Ignacio González Sarrió
Las consecuencias de la AP en los hijos empiezan con las repercusiones del conflicto entre progenitores por la ruptura familiar. Orgilés y Samper (2011) muestran empíricamente que los hijos de familias intactas presentan mayores puntuaciones en todos los indicadores de salud mental infantil y, en general, en percepción de calidad de vida que los hijos de padres divorciados. De tal forma, es frecuente la aparición de una amplia y diversa sintomatología en los menores cuyos padres se separan, no necesariamente de forma conflictiva, llegando a presentar reacciones desadaptativas en un rango mucho mayor que los hijos de familias intactas (Cantón et al., 2013).
Según Amato y Keith (1991), desde la perspectiva teórica del conflicto familiar, los niños en familias intactas con altos niveles de conflictividad interparental presentan problemáticas similares a los de familias de progenitores divorciados, siendo las principales manifestaciones sintomatológicas en los menores: un peor rendimiento académico, problemas de comportamiento, autoconcepto bajo y oposicionismo hacia los progenitores. Por su parte, las investigaciones realizadas por Justicia y Cantón (2005), muestran que los menores que perciben los conflictos de sus padres como amenazantes para su integridad física y psicológica, desarrollan sentimientos de culpa y la creencia de incapacidad para afrontar las discusiones que presencian, siendo muy habitual la presencia de miedo al abandono, atribución de la culpa por la ruptura y en general sentimientos negativos tanto hacia sí mismos como hacia sus familias.
Sin embargo, la separación o divorcio no es un determinante para el desarrollo de vulnerabilidad o riesgo al desajuste emocional, psicológico, familiar, escolar o social, si los progenitores se mantienen psicológicamente equilibrados y son responsables en su labor parental (Fariña y Arce, 2006). Goodman, Emery y Haugaard, (1998), identificaron tres factores potenciadores de la patología en los hijos de padres divorciados o separados: el conflicto parental, la inestabilidad e inseguridad familiar y la disminución del nivel económico.
En un contexto de conflicto parental como el que se da en los casos judicializados, y que ya de por sí aumenta las dificultades de adaptación de los menores, Segura et al. (2006) han resaltado que los procedimientos contenciosos generan en los hijos un fuerte estrés que repercute en su equilibrio emocional, viéndose en muchas ocasiones sometidos a las decisiones de sus progenitores o de la autoridad judicial, decisiones que en muchos casos van en contra de su propia voluntad.
Pese a los numerosos estudios existentes sobre la relación entre el divorcio, el conflicto interparental, y las consecuencias sobre los menores, como aparición de patologías externalizantes e internalizantes, algunos autores han señalado la escasez de investigaciones existentes acerca de las consecuencias de la alienación parental, tanto a corto como a largo plazo, aunque sea un fenómeno que aparece en este contexto (Cantón et al., 2013).
Por otra parte, aunque los hijos menores suelen presentar una actitud de indiferencia frente a la alienación, no obstante, aparece un menoscabo orgánico, psíquico y social que altera la personalidad del menor (Bautista, 2007).
En cuanto a los síntomas que suelen presentar los menores afectados por AP (véase Tabla 5), destaca la aparición de: i) trastornos de ansiedad, caracterizado por fuerte estrés en los menores durante las visitas; ii) trastornos del sueño y de la alimentación; iii) trastornos de conducta, tales como conductas agresivas verbales y/o físicas; iv) conductas de evitación de las visitas y uso de lenguaje adulto; v) dependencia emocional del progenitor alienante, con presencia de miedo a ser abandonado o rechazado por él; vi) dificultad en la expresión y comprensión de emociones, centrándose en aspectos negativos, careciendo de capacidad empática y de actitud crítica hacia el progenitor rechazado; y vii) adopción, en ocasiones, de un rol de víctima, asumiendo sucesos que no han ocurrido y con consecuencias muy perjudiciales para su desarrollo psicológico (Gómez-Casals y García-Fort, 1992; Segura et al., 2006).
Diversos trabajos han destacado igualmente cómo los menores, con frecuencia, experimentan sentimientos de abandono, indefensión, depresión, estados de ansiedad, conductas regresivas y problemas escolares (Fariña, Arce, Seijo, Real, y Novo, 2001; Segura et al., 2006), o miedo intenso, con una profunda confusión y sensación de indefensión (Castells, 1993).
En relación a lo anterior, existe evidencia de que la AP afectaría directamente en los procesos psicológicos como la percepción, la motivación, las emociones, los sentimientos y el modo de referenciar la realidad cognitivamente (Bautista, Gaitán, y Moreno, 1977). En los casos graves, además, se podría construir en el propio niño el relato de un maltrato que no ha sucedido, con importantes repercusiones como la aparición de una distorsión cognitiva o alteración en el desarrollo psicológico, llegando a proponerse la posibilidad de aparición de un cuadro psicótico (Segura et al., 2006).
No obstante, la afectación sobre los procesos psicológicos de cada menor dependerá de muchos factores y variables moduladoras como la edad, el núcleo familiar, las creencias, la cultura, el nivel educativo, además de factores genéticos y congénitos (Bolaños, 2004; Fariña et al., 2001).
En cuanto al curso y evolución de la AP, destaca la escasez de estudios consistentes o con respaldo empírico. De modo preliminar, Waldron y Joanis (1996) describieron, aunque sin base empírica, que los efectos negativos de la AP podrían concretarse en síntomas en el menor como el autodesprecio, culpa, fuerte sentimiento de abandono, distorsión de la realidad y de las relaciones con otros, así como problemas psicológicos, sociales y emocionales generales (miedo al rechazo, depresión, ideación suicida, etc).
Por su parte, Baker (2005), mediante el empleo de entrevistas semi-estructuradas, evaluó a 38 adultos de entre 19 y 67 años de edad, que decían haber sufrido AP en su infancia, describiendo la presencia de síntomas clínicos como: baja autoestima y sentimientos de autodesprecio (en un 68% de los casos), depresión (un 70%), problemas de consumo de sustancias (un 33%), desconfianza hacia sí mismos y hacia los demás (un 42%), fomento de la alienación en sus propios hijos (el 50% de los participantes que tenía hijos), divorcio (un 66% se había divorciado una vez y un 25% más de una), y otros síntomas tales como problemas de identidad, sentimiento de desarraigo, renunciar a tener hijos para evitar ser rechazado/a por ellos o ira por el tiempo perdido con el progenitor alienado. Posteriormente, Ben-Ami y Baker (2012), han expuesto los efectos directos e indirectos que producía la exposición a diferentes estrategias de alienación parental en 69 hijos adultos de padres divorciados antes de que los hijos tuvieran 15 años. El grupo fue comparado con otro, de similares características sociodemográficas, en el que los hijos no habían sido expuestos a estrategias de AP pese al divorcio de sus progenitores. La muestra total se compuso de 118 adultos entre 18 y 66 años de edad, siendo dos tercios de las participantes mujeres. Se describieron 19 estrategias de alienación en el estudio. A partir de los resultados obtenidos, los autores concluyeron que existe asociación entre la exposición a la AP y bajos niveles de autoestima y autosuficiencia personales, fracaso académico, situación de desempleo al momento del estudio, mayores tasas de depresión, estilos de apego inseguro en las relaciones adultas y una mayor tendencia al consumo de alcohol; en comparación al grupo que no había experimentado AP (Ben-Ami y Baker, 2012).
En la siguiente Tabla 5 se resumen e ilustran algunos de los principales estudios que han abordado las consecuencias de la AP sobre los hijos.
Tabla 1. Estudios de las consecuencias de la AP en los hijos
Autor/Consecuencias
Bautista (2007) . Menoscabo orgánico, psíquico y social en los menores con AP. Miedo intenso, profunda confusión y sensación de indefensión.
García-Garnica et al., (2009). Trastornos de ansiedad; trastornos del sueño; trastornos de la alimentación; trastornos de la conducta (agresividad verbal y/o física, conductas de evitación de las visitas, uso de lenguaje adulto); dependencia emocional del progenitor alienante; miedo a ser abandonado por él; dificultad en la comprensión/expresión de emociones; carencia de empatía y actitud crítica hacia el progenitor rechazado; rol de víctima.
Fariña, Arce, Seijo y Novo (2001). Sentimientos de abandono, indefensión, depresión, estados de ansiedad, conductas regresivas y problemas escolares.
Bautista, Gaitán y Moreno (1977). Afectación de la alienación en los procesos cognitivos superiores como percepción, motivación y en las emociones, sentimientos y modo de referenciar la realidad cognitivamente. Distorsión cognitiva y alteración en el desarrollo psicológico.
Waldron y Joanis (1996), Autodesprecio, culpa, sensación de abandono, distorsión de la realidad y de las relaciones con los otros, problemas psicológicos, sociales y emocionales como miedo al rechazo, depresión e ideación suicida.
Baker (2005). Baja autoestima, autodesprecio, depresión, consumo de sustancias, desconfianza, fomento de la alienación en sus propios hijos, divorcio, problemas de identidad, sentimiento de desarraigo, renuncia a la descendencia por miedo a sufrir alienación, ira por el tiempo perdido (en la edad adulta).
Ben-Ami y Baker (2012). Baja autoestima, fracaso académico, desempleo, depresión, apego inseguro en relaciones adultas, consumo de alcohol (en la edad adulta).
Ref. Tesis doctoral: “Las interferencias parentales y la alienación parental en el contexto jurídico español: revisión de sentencias judiciales en materia de guarda y custodia”. Autor: Ignacio González Sarrió. Universidad de Valencia. 2017.
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