Cómo lidiar con un cuñado progre en Navidad y otras fiestas de guardar.

Despotrican y echan pestes de las celebraciones locales, de allí donde residen y de todo el santoral católico y cristiano en general; pero, al mismo tiempo son acérrimos, obstinados seguidores (con una inmensa fe y devoción) de los ídolos de su «religión laica». Un progre que se precie, el que más y el que menos -independientemente del sexo- está obligado a tener en un lugar destacado de su casa una copia del Guernica de Picasso, o alguna reproducción del argentino con boina, conocido como el Che Guevara.

Todas las gentes progres suelen ser (o al menos parecer) buenas personas, o como poco, no suelen ser especialmente malvados, es más, la mayoría de los progres actúan movidos por la «bondad extrema», por una bonhomía que el común de los mortales no se merece…. pero, inmediatamente que alguien osa cuestionar los viejos dogmas de fe, los axiomas irrefutables que instalaron en sus cerebros, hace veinte, treinta, cuarenta años, entonces su actitud cambia radicalmente. Pues, el hábito hace al monje, y algunos de ellos han llegado a tal extremo que confunden ética con estética (vocablos que, aunque suenen parecidos, no guardan relación de clase alguna).

Oiga: y… ¿SE PUEDE SABER POR QUÉ DICE USTED QUE ES DE IZQUIERDAS, PROGRESISTA?

Hombre, esa pregunta ofende. Ser progresista es lo más, más, lo más noble que se puede ser en este mundo mundial… De todas maneras, me alegra que me haga usted esa pregunta, pero… es que, esa es una cuestión que es difícil de explicar, por no decir imposible… Verá usted, ser progresistas -¿Cómo le diría yo?- es… UN SENTIMIENTO, se lleva en los genes, es cosa de «pedigrí». Mi abuelo era progresista, mi padre también, y yo… pues, no podía ser de otro modo. Eso es como los colores de un equipo de fútbol, se sienten o no se sienten. Bueno, y lo más sublime es ser pregresista y nacido en Sevilla (algunos en León, o en Madrid, pero, con raíces sevillanas… no es posible de otra manera), y por supuesto, del Betis y de la Cofradía del Gran Poder… Como puede usted suponer, ser progresista equivale a ser «cristiano viejo» (¡Uy, en qué estaría yo pensando!!!).

El progre patrio, de «estepaís» (no se olvide que los progres patrios procuran por todos los medios no nombrar a la nación de la que forman parte, por más que les pese, y recurren a circunloquios y eufemismos de todo tipo), sólo lee periódicos como «el plural» y el «diario.es», y escucha la cadena SER, y para conseguir «orgasmear» los progresistas de «estepaís» se deleitan viendo los programas de la SextaTV.

Para un progre, cualquier asunto que tenga que ver con la Iglesia Católica es «un tema casposo», anacrónico, despreciable; pero, por el contrario, por aquel gran invento zapateril de «la alianza de civilizaciones», todo lo que suene a musulmán es digno del mayor de los respetos. Los progres españoles felicitarán a los seguidores de Mahoma por celebraciones como el «Ramadán», pero nunca lo harán con los cristianos si se trata de la Navidad, o la Semana Santa…

Para los progres, aceptar todo lo relativo al Islam es una muestra de tolerancia; claro que, no se sabe bien si detrás de esa pose de «talante cordial y empático» está realmente aquello de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», o se trata simple y llanamente de MIEDO… ¡Todo sea por el culturalismo y demás consignas globalistas-progresistas!

Como indicaba al principio, los progres aborrecen todos los ritos católicos, consideran cutre, friqui, a todo aquel que haga ostentación de cualquier símbolo cristiano; pero, en su ordenador o en la pared (entre los progres abundan los funcionarios, empleados públicos, de la administración local, o regional o central, además de los «liberados» de todo pelaje y condición, por cuestiones a cual más peregrina), tienen adheridas pegatinas, o pasquines, del personaje argentino (y no me refiero a Carlos Gardel) que, gozaba especialmente asesinando a disidentes cubanos, y especialmente a los homosexuales… También suelen colgar de la pared algún recuerdo de su último viaje a la Cuba castrista, y una enorme cantidad de pegatinas con eslóganes relativos a la «igualdad de género», o «no a la guerra», o similares.

Entre los progres, cada vez son más frecuentes quienes acuden a cursos de «crecimiento personal», practican yoga, se curan con «terapias alternativas», procuran no comer carne, y se creen a pies juntillas todo lo que suelta por su boca cualquier charlatán de feria, o gurú. Y, entre ellos es casi obligado hacer alguna excursión al Himalaya… Bueno, algunos se conforman con el Camino de Santiago. Después de sus viajes místicos, vuelven con una pose de autosuficiencia, de autoestima, de madurez, de prepotencia increíbles. Salvo excepciones, se acaban dando unos aires que, quienes pasan a su lado corren el riesgo serio de constiparse.

Intentar conversar con un progre, sea cual sea el asunto, es harto problemático. Si uno es tan incauto de sacar a colación que, en el norte de África, los únicos que puedne paserar por la playa con el torso desnudo, sin ser lapidados, son los varones; y que, por el contrario, las mujeres se bañan vestidas, cubiertas de pies a cabeza, tanto en el mar como en las piscinas públicas… su respuesta será que «así se bañaban nuestras bisabuelas» (suelen tener un lapsus de memoria y no recuerdan que de ello hace más de un siglo). Si se comenta algo relativo al terrorismo islámico: atentados de Atocha (Madrid), Nueva York, Londres, París… ya sabemos lo que nos espera, ¡Bombas tiran todos!

Si seguimos pecando de incautos y mencionamos el millón de tutsis escabechados por lo hutos en Ruanda, nos arrojarán encima las dos bombas atómicas lanzadas por los EEUU en Japón; si se les habla de los más de 150 millones de crímenes del marxismo (por la noble causa de emancipación del proletariado, Estalin, Mao, Pol-Pot, los hermanos Castro, Hugo Chávez, etc), responderán que peor lo hicieron los seguidores de Adolfo Hitler… Si hablamos de la piratería inglesa padecida por los barcos españoles, procedentes de la América Española, saldrá a relucir que el Imperio Español lo tenía bien merecido, por haberle quitado el oro a los indios…

Es casi imposible conseguir que sus argumentos sigan un orden lógico, o que nuestro interlocutor progre se centre en el tema de conversación que le propongamos, siempre acabará escabulléndose, yéndose por los cerros de Úbeda (provincia de Jaén), si le proponemos hablar de Badajoz, acabará hablano de Ayamonte, ya que el río Guadiana también pasa por allí… Da igual lo que uno desee, aunque sólo sea cambiar impresiones, conversar un rato, el progre siempre hará lo posible para «jugar un partido de tenis» y de paso adoctrinar, hacer propaganda, «vendernos algo».

También le dará igual, le importará un bledo que le indiquemos que no teníamos intención de convercerlo de nada, que sólamente se trataba de mantener una conversación informal, él sí intentará convencernos de que está en posesión de la verdad absoluta, y de que nosotros estamos equivocados. Y, si nota que no nos rendimos, acabará colgándonos una «fobia»… ¡Cosas de los expertos en «empatía», cordialidad y buen talante!

Pero, lo más increíble es acabar comprobando que, los progres son generalmente reacios a aceptar que la realidad pueda tener dos o más caras; resulta sorprendente cómo llegan a ignorar, obviar las desgracias, las injusticias, los abusos que no estén en su repertorio absolutamente maniqueo, pues, para ellos sólo existe lo blanco y lo negro, o se está a su favor (se es «de los nuestros») o se está contra ellos, y por tanto, son enemigos. Quienes con ellos discrepan, «dicen memeces», son «fachas», reaccionarios, machistas, homófobos,… nostálgicos del franquismo.

Quienes no compartan sus ideas son seres perversos, egoístas, profundamente inmorales, o merecen ser internados en un psiquiátrico, o en un campo de trabajo para ser reducados…

Ellos, los progres, son los que, hablan constantemente de darle prioridad a «lo público», la escuela pública, la sanidad pública; y llevan a sus hijos a la enseñanza privada y cuando enferman acuden a la sanidad privada.

Son aquellos que ponen por locos a quienes se atreven a cuestionar el dogma de la izquierda oficial relativo al «calentamiento global», o la versión progre de la Historia de España, o su «ley de memoria histórica», o la legislación inspirada en la ideología liberticida y totalitaria de nombre «perspectiva de género»…

Claro que, como la mayoría de progres ignora todo o casi todo de la Historia de España, de Europa, del Mundo, le otorgan a la izquierda, a las fuerzas de progreso, la aprobación del sufragio universal, o el voto femenino, por poner un ejemplo; cuando allí donde se intentó la izquierda se opuso y persiguió con saña a sus partidarios (por poner un ejemplo: Clara Campoamor que hubo de exiliarse para librarse de ser asesinada en los tiempos de la Segunda República Española por parte de la izquierda-progresista, y ahora quienes dicen ser sus herederos tienen la cara dura de apropiarse de ella y de su lucha).

Otro asunto en el que reina la hipocresía de los progres es el de la defensa de los homosexuales, cuando, Carlos Marx, Lenin, Estalin, los hermanos Castro, y un largo etc, y aquí, en España, Santiago Carrillo, Enrique Tierno Galván, y demás gerifaltes progresistas promovieron todo lo que estuvo a su alance para que se les persiguiera, encarcelara, fueran psiquiatrizados, o enviados a campos de concentración, para ser reeducados… Todavía sigue habiendo presos en Cuba por el simple hecho de ser homosexuales… Y aquí el día del «orgullo gay» multitud de homosexuales desfilan con camisetas del Che Guevara…

¡Curiosa pandilla la de los progres. Claro que, en el fondo hay otros que «me caen peor» (aunque algunos, debo de reconocer que hasta me caen bien todavía, pues todavía les queda un poquito de humanidad).

Claro que, como decía al principio, raro es quien no tiene un cuñado progre con el cual se ve obligado a lidiar en estas fechas…

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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