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Armenia, una traición histórica

G. H. Guarch 

¿Cómo pudo suceder que una parte esencial de Armenia terminara en manos de Azerbaiyán?

Esta historia no debería olvidarse jamás. Sus raíces se entroncan con los mitos, en ella se encuentran Noé, el diluvio universal, los principios de la civilización y la cultura humana, Urartu, y muchas páginas de la Biblia se refieren a todo ello. En efecto, las montañas del sur del Cáucaso occidental fueron el hogar ancestral del pueblo armenio, y muy concretamente los valles y montañas donde en la actualidad se encuentra el llamado Art Saj o Alto Karabagh. No es casualidad que la catedral de Shusha, también conocida como la catedral de Ghazanchetsots, fuera levantada por Simón Ter Hakobyan sobre los restos de una antiquísima capilla armenia. Art Saj no es una región cualquiera, es el lugar donde el padre fundador del pueblo armenio, Hayk, decidió que debería asentarse su pueblo para siempre. Las montañas de Art Saj son el símbolo de la fe de un pueblo que cree en su destino.

Pero descendamos de los mitos y las leyendas a la dura realidad que el pueblo Armenio está viviendo al comprobar cómo su preciada cuna está siendo manipulada en un claro intento de aniquilación de la realidad histórica. ¿Cómo pudo suceder que una parte esencial de Armenia terminara en manos de Azerbaiyán? ¿Cuáles fueron las motivaciones y circunstancias que, tras la revolución bolchevique, llevaron a que un territorio ancestral armenio pasara a ser parte integrante de la Republica Socialista Soviética de Azerbaiyán, y a que siga formando parte de ese país en la actualidad? ¿Por qué un territorio cristiano hasta la médula, una zona donde el cristianismo se asentó desde los tiempos inmemoriales —más de tres siglos antes de la aparición del Islam— pasó a ser dominado por musulmanes chiitas? ¿Qué extraños sucesos permitieron tal cosa?

Analicemos el proceso.

Desde los inicios de la revolución bolchevique, la relación del Soviet Supremo con los pueblos islámicos de la que había sido la Gran Rusia zarista fue incómoda, de difícil gestión, puesto que la propaganda bolchevique, marxista y atea, no parecía dar ningún resultado, ni tan siquiera la creación de las nuevas republicas parecía satisfacer las reclamaciones nacionales de los distintos pueblos musulmanes y sus particularidades. Comunismo e islam nunca se han llevado bien, marxismo y Corán son antitéticos. El ateísmo es un enemigo declarado para el islam, porque niega su propia existencia. Pero no se trataba tan sólo de las profundas diferencias entre el gobierno bolchevique y los diferentes pueblos musulmanes de la nueva URSS; por poner un ejemplo, algunas de las minorías tártaras eran chiitas, y otras no, mientras que los chechenos eran sunnitas radicales, los musulmanes del alto Volga no lo eran, y por ello sus reclamaciones eran muy diferentes. Pero analicemos el proceso: en 1918 se creó un comité para las nacionalidades musulmanas existentes en la Rusia soviética, comité que naturalmente dependía del Narkomnáts, y por una serie de circunstancias Stalin aceptó que la mayoría de ese comité estuviese en manos de los tártaros, lo que marcaría su futuro. Obsesionado por asegurar su poder, y tal y como era su voluntad, Stalin intentó manipular a los subcomisarios y no deseaba encontrarse simultáneamente con un problema interior, ni que se aliaran ambos partes contra él. Por otra parte, en aquellos mismos días los armenios acababan de sobrevivir al genocidio llevado a cabo por los turcos otomanos, por lo que se encontraban muy debilitados bajo todos los puntos de vista, también políticamente, ya que incluso desde el entorno de Lenin se creía que serían incapaces de llevar adelante la existencia de su propia patria armenia. Hay que señalar que el recién refundado estado armenio se encontraba económicamente arruinado, indefenso, sin un ejército que lo defendiera, sin poder alimentar a su propio pueblo, abandonado por las naciones avanzadas, por todo ello significaba una presa fácil para Turquía que pretendía terminar definitivamente con “el problema armenio”. Hay que aclarar que Kemal Ataturk no había modificado un ápice la politica otomana y aunque cara a Europa aseguraba que pretendía una Turquía moderna y laica, la quería libre de cristianos y sobre todo de armenios.

La República Democrática de Armenia, independiente del Imperio Otomano desde 1918, fue por la fuerza de las circunstancias transformada el 29 de noviembre de 1920 en la República Socialista Soviética de Armenia, y desde ese mismo instante no tuvo la más mínima capacidad autónoma para llevar adelante un proceso de regulación de sus fronteras basado en su realidad histórica, sino que se convirtió —al igual que todas las demás republicas socialistas soviéticas— en moneda de cambio para los egoístas intereses de los protagonistas soviéticos de la revolución Stalin, Lenin, Trotsky y los demás secretarios generales, que como se ha mencionado estaban llevando a cabo su particular estrategia por el poder, mientras la utopía socialista quedaba en un segundo plano. Lenin aseguraba que sin poder no se podía construir la realidad socialista lo que era obvio. Stalin que en aquellos momentos realidad era un parvenu sin curriculum estaba a verlas venir. Está más que demostrado que utilizó el Comisariado para las Nacionalidades como una mera palanca para conseguir sus fines políticos, y que no existió la menor coherencia en su toma de decisiones, aunque fueron las circunstancias las que finalmente lo convirtieron en Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, increíblemente contra la rotunda voluntad de Lenin, por supuesto también de Trotsky y de la mayoría de los restantes líderes que en un momento dado se vieron coaccionados y no tuvieron otra alternativa que someterse a Stalin, y por dicha causa casi todos ellos terminaron pagando su indecisión o su cobardía con su vida.

Veamos lo que cuenta Trotsky sobre ello en su biografía de Stalin:
“El 27 de noviembre de 1919 se celebró en Moscú el 11 Congreso de Organizaciones comunistas musulmanas de toda Rusia y de los pueblos del Este. Abrió el Congreso Stalin en nombre del Comité Central del Partido. Fueron elegidos cuatro miembros honorarios: Lenin, Trotsky, Zinoviev y Stalin. El presidente del Congreso, Sultán Galiyev, propuso que el Congreso saludara a Stalin como «uno de esos luchadores que arden con una llama de odio contra el imperialismo internacional». Pero es muy característico para la gradación de los dirigentes en aquel tiempo, que incluso en este Congreso terminase el informe de Sultán-Galiyev sobre la revolución política en general con la salutación: «¡Viva el Partido Comunista ruso! ¡Vivan sus dirigentes, camaradas Lenin y Trotsky! “Aun este Congreso de los Pueblos del Este, celebrado bajo la dirección inmediata de Stalin, no creyó necesario incluir a Stalin entre los líderes del Partido. Stalin fue comisario Popular de Nacionalidades desde el momento de la Revolución hasta la liquidación del Comisariado en 1923, al crearse la Unión Soviética y el Consejo de Nacionalidades del Comité Ejecutivo Central de la U.R.S.S. Puede considerarse firmemente comprobado que, por lo menos hasta mayo de 1919, Stalin no tuvo mucho que hacer con los asuntos del Comisariado. Al principio, Stalin no escribía los editoriales de La Vida de las Nacionalidades; luego, cuando el periódico empezó a salir en formato grande, comenzaron a aparecer los editoriales de Stalin un número tras otro. Pero la productividad literaria de Stalin no era grande, y fue disminuyendo de año en año. En 1920-1921 sólo encontramos dos o tres artículos suyos. En 1922, ni uno solo. Por entonces, Stalin se había pasado por completo a la política de máquina”.

Dicho de otra manera, Stalin utilizó el puesto como Comisario de las Nacionalidades para garantizar su futuro dentro del politburó, sabiendo que hasta que no desapareciera Lenin no tenía nada asegurado. Trotsky disecciona minuciosamente la personalidad de Stalin en esa apasionante y dramática etapa.

El 10 de agosto de 1920 se firmó en Sèvres, Francia, con presencia de los representantes turcos el Tratado de Sèvres. Era la consecuencia lógica del Tratado de Versalles, en la que el Imperio Otomano, aún regido por el sultán Mehmet VI, aceptaba la situación de facto, y perdía Egipto, Palestina, Siria, Líbano, Arabia, Iraq, mientras Asia Menor era troceada de acuerdo a los exigentes criterios de los vencedores. Armenia, en aquel tratado recogida como la Armenia Wilsoniana, volvía a ser un estado viable con la parte oriental de Turquía, recomponiendo en parte – solo en parte – la Armenia histórica. Naturalmente Atatürk aseguró a sus generales que aquel tratado no se llevaría a cabo, y que debían combatir hasta la muerte para cambiar las cosas. Era un hombre pragmático y se refirió exclusivamente a Asia Menor, a la propia Turquía sabiendo que se jugaba la propia existencia como país. De inmediato el ejército turco atacó los territorios de influencia francesa, italiana y griega. También los que habían sido asignados a Armenia. Francia no deseaba perder más hombres ni invertir más recursos en una lejana guerra, Italia tampoco podía continuar, y Grecia menos. Los turcos se centraron en expulsar a los armenios de sus ciudades, hasta que la situación se convirtió en imposible para el gobierno armenio, sin fondos, sin crédito, sin apenas soldados, sin armas, aunque es cierto que los británicos le entregaron determinada ayuda militar. Ataturk que era un buen estratega había pactado una pinza con la RSS de Azerbaiyán a los que consideraba turcos, y por dicha causa en junio de 1920 la Republica Democrática de Armenia se vio obligada a afirmar una costosa tregua con los azeríes ya que el ejército turco les asediaba llevándolos a la extenuación, transformándose en aquellos momentos en la RSS de Armenia. Fue la agobiante situación la que obligó al gobierno armenio a firmar la paz con los azeríes, debiendo cederles Zangechur y el Nagorno Karabagh, además de reconocer su dominio en Najicheván. Pero los turcos de Ataturk mantenían la presión bélica sobre una Armenia prácticamente agotada, desarmada, sin municiones, sin recursos, sin un verdadero ejército que pudiera defender sus fronteras. Sencillamente no tenía a quien acudir. No había recursos, mucho menos financieros, ni provisiones no ya para débil ejercito armenio, ni tan siquiera para los hambrientos y depauperados civiles. Los niños armenios seguían muriendo de inanición, sin hospitales, sin medicinas. Por ello los turcos aprovecharon la situación, el extremo estado en que se hallaba el estado armenio y entraron en Alexándropol, forzando la paz
Analicemos las circunstancias Pocas fechas después, en realidad cuatro días más tarde, el 2 de diciembre de 1920 se firmó entre la recién creada RSS de Armenia y Turquía, el Tratado de Gümrü, actual Gyumri, la hermosa Alexándropol que durante la Rusia zarista había sido bautizada como Alexándropol. Supuestamente dicho tratado era un acuerdo para terminar la guerra turco-armenia y desmontaba el Tratado de Sèvres ya que Turquía exigía su renuncia a todo el territorio que antes de la Gran Guerra hubieran pertenecido al Imperio Otomano, además de obligarla a reconocer la independencia de Najicheván.
Unos meses más tarde, a mediados de marzo de 1921, en el marco del Tratado de Moscú, Lenin tomó la decisión de llegar a un acuerdo con la Gran Asamblea Nacional de Turquía, cuyo líder indiscutible era ya Mustafá Kemal Atatürk, el vencedor de Galípoli, el único líder turco que podía enfrentarse de tú a tú a los vencedores de la Gran Guerra. Hay que subrayar que ni la URSS, ni la Republica de Turquía, existían aun. La Turquía de aquel momento era la del Pacto Nacional, según resolución adoptada por el parlamento otomano del 28 de enero de 1920. Hay que hacer constar que las fronteras nororientales de Turquía y las de Georgia, Armenia y Azerbaiyán fueron definidas sin contar con los representantes armenios ni georgianos, mientras que los intereses de Azerbaiyán estaban bien representados por Turquía que consideraba a los azeríes como aliados turcos en la politica panturquista de Atatürk. Por ello en el Tratado de Moscú se decidió unilateralmente que el óblast de Kars fuera asignado a Turquía, y a petición del líder turco también se creó la región autónoma de Najichevan bajo la protección de Azerbaiyán, En compensación, por exigencia de Rusia, supuestamente por voluntad y criterio de Lenin, Turquía cedía Batum y el área adyacente a Georgia. De tal manera que los armenios perdieron una parte esencial de su territorio, y sobre todo se les privó de la posibilidad vital de tener una salida al Mar Negro, es decir se condicionó una Armenia limitada y dependiente a efectos estratégicos, mientras que los turcos garantizaron su relación de estabilidad con la futura URSS.
Paralelamente estaba teniendo lugar el X Congreso del Partido Comunista, en donde se tomaron decisiones de gran importancia:
“Se suprimió todo grupo, fracción o tendencia dentro del Partido. Tendencias que surgieron como consecuencia de la crisis posbélica. Todos tenían que aceptar la ortodoxia oficial so pena de ser expulsados. Se pretendía lograr lealtad y uniformidad. Se concentró la autoridad en los órganos centrales del Partido. La idea fue de Lenin y fue apoyada por toda la dirección bolchevique. “Con objeto de lograr una estricta disciplina dentro del Partido y en toda la actividad soviética y alcanzar el grado de mayor unidad posible con la supresión de todo fraccionamiento, el Congreso concede al Comité Central plenos poderes en el caso o los casos de cualquier brecha producida en la disciplina por resurgimiento o tolerancia del fraccionalismo, para que aplique todas las medidas de sanción del Partido, incluyendo la expulsión…”

Galiyev y Stalin se enfrentaron abiertamente durante el congreso. La falsa, imposible amistad entre ambos líderes había terminado, y los dos eran muy conscientes de ello. Stalin tachó de reaccionaria la propuesta de que los territorios autónomos islámicos se incorporaran a la Unión Soviética como republicas independientes, en realidad la pretensión de los musulmanes de no quedar vinculados a la URSS, ya que de hecho Galiyev mantenía una gran desconfianza acerca de lo que depararía el futuro a las repúblicas soviéticas, y temía que el islam se diluyera en el ateísmo marxista de los bolcheviques. El tiempo le dio la razón.

La historia reciente no ha sido coherente con la realidad histórica. Apenas tres meses más tarde, el 5 de julio de 1921, se impuso la ambición sin límites de Stalin. Hay que recordar que fue Stalin el que sin ningún fundamento ni base histórica, decidió unilateralmente, caprichosamente, dictatorialmente, la creación del Óblast Autónomo de Nagorno Karabagh (NKAO), y transferirlo a la recién creada República Socialista Soviética de Azerbaiyán sin justificar mínimamente su decisión. ¿Por qué llevó a cabo un acto tan incoherente? Él era muy consciente de lo que podría suceder con aquella caprichosa y absurda decisión.
Hay que subrayar que en ese momento Stalin ocupaba el cargo de Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, (Narodny Komissariat po delam natsionálnostei, o Narkomnáts). El investigador Stephen Blank mantiene que dicho comisariado se creó por los bolcheviques para controlar la participación de aquellos grupos étnicos no rusos, supuestamente para conceder voz a las minorías, que se agrupaban políticamente en subcomisariados para cada una de ellas: judía, georgiana, armenia, azerí o tártara, letona, polaca, buryata, lituana, estonia, y muchas otras. En realidad a Stalin lo que le importaba era cómo poder utilizar su estratégico cargo para trepar políticamente y asentarse en el poder. Para Levón Chorbajian, “la creación de Nagorno Karabagh”, fue un desafío a la historia. Stalin, que conocía muy bien el enconamiento entre turcos y azeríes de una parte, y los armenios de otra, apostó por los primeros “por conveniencia politica”, es decir dentro del contexto de la cooperación soviético-turca, intentando que los bolcheviques mantuvieran su influencia en el Cáucaso.
Tanto a Stalin como a Kemal Ataturk les urgía cerrar el candente tema del sur del Cáucaso, una úlcera abierta que molestaba y perjudicaba a ambas partes, y que generaba continuas fricciones. Para Stalin no se trataba de un tema desconocido o muy lejano, por el contrario era algo cercano, que conocía bien desde su juventud. Nadie tenía que explicarle acerca del Cáucaso y sus peculiaridades, ni sobre lo que acababa de ocurrir con los armenios por los que nunca había sentido simpatía. En Georgia tenían fama de ser gentes pragmáticas, ambiciosos, negociantes y buenos mercaderes, no eran empáticos con sus anfitriones los georgianos. En Azerbaiyán les sucedía lo mismo. En Bakú regentaban las principales empresas petroleras, los almacenes de importación y exportación, las entidades financieras. No se molestaban en ser simpáticos. Por otra parte Ataturk tenía demasiados frentes abiertos, incluyendo el propio futuro de Turquía como país, y Stalin también se estaba jugando su prestigio político, en definitiva el ser o no ser. Era evidente para el inestable gobierno bolchevique que la desconfianza de Lenin con Stalin ya había comenzado. Aun así Lenin permitió que Stalin y Ataturk se pusieran de acuerdo y tomaran la decisión de modificar y ajustar el Tratado de Moscú en un nuevo acuerdo que se celebraría en una de las poblaciones con más población armenia eliminada durante el genocidio: el Tratado de Kars, que se firmaría el 13 de octubre de 1921, un acuerdo que ataría y concretaría todos los asuntos pendientes, muy especialmente las fronteras de Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Aun no habían transcurrido ni tres meses desde la inesperada cesión del Alto Karabagh a Azerbaiyán que el gobierno armenio esperaba poder revertir y volver a la situación anterior. En el nuevo Tratado de Kars a los georgianos se les contentó con el puerto de Batum. No por sentido político, ni por responsabilidad de los bolcheviques con Georgia, sino porque Stalin tenía sus propios compromisos. A los azeríes, Stalin – había sido una decisión personal porque el comisario de nacionalidades no consensuaba nada – les había otorgado el Alto Karabagh, y además Najichevan, por lo que los azeríes no tenían nada que objetar, y además eran los turcos los que apretaban para firmar dicho acuerdo. Por otro lado todos eran muy conscientes de que en aquellos mismos momentos se estaban llevando a cabo razzias y pogromos en Bakú y toda la parte oriental de Azerbaiyán para eliminar a los armenios y sus fuertes intereses en el mercado petrolífero con Europa. No era algo disimulado, que los turcos querían aniquilar no solo a la población armenia en la propia Turquía, sino en aquellos países cercanos en los que la influencia turca fuese decisiva, como era el caso de Azerbaiyán. La relación entre Estambul y Bakú era ya parecida al colonialismo. Pero en aquellos momentos los británicos que tenían tropas destacadas en el Cáucaso, miraron para otro lado, entre otras cosas porque y los bolcheviques con Stalin al frente permitieron todo ello. Había demasiados intereses económicos y políticos por medio.

Habrá que contar detalladamente la situación. Desde el mismo instante en que Stalin adjudicó el Alto Karabagh a los azeríes, —para su sorpresa ya que no esperaban tamaño presente— éstos decidieron llevar a cabo una limpieza étnica y cultural del óblast. Los armenios protestaron la decisión por incoherente, injusta y sectaria. Fue inútil. En aquellos momentos la fuerte relación de intereses comunes entre el líder tártaro Mirzá Sultán Galiyev y José Stalin impidió que se llevara atrás la incomprensible adjudicación. Ambos se necesitaban políticamente, su relación se fundamentaba en una falsa amistad, en realidad eran dos fuertes personalidades que aspiraban a conseguir sus fines a cualquier costo. Sin embargo los pogromos contra la población armenia del Alto Karabagh, la destrucción de iglesias, monasterios, khachkars, de cualquier vestigio armenio existente en el ancestral asentamiento, eran continuos. A pesar de ello la tozuda realidad de los hechos se impuso ya que cerca del noventa por ciento de la población asentada en los valles y montañas del Alto Karabagh era de origen armenio, todos ellos con unas profundas raíces que procedían de muchos siglos y milenios en los que los armenios habían modelado el duro paisaje de lo que para ellos era su preciado Art Saj. Una tierra dura y difícil poco amable, aunque para ellos significaba las raíces de su patria ancestral, el lugar del que provenían los descendientes de Hayk. Por otra parte tras la inesperada adjudicación para las autoridades de Azerbaiyán resultaba inviable trasladar allí a la población azerí y obligarla a asentarse, aunque en determinados lugares de Art Saj existían puntuales asentamientos azeríes que representaban alrededor del 15 por ciento de la población. Entre otras razones los azeríes trasladados allí lo consideraban un castigo, porque era preciso un profundo conocimiento basado en centenares de generaciones para poder sobrevivir y prosperar en aquellas duras montañas del sur del Cáucaso Occidental. Pero los armenios resistieron los pogromos y las amenazas, las coacciones políticas, los intentos de eliminación física, la destrucción de sus referentes culturales. Si una ermita o un monasterio eran derribados, los habitantes volvían a levantarlo mostrando una férrea voluntad de permanencia. Cuando los azeríes para evitarlo decidieron destruir hasta las mismas piedras de las ruinas resultantes, los armenios volvieron a las viejas canteras para volver a tallar las piedras necesarias. Los más ancianos recordaban hasta los más mínimos detalles ornamentales y simbólicos de sus monasterios e iglesias, y los hábiles canteros volvían a reconstruir pacientemente lo que había sido demolido y transformado en polvo, intentando destruir y cambiar la verdadera historia. Hay que recordar que la politica pactada entre Galiyev y Stalin fue de una aplicación selectiva de la propaganda antirreligiosa. Para Galiyev, en aquellos días en apariencia un fiel amigo muy cercano y protegido de Stalin, que lo utilizaba astutamente a su servicio, la religión que profesaban los armenios era tan solo una demostración contra los intereses del partido bolchevique, mientras que el islam de los tártaros —su islam— no era otra cosa que la expresión de la voluntad de Dios Todopoderoso. En segundo plano la ambición politica de Galiyev en aquellos días era la creación de una gran republica tártara-baskir en la que la Armenia cristiana no tenía cabida. Su voluntad secreta no manifestada era terminar lo que los turcos otomanos habían intentado: la definitiva eliminación, la desaparición, la expulsión de hasta el último armenio de la Armenia que les había sido adjudicada, al final apenas el veinte por ciento de la Armenia Wilsoniana, de la que ni Galiyev, ni la administración de la República Soviética de Azerbaiyán, ni el propio Stalin querían saber nada.

Decimos aquí que la Armenia Wilsoniana recogida en el Tratado de Sèvres sigue incólume, intacta, completa, por mucho que se intente echar tierra encima, por mucho que se pretenda borrar de la memoria, por muchos tratados intermedios que se hayan firmado, por la sencilla razón de que aquel proceso se cerró en falso. Los representantes políticos del pueblo armenio no rubricaron el Tratado de Lausana en el que se intentaba modificar a toda prisa y sin los acuerdos válidos necesarios el anterior Tratado de Sèvres, que si recogía puntualmente todo lo acordado y firmado, también por los autorizados representantes del Estado de Turquía. En cuanto a la participación armenia en el Tratado de Moscú fue nula, y en el de Kars los representantes armenios se vieron coaccionados y forzados a rubricarlo. Sin embargo dos años más tarde, en 1923, Galiyev fue juzgado y condenado por desviacionismo nacionalista, y a pesar de que Stalin llevó a cabo una serie de purgas contra los seguidores baskires y tártaros de Galiyev, sin embargo no quiso modificar su decisión de adjudicar el Alto Karabagh a los azeríes. En 1940 terminó el drama de Galiyev cuando fue fusilado en Moscú por orden de Stalin, como la gran mayoría de los que se opusieron a él por cualquier motivo. Sin embargo un asunto esencial como había sido la adjudicación de una parte esencial del territorio histórico armenio, como era el Alto Karabagh a Azerbaiyán no fue anulado a pesar de las enérgicas protestas armenias.

Muchos años más tarde —una eternidad para la gran mayoría de los pueblos subyugados bajo la URSS— en el año 1991 se disolvió la URSS y, como todas las demás republicas que la componían, las republicas soviéticas musulmanas de Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán se transformaron en republicas independientes, tal y como había sido la pretensión de Galiyev setenta años antes. En el interior de la propia Federación Rusa actual seguimos encontrando las republicas musulmanas de Tartaristán, Bashkortostán, Chechenia, Ingusetia, Daguestán, Kabardino Balkaria, Karachai-Cherquesia, que no tuvieron otra opción, o que por razones propias prefirieron continuar vinculadas a Rusia. A pesar de todo,Galiyev no iba desencaminado. Sin embargo, contra el sentido común y la lógica, produciendo un terrible daño en dos pueblos que deberían enterrar para siempre sus rencillas, la espúrea decisión de Stalin sigue ahí, desafiando la justicia histórica, como una úlcera enquistada que sólo sanará definitivamente con determinación e inteligencia.

FUENTE: https://elmanifiesto.com/identidad/89015641/Armenia-una-traicion-historica.html?utm_source=boletin&utm_medium=mail&utm_campaign=boletin&origin=newsletter&id=34&tipo=3&identificador=89015641&id_boletin=40314454&cod_suscriptor=721592563

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