediante una observación posterior, dijo más de una vez Aristóteles», subraya Sellars.

Además, lo excepcional es la forma en que buscó conocimiento, que «sentó las bases de la ciencia empírica».

«Reflexionando sobre la naturaleza de la ciencia, se le ocurrió un método para el pensamiento científico, que fue otro avance realmente importante».

Y, mientras «estaba tratando de entender cómo funcionaban los seres vivos, desarrolló un enfoque que luego aplicó en otros campos».

Otras aguas

Por ejemplo: Aristóteles adoptó su metodología del conocimiento en sus estudios sobre política.

Para entenderla, y escribir sobre ella, necesitaba muestras, así que «recopiló copias de todas las constituciones de las diferentes ciudades del antiguo mundo mediterráneo», señala Sellars.

Eso le permitió comparar y analizar las diferentes ciudades y comunidades.

Así como los animales, los diferentes tipos de gobiernos se podían clasificar -monarquías, oligarquías, democrácias- y, basándose en información histórica, tener una idea de cuáles florecieron.

Fue un enfoque muy científico que marcó el comienzo de las ciencias sociales.

«La política puede ser un tema acalorado y la gente tiene opiniones fuertes.

«La idea de intentar dar un paso atrás y adoptar este enfoque más científico, recopilando información antes de emitir un juicio, es una forma muy madura de pensar en política que todavía no hemos aprendido del todo», comenta el autor en entrevista con BBC Mundo.

Civilización romana, siglo I d.C. Mosaico que representa la Escuela de Atenas. De Pompeya, Italia.
Pie de foto,A diferencia de la Académia de Platón, el Liceo de Aristóteles dictaba muchas de conferencias que estaban abiertas al público en general y se impartían de forma gratuita.

Lo mismo hizo cuando exploró la literatura en su obra la Poética.

«Para entender el drama griego, de una manera muy científica, lo desmontó, y pensó en todos los diferentes elementos que contribuyen a su éxito», explica Sellars.

«Examinó la trama, los personajes, la puesta en escena… todo lo que es importante.

«Y, aunque parezca muy obvio ahora, señaló que necesitas un principio que le dé al público una idea de cuál es la situación, luego la acción principal y finalmente una resolución que no deje cabos sueltos, para que sea satisfactoria para la audiencia y se pueda ir con una sensación de plenitud».

Así estableció los elementos básicos de una buena historia, con un análisis que se sigue usando y que además dio a luz la crítica literaria.

Por si fuera poco

Así, resume Sellars, Aristóteles fue «la primera persona que estudió sistemáticamente la política y que pensó en la literatura y en la ciencia de esta manera, e inventó la lógica formal, lo cual es un gran logro por derecho propio».

¿La lógica también?

«Fue el primero que estudió las estructuras del pensamiento racional, inventando en el proceso la lógica formal y articulando claramente por primera vez principios lógicos clave, como la Ley del Tercio Excluido: cualquier proposición solo puede ser verdadera o falsa.

«Esa división binaria es la idea fundamental que subyace al mundo digital».

Además, «Ética Nicomáquea ha sido probablemente el libro más influyente en ética de todos los tiempos», adelanta Sellers.

¿Por qué?

Aristóteles enseñándole a un estudiante, ilustración de una copia mesopotámica del siglo XIII del Kitāb naʿt al-hayawān, atribuido a Jabril ibn Bukhtishu
Pie de foto,El sistema filosófico y científico de Aristóteles se convirtió en el marco y vehículo tanto de la escolástica cristiana como de la filosofía islámica medieval.

«Por la riqueza y la complejidad de la respuesta que da. No la simplifica. Y reconoce todas las dificultades muy reales de tratar de vivir una vida humana.

«Además, aporta su espíritu científico a la materia.

«Primero tenemos que pensar en lo que es un ser humano y cuáles son sus capacidades y habilidades, y luego en lo que significaría ser un buen ser humano que utilizara esas capacidades y habilidades de la mejor manera posible».

Aristóteles creía que más allá de crecer, movernos y reproducirnos, como otros seres vivos, nuestra capacidad distintiva es la de razonar: la gran mayoría de los humanos adultos son seres pensantes… en potencia.

«Citando un ejemplo que a él le gustaba, los ojos sirven para ver; esa es su función. Si alguien tiene ojos pero nunca los abre, estos no llegaran a ser ojos en el sentido más pleno», ilustra Sellars.

En el mismo orden de ideas, «solo somos verdaderamente seres pensantes cuando realmente pensamos».

Al hacerlo ejercemos eso de ser humanos. ¿Y qué es ser un buen humano, entonces?

Sociales, curiosos y racionales

Un buen ser humano es aquel que, por un lado, usa su razón, dice Sellars, y añade que hay varias maneras en que podemos pensar en eso.

«Una forma en la que usamos la razón es controlando los deseos y emociones irracionales que tenemos, evitando que se apoderen de nosotros.

«Es decir, si un ser humano adulto todavía es excesivamente emocional -hace berrinches cuando no se salen con la suya y se comporta como un niño-, podríamos decir que nunca creció realmente, nunca se convirtió realmente en un adulto, ¿verdad?

«Aristóteles también insiste en que somos seres sociales, y por eso tenemos que llevarnos bien con otras personas. Eso es absolutamente fundamental.

«Otra cosa es que piensa que por naturaleza somos curiosos, queremos saber y aprender, y que eso es un instinto humano natural».

«Si queremos florecer y vivir una buena vida, entonces debemos ser sociales, curiosos y racionales», puntualiza Sellars en conversación con BBC Mundo.

Los conceptos aristotélicos continúan arraigados pues «moldeó la manera en que pensamos».

«Sus ideas y conceptos han calado en nuestra forma natural de pensar hasta el punto de volverse imperceptibles».

¿Qué opinas… te convenció el argumento de Sellars?

Hablamos con John Sellars en el marco del HAY Festival Cartagena, que este año celebra sus 20 años de realización en esa ciudad del Caribe colombiano.

Cómo ser aristotélico

Publicado elpor AntígonaEn Filosofía , La Tradición Clásica

Juan Sellars

Permítanme comenzar con una afirmación descabellada que puede parecerles una hipérbole escandalosa: Aristóteles no es simplemente el filósofo antiguo más importante, ni simplemente el filósofo más importante de todos los tiempos; Aristóteles es el ser humano más importante que haya vivido jamás.

¿En qué me baso para hacer una afirmación tan grandilocuente? Bueno, pensemos en lo que significaría ser el ser humano más importante que haya existido jamás. ¿Quién sería un candidato plausible? Tendría que ser alguien cuyas ideas hayan influido en las vidas de millones de personas durante un vasto período de tiempo: siglos, si no milenios. No podría haber muchos candidatos serios.

Busto de Aristóteles, copia romana de un original griego en bronce de Lisipo del 330 a. C. (Museo Nacional Romano, Palacio Altemps, Roma, Italia).

¿Yqué decir de Jesús? ¿Pero era un hombre? ¿O Dios? ¿O ambas cosas? Ya estamos enfrascados en complejas cuestiones teológicas. ¿Y Mahoma? Sin duda era un hombre, y la paz sea con él, pero en cierto sentido no tenía nada propio que enseñar, pues era un profeta que comunicaba la palabra de Dios. Luego está Buda, un ser humano con mucho que enseñar. Sus ideas tuvieron un enorme impacto en toda Asia durante siglos, así como, más recientemente, en Occidente. Otro candidato serio podría ser Confucio. Es sin duda un pensador de gran estatura, pero su influencia se ha limitado en gran medida a China y principalmente a los ámbitos de la ética y la política.

¿Hay otros contendientes serios? Ya sabes cuál será mi respuesta.

Aristóteles (384-322 a. C.) ha sido, más que nadie, quien ha moldeado la manera en que pensamos sobre tantas cosas. Sus ideas y conceptos han calado en nuestra forma natural de pensar hasta el punto de volverse imperceptibles. Su trabajo de estudio de los animales en la isla de Lesbos y en otros lugares creó, en efecto, la disciplina de la biología y –junto con sus reflexiones más amplias sobre la naturaleza del conocimiento– sentó las bases de toda la ciencia empírica. También fue la primera persona que estudió las estructuras del pensamiento racional, inventando en el proceso la lógica formal y articulando claramente por primera vez principios lógicos clave, como la Ley del Tercio Excluido: cualquier proposición solo puede ser verdadera o falsa. Esa división binaria es la idea fundamental que subyace al mundo digital en el que habitamos cada vez más.

La Constitución aristotélica de los atenienses , escrita a finales del siglo IV a. C. (copia en papiro de c. 100 d. C., actualmente conservada en la Biblioteca Británica de Londres) .

Su estudio de los distintos tipos de organización política y su trabajo de campo para recopilar las constituciones de los estados políticos existentes en el Mediterráneo antiguo sentaron las bases de la disciplina de la ciencia política y, posiblemente, de la ciencia social en general. Su análisis del drama griego estableció los elementos básicos de una buena historia, inventando la crítica literaria en el proceso, y su análisis sigue siendo utilizado hoy en día por los guionistas de Hollywood.

Así que, la próxima vez que se siente a ver una película, tal vez transmitida en un servicio digital, con la tranquilidad de saber que ha sido protegido por las últimas vacunas desarrolladas por científicos especializados en la vida, tómese un momento para reflexionar en que, aunque ciertamente no puede atribuirse el mérito de todo esto, fue sin duda Aristóteles, un solo hombre, quien dio los primeros pasos por múltiples caminos para llevarnos a donde estamos hoy. Aristóteles: el ser humano más influyente que haya vivido jamás. Sus ideas han dado forma a la vida de millones de personas a lo largo de los siglos de innumerables maneras.

Aristóteles enseñando a un estudiante, ilustración de una copia mesopotámica del siglo XIII del Kitāb naʿt al-hayawān , un bestiario atribuido a Jabril ibn Bukhtishu (Biblioteca Británica de Londres, manuscrito n.° 2784, f.96r, c.1220).

Sin embargo, hacer esta gran afirmación no significa que esté de acuerdo con Aristóteles en todo, ni siquiera en algo. De hecho, no estoy convencido de que Aristóteles estuviera de acuerdo consigo mismo en todo lo que decía. Ciertamente no creo que él hubiera querido que aceptáramos sus ideas como un cuerpo dogmático de conocimiento que debe ser venerado. Muchas de las afirmaciones que hace son propuestas provisionales, tentativas, abiertas a la crítica y sujetas a rechazo si aparecen nuevas evidencias. A veces aborda el mismo problema más de una vez, dando respuestas aparentemente contradictorias. Todo esto subraya el hecho de que ciertamente no era un pensador dogmático y que sus obras no necesariamente forman un sistema monolítico integral, aunque es bastante fácil verlas de esa manera.

Aristóteles no era un creador de sistemas rígidos; era un investigador, un hombre en busca de conocimiento, en busca incansable de respuestas a todas las preguntas concebibles. De hecho, uno de sus traductores ha comentado con frustración su “excesiva indecisión o cautela”, señalando la frecuencia con la que Aristóteles utiliza en sus obras la palabra “quizás”. [1]En sus estudios sobre los animales, Aristóteles es bastante explícito al respecto: toda teoría está abierta a la refutación mediante una observación posterior, dice. Tampoco le gustaba la idea de figuras de autoridad intelectual, y es famoso su comentario de que, aunque era amigo de su maestro Platón, era aún más amigo de la verdad. [2]Expuso ideas que creía verdaderas –o al menos las más plausibles– basándose en la observación y la argumentación, pero es difícil imaginar que hubiera esperado que alguien creyera en algo que decía simplemente porque lo había dicho.

La Escuela de Aristóteles, Gustav Adolph Spangenberg, 1888 (fresco en la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg, Alemania).

Sin embargo, Aristóteles insistía en la importancia de hacer filosofía. Según él, somos animales racionales, es decir, somos animales, pero nos diferenciamos de otros animales en que tenemos el poder de la razón. Esa es nuestra característica definitoria, lo que nos hace quienes somos. Es lo que él llama nuestra función (ἔργον, ergon ). Aristóteles piensa que muchas cosas tienen funciones y que esas cosas sólo son realmente lo que son en el sentido más pleno cuando se utiliza esa función. Para utilizar un ejemplo que al propio Aristóteles le gustaba bastante, los ojos sirven para ver; esa es su función. Si alguien tuviera ojos pero nunca los abriera, la capacidad de la vista nunca se utilizaría; en su terminología, su potencial para ver nunca se actualizaría. En la medida en que su propia existencia como ojos se define en términos de su función, la capacidad de ver, hay un sentido en el que los ojos que nunca tienen la oportunidad de ver no son ojos en el sentido más pleno.

Lo mismo se aplica al ser humano que no utiliza su capacidad de razonar. Para ser plenamente humano, uno debe hacer filosofía, sostiene Aristóteles:

La función del alma, ya sea sola o sobre todo, es pensar y razonar. Por eso ahora es simple y fácil para cualquiera llegar a la conclusión de que quien piensa correctamente está más vivo, y quien más alcanza la verdad vive más, y éste es el sabio… Así, atribuimos la vida más al que está despierto que al que está dormido, al sabio más que al necio. [3]

Aristóteles, Justus van Gent, c.1476 (Musée du Louvre, París, Francia).

En el caso de la vista, poder ver trae consigo obviamente una amplia gama de beneficios prácticos, como no chocar con las cosas; nos permite hacer muchas cosas. Aristóteles comenta que lo mismo se aplica al pensamiento filosófico: puede ser beneficioso en la práctica de diversas maneras, pero en ambos casos los beneficios son simplemente subproductos bienvenidos. Incluso si alguien no obtuviera ningún beneficio práctico de ver, preferiría poder ver a no poder hacerlo, comenta, y lo mismo se aplica al pensamiento filosófico. Lo hacemos por el mero hecho de hacerlo, pero también nos beneficia de diversas maneras.

A pesar de este énfasis en la importancia intrínseca –de hecho, la necesidad– de la filosofía como actividad, Aristóteles también subraya que sólo a través de la filosofía será posible vivir una vida feliz. Sólo haciendo lo único que nos define como seres humanos podremos prosperar y vivir bien.

Creo que vale la pena decir que no cree que debamos hacer filosofía porque nos hará felices. No sostiene el tipo de opinión que parecen expresar los estoicos y epicúreos posteriores, de que debemos hacer filosofía para vivir una buena vida. Creo que su opinión es que debemos hacerlo simplemente para ser seres humanos en el sentido más pleno. Pero al mismo tiempo piensa que nos traerá felicidad y que ninguna otra cosa puede hacerlo.

El comienzo del Libro VI de la Ética a Nicómaco de Aristóteles en un manuscrito del siglo XV encargado por Andrea Matteo Acquaviva, duque de Atri (Biblioteca Nacional de Austria, Viena, Cod. phil. gr. 4, fol. 45v.) .

Ala luz de todo esto, podríamos preguntarnos: “¿Qué significa ser aristotélico?”. Creo que podemos establecer una clara distinción entre dos formas diferentes en las que podemos utilizar la palabra “aristotélico”. El primer sentido incluye lo que podríamos llamar “aristotelismo dogmático”. Esto a menudo supone que Aristóteles dejó tras de sí un cuerpo único y sistemático de pensamiento y que ser aristotélico significa suscribir la veracidad de este sistema, siguiendo servilmente la letra de los textos de Aristóteles. Sin duda ha habido muchos aristotélicos dogmáticos a lo largo de los siglos. Sin embargo, Aristóteles mismo no era ciertamente un aristotélico dogmático en este sentido. Como ya he dicho, Aristóteles estaba comprometido con una vida de investigación, una vida de investigación y observación continuas en la búsqueda del conocimiento.

Es esta idea de una investigación abierta y de una curiosidad infinita la que puede darnos lo que creo que es una segunda y mucho mejor noción de lo que significa ser aristotélico. Se trata simplemente de ser un ser humano en el sentido más completo posible. No nos exige aceptar nada de lo que dijo Aristóteles como cierto –de hecho, gran parte de lo que él pensaba es ahora obviamente falso (especialmente en su cosmología y biología)–, sino que simplemente implica unirnos a él en el proceso continuo de intentar comprender el mundo en el que vivimos.

Aristóteles discute sobre medicina con dos estudiantes, ilustración de la traducción francesa de Évrard de Conty del tratado latino pseudoaristotélico Problemata Physica (Problemas de la naturaleza), 1450-75 (Biblioteca Nacional de los Países Bajos, La Haya, KB 133 A 3 f.1r).

Existe una vieja teoría que sostiene que el desarrollo de la ciencia moderna en los siglos XVI y XVII implicó –de hecho, requirió– una ruptura total con la tradición aristotélica existente. Aristóteles se había convertido en una figura de autoridad intelectual tan abrumadora que su sombra estaba sofocando el progreso. Como dijo Francis Bacon (1561-1626), “el conocimiento derivado de Aristóteles, y exento de la libertad de examen, no volverá a elevarse por encima del conocimiento de Aristóteles”. [4]En verdad, la situación era más compleja de lo que implica esta narrativa de rechazo generalizado. Numerosos pensadores del siglo XVI eran muy conscientes, por su propio estudio minucioso de los textos de Aristóteles, de que éste era un defensor de la observación y la investigación abierta. El problema no era con Aristóteles en sí, sino con la forma en que lo leían algunos de sus seguidores.

El filósofo italiano Jacopo Zabarella (1533-1589) estableció una distinción entre el intérprete de Aristóteles que se centra estrictamente en lo que escribió Aristóteles y el verdadero aristotélico que abraza su espíritu de investigación. Se trataba de una distinción entre el enfoque en la doctrina o el método, en la letra o el espíritu de las obras de Aristóteles. Por la misma época, otro filósofo italiano, Alessandro Piccolomini (1508-1579), comentó que para ser un fiel aristotélico se apoyaría ante todo en la experiencia y la observación, incluso si eso significaba estar en desacuerdo con Aristóteles de vez en cuando. Para “imitar mejor a Aristóteles”, escribió, “dejaré a Aristóteles… cada vez que los sentidos me muestren que es verdad lo contrario”. [5]

Un ejemplo particularmente interesante de esta forma de pensar se puede encontrar en Galileo Galilei (1564-1642). En su famoso Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo (1632), Galileo se burlaba de los aristotélicos de su época por su devoción servil a la letra de las obras de Aristóteles, sin importar qué nueva evidencia se les pudiera presentar. Sin embargo, durante el proceso Galileo comentó que “si Aristóteles viviera ahora, cambiaría de opinión”. [6]Galileo se sentía feliz de poder describirse como aristotélico en el sentido que le da Piccolomini al término, libre de apartarse de las opiniones de Aristóteles cuando la evidencia lo exigiera. Podía ver que el nuevo enfoque del siglo XVI en la observación y la experimentación era, en muchos sentidos, completamente aristotélico en espíritu. El propio Aristóteles seguramente habría odiado la idea de que sus obras se hubieran convertido en fuentes autorizadas de doctrina rígida que impedían el desarrollo de la ciencia.

Galileo y su asistente Viviani (durante el arresto domiciliario de Galileo), Tito Lessi, 1892 (Museo Galileo, Florencia, Italia).

Entonces, ¿cómo ser aristotélico? A la luz de lo que he estado diciendo, ser aristotélico no significa adherirse a un determinado conjunto de ideas, aunque ciertamente es posible ser aristotélico también en ese sentido más estricto. Lo que quiero sugerir es que ser aristotélico es simplemente unirse a Aristóteles en su búsqueda interminable de conocimiento. Significa simplemente hacer filosofía. Como él mismo dijo en la famosa frase inicial de su Metafísica , “todos los seres humanos desean por naturaleza saber”. La filosofía, dijo, es el producto del asombro generado por nuestro encuentro con el mundo que nos rodea.

Cada vez que empezamos a pensar en esas grandes cuestiones sobre la naturaleza del mundo, sobre nosotros mismos y sobre nuestro lugar en él, empezamos a hacer filosofía, y eso es lo que significa ser aristotélico. De hecho, el propio Aristóteles sostenía que eso es simplemente lo que significa ser un ser humano, ejercitar nuestra capacidad de razonar y comprender. Así que, en cierto sentido, todos somos aristotélicos, nos guste o no. No podemos escapar de él, así como tampoco podemos escapar de su influencia. Es el ser humano más importante que haya existido jamás.


John Sellars es  profesor de Filosofía en la Royal Holloway, Universidad de Londres. Entre sus libros más recientes se incluyen  Lessons in Stoicism  (Penguin, 2019), The Fourfold Remedy (Penguin, 2020) y, ahora, Aristotle (Penguin, 2023). Anteriormente ha escrito para Antigone sobre el emperador romano estoico Marco Aurelio .

Comparte este artículo a través de:

Notas

⇧ 1Richard Robinson, Aristóteles, Política, Libros III y IV (Oxford UP, 1962) viii.
⇧ 2Ética a Nicómaco 1096a11–15 , cuyo mensaje principal se expresa tradicionalmente en la máxima latina Amicus Plato, sed magis amica veritas (“Platón es un amigo, pero un amigo más grande es la verdad”).
⇧ 3Protrepticus fr. 14, trad. DS Hutchinson y MR Johnson en “Authenticating Aristotle’s Protrepticus ”, Oxford Studies in Ancient Philosophy 29 (2005) 193–294, en 266–7.
⇧ 4El avance del aprendizaje 1.4.12, WA Wright ed. (Oxford: UP, 1963) 37.
⇧ 5Citado en Marco Sgarbi, “¿Cómo es un aristotélico renacentista? De Petrarca a Galileo”, en HOPOS: The Journal of the International Society for the History of Philosophy of Science 7 (2017) 226–45, pág. 237.
⇧ 6Citado en Sgarbi (ibid.) 240.

About Author

Spread the love
                 
   

Deja una respuesta