CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Si finalmente Feijóo se aúpa al poder a finales de julio -sí es que lo logra- posiblemente no cambiará nada en España por desgracia, pero la sociedad española, aunque los Feijóo, Sánchez, Abascal, etc. nos quieran infantilizados, embrutecidos, mediocres, sumisos… sí que está cambiando: hay un grupo cada vez mayor de españoles decentes, buenos españoles, aunque aún sean minoría, que son coherentes y están organizándose y en algún momento se harán notar.
Después de cinco años de Pedro Sánchez en el gobierno de España, apoyado por socialistas, comunistas, etarras y separatistas, después de cinco años sin oposición, sin aparente alternativa, son muchos los españoles decentes que viven resignados, acobardados y sin esperanzas, y particularmente los que afirman que son cristianos, católicos, conservadores, e incluso reaccionarios, sin complejos… No es ningún consuelo que ese también sea el sentir en toda o casi toda la Europa judeocristiana. En toda Europa y en España en particular imperan la socialdemocracia y la perspectiva de género, regímenes totalitarios y liberticidas.
A esa sensación de desesperanza ha contribuido, también, la hiperinflación normativa, la diarrea legislativa emprendida por el gobierno sanchista en lo que va de año, acompañada de la ocupación plena de todos los poderes del estado y los organismos que aún gozaban de relativa independencia: Tribunal de Cuentas, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, etc. que impiden cualquier clase de supervisión o control de las acciones emprendidas por Sánchez y sus secuaces, o algún resorte disuasorio o posibilidad de perseguir y sancionar sus excesos.
Pero, no se olvide que la terrible situación de España es la que es porque Pedro Sánchez y sus cómplices cuentan con muchos españoles, demasiados, que los apoyan a pesar de saber que son golfos, mafiosos y corruptos. El mayor éxito de Sánchez y sus capos, oligarcas y caciques mafiosos es haber logrado una enorme degradación, putrefacción social. Así que, no nos engañemos, el problema no es Sánchez son los españoles que lo apoyan. El domingo, 28 de mayo, se acaba de demostrar que lo que afirmo no es exagerado, Pedro Sánchez todavía conserva mucho apoyo popular; a pesar de las perversas leyes que ha ido aprobando en los últimos meses:
Ley del aborto (la nueva, pues la menos nueva también logró el gobierno socialcomunista que fuera respaldada por el Tribunal Constitucional, una vez lograda la mayoría suficiente de apoyos en el mismo).
La ley conocida como «sólo sí es sí» que ha puesto en la calle a multitud de agresores sexuales y rebajado la pena de muchos más (alrededor de 2000).
La estúpida ley «de bienestar animal».
La denominada «ley de derecho a la vivienda» que favorece la ocupación y prevé la expropiación forzosa, de facto, al mismo tiempo que protege a los delincuentes frente a los dueños.
Legislación de «género» que priva a las familias de la obligación -y el derecho- de educar a sus hijos, y faculta a los centros de estudio para adoctrinarlos y pervertirlos desde la «perspectiva de género».
La muy perversión y corrupción de menores en los centros de estudio, como primer paso para legalizar la pederastia y el abuso de menores (todo ello, como lo anterior, siguiendo minuciosamente el esquema de la «ventana de Overton»).
Cristianofobia, persecución, criminalización de todo lo que huela a cristianismo en general y a catolicismo en particular. En este asunto llama la atención la postura tibia de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Española…
La crispación, el odio, la confrontación entre españoles, fomentado todo ello por el gobierno, y acentuado tras la aprobación de las leyes de «memoria histórica» y similares.
Todo ello, y mucho más, ha suscitado un ambiente, entre la gente sensata, los españoles decentes, de que la posibilidad de derrotar al social comunismo, a la ideología de género, etc. es tare casi imposible y que ha acabado triunfando el mal, con el psicópata Pedro Sánchez al frente.
Los católicos, los cristianos (y los «no practicantes», pero al fin y al cabo cristianos, incluso aunque algunos afirmen que son ateos, paradójicamente) y en general la gente de buena voluntad, coherente, decente, no es precisamente muy numerosa, pero va despertando, reaccionando y creciendo en solidez, en coherencia. Sí, todavía esta clase de españoles son pocos, pero coherentes.
Y, he ahí el quid de la cuestión: no son los gobiernos los que logran que la sociedad cambie (sea a mejor o a peor), por el contrario, es la sociedad la que cambia a los gobiernos, la degradación, la corrupción política siempre viene precedida de una degradación social. Es por eso que el principal problema de España y de los españoles no es el mal gobierno del malvado Pedro Sánchez, el problema son los mismos españoles.
Vengo diciendo desde hace años que el mejor servicio que podrían hacer a España gente como Abascal y Feijóo, sería echarse a un lado y promover la refundación de la derecha, de tal manera que se agrupara a todos los españoles decentes en un sólo bloque, y se pusieran al frente españoles sabios, preparados, con experiencia en la gestión de dineros ajenos… los cuales nunca podrán salir de las actuales agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos; ahora, tras las elecciones municipales y regionales del 28 de mayo, son muchos los que afirman que el PP y VOX deben «pactar».
¿Pero, «pactar» sin más, permitir VOX que gobierne el PP en los ayuntamientos de los municipios en los que ha sido más votado, o viceversa?
¿Pactar qué y para qué?
Lo primero que habría que saber es si tanto uno como otro partido tienen un programa de gobierno, un proyecto político concreto, con objetivos definidos, a corto, largo y medio plazo; con qué medios pretenden contar; qué procedimientos utilizarían, cuáles son las acciones que pretenden emprender, recursos humanos y materiales a utilizar, coste dinerario de todo ello… Qué suprimirían, qué mantendrían. Cómo eliminarían el gasto desenfrenado al que nos ha llevado el gobierno de Pedro Sánchez, qué instituciones desmantelarían, empezando por el «estado de las autonomías»; qué mecanismos pondrían en marcha para combatir la corrupción, disuadir a los corruptos, perseguirlos y castigarlos… Cómo harían para conseguir que en España acabe habiendo una real separación de poderes. Cómo hincarle el diente a la preocupante bajísima natalidad que pone en riesgo serio la supervivencia de la nación española, etc. etc.
Sí, deberían pactar, sería lo deseable, pero, pactar un programa de mínimos en el que cada partido dé a conocer a la opinión pública cuáles son los objetivos que considera irrenunciables, y por qué, y así la gente decente tenga claro que ambos partidos, PP y VOX, hacen un contrato con los españoles que están obligados a cumplir.
Antes hablaba de los «ateos» que educacionalmente, culturalmente, moralmente son cristianos (aunque algunos no lo sepan), muchos si no todos, acabarán descubriendo que su caminar en un «equilibrio inestable» necesita asirse, apoyarse a cuestiones sólidas, enraizarse; y más pronto que tarde (salvo que me equivoque) acabarán dándose cuenta de que todo el adoctrinamiento al que han sido sometidos durante décadas es una absoluta aberración, y sobre todo, de las terribles consecuencias de su aplicación tras las diversas leyes de «género»… Todos esos «ateos» acabarán exigiéndoles a los que supuestamente son afines a sus ideas, que emprendan acciones para desbaratar todo el entramado corrupto montado por socialistas, comunistas, etarras y separatistas, con la intención de destruir nuestra forma de vida…
Más tarde, o más temprano, el PP tendrá que abandonar su tibieza, su ponerse de lado, e incluso su actitud de ser más progre que los progres (lo cual implica no ser ni chicha ni limonada) si su deseo es conectar con esos españoles decentes que, década tras década han ido a votar tapándose la nariz, a pesar de que tanto Aznar, como Rajoy, como posiblemente Feijóo, no han hecho nada o casi nada para cambiar la terrible situación que sufren España y los españoles. Ojalá quienes forman parte de VOX, y quienes apoyan a VOX con su voto, logren empujar lo suficiente como para que el PP cambie de dirección y emprenda el camino de la decencia, de la moralidad judeocristiana.
Si no es de ese modo, los españoles debemos perder toda esperanza de regeneración.
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