CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
El 7 de octubre de 2020, Pedro Sánchez anunció su Plan de Recuperación Económica y de «Resiliencia», aunque lo que pretendía ser una fiesta se acabó aguando, pues el mismo día y a la misma hora se acabó sabiendo que su entonces vicepresidente, el estalinista Pablo Iglesias, iba a ser enjuiciado por el Tribunal Supremo… Aunque entre quienes fueron convocados para hacer bulto y aplaudir (aparte de trovadores, bufones y demás aduladores) estuvieron varios «empresarios patriotas»; el chaparrón fue demasiado intenso y su acto propagandístico no fue todo lo eficaz que su entonces Pepito Grillo (Iván Redondo) hubiera deseado…
El mendaz presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, afirmó, a bombo y platillo (sin ruborizarse) que iba a movilizar 72.000 millones en los siguientes tres años, 2021, 2022 y 2023 para crear 800.000 puestos de trabajo. De veras que sorprende la fijación que tienen los diversos presidentes socialistas españoles con la matraca de los «800.000 empleos»; como recordarán los que tengan memoria o estén bien informados, Felipe González hizo idéntica promesa en 1982… Al final, se quedó en aquello de «ochocientos o mil»…
Todos los medios afines al gobierno social-comunista, frentepopulista, generosamente regados con dinero de los contribuyentes, publicitaron el acto propagandístico, al dictado de Pedro Sánchez y sus secuaces y evitaron hablar de que, lo anunciado por el mendaz Pedro Sánchez, es que su «Plan de Recuperación…» había sido enviado a Bruselas, y que para ser puesto en práctica tenía que ser autorizado por la Unión Europea que, es la que pone el dinero…
A estas alturas, transcurridos tres años, nadie sabe bién cuánto dinero ha llegado y sobre todo, en qué ha sido gastado. Hasta tal punto es así que el Parlamento Europeo acabó enviando a una delegación de la comisión de control presupuestario, para intentar realizar una auditoría contable e intentar averiguar en qué fueron gastados los dineros enviados. Quienes aquí estuvieron, los eurodiputados, encabezados por la presidenta de la comisión, Monika Hohlmeier (PPE, Alemania), pretendían evaluar sobre el terreno la aplicación del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, incluido el cumplimiento de objetivos, así como los procedimientos de gestión, auditoría y control en vigor.
No les extrañará si les digo que se fueron con muy escasa información (ya que el gobierno español se la negó) y con el convencimiento de que se está malversando, despilfarrando y destinando dinero a estupideces. Aparte, tampoco está de más recordar que del dinero que suele recibir España procedente de la UE, el gobierno apenas es capaz de gastar la tercera parte, exactamente el 34%…
Bien, retrocedamos a aquel 7 de octubre de 2020, en el que Pedro Sánchez anunció su Plan de Recuperación Económica y de «Resiliencia»:
Con la palabrería vacía, con la retórica huera a la que el mendaz Pedro Sánchez nos tiene acostumbrados, actuando al dictado de Iván Redondo-Pepito Grillo y la legión de asesores que le escriben los discursos, Pedro Sánchez soltó, una vez más, un discurso maratoniano a la manera de Fidel Castro, en el que nos anticipó cómo iba a afrontar su gobierno los retos de la próxima década y la crisis ocasionada por el parón de la economía ocasinada por su gobierno, con el pretexto del coronavirus…
El embustero Pedro Sánchez habló de que su gobierno iba a emprender una «segunda modernización» de la economía española. Se le olvidó contar cuál fue la «primera modernización», cuándo y quiénes la realizaron y cuándo finalizó. E, insisto, sin recato alguno, sin ruborizarse, habló de que las medidas que emprendería el gobierno socialcomunista, aportarían 2,5 puntos de PIB en los tres siguientes años y crearían 800.000 puestos de trabajo.
El falaz presidente afirmó, también, que su «Plan de Recuperación..» se basaría en cuatro ejes transversales (transición ecológica, cohesión social y territorial, digitalización e igualdad de género), y que para su puesta en práctica se destinarían al plan 25.000 millones de euros de los fondos europeos durante el año 2021, aportando 2,5 puntos de crecimiento al PIB y un aumento del 2% del crecimiento potencial durante la década, y que su propósito era iniciar «la segunda gran modernización de la economía española».
Por supuesto, el mentiroso Pedro Sánchez, se estba comiendo el conejo, sin todavía haberlo cazado ni desollado, y mucho menos asado. Pedro Sánchez, tal como viene haciendo las últimas semanas en las que su gobierno, al parecer, se ha convertido en una empresa promotora de viviendas y agencia inmobiliaria, prometía maravillas, como si ya tuviera en sus manos, para derrochar a su gusto y el de quienes apoyan a su gobierno, los 140.000 millones de euros que la UE le había prometido.
Transcurrido el tiempo, a pesar de la visita de parlamentarios europeos para fiscalizar esos dineros, a pesar de la opacidad, a pesar del despilfarro y de la malversación evidentísima, Pedro Sánchez y sus secuaces parece que posee carta blanca de Bruselas para gastar a placer.
Aquel 7 de octubre de hace tres años, utilizando la jerga estúpida a la que nos tiene acostumbrado, llelgó a afirmar (insisto, sin avergonzarse ni sonrojarse) que, los fondos europeos iban a centrarse en diez «políticas palanca»:
1- Lucha contra la despoblación, mejorar la habitabilidad de los entornos urbanos y rurales.
2- Protección de la biodiversidad, a la que se destinarán el 12% de los recursos. «Somos la Costa Rica de Europa y necesitamos proteger la biodiversidad y el cuidado de los hábitats naturales», ha enfatizado Sánchez.
3- Transición energética justa e inclusiva. «Debemos aprovechar el enorme potencial de nuestro país».
4- Modernización de las Administraciones Públicas.
5- Modernización de nuestro tejido productivo.
6- El 17% de los recursos irá para ciencia e innovación.
7- Educación va a concentrar el 18% de los recursos. Incluirá un plan nacional de capacitaciones digitales, refuerzo de la FP y la educación de 0 a 3 años.
8- Economía de los cuidados.
9- Deporte y cultura tendrán el 1,1% de los recursos.
10- La modernización de nuestro sistema fiscal para un crecimiento inclusivo. «Tenemos que retomar la senda del equilibrio fiscal, sin olvidar que tenemos una fiscalidad de las más bajas de la Unión Europea; y tenemos que ser más eficientes en el gasto» afirmó el felón sin ponerse colorado.
Después de leer semejantes tontadas (que de algún modo es obligatorio, para, por lo menos estar medianamente, o bien informados) pasemos a explicar qué es la «falacia de la ventana rota»:
La historia comienza cuando un gamberro decide tirar un ladrillo contra la ventana de un panadero. La comunidad se reúne en la panadería para hablar de lo que ha pasado.
La historia del gamberro nos muestra que el daño físico destruye la riqueza. Al fin y al cabo, si el acto del gamberro de hecho hubiera estimulado la economía, habría sido mejor para la sociedad si él hubiera destruido el letrero, el edificio, y el resto del pueblo.
Pero la falacia de la ventana rota está mucho más extendida de lo que pueda parecer a primera vista. Es más, sigue estando en el núcleo de las políticas actuales [impuestos, aranceles, subsidios]. Por ejemplo, cuando el gobierno alega estar creando trabajo al iniciar programas de obras públicas, y lleva a cabo alguna construcción, lo hace a costa de sus ciudadanos en forma de mayores impuestos o de inflación.
Los ciudadanos gastarían su dinero, en vez de en impuestos, en otros bienes y servicios, como frigoríficos o tablas de surf o entradas para el cine, lo que habría aumentado el crecimiento de puestos de trabajo en esas industrias.
Pero, como esos bienes y servicios nunca serán producidos, esos trabajos potenciales siguen sin verse, pero no son ni menos reales ni menos importantes que los puestos de trabajo que sí “vemos”.
Esta «Falacia de la ventana rota», bajo innumerables disfraces ha sido una de las más usadas y que más ha estado presente en la historia de la economía.
Es solemnemente reafirmada cada día por grandes representantes de la industria, cámaras de comercio, líderes sindicales, editorialistas y periodistas, aduladores y trovadores del “estado del bienestar”, expertos en estadísticas y profesores de economía de las mejores universidades. Y, por supuesto, en el discurso del mendaz presidente del gobierno de España, de aquel 7 de octubre de 2020 estuvo sobrevolando, constantemente, la falacia de la ventana rota…
Los políticos afirman sin ruborizarse que crean puestos de trabajo, pero realmente no es verdad. Mejor dicho: raramente crean puestos de trabajo productivos.
Los gobiernos no poseen dinero propio, lo expropian, lo “toman prestado de unos contribuyentes”, supuestamente para redistribuirlo y dárselo a otros. De paso que hacen esto, crean más y más burocracia, más y más funcionarios, lo que les “obliga” a aumentar los impuestos ya existentes y a crear otros nuevos; que -¡cómo no!- saldrán de los bolsillos de los contribuyentes.
Los faraones podrían haber alegado que crearon trabajo cuando ordenaron construir las pirámides, pero piensa cuánto más ricos, prósperos (y libres) habrían sido los egipcios si se les hubiese permitido perseguir sus propios intereses y emprender otras actividades libremente.
Son los individuos particulares en una economía de libre mercado los que, crean verdaderos puestos de trabajo, siempre que sus vidas y sus propiedades estén suficientemente protegidas por la ley.
La clave, la llave que abre la puerta, es la libertad económica. La historia humana lo demuestra claramente y a estas alturas no debería ser necesario retomar una evidencia tan rotunda y aplastante.
Basta mirar todos los índices que relacionan la libertad económica con el crecimiento económico. Las economías más sanas son las que disfrutan de mayor libertad económica. El desempleo es bajo en esos lugares: alrededor del 3% en Hong Kong, 2% en Singapur, 5% en Australia; antes de la crisis de salud pública y económica, originadas por el coronavirus, el covid19.
Es por ello que los países con menor libertad económica tienen pocos puestos de trabajo reales, y no avanzan en prosperidad.
Ese es el caso de España donde generalmente, alrededor del 25 por ciento de quienes tienen edad de trabajar suelen estar desempleados; ahora debido a la desastrosa acción del gobierno del mendaz Pedro Sánchez, por supuesto, son muchos más los españoles desempleados, y más todavía que serán a pesar de que la ministro Yolanda, la que promete regalarles 20.000 euros a los españoles cuando cumplan 18 años, camufle el desempleo y nos mienta respecto de cuántos son los parados.
Desafortunadamente, la mayoría de los políticos todavía siguen sin entenderlo o no tienen ninguna intención de ello (¡Ni falta que les hace! Dirá más de uno) No quieren comprender que la libertad económica, y por lo tanto menos gobierno, es lo que crea prosperidad.
El gobierno no crea empleos, sólamente es capaz de crear más burocracia y crear y subir impuestos.
La verdadera realidad es que si en España no se crea apenas empleo y tenemos un índice de paro tan grande es sencillamente porque el gobierno es un obstáculo, un grandísimo problema.
Pongamos por caso que yo soy un empresario, un empleador, ¿por qué y para qué iría yo a contratar a alguien, cuando el gobierno central, los gobiernos regionales (“comunidades autónomas”), ayuntamientos y demás administraciones han creado tantas normas que me impiden despedir a un trabajador si esa persona es incapaz de hacer bien el trabajo? ¿Por qué voy yo a arriesgarme haciendo una inversión si las leyes que aún están por aprobar, o se han ido aprobando en los últimos tiempos, sobre sobre seguridad social, salario mínimo interprofesional, asistencia médico-hospitalaria, sobre la regulación financiera y sobre el medio ambiente, o cuestiones semejantes podrían a corto o medio plazo convertir mi idea en un proyecto perdedor?
Hay que ser un ignorante respecto de historia y de economía para expresar la ridícula idea de que, quitarles dinero por la fuerza, en forma de impuestos, a los que están trabajando y darles ese dinero a los que no están trabajando, acabará de alguna manera generando actividad económica. Lo único que se consigue con ello es empobrecer, destruir a los que están trabajando y produciendo.
Así que cuando oigas hablar de los efectos estimulantes que producen los aranceles, las medidas proteccionistas, las “ayudas” a los emprendedores, la subida de impuestos, o la «renta básica», o «el ingreso mínimo vital», o la «herencia universal» (el maravilloso invento de Yolanda Díaz)… o aquello de “vamos a hacer que paguen más quienes más tienen”, o las leyes que “estimulan” la economía, o incluso a alguien dar por “bueno” que haya guerras como la de Ucrania, pues después la reconstrucción de lo destruido genera empleo… recuerda que es simplemente nuestra vieja amiga: “La Falacia de la Ventana Rota”, disfrazada con nuevas ropas y engordada para intentar hacerla irreconocible…
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