Francisco Rubiales Moreno
Durante décadas hemos vivido creyendo que habíamos sido un ejemplo a imitar por el mundo, cuando en realidad hemos sido víctimas de un inmenso engaño de alcance mundial. España no construyó una democracia para suceder al Franquismo, sino otra dictadura, ahora de politicastros miserables y corruptos que sustituyen a los militares y caciques que mandaban en tiempos de Franco. Creíamos tener el mérito de haber construido un país nuevo, decente, digno de ser legado en herencia a nuestros hijos y nietos, pero en realidad hemos permitido, con nuestra inmensa cobardía y dejadez, que los políticos construyan una enorme y apestosa pocilga.
El modelo español fue considerado un ejemplo mundial de transición pacífica a la democracia, pero España es vista hoy como uno de los países mas decadentes y degradados del planeta. Y los españoles, que nos sentíamos orgullosos de nuestra obra, hoy nos sentimos humillados y avergonzados por haber sido tan cobardes e irresponsables que hemos permitido que miserables y corruptos gobiernen, infecten la nación y la pongan en peligro de muerte.
El desastre comenzó en 1978 al aprobarse una Constitución que parecía democrática pero que en realidad era partitocrática, hecha a la medida de los políticos, no de los ciudadanos, más defensora de la sumisión al Estado que de las libertades y derechos.
Desde entonces, bajo las decepcionantes presidencias de González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Pedro Sánchez, la pocilga ha ido creciendo, hasta hacer de España lo que es hoy, un país sucio, desquiciado, decadente y amenazado por la peor de las plagas: el comunismo.
Aunque nos cueste reconocerlo, la verdad se impone y España es hoy un inmenso vertedero donde el Estado, manejado por políticos sin alma y con la complicidad de jueces, periodistas y élites acostumbradas a ordeñar el erario en beneficio propio, ha abierto el Estado a comunistas, independentistas y admiradores del terrorismo asesino, convirtiéndose en un obstáculo para el progreso y en enemigo de la ciudadanía. Escándalos y dramas como el robo masivo de la familia Pujol, descubierto por la Hacienda pública con 34 años de retraso y muchas otras indecencias demuestran que el poder es una cueva donde viven a cuerpo de rey los poderosos y sus aliados, separados por una cortina de hierro de una sociedad, esquilmada, estafada y maltratada, sin justicia, acribillada con impuestos abusivos, indefensa y en manos de gente que ni siquiera merece respeto.
¿Es duro el análisis? ¿Es exagerado el diagnóstico? Miren el lugar que ocupa España en el los rankins internacionales de la suciedad y el crimen y verán que país hemos construido los falsos demócratas españoles, un país que ocupa los primeros puestos en tráfico y consumo de drogas, blanqueo de dinero, trato benévolo a las mafias, delincuentes y a su dinero sucio, procedente del crimen, alcoholismo, turismo sexual degradante, violencia de género, desigualdad entre ricos y pobres, Justicia inoperante, medios de comunicación comprados, trata de blancas, desempleo, avance de la pobreza, despilfarro público, endeudamiento descontrolado, divorcio y desprecio de los ciudadanos a sus dirigentes, deterioro de la democracia, hundimiento de los valores, baja calidad de la enseñanza, fracaso escolar, desprotección de los débiles, impunidad de los políticos, estafas y abusos del sistema bancario, fracaso en los controles, prostitución de la prensa, manipulación de la información, engaños del poder. marginación del ciudadano, deterioro de la democracia y mil dramas y suciedades mas, todas ellas nacidas en las entrañas del poder y expandidas como metástasis mortales a una ciudadanía que hace apenas medio siglo dormía en sus hogares con las puertas abiertas y devolvía al tendero un céntimo, cuando se lo daban de mas.
Somos miembros de generaciones fracasadas y cobardes no solo por haber permitido que conviertan el país en un estercolero, sino porque ni siquiera somos capaces de castigar a nuestros malos dirigentes, que se equivocan con frecuencia insoportable y muchos de los cuales se enriquecen sin poder explicarlo, roban abusan del poder y disfrutan de privilegios que no merecen ni por sus méritos ni por su catadura moral y política.
Más que miembros de las generaciones que trajeron la democracia, lo somos de las que se dejaron pisar el cuello y fueron tan imbéciles y cobardes que ni siquiera sabían que les estaban engañando. Pocos pueblos civilizados habrían podido soportar a nuestros políticos, a los que habrían obligado a dimitir y castigado.
Hemos permitido que millones de ahorradores hayan sido estafados y robados, con permiso del Estado, con unas participaciones preferentes y otros productos tóxicos que la banca utilizó para recapitalizarse y hemos permitido también que los políticos peores y mas fracasados de Occidente disfruten con impunidad de su botín.
Pero hemos permitido mucho mas: hundimiento de los valores, uso perverso del dinero público, leyes inicuas, domesticación de los jueces, compra masiva de periodistas, contratos del Estado otorgados a dedo, oposiciones trucadas, subvenciones vinculadas a comisiones, EREs mafiosos, robo del dinero para la formación, redes clientelares que dan asco, nepotismo, amiguismo y un Estado hipertrofiado, preñado de enchufados, con mas políticos colocados que Alemania, Francia e Inglaterra juntos, casi imposible de mantener. Hemos permitido también que nos arrasen la economía, que cientos de miles de empresas cierren por culpa de impuestos abusivos, burocracia absurda y deudas de las administraciones, que ni siquiera han sido ejemplares a la hora de pagar. Millones de puestos de trabajo se han perdido por culpa de los políticos, que no dicen nunca que la corrupción es el mayor cáncer de España. Y, sobre todo hemos sido tan imbéciles que hemos permitido que los políticos hablen de democracia cuando son ellos los que la han asesinado, hasta el punto de que hoy no se respeta en España ni una sola de las reglas básicas de ese sistema, prostituido hasta el extremo de haberlo convertido en la mas sucia oligocracia de partidos y de políticos profesionales y eternos. Hasta hemos permitido que los mismos políticos que estaban obligados a defender la unidad de España alimentaran a los independentistas con dinero y favores, haciendo crecer ignominiosamente el monstruo de la ruptura de la nación.
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