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Cómo evitar el “envenenamiento por estupidez” y cómo evitar unirse a los estúpidos

“Stultitia importat hebetudinem cordis et obtusionem sensuum” (la estupidez implica embotamiento del corazón y hace obtusa la inteligencia). Santo Tomás de Aquino.

Existe un general consenso en que cuando alguien se comporta habitualmente de manera “civilizada”, de forma amable ante las personas conocidas y no tan conocidas, o incluso completamente desconocidas, o de un “estatus inferior”… estamos ante un “ser humano decente”, todo lo contrario del “perfecto estúpido”. La cordialidad, las muestras de civismo, de educación, no solo le hacen sentirse a uno mejor consigo mismo, también hacen que los demás se sientan bien.
Toda la gente suele tender a tener una buena imagen de sí misma, a todos nos gusta pensar que somos unas bellísimas personas, buenas, con un comportamiento moralmente aceptable… y sobre todo inmunes a cualquier estúpido que tengamos cerca, y menos tentados a imitarlos. Pero, lamentablemente la estupidez es una enfermedad terrible, enormemente contagiosa, cualquiera que no esté suficientemente alerta puede contraer la enfermedad.
De todos modos, indudablemente no somos peones sin poder de clase alguna que, en cuanto nos vemos rodeados de estúpidos estamos inevitablemente abocados a convertirnos en sus clones.

Decía Leonardo da Vinci que “es más fácil resistir al principio que al final”, frase que parece bastante sensata.

De todos es sabido que, cuanto más tiempo, más esfuerzos, y más energías dedica la gente a realizar algo, aunque acabe llegando más tarde o temprano a la conclusión de que ese “algo” es inútil, o simple y llanamente idiota, más difícil le resulta abandonarlo, da lo mismo que sea una mala inversión económica, que relación sentimental “destructiva”, o un trabajo poco satisfactorio, o si se trata de un entorno lleno a rebosar de gente abusadora, de acosadores, de matones,… por lo general, los humanos tendemos a justificarnos y acabamos buscando algún tipo de “compensación” para no cambiar. Es demasiada la gente que acaba diciéndose a sí misma y a los demás que “llevo demasiado invertido –tiempo, dinero, energías…- para abandonar”; o “el asunto es muy importante, merece la pena… si no fuera así no me habría implicado tanto en ello”.
Esto demuestra que mientras más tiempo pasa uno cerca de gente estúpida, más se tiende a volverse como ellos. Es algo así como cuando vamos al cine, o a un concierto, o a una obra de teatro, y al cabo de unos minutos descubrimos que el espectáculo es insoportable, aburrido, y en lugar de abandonar la sala, seguimos hasta el final, de manera incomprensible
Vengo hablando desde hace un rato de los “estúpidos” pero pienso que sería interesante definirlos un poco. Cuando uno tropieza con una persona grosera, faltona, fanfarrona, impertinente, prepotente, etc. lo primero que se le viene a la cabeza es “¡Jo.. qué estúpido!”
Hay un estudio sobre los tontos y la tontería, de Santo Tomás de Aquino, en el que, entre otras muchas cuestiones menciona que además de la parálisis, el estupor (de ahí la expresión “estúpido”) existe otro factor importante en la caracterización de la tontería: la falta de sensibilidad: y diferencia entre estulto y fatuo, dice que la estulticia implica embotamiento del corazón y hace obtusa la inteligencia (“stultitia importat hebetudinem cordis et obtusionem sensuum”).
Por el contrario, la fatuidad es la total ausencia de juicio (el estulto tiene juicio pero lo tiene embotado…). De ahí que la estulticia sea contraria a la sensibilidad de quien sabe: sabio (sapiens) se dice por saber (sabor): así como el gusto discierne los sabores el sabio discierne y saborea las cosas y sus causas: a lo obtuso se opone la sutileza y la perspicacia de quien sabe, de quien es capaz de saborear.
La metáfora del gusto, de la sensibilidad en el gusto como ejemplo, y referente, para quien sabe saborear la realidad encierra una de las principales tesis de Santo Tomás de Aquino sobre la tontería. Hasta tal punto que llega a considerar que, frente a la creencia general de que la felicidad está en la posesión de dinero y bienes materiales, como afirma la legión de estultos que, saben sólo de bienes corporales que el dinero puede comprar; el juicio sobre el bien humano no lo debemos tomar de los estultos sino de los sabios, lo mismo que en cosas de sabor preguntamos a quienes tienen paladar sensible.
Prosigue Tomás de Aquino afirmando que se trata siempre de una percepción de la realidad: lo que de hecho es amargo o dulce, parece amargo o dulce para quienes poseen una buena disposición de gusto, pero no para aquéllos que tienen el gusto deformado. Cada cual se deleita en lo que ama: a los que padecen de fiebre se les corrompe el gusto y no encuentran dulces cosas que en verdad lo son…
También es importante otra característica que nos señala Tomás de Aquino acerca del insipiente: creer que todos tienen -y son de- su condición.
Otra cuestión de la que nos advierte Santo Tomás de Aquino es la de que, entre las causas morales de la percepción de la realidad, destaca la buena voluntad que es como una luz, mientras la mala voluntad sumerge a uno en las tinieblas del prejuicio y la supertición.
Por supuesto, en su análisis de los tontos y la tontería, Tomás de Aquino nos habla de que hay grados de tontería y de tontos; igual que hay grados de inteligencia y de personas inteligentes.
En esta misma dirección, Carlo Cipolla (Alegro ma non troppo) nos dice que en la sociedad predominan cuatro tipos de individuos:

  • Inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.
  • Desgraciados o incautos: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
  • Bandidos o malvados: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
  • Estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos.
    También formuló lo que el denominaba leyes fundamentales de la estupidez:
  • Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación.
  • La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
  • Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
  • Las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
  • Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.
    Tras esta digresión, prosigamos:

Se les puede denominar de múltiples maneras: abusones, acosadores, idiotas, torturadores, verdugos, tiranos, prepotentes, déspotas, etc. pero a mí me parece que los mejor les cuadra es la palabra ESTÚPIDOS.
Estamos hablando de gente tóxica, destructiva, que maltrata, que lastima, que hiere a toda la gente que se cruza en su camino. Los abusadores, acosadores, los estúpidos suelen hacer que cualquier clase de organización o agrupación humana baje su rendimiento, una característica de los equipos gobernados, dirigidos por estúpidos es que en ellos suelen estar presentes sentimientos de miedo, odio y venganza. En una comunidad en la que existe miedo (miedo que es absolutamente alienante, pese a que algunos afirmen que el miedo es “libre”) cualquier miembro del grupo está intentando siempre “proteger su espalda” y procurando que los abusadores no pongan la vista en él y acaben humillándolo… Es más, cuando  se les ocurren ideas para mejorar o ayudar a la comunidad, a la organización, se retraen por miedo y no las expresan.

En las agrupaciones humanas en las que gobierna gente estúpida (abusona, acosadora, gangsteres, etc.) cuando la gente no se siente bien tratada, no se siente satisfecha, casi nadie está dispuesto a hacer algún esfuerzo extra, o implicarse de manera especial; cuando los miembros de un grupo tienen el convencimiento de que quienes tienen el poder son gente estúpida pocas veces están dispuestos a dejar lo que en ese momento estén haciendo, para ayudar.


Los estudios al respecto demuestran que cuando la gente corriente, educada, compasiva, se incorpora a un grupo en el que abunda gente desagradable, abusona, agresiva, se suele acaba convirtiendo en “fotocopias” de los estúpidos y corren un gran riesgo de convertirse en insensibles, moralmente desarraigados; desarraigo moral que se suele propagar como si de un virus se tratara.

Hay un proverbio árabe que dice que cuando una persona inteligente se junta con una viciosa, carente de virtud, se vuelve idiota.

Los estúpidos tienen tendencia a aliarse, coaligarse, y cuando esto sucede es muy difícil separarlos. Un enjambre de estúpidos es como un “aspirador de civismo”, absorbe toda la amabilidad, la cordialidad, la bondad de quienes estén en su radio de influencia.
Se suele decir que el mejor indicador del comportamiento futuro es el comportamiento pasado, es por ello que generalmente quien es abusón en el colegio (aquél estúpido que todo el mundo recuerda de su infancia, aquel que oprimía y humillaba a sus compañeros) es muy posible que sea un abusador cuando adulto en la vecindad, en el trabajo, o en cualquier contexto en el que se mueva
La buena noticia es que el precio que acaban pagando los estúpidos termina siendo muy alto, mucho más de lo que puedan imaginar, pues aunque no sean conscientes de ello, cada vez que menosprecian a alguien, lo someten a vejaciones, a alguna burla grosera e hiriente, o lo tratan como si fuera invisible, o le infligen alguna forma de maltrato, su lista de enemigos aumenta cada día… el miedo obliga a la mayoría a guardar silencio, e incluso a unirse a los estúpidos, durante cierto tiempo, pero llegado un momento el número de enemigos es tan grande que cuando perciben a sus abusadores en situación de vulnerabilidad, o débiles en algún grado, acaban lanzándose al ataque.
Como decía Walt Whitman: “Rechaza todo aquello que insulte a tu alma”, es preferible evitar por todos los medios pasar tiempo trabajando, o compartiendo cualquier clase de actividad con estúpidos, o vivir cerca de ellos, o junto a ellos…
La pregunta obligada es ¿Por qué es tanta la gente que aguanta, soporta, tolera, justifica, o incluso “alaba” el comportamiento denigrante de otras personas?
Tras ese recorrido un tanto inquietante sobre los estúpidos y la estupidez, terminaré recogiendo brevemente las indicaciones que Tomás de Aquino da acerca de los remedios contra las tonterías (propias o ajenas).

  • Primero, hay que recordar que entre las obras de misericordia, las más importantes, las siete “limosnas espirituales”, tres guardan relación más o menos directa con el asunto que nos ocupa: soportar a los molestos (“portare onerosos et graves”), enseñar al que no sabe (“docere ignorantem”) y dar buen consejo al que lo ha menester (“consulere dubitanti”).
  • ¡Ah, se me olvidaba! Tomás de Aquino también menciona a un tipo de tonto: el idiota. Siempre atento a los orígenes de los nombres, Tomás de Aquino hace notar que idiota, propiamente significa aquel que sólo conoce su lengua materna… Pues “eso”.
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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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