Mariano Cabanillas Entrena.
Para comentar mis reflexiones del gran misterio de nuestra Fe: “Que Jesús resucitó al
tercer día de entre los muertos y subió a los cielos donde está sentado a la derecha del
Padre”, quiero iniciarlas con estas frases del Papa san Juan Pablo II : “ El amor vence
siempre…. aunque en ocasiones ante sucesos y situaciones pueda parecernos
impotente. Cristo parecía impotente en la cruz y Dios (que es Amor) siempre puede
más”
Los cristianos a veces vivimos como si Cristo no hubiera Resucitado. Cualquier
problema bien en nuestra vida laboral o de enfermedad o ante cualquier situación
embarazosa nos impide mirar hacia Jesús Vivo y confiar en El .
Con la Resurrección de Jesús no sólo ha vuelto a la vida una persona que había
fallecido, sino que se ha inaugurado una dimensión que nos afecta a todos en nuestro
ser con Dios. La Resurrección gloriosa de Jesús más que un hecho histórico, que
celebramos, también se celebra la promesa de Jesús de que nosotros también
resucitaremos: “No os dejaré abandonados, volveré a estar con vosotros. Dentro de
poco el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros
también viviréis “ (Jn,14-19) .
Aprendamos de los discípulos de Jesús su fortaleza de espíritu ante el hecho de la
Resurrección y Ascensión de Jesús a los cielos. Precisamente el evangelista Lucas nos
dice que los discípulos estaban llenos de alegría, después de que el Señor se había
alejado definitivamente, cuando podría parecer que su ida produciría el efecto
contrario. Aunque Jesús se despedía como persona viviente, resucitado ¿cómo es
posible que su despedida no le produzca tristeza?
Es que su fe, su fortaleza de espíritu, les hace ver que Jesús al despedirse no se va a un
Astro lejano. Jesús realmente no se ha marchado, sino que, en virtud del mismo poder
de Dios, desde ese momento está siempre presente junto a nosotros y por nosotros.
El dijo: ”Me voy y vuelvo a vuestro lado” (Jn.14-28) .
Esta es también la fuerza de nuestra alegría pascual. Por sus palabras debemos
sentirnos siempre junto a Jesús que está al lado del Padre. Si nos sentimos alguna vez
alejado de El, no olvidemos nunca que la senda entre Jesús y nosotros siempre está
abierta. La senda la descubrimos siempre con la oración.
No puedo cerrar estas reflexiones sin un sentido recuerdo a nuestra Madre, María.
Precisamente desde la Cruz, en la persona de Juan nos la dejó como nuestra Madre:
Luego dijo al discípulo “Aquí tienes a tu Madre”, Fue el regalo más precioso. Acogiendo
en nuestro corazón a María, viviremos de forma completa la Pascua, Ella nos
acompaña en oración hasta Pentecostés tal y como hizo con los discípulos.
¡Que la alegría pascual nos acompañé siempre, esperando nuestra resurrección!
Mariano Cabanillas Entrena.
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