Ayuso, ¿otra desequilibrada política que se atiene a los mismos principios que Groucho Marx? ¿Una tuerta en el país de los ciegos?
La muy sobrevalorada Isabel Díaz Ayuso es una mandataria política que tiene una irrefrenable inclinación a llamar la atención. Ayuso se parece a Olona más de lo que probablemente desearían. Ambas querrían ser la novia en la boda, la niña en la comunión y la difunta en el sepelio. Ambas han tenido una relación paterno-filial bastante tormentosa. Acaso en ese déficit afectivo radique el instinto protagónico en grado superlativo que ambas tienen. Ayuso apuntó maneras desconcertantes al principio de su mandato. La pandemia acudió en su rescate. Algunas medidas dictadas aligeraron el durísimo peso de la carga pandémica a comerciantes y hosteleros… ¡y se obró el milagro de su encumbramiento político! Como las folclóricas antiguas, ella tiene su público, que la adora y le ríe todas las gracias. Pero debería tener cuidado de no tentar demasiado a la suerte en un país cuyo deporte nacional es aupar y destronar a sus héroes. Que se lo pregunten a Olona o a Casado.
Parecía metafísicamente imposible que Ayuso aceptase un perfil bajo en un partido que, por primera vez en muchos años, consolidado el liderazgo de Feijóo, es lo más parecido a una balsa de aceite. Y Ayuso, como en la preciosa canción de Simon y Garfunkel, donde se siente a gusto es en medio de las aguas turbulentas. Le da igual que la riada se lleve por delante a Feijóo o al sursum corda. El compromiso de Ayuso no es con Madrid, ni con el PP, sino con ella misma y sus circunstancias. Por eso en medio de la calma ha venido a proporcionar un balón de oxígeno a la izquierda antivida al apoyar en una entrevista que una niña de 16 años aborte sin el permiso de los padres. ¿Qué necesidad tenía Ayuso de meter a su partido en ese charco y a Feijóo teniendo que justificar lo injustificable? ¿Había alguna exigencia política que justificara que uno de los iconos del principal partido de la oposición mantuviese un punto de vista idéntico al de la ministra Irene Montero en torno a una de las cuestiones por la que más justamente ha sido criticada? Por eso hizo bien Juanma Moreno al mantener alejada de su campaña a esta desquiciada política.
La cuestión es que Ayuso (como Olona) está tan ensoberbecida que se cree por encima del bien y del mal. Pero ojo con este tipo de manifestaciones que pueden volvérsele en su contra. De hecho, ¿qué tiene que decir hoy esa derechona rumiante al comprobar que en lo tocante al aborto, no hay diferencias sustanciales entre Ayuso y lo que defiende Montero? Tres más como ésta y se le acabó a la madrileña lo de ser la reina de la milonga.
“Groucho Marx o libertad”. Estos son mis principios. Si no les gusta, tengo otros. Ayuso dixit. En el fondo, la presidenta madrileña es el producto de la falta de formación, del relativismo moral y de la inmadurez de esta nueva clase política. Ayuso habla de la familia, pero a punto como está de que se le pase el arroz, no nos consta su estreno como madre. En esto, al menos, Irene Montero podría dale algunas lecciones.
A Ayuso no se la puede dejar sola porque tiene propensión al delirio dialéctico o a convertir la política en la casa de Tócame Roque. Por eso queremos creer que Miguel Ángel Rodríguez está de vacaciones. De otra forma no se entiende un error tan aberrante como sostener un punto de vista idéntico al de la izquierda en su empeño enfermizo por eliminar valores humanísticos de muchos milenios de antigüedad, que el cristianismo comparte con las civilizaciones que han emergido como más consistentes y sostenibles. Por ejemplo, la familia y con ella los principios morales en que se sostiene. En nombre del anticristianismo llevamos tolerando-aceptando una tremenda racha de aberraciones en el mundo.
Ya es hora de que nos hartemos de escuchar sin pestañear siquiera, que las ideologías no delinquen. No se las puede sentar en el banquillo, porque no son sujetos jurídicos. Pero son sujetos ideológicos que inducen al delito y a toda clase de corrupciones. Por eso los que militamos en la ideología y la religión cristianas, tenemos el deber moral de poner todo nuestro empeño en denunciar y perseguir esas ideologías. Desde la cúpula hasta la base, hemos renunciado a denunciar, perseguir y condenar esas ideas que nos han traído a las puertas de los infames cambios que le abren paso a la nueva era del Nuevo Orden Mundial, tan inmoral, tan corrupto y tan visceralmente anticristiano, aunque disfrazado de anticapitalista. Es hora de que nos plantemos y comprendamos que ya está bien de contemporizaciones con el enemigo, ya está bien de compadreo con el mal, ya está bien de hacernos los tontos.
Nuestros políticos los votamos nosotros, y a nuestro establishment eclesial la mantenemos nosotros a base de crucecitas que les regalamos de forma tan acrítica como les regalamos los votos a los políticos. Como decía san Agustín, nosotros somos los tiempos, la gente de a pie. Como somos nosotros, así son los tiempos. Unos tiempos que nosotros configuramos con esos votos del mal menor -hasta olvidar el bien- y esas cruces de ¿qué voy a hacer yo?, ¡pobre de mí!
Por eso pedimos un partido que defienda con claridad y valentía los principios que nos mueven a los cristianos; un partido que pueda votar un cristiano con conciencia y en conciencia. Pues por ahora todo el arco parlamentario es tan anticristiano (pro abortista, pro ideología de género, pro corrupción sexual de menores institucionalizada en la escuela, contra la familia, partidarios de quitarles los hijos a los padres que rechacen este adoctrinamiento, pro eutanasia, y suma y sigue); el actual arco parlamentario es tan anticristiano, que ni siquiera le queda al cristiano con conciencia, el recurso de votar por el mal menor, por el “menos malo” de esos partidos.
Lo que queda en pie es que la batalla de las ideas no es cosa únicamente de las élites ni de las jerarquías. Es aún mucho el poder (ya residual, ciertamente) que le queda a cada ciudadano y a cada fiel raso. Pero sí, aún queda poder individual y es preciso emplearlo antes de que se extinga del todo, para dar de una vez la batalla de las ideas. Una batalla que hemos evitado sistemáticamente sin tener en cuenta esa observación tan sabia de Maquiavelo: Las batallas nunca se evitan, sólo se aplazan. Y cuanto más tarda uno en afrontar la batalla, menores son sus posibilidades de ganarla. Los mandos hace ya tiempo que se rindieron… Sin embargo, parece que sí, que por fin van surgiendo aquí y allá personas que han decidido lanzarse a la refriega: porque si no aprovechamos la fuerza que nos queda, seremos extinguidos sin misericordia.
No hay batallas culturales y sí una guerra que enfrenta al bien contra el mal. El mal se disfraza y se nos presenta con sus proteicas y fraudulentas formas. Por eso la cháchara insustancial y populista de Ayuso termina desembocando en defender que una niña de 16 años pueda abortar aún cuando sus padres se opongan a ello.
FUENTE: https://www.alertadigital.com/2022/09/02/ayuso-otra-desequilibrada-politica-que-se-atiene-a-los-mismos-principios-que-groucho-marx/