Nichán Eduardo Guiridlian Guarino
En estos últimos días las miradas de Occidente se han dirigido al Cáucaso. El ataque con un misil masivo lanzado por Azerbaiyán contra la población armenia de Artsakh, ha provocado una grave desestabilización en la región. La agresión militar, ha incluido la capital Stepanakert, con un saldo de varios muertos y cuantiosos daños materiales.
Azerbaiyán bloquea todas las redes sociales en su país en una campaña de desinformación, con la colaboración de Turquía.
Una vez más, vuelve a actualizarse aquel objetivo de exterminio, y negacionismo posterior, perpetrados por el Estado Turco hace poco más de 100 años.
Nuevamente, el mundo contempla silencioso, la violencia habitual promovida por los Gobiernos de Turquía y Azerbaiyán, contra el pueblo Armenio.
Somos testigos de la muerte de muchos inocentes. Se sumarán a las innumerables que se han sucedido en los últimos 70 años. No serán más que las consecuencias del “capricho geográfico” de un sangriento dictador comunista, que paradójicamente, había nacido en esas mismas montañas.
Cómo armenio y como católico, en los momentos de tristeza e impotencia frente a la injusticia inevitable, mi mente y mi corazón se vuelven naturalmente a Dios. Estas circunstancias, me han hecho nuevamente pensar en aquellas últimas palabras de María Santísima a la Hna. Lucía (vidente de Fátima), después de la Aparición en Tuy (1929), con respecto a la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón: “…la harán, pero ya será tarde. Rusia habrá esparcido ya sus errores por el mundo, provocando guerras…”
Esas palabras, van muy unidas a aquellas pronunciadas por la Virgen, algunos años antes, el 13 de Julio de 1917: “…varias naciones serán aniquiladas…”
Siento muy cercano aquello que la Virgen dijo en Fátima. En ese momento, mi abuelo tenía 5 años. Su madre, su hermano y él, habían podido escapar algunos meses antes de la persecución, que para 1923 tendría como saldo, un millón y medio de armenios cristianos asesinados. Así, un tercio de la población armenia de Turquía, fue literalmente “aniquilada”, en lo que hoy conocemos como Genocidio Armenio.
La Nación Armenia al honrarse de ser la Primera en Adoptar el Cristianismo como religión oficial, ha quedado para siempre marcada con el Signo de la Cruz. Siempre he pensado que el odio del maligno y sus acciones, contra la Cristiandad, comienza por el primer pueblo que le fue arrebatado.
Los males que Nuestra Señora señalaba y advertía a principios del siglo XX, con respecto a los años siguientes: ya estaban sucediendo con los armenios.
Es por eso, que no puedo dejar de instar a todos a unirnos en oración. En pocos días comenzará el mes de octubre. Recemos el Santo Rosario por la Paz: “la paz de las almas y la paz de las armas”, como escribió el papa Pio XII en el texto de la Consagración del Mundo al Corazón Inmaculado de María.
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