Carta del Padre Custodio Ballester a un obispo que se queja de que la prensa lo trata igual de mal que a Irene Montero
Padre Custodio Ballester Bielsa (a la atención de don Luis Argüello, obispo de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española)
Reverendísimo señor obispo: No le tuvo Dios de su mano, don Luis, cuando afirmó: “Yo quiero ser comprensivo con la ministra de Igualdad porque también salgo a la prensa, porque ustedes también me hacen preguntas, porque yo veo como se interpretan algunas de las respuestas, como a veces uno cuando responde hace un argumento global y luego dice una frase pequeña en el argumento global y es la frase pequeña la que se ve sin tener en cuenta la intención global. Yo, francamente no creo que la ministra de Igualdad defendiera en esas declaraciones que los niños puedan mantener relaciones sexuales y demás… Lo que me preocupa mucho es el planteamiento de la persona y de la concepción de la sexualidad que parece revertirse no de la opinión personal de la ministra, sino de los textos legislativos, las exposiciones de motivos de esos textos. En esos textos se ve una concepción de la persona inasumible, pero no por un creyente, sino por una persona con sentido común y con noticias -iba a decir- elementales de la biología. Eso es lo que me preocupa. Las declaraciones afortunadas o desafortunadas como pueden ser la mías -ustedes mismos a partir de lo que he dicho pueden titular: “El secretario general apoya a la ministra Montero” o “El secretario general desmiente o se enfrenta a la concepción antropológica…” y según los colores de los que escriben pueden poner una cosa u otra, pero, una vez más, lo que yo he experimentado en estos cuatro años es que el foco desenfoca”.
¿Y cuáles fueron esas declaraciones de la ministra, desenfocadas por el perverso foco de los medios? Textualmente lo que afirmó con inusitada vehemencia ante la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados: “Hablar de educación sexual, es un derecho de los niños y de las niñas, independientemente de quienes sean sus familias, porque todos los niños, niñas, niñes e este país tienen derecho… tiene derecho a conocer su propio cuerpo, a saber, que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren. Si ellos no quieren… Y que eso es una forma de violencia…Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana basadas, eso sí en el consentimiento. Y eso son derechos que tienen reconocidos…” ¿Desde qué edad y hasta qué edad es niño, niña o niñe, el niño, la niña o le niñe? ¿Y es el consentimiento o la falta de consentimiento de esa pobre criatura, lo que determina la moralidad o inmoralidad de la utilización sexual (¿uso o abuso?) de una de esas criaturas por un adulto?
Y ante tamaña desfachatez, usted, don Luis, se limita a responder: “Francamente no creo que la ministra de Igualdad defendiera en esas declaraciones que los niños puedan mantener relaciones sexuales y demás…” Seguramente, el español que habla usted y la señora ministra no es el del común de los mortales; la sintaxis, la morfología y la semántica parece ser que varían según convenga a los intereses del poder y del politiqueo consiguiente. Decir que los niños tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana basadas, eso sí en el consentimiento, no es defender que los niños puedan tener relaciones sexuales y demás… También con adultos, por supuesto, que esa es la clave y la sustancia del asunto. Pero eso sí, y ahí está lo mollar del asunto: consentidas, plenamente consentidas. Y usted, señor obispo espera que el resto de la humanidad, los que no pertenecemos al staff de los influyentes, comulguemos con esas ruedas de molino porque hay que salvar la buena relación con el Gobierno. Porque se trata de eso, ¿no? ¿O es que hay otra explicación al forzadísimo capote que le ha echado a la Montero?
Mire, don Luis, si no estuviera en juego la inocencia y la educación cristiana de nuestros hijos, lo suyo pasaría por esa especie de lapsus que sufre continuamente el avejentado Joe Biden. Si no estuviera en juego la destrucción misma de la naturaleza humana -varón y mujer- creada a imagen de Dios, sus palabras no serían más que la boutade de un buen amigo que quiere tapar las vergüenzas de un colega imprudente. Pero no es así, don Luis. En poco más de un mes han pasado muchas cosas.
La lamentable performance, promovida por Ada Colau desde el Ayuntamiento de Barcelona, donde dos tiarros se quedaban en pelota picada delante de cientos de menores que, aún ahora en 2022, se tapaban los ojos escandalizados. El Taller de travestismo para niños a partir de seis años del Ayuntamiento de Terrassa, haciéndoles jugar a una versión diferente de sí mismos para abrirse con más facilidad al cambio de sexo, fruto de la confusión creada en las mentes infantiles. Y luego, hace un mes, la Yincana sexual para menores organizada por el consistorio municipal de Vilassar de Dalt (Barcelona), cuya actividad estrella era colocar con la boca un preservativo en un plátano, untarlo con miel y nata y lamerlo.
Y para rematar el sprint, el colofón de la campaña, esas declaraciones de Irene Montero diciendo claramente, don Luis, que si el niño quiere y lo consiente debe poder mantener relaciones sexuales con quien quiera. Así, tal cual.
Dijo lo que dijo, y con vehemencia. Ciertamente, el argumento de la iletrada ministra es sencillamente absurdo, pues los niños no tienen ni el criterio ni la madurez suficientemente desarrollada como para poder decidir conscientemente que es bueno para ellos y qué no lo es hasta llegar a cierta edad. Por eso mismo, un niño no puede ingresar en prisión… Sin embargo, esto la Montero ya lo sabe. Pero usted parece que no, pues parece no haberla escuchado. Porque las declaraciones de la ministra sólo puede distorsionarlas un bielorruso sin conocimiento de español.
Así pues, algunos medios de comunicación, una parte del sector progresista y hasta usted mismo, D. Luis, han intentado justificar las declaraciones de la empoderada ministra diciendo que se la había malinterpretado, que el foco desenfoca el angelical rostro de doña Irene. ¡Claro que no! Irene Montero ha dicho exactamente lo que quería decir y ha estudiado nuestra reacción para ver si pueden avanzar en su agenda más o menos rápido. Es la ventana de Overton o la ranita que se cuece poco a poco.
Ciertamente esto no sólo es aquí, claro. También Eduardo Verástegui ha denunciado una propuesta de ley del gobierno de México en la misma línea de las declaraciones de Irene Montero y el mismo Emmanuel Macron ha reducido la edad del consentimiento sexual a cero. La agenda avanza a nivel global y a estas alturas es más que evidente que tienen puesto el foco en los niños y van a por ellos, a por el futuro de la humanidad: arrancarlos de las manos de sus padres y destrozarlos. Sin embargo, son muchos los que están empezando a ver las cosas con mayor claridad.
Don Luis, usted sabe que hay una agenda que pretende normalizar la pederastia, acercando los niños a la sexualidad de manera prematura e inadecuada, con la excusa de darles derechos. Por otro lado, plantean la imagen pública del pedófilo, convirtiéndolo en una víctima incomprendida de la sociedad que nunca haría daño a los niños, sino que sólo los ama. La misma retórica victimista que han utilizado con el colectivo arcoíris con el único objetivo de sumar la P a su popurrí de letras.
Las declaraciones de la Montero son un termómetro para identificar hasta dónde pueden llegar, hasta dónde estamos nosotros dispuestos a ceder. Y, si finalmente consideran que la pedofilia tiene una imagen demasiado difícil de limpiar, nos venderán que se trata de un derecho fundamental de los menores, tal como afirmaba la ministra de Igualdad.
Si los padres no despiertan y no entienden que son ellos los que deben educar a sus hijos, que deben dedicarles tiempo y protegerlos de los ataques de estos infames personajillos -a la vista está que nadie lo hará por ellos-, los niños perderán su inocencia y serán sodomizados.
No es de recibo, don Luis, ese discurso generalista sobre persona, familia y bien común, conceptos que usted ni siquiera se molesta en definir. “A nosotros nos preocupa -dice- que muchas de las leyes que están surgiendo tengan una concepción de la persona que sorprendentemente parece bastante contraria a otros postulados del arco ideológico en el que se sitúa la ministra de Igualdad (¿Qué significa esta afirmación? ¿Que existen discrepancias en el gobierno sobre la hipersexualización de la infancia? Nadie se lo cree ya). No se puede ser solidario de cintura para arriba en la cartera si se es insolidario de cintura para abajo, si tiene un planteamiento de la vida y de la comprensión de la persona individualista”.
Que en el derecho a corromper a los menores, que defiende Irene Montero, le preocupe a usted, don Luis, más el planteamiento de la persona y de la concepción de la sexualidad que parece revertirse no de la opinión personal de la ministra (como si la pobrecita no tuviese nada que ver en nada), sino de los textos legislativos, de las exposiciones de motivos de esos textos, no deja de ser una contradictio in terminis. Como si no fuesen las personas las que se pervierten cometiendo execraciones (cf. Salmo 53), llevando a la práctica esas leyes. Como si Irene Montero no fuese arte y parte de ese blanqueo de la pedofilia que proponen esos textos de los que usted porfía y que la ministra aplica con decisión.
Con esta semántica cuasi indescifrable y a costa de la verdad, señor obispo, ha evitado lo que piensa que es un enfrentamiento personal. Irene Montero dijo lo que dijo. Y no es más que la declaración de principios de un gobierno corrupto y corruptor al que usted parece no querer incomodar en demasía. Por eso precisamente ha manifestado que nunca contradirá las afirmaciones de un ministro de cualquier gobierno constituido, diga lo que diga. Y que sólo mostrará su preocupación sobre los textos legislativos y sus exposiciones de motivos. Ha quedado claro que la enseñanza moral de la Iglesia, debidamente actualizada, no será obstáculo para la porno agenda dictada por el poder globalista.
Sin embargo, ahí tiene usted a Vladimir Putin, don Luis. Demonizado en todas las cancillerías europeas y en todos los medios de comunicación europeos por la censura institucional. En su discurso con motivo de la anexión de las nuevas repúblicas afirmó: “Ahora Occidente ha pasado a una negación radical. Rechaza la familia y la religión. Vamos ahora a buscar la respuesta a unas preguntas muy fáciles. Quiero dirigirme a todos los ciudadanos del país. No sólo a los colegas que están aquí en la sala, sino a todos los ciudadanos de Rusia: ¿Queremos aquí en Rusia, en vez de papá y mamá, tener un progenitor 1 y un progenitor 2? ¿Queremos que, en nuestros colegios, desde el principio, a los niños se les expliquen las patologías según las cuales, además de hombre y mujer, existen otros géneros y ofrezcan operaciones de cambio de sexo? Nosotros no queremos esto para nuestro país, para nuestros niños. Para nosotros esto no es aceptable. Queremos un futuro diferente. La arquitectura occidental no sólo está preparada contra nosotros, sino contra su propia sociedad, va en contra del ser humano. Rechaza la fe, rechaza la religión, rechaza al ser humano. Nos conduce al satanismo. Jesucristo dice: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7,20). Y estos frutos venenosos los vemos todos: en nuestro país y en otros países del mundo, sobre todo en occidente”.
Y luego dirán algunos que hablo bien de Putin. Perdóneme, don Luis, pero muy a pesar mío, al comparar sus discursos, no me queda más remedio.
FUENTE: https://www.alertadigital.com/2022/10/04/carta-del-padre-custodio-a-un-obispo-que-se-queja-de-que-la-prensa-lo-trata-igual-de-mal-que-a-irene-montero/