Día tras día los medios de información: publicaciones periódicas, radios, televisiones… nos hablan de la necesidad de certificados, «pasaportes» de vacunación y restricciones cientos de nuestros derechos y libertad, pero, lo que hay de fondo es un gran conflicto entre los poderes fácticos y el común de los mortales, las personas corrientes; cada vez es mayor el número de ciudadanos descontentos frente al intervencionismo estatal, el control político y económico sin precedentes que han emprendido los gobernantes, basándose en una supuesta crisis de salud pública que, nos ha conducido, también a una profunda crisis institucional, política, económica y moral.
Son muchos ya los que piensan que esta «crisis» ha sido «fabricada», diseñada exprofeso y que en realidad tal crisis no existe, y mucho menos la necesidad de arrestos domiciliarios, limitación del derecho al libre tránsito de las personas, al libre comercio, etc. Son legión ya los que piensan que los «pasaportes» o certificados de vacunación son una arbitrariedad, son absolutamente innecesarios.
Nos estamos enfrentando a un virus al que acabará sobreviviendo el 99,7% de las personas; así lo demuestran cientos de estudios y estadísticas tanto gubernamentales como los realizados por iniciativa privada, «estudios independientes»; pero, a pesar de ello, por razones que la mayoría de la población ignora, los gobiernos de la mayoría de los países están aterrorizando a sus ciudadanos, sembrando el pánico, y todo ello con el apoyo entusiasta de la mayoría de los medios de información y creadores de opinión.
¿Por qué se le dice a la gente que la única solución posible es que renunciemos a todas nuestras libertades y a nuestro derecho a decidir acerca de nuestra salud, de forma «autónoma»?
¿Cuál es la razón para que el 99,7% de la población deba encerrarse, sufrir arresto domiciliario, enmascararse y someterse a una vacuna experimental, sin pruebas que, hayan demostrado su eficacia?
¿Por qué el 0,26% de las personas que, están realmente en riesgo de infectarse y de morir por el virus simplemente no toman precauciones o se quedan en casa mientras el resto de las personas siguen con su vida normal?
Estamos asistiendo a una supuesta epidemia (con rasgos, dicen, de «pandemia») que, por primera vez en la Historia conocida, está sirviendo de pretexto a los gobernantes para aislar a los no infectados mediante formas diversas de «cuarentena».
Si uno se para a pensar, llega enseguida a la conclusión de lo más eficaz hubiera sido destinar dinero de nuestros impuestos a ayudar a ese 0,26% de la población que realmente está en riesgo de contraer la enfermedad y morir.
Los diversos gobiernos, los bancos centrales, etc. están «quemando» billones de euros para -supuestamente- evitar que las empresas quiebren por completo, e impedir que los trabajadores «no esenciales» que, están desempleados (aunque se camuflen mediante eufemismos como los llamados «ertes» -expediente de regulación temporal de empleo- y similares) mueran de hambre durante los diversos arrestos domiciliarios decretados por los gobernantes y el consiguiente parón de la economía derivado del aislamiento de la población. Pero, a estas alturas cualquier persona medianamente informada -y formada- llega a la conclusión de que, se podía haber mantenido la economía en marcha todo este tiempo y pagar una fracción de ese dinero para ayudar a la pequeña minoría de personas que realmente es víctima de la enfermedad.
Pese a que, los diversos medios de información, los «tertulianos», opinadores, trovadores, aduladores, bufones y demás «bienpagaos» por los gobiernos afirmen que la tasa de muerte del covid19 es mucho más alta. No lo es. Según los diversos estudios «independientes» (y también muchas estadísticas gubernamentales), la tasa media de mortalidad por infección de covid es SÓLO 0,26%. Es un hecho irrefutable. Son datos científicos según la gran mayoría de los estudios médicos realizados hasta hoy.
El mundo entero está siendo bloqueado y se nos dice que debemos renunciar a nuestros derechos y libertades porque el 0.26% de la población puede acabar sufriendo una infección por covid y acabar muriendo. ¿Por qué?
Bueno, la respuesta es fácil: porque las restricciones covidianas no tienen nada que ver con la salud pública y son el perfecto pretexto para que los gobernantes acaben tomando decisiones de control público, adoptando actitudes totalitarias, liberticidas.
Una vez llegados hasta aquí, surgen inevitablemente algunas preguntas:
¿Quién tiene derecho a controlar todo lo que concierne a nuestra salud?
¿Quién está cualificado (a menudo nos hablan de «expertos») para controlar nuestro derecho constitucional a la vida, la libertad y el derecho a buscar la prosperidad y la felicidad?
¿Desde cuándo los políticos, los burócratas, los gobenantes, tienen la potestad de decirnos lo que debemos pensar, lo que debemos decir (o no decir), dónde y cuándo debemos trabajar, dónde podemos comprar, dónde podemos vender, por dónde podemos caminar, a dónde podemos viajar, en qué debemos creer, cómo hemos de comer, cómo hemos de amarnos..?
¿Quién o quiénes les han otorgado tal poder?
La respuesta es NADIE, excepto usted mismo. Pero, por supuesto, quienes «creen» la versión oficial y las personas que se benefician de la pandemia afirmarán que debemos renunciar a nuestros derechos cuando se está “poniendo en riesgo la vida de otros”. Es el viejo eufemismo del contrato social, el perfecto pretexto de los colectivistas: usted es «parte de una sociedad», de un grupo, y por lo tanto, la sociedad tiene derecho a limitar, o dejar en suspenso sus derechos.
Tales argumentos son una absoluta sandez, una estupidez, una tontería, pero es la estrategia clásica utilizada por todos los totalitarios en todas las épocas y también en los tiempos modernos. Quienes se escudan en aquello del «bien común», o el interés colectivo, en realidad NUNCA les ha importado lo más mínimo lo que quiere la «sociedad», siempre se trata exclusivamente de lo que desean los déspotas, los tiranos.
Como indican numerosos estudios «independientes» y algunos gubernamentales o de organismos internacionales (también gubernamentales), existen un sinfín de hechos y evidencias científicas, demostrativos de que, nadie que quiera permanecer al margen de las prohibiciones que se están imponiendo con el pretexto del covid, o no se someta a los pasaportes o certificados de vacunación «obligatorios», NADIE está poniendo a otras personas en un riesgo mayor al ya existente.
Hay que seguir insistiendo, una vez más, en que la tasa media de muerte por covid es 0,26% y ni las restricciones, ni las prohibiciones, ni las mascarillas, ni las vacunas han detenido las infecciones por covid. Curiosamente, han sido los países en los que los gobiernos han decidido las limitaciones de derechos y libertades más severos y han impuesto el uso obligatorio de máscaras los que han tenido las tasas más altas de infección durante los últimos 18 meses. Incluso ahora, miles de personas totalmente vacunadas se están contagiando de covid en «casos de re-brotes», y algunos de ellos están muriéndose. Las infecciones y las muertes disminuyeron en enero, mucho antes de que las vacunas se fabricaran y se distribuyeran ampliamente. Los hechos demuestran que las vacunas no han logrado nada,o casi nada…
Soy de los que consideran que, si yo estuviera entre el 0,26% de las personas que corren el riesgo de morir, sería una canallada, una absoluta inmoralidad, exigir que el otro 99,7% de la población renuncie a sus derechos y libertades y las libertades de sus hijos para que yo me sienta un poco más seguro. Es más, sería un acto de locura egoísta.
Pero.. ¿Y si el número de muertos debido al virus fuera mucho mayor? ¿Y si nos estuviéramos al ébola o algún otro patógeno semejante? ¿Y si 1 de cada 100 personas estuviera en riesgo de infectarse y morir? ¿Y si 1 de cada 10 personas estuviera en semejante riesgo? Entonces, ¿serían aceptables las decisiones tiránicas de los gobernantes y los encierros masivos? La respuesta es NO, no lo serían.
¿Por qué NO? Pues, no seré yo quien deposite mi confianza ciega en gobiernos compuestos por elitistas corruptos y globalistas. ¿Quiénes son ellos para decidir que es lo que más nos conviene, y cuáles deben ser nuestros superiores intereses? ¿Qué experiencia, qué preparación, qué cualificación poseen estas personas para arrogarse la potestad de «protegernos», por qué se merecen la confianza pública? La única verdad es que NO están cualificados y nunca lo estarán.
A ellos, a los burócratas, a los políticos, a los gobernantes no les importamos en absoluto. Solo están interesados en servir a sus propios intereses e impulsar sus propias agendas. Basta mirar cuán entusiasmadas están las instituciones globalistas como el Foro Económico Mundial, llamando a la pandemia «una oportunidad» para forzar su agenda de «Gran Reinicio». Estos demonios no son el tipo de personas que los ciudadanos quieren que se encarguen de gestionar sus vidas.
Por lo tanto, es responsabilidad de cada uno de nosotros protegernos a nosotros mismos, como mejor le parezca a cada cual, pese a que los gobernantes nos digan que no somos capaces de cuidarnos, protegernos, elegir lo que más nos conviene… Por el contrario, ellos proclaman que debemos ceder ante su «mejor criterio» y que lo hacen por nuestro bien. Se supone que son más inteligentes que todos nosotros, y como tecnócratas llevados por la bondad extrema, sólo ellos tienen la sabiduría y la rectitud moral para determinar el futuro de cada persona viva.
Globalistas como Gideon Lichfield en el MIT admiten, sin rubor, que el objetivo siempre ha sido instituir restricciones, limitaciones de nuestros derechos y libertades, mediante la obligatoriedad de «pasaportes de vacunación» que, durarán muchos años, si no por siempre:
“ En última instancia, sin embargo, predigo que restauraremos la capacidad de relacionarnos de forma segura mediante el desarrollo de formas más sofisticadas de identificar quién está en riesgo de contraer la enfermedad y de contagiar a otros, y quién no, y discriminando — legalmente — a quienes sea necesario.
… Uno puede imaginar un mundo en el que, para tomar un vuelo, tal vez tenga que estar suscrito a un servicio que rastrea sus movimientos a través de su teléfono. La aerolínea quizá no podrá ver a dónde te diriges, de dónde provienes, pero recibiría una alerta si estuviste cerca de personas infectadas conocidas o puntos calientes de enfermedades. Habría requisitos similares en la entrada de grandes lugares, edificios gubernamentales o centros de transporte público. Habría escáneres de temperatura en todas partes y en su lugar de trabajo podrían exigirle que use un monitor que rastree su temperatura u otros signos vitales. Cuando los clubes nocturnos soliciten una prueba de edad, en el futuro podrían solicitar una prueba de inmunidad: una tarjeta de identidad o algún tipo de verificación digital a través de su teléfono, que demuestre que ya ha superado la enfermedad o ha sido vacunado contra las últimas cepas del virus «.
Ésta es la filosofía clásica de casi todos los monstruos totalitarios, liberticidas que han existido. Esta es la ideología de los sociópatas narcisistas. También la religión de los robots sin alma. Algunos de los mayores males conocidos por la humanidad se han cometido en nombre del interés general, del bien común, en beneficio de la mayoría… Sacrificando a las personas individuales. Este mantra no se puede tolerar bajo ninguna circunstancia; no se puede permitir que infecte a nuestra nación (y de las demás naciones) y suplante nuestros valores más profundos, aquellos a los que siempre nos hemos negado a renunciar. Porque si acaba sucediendo, es posible que acabemos siendo esclavos del sistema durante mucho tiempo.
Tengan presente, no lo olviden que, el objetivo de los globalistas y de los gobiernos que siguen fielmente sus órdenes, es mantener las restricciones, las limitaciones de derechos y libertades, en vigor sine die, de forma indefinida.
Los principales medios de información han criticado constantemente, ridiculizado, criminalizado a quienes osan afirmar que los gobiernos acabarían imponiendo pasaportes y certificados de vacunación, y hablan y hablan de «teorías conspiratorias», y llaman «conspiranoicos» a quienes los contradicen… Sin embargo, ahora están admitiendo abiertamente que el plan es instituir pasaportes y certificados -obligatorios- de vacunación, y lo están defendiendo enérgicamente. Están discutiendo con verdadero fervor cómo podrían FORZAR u obligar a todos a ser inoculados, incluso contra su voluntad, e incluso si la -supuesta- vacuna no sirve para nada.
Podemos hacer multitud de conjeturas acerca del verdadero propósito de los globalistas y los gobernantes que siguen sus consignas, pero pero no olvidemos que la vacunación obligatoria es la llave que abre la puerta, es el único recurso del que disponen para imponer los pasaportes y certificados de vacunación. Los pasaportes y certificados son la clave de todo. Sin ellos no se puede establecer la tiranía a la que aspiran los partidarios y promotores del «nuevo orden mundial». Sin los pasaportes, no pueden tener influencia sobre la población ni decidir qué podemos y qué no podemos hacer con nuestras vidas. NECESITAN los pasaportes para obtener su «Gran Reinicio». Sin un sistema de “papeles obligatorios” su «reinicio» se derrumbará.
Es por ello que los ciudadanos corriente impidamos que los certificados y pasaportes de vacunación se acaben consolidando y echen raíces. Debemos boicotear el programa globalita, liberticida y totalitario, debemos detenerlo y destruirlo.
VOZ IBÉRICA no es una publicación periódica enormemente influyente (decir los contrario sería engañar a nuestros seguidores), VOZ IBÉRICA no posee todavía la capacidad de influencia que desearíamos quienes escribimos en ella, entre las personas decentes, los buenos españoles, las personas de buena voluntad, afirmar lo contrario sería mentir. Tampoco VOZ IBERICA es un agente «influencer» en YouTube ni en ninguna plataforma mediática. VOZ IBÉRICA no posee el respaldo de un grandes empresas, tampoco dispone del dinero necesario para impulsar una campaña nacional. El que firma al final de este artículo, como quienes habitualmente colaboran con VOZ IBÉRICA, sólo somos personas que amamos valores como la libertad, la razón y al fin y al cabo la «fe» que da sentido a la Humanidad; es por todo ello que nos vemos empujados a manifestar abiertamente que es imprescindible organizar, sin aplazamientos, un «frente» contra el sumani, contra la negra tormenta de la dictadura totalitaria, liberticida, que se avecina. Mañana puede ser demasiado tarde…
Es inaplazable emprender una campaña nacional contra los certificados y pasaportes de vacunación. Debemos aprender de los globalistas, socialistas, comunistas, intervencionistas y estatistas de toda clase, acerca de cómo utilizan la «presión» y de cómo la usan para conseguir sus objetivos, debemos aprender de ellos para intentar contrarrestar sus maldades, sus acciones perversas… No basta con sentarnos en nuestras casas, aislados los unos de los otros felices de saber, a través de las redes sociles que, son millones de personas las que sienten lo mismo que nosotros. Es imprescindible actuar.
Debemos empezar por enviarles un mensaje: ¡NO ESTAMOS DISPUESTOS A OBEDECER! Debemos poner en marcha un movimiento de masas unido por principios, no un movimiento basado en el culto a un líder, por muy tentador que esto sea. Debemos hacerles llegar a los burócratas, a los políticos, a los globalistas que no estamos dispuestos a cambiar de opinión y que no cederemos a sus intenciones despóticas, totalitarias y liberticidas.
Tal vez ha llegado el momento de decirles a todas las empresas, a todos los que apoyan de forma entusiasta los planes liberticidas de los diversos gobiernos que, como consumidores, si no cambian de actitud, les retiraremos nuestro apoyo, y dejaremos de comprar sus bienes y servicios. Deben recibir un mensaje claro y rotundo de que «no trabajaremos para ellos y no les daremos ni un centavo de nuestro dinero». También habrá que acercarse a las empresas locales pequeñas y medianas, y averiguar si son -o no- cómplices de los globalistas, de los totalitarios y liberticidas, y si lo son dejarles claro que les retiraremos todo nuestro apoyo. Ha llegado el momento de darles una lección a todos ellos, sacarlos de la circulación, negándoles nuestro dinero… Y, en resumen: darle dónde más les duele, sus bolsillos.
Otra estrategia a seguir es «freir» a pleitos a las diversas administraciones, de forma que estrangulemos su capacidad de actuar…
También hay que presionar para que los gobiernos municipales, provinciales, regionales, se nieguen a apoyar al gobierno de la nación y le envíen un mensaje rotundo de «No obedeceremos». Quítense de la cabeza la idea de que los gobiernos municipales, provinciales, etc. nos protegerán de las acciones totalitarias del gobierno central que, actúa al dictado de de los globalistas y totalitarios que están limitando nuestros derechos y libertades. Hay que organizarse a nivel local, en la comunida a la que cada cual pertenece, buscar la colaboración de las empresas locales,… y debe comenzarse ya, sin aplazamientos, antes de que sea demasiado tarde.
Todavía hay tiempo para prepararse, todavía hay tiempo para asumir riesgos. Sin riesgo no puede haber libertad. Nos acercamos rápidamente a una época en la que nos jugamos el destino del mundo para el próximo siglo. Es necesario organizar un movimiento de base para luchar contra la marea creciente del totalitarismo. Todavía estamos a tiempo de revertir el daño que nos han causado.
Sin duda, si nos organizamos, si nos unimos podemos acabar con el totalitarismo liberticida promovido por los globalistas, pero solo si nos atrevemos a intentarlo.
Empecemos por lanzar un claro mensaje al mundo, es el primero paso: «¡No obedeceremos!» Y luego, cumplamos nuestra promesa.
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