El secretario Adjunto del Departamento de Seguridad Nacional dijo que uno de los fines será el de vigilar “la desinformación electoral”, especialmente entre la comunidad de habla española («latinos» en el original).
Emmanuel Rincón
Tan solo pasaron un par de días tras la compra de Twitter por parte de Elon Musk para que los demócratas reaccionaran brutalmente en una ofensiva para “contrarrestar la desinformación” y crear su nuevo Ministerio de la Verdad. El empresario afroamericano no ha asumido siquiera el control de la red social y ya los progresistas comenzaron a hablar sobre los “riesgos del libre discurso para la democracia”.
La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo apenas un par de horas después de conocerse la noticia del traspaso de Twitter a Musk, que Biden haría responsables a las Big Tech por el daño que causan. Una postura bastante drástica y radicalmente opuesta a la que venían manejando, en la que habían coexistido muy cómodamente con los dueños de las redes sociales por compartir su visión progresista de la sociedad y censurar sin ningún tipo de pudor a los conservadores, y todo lo que pudiese perjudicar a la izquierda, tal como enterraron la historia sobre la laptop de Hunter Biden durante la campaña presidencial, algo que terminó siendo definitivo en el resultado.
Todo parecía marchar sobre ruedas en la colusión demócrata con empresarios para controlar la información y las narrativas. Se había aceitado a la perfección una máquina implacable de censura a la disidencia. Sin embargo, de la nada apareció un game changer, de esos que nadie se esperaba, para poner patas arriba todo el orden establecido y cambiar las dinámicas del juego: Elon Musk.
La aparición de Musk con sus ideales “absolutistas del libre discurso” puso a temblar a los líderes demócratas, quienes desde hace un buen tiempo se han alejado del debate y solo cuentan con la censura para proteger sus ideas. Es por ello que ahora han tenido que reaccionar a la aparición de Musk. Y ¿cómo lo hacen? Creando un “Consejo de Gobernanza de la Desinformación”. Palabras más, palabras menos, un Ministerio de la Verdad, que tendrá la tarea de vigilar el discurso de los ciudadanos y trazar los límites entre la realidad y la mentira —según los intereses del Gobierno—.
El Ministerio de la Verdad de Biden estará encabezado por Nina Jankowicz, quien se presenta como una “experta en desinformación”. Ha escrito libros al respecto, pero además llegó a afirmar que los partidarios de Donald Trump se presentarían en las urnas con armas para intimidar a los votantes —algo que nunca ocurrió— y quien tachó como un invento de la campaña del expresidente la historia sobre la laptop de Hunter Biden —algo que después fue reconocido como cierto, incluso por The New York Times y The Washington Post—
Jankowicz además dijo que le hace temblar la idea de que Musk se haga cargo de Twitter. Los buenistas progresistas consideran toda una amenaza la Primera Enmienda de la Constitución, el principal valor sobre el cual fue creado este país, el más exitoso de los últimos siglos.
Según informan, el Ministerio funcionará bajo el Centro de Programas y Asociaciones de Prevención (CP3) de la era Biden y proporcionará subvenciones para “ayudar a frenar la radicalización”. Por su parte, Alejandro Mayorkas, secretario Adjunto del Departamento de Seguridad Nacional, dijo que uno de los fines será el de vigilar “la desinformación electoral”, especialmente entre la comunidad latina, quizás el mayor catalizador de la impotencia demócrata tras haber perdido su poder de coerción y chantaje ante la minoría más grande del país.
A partir de ahora, los americanos estarán pagando con sus impuestos un organismo creado por la administración Biden con el propósito de decirles en qué pueden creer y en qué no, además de vigilar atentamente a quienes difundan lo que ellos consideran “desinformación”, para no sabemos qué. ¿Qué sigue después de crear el Ministerio de la Verdad? ¿Cuáles van a ser las consecuencias para quienes vayan en contra de la narrativa establecida por el Gobierno?
Biden se para frente a un estrado y un micrófono y prácticamente no pueden decir 20 palabras seguidas sin perder el hilo y caer desconcertado ante la gente. Mientras tanto, tenemos a un Gobierno cada vez más ensanchado y autoritario que nos dice qué hacer, cómo comportarnos, qué creer, sin tener ni la menor idea de quién realmente está moviendo los hilos detrás del escenario.
Si buscaban una película distópica para ver este fin de semana, sencillamente sigan la trama de la Casa Blanca en la era Biden; pero si están buscando un libro, les recomiendo uno llamado El decálogo del hombre igualitario. Su autor asegura que tiene un gran parecido con la realidad que vivimos hoy en día.
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