Dicen que el Rey de España es una «figura simbólica», sin potestad de clase alguna, una figura decorativa que en algunas ocasiones ejerce de «maestro de ceremonias»… ¿Es realmente necesario?

PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN

Ahora que se cumple una década de la abdicación de Don Juan Carlos I y la subida al trono de Don Felipe VI, bueno es hacer balance de esos diez años de «reinado» de Don Felipe, respecto de lo que significa tener a un Rey como Jefe del Estado, acerca de cómo ejerce esa jefatura, acerca de para qué sirve tener un Rey pues, como dice el refranero, da igual el color del gato, lo importante es que cace ratones.

Quien tenga conocimiento de la Constitución Española de 1978 -aún vigente, aunque algunos la violen un día sí y otro también, empezando por el Gobierno y siguiendo con sus aliados empeñados en destruir España- debería saber lo que en ella se dice respecto del Jefe del Estado, el Rey de España. Viene bien recordarlo:

El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes. Artículo 56 de la Constitución Española de 1978.

El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas. Artículo 61 de la Constitución Española de 1978.

Corresponde al Rey:

a) Sancionar y promulgar las leyes.

b) Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución.

c) Convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución.

d) Proponer el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución.

e) Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente.

… h) El mando supremo de las Fuerzas Armadas.

i) Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales…. Artículo 62 de la Constitución Española de 1978.

También, el siguiente artículo, el número 62, le otorga entre otras la potestad de «manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes…» Y, añade que corresponde al Rey de España «previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz».

El artículo número 64 dice que “los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes. La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución prevista en el artículo 99, serán refrendados por el Presidente del Congreso… De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden.”

Después de leer atentamente lo que nuestra Constitución afirma respecto de las atribuciones del monarca, de sus funciones, de su capacidad de maniobra, etcétera. Inevitablemente surgen algo más que dudas acerca de cuáles son realmente los «poderes» de Don Felipe VI y cuáles sus limitaciones. Deben ser muchos, muchísimos los españoles que, tras haber dado su aprobación el Rey de España a la «ley de amnistía», aprobada por el Congreso de los Diputados, se preguntarán para qué sirve tener un Rey, «qué pinta», qué utilidad tiene…

En estos últimos días se ha repetido por doquier que Don Felipe es un personaje simbólico y se ha añadido que cualquier negativa del rey a sancionar una ley aprobada por las Cortes Generales podría considerarse una violación de los principios sobre los cuales está basado su papel constitucional…

Dicen y repiten hasta aburrir -hemos de suponer que para que «perdonemos» a Don Felipe VI- que Le guste más o menos, el Rey de España tenía que firmar la ley de amnistía «sí o sí». Y, todos los trovadores, «politólogos», tertulianos, columnistas, y demás todólogos de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas, afirman que al Rey no le ha quedado más remedio, no tenía otra opción que abrir la puerta a que Carles Puigdemont y el resto de dirigentes separatistas golpistas imputados en el procés queden libres de cargos.

E insisten, insisten, e insisten hasta el hartazgo que «el Rey de España es una figura simbólica» … ¿Qué es eso de una «figura simbólica», en qué consiste?

El diccionario de la Real Academia Española afirma que «simbólico» significa alegórico, metafórico, imaginario, figurado, alusivo, no real, no auténtico… y «simbolizar» dice que significa representar algo por cuestión de semejanza o tener algún tipo de relación.

Por lo tanto, una figura simbólica es aquella que representa, por analogía o por una convención establecida, una idea o concepto. Toda imagen simbólica tiene un doble referente: a lo que se parece y lo que en realidad significa. Por ejemplo: Según la Biblia, la serpiente como símbolo del mal y del pecado, fue ella la que ofreció a Eva una manzana del Árbol de la Fruta Prohibida, motivo por el que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso.

Quienes hablan de «figuras o imágenes simbólicas» también se refieren a la capacidad que los humanos desarrollan para crear imágenes mentales de objetos o experiencias diarias que luego pueden representar a través del juego o de dibujos u cualquier forma de representación gráfica. ¿Tiene esto relación con Don Felipe cuando hablan de que es una «figura simbólica?

También hay quien dice que una figura simbólica, de alguna manera representa determinados valores que dan sentido a una comunidad concreta. ¿Qué «valores» hemos de suponer que representa Don Felipe VI, cuáles exactamente, qué realidad concreta es la que pretende dar voz Don Felipe?

Y, hablando de símbolos, el «simbolismo» afirma que hay cosas que representan a otras, o sea que una cosa puede significar lo que se desee que signifique, o casi; porque si se le puede asignar cualquier tipo de interpretación simbólica, no tiene valor interno, significado fijo o inalterable o universal. No tiene ninguna cualidad especial que lo designe como un símbolo de una cosa en particular.

Se supone que los símbolos permiten representar un concepto, una creencia o un suceso y funciona a base de la asociación de ideas, y generalmente son resultado de la convención social… También hay otro matiz más que añadir: las imágenes o figuras simbólicas -como definen algunos al Rey de España, Don Felipe VI- guardan relación con «mensajes gráficos», es decir, el deseo de comunicar algo al público… ¿Qué intención comunicativa, qué mensaje se pretende con la «figura simbólica» que atribuyen al Rey de España?

En fin, permítanme que les diga que «estoy hecho un lío» … Pues, si todo lo que afirma la Constitución Española de 1978 acerca de nuestro Rey es «simbólico», alegórico, metafórico, figurado, imaginario, no real, no auténtico, impostado, en suma; ¿Para qué queremos un Rey? ¿Para qué sirve un rey que no reine, que no ejerza de jefe del Estado?

Por cierto, según los diccionarios «reinar» significa ejercer la jefatura del estado en un régimen monárquico, lo cual es sinónimo de mandar y gobernar.

Bien, después de aclarados algunos conceptos, y dado que cada vez que se suscita algo relacionado con el Rey de España siempre hay quienes dicen aquello de que es una «figura simbólica» y añaden de una u otra manera que Don Felipe carece de capacidad de actuar en tal o cual ámbito y que debe, poco más o menos que actuar al dictado del Gobierno, o del Congreso de los Diputados, como en el caso de proponer al Parlamento el candidato a presidir el gobierno tras unas elecciones generales, o en los últimos días su «obligación» -dicen- a apoyar con su firma la ley mediante la cual se amnistía a los separatistas catalanes que dieron un golpe de estado en octubre de 2017 pues, a mí como supongo le sucede a muchos españoles se me ocurre preguntar que, si Don Felipe no posee ninguna función concreta, además de ejercer de «maestro de ceremonias», a lo sumo, y generalmente es un objeto decorativo que se exhibe en situaciones, rituales más o menos solemnes, y es absolutamente falso que ostente la jefatura del estado y las fuerzas armadas españolas, y tampoco puede asumir ninguna tarea en la que pueda ejercer de árbitro, o moderador, y siempre actúa según otros deciden -ya que no tiene capacidad de decidir por sí mismo- motivo por el cual no es responsable de sus actos… ¿No sería mejor prescindir de él ya que, de facto, España es una república presidencialista?

¿No sería mejor dejarse de paripés, de fingir, de hacer teatro y llamar a las cosas por su nombre?

¿Para qué queremos un rey que no puede actuar en conciencia y no puede ejercer ninguna clase de veto ni servir de contrapeso a las tropelías que en muchas ocasiones cometen los capos de los partidos políticos o poner freno a los abusos de poder, la prevaricación, la corrupción, y un largo etcétera en los que incurren con muchísima frecuencia los gobernantes?

Recuerdo que yo fui de los pocos que afirmaron que tras las elecciones generales del verano pasado, Don Felipe no estaba obligado, pues ninguna norma legal así lo indica, a proponer al Parlamento a un miembro del partido más votado, o como sucedió tras la investidura fallida de Feijoo, a Pedro Sánchez para que solicitara la confianza de los Diputados, y que podía haber optado por presentar a un candidato -a quien él considera más idóneo para presidir el gobierno de España- aunque no fuera ni diputado ni miembro de ningún partido con presencia en las instituciones… Fueron muchos los que me dijeron que eso no era posible, insinuando que, aparte de crear una crisis institucional, un enfrentamiento con el Congreso de los Diputados que era posible que eso provocara un conflicto de una magnitud inimaginable (empezando por algaradas callejeras en toda España) que pondría en riesgo la existencia de la monarquía… También hubo quien llegó a añadir que el Congreso de los Diputados podría en tal caso, llegar a destituir, hacer abdicar, a Don Felipe y que éste se vería a coger el camino del exilio, como hizo su bisabuelo, Alfonso XIII…

Pregunté entonces, y vuelvo a preguntar que dónde se afirman tales cuestiones pues, por más que busco y rebusco no encuentro base legal ni en la Constitución ni en ningún sitio. Cuestión muy diferente es que, tal como expresó la Casa Real, cuando Don Felipe le abrió la puerta al gobierno socialcomunista, apoyado por los principales enemigos de España, es que tal decisión se hiciera «siguiendo la costumbre», lo cual no fue dado el resultado posterior, la mejor opción…

En fin, todo lo que aquí narro es como cuando surge hablar del Senado que, transcurrido casi medio siglo desde su creación, los españoles seguimos sin saber para qué sirve, más allá de ser un «cementerio de elefantes», un lugar con el que las asociaciones mafiosas que viven de nuestros impuestos utilizan para premiar los servicios prestados de algunos de sus fieles y serviles oligarcas y caciques, tal como ocurre con el Parlamento Europeo… Va siendo hora de definir y dotar de «contenido» a algunas de nuestras instituciones y si no, eliminarlas pues, los españoles no estamos para despilfarrar, para gastos innecesarios «con la que está cayendo» y lo que está por venirnos encima.

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