Álvaro del Castaño
La cometa se eleva más alto en contra del viento», decía Winston Churchill, y en la actualidad parece mentira que con el huracán que nos azota la cometa apenas despegue. Es increíble que el principal partido de la oposición no parezca arrasar en intención de voto demoscópico, pese a la que está cayendo, viendo la extraordinaria situación política y judicial del Gobierno.
Recordemos (y solo me centraré hoy en uno de los muchos casos de corrupción que rodean a Sánchez, obviando los de su mujer, su hermano o su fiscal general), que tenemos a un presidente del Gobierno cuyo mejor amigo (Ábalos), el que le ayudó a volver al poder como miembro esencial de la banda del Peugeot, el que era su mano derecha a todos los efectos, ex número dos del partido, el que defendió la moción de censura de Sánchez contra el PP, el todopoderoso exministro y exvicepresidente de facto, está acusado por un juez de «indicios bastantes» de la posible comisión de, al menos, cuatro delitos graves: integración en organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación. Pero el tema es más grave aún, porque recordemos que todo indica que Pedro Sánchez sabía desde hace tiempo los temas de Ábalos y por eso lo apartó del Gobierno en el 2021. Por otro lado, sabiendo esto, el presidente decidió incluirle de nuevo en la lista del congreso en el 2023 para otorgarle probablemente inmunidad. ¿A cambio de qué? ¿Omertá? Todo huele a código de silencio, y quid pro quo.
No hay ninguna duda de que si el caso hubiera afectado al número dos de un hipotético gobierno del PP, una gran parte de los propios votantes del partido conservador, junto con todo el PSOE, los radicales de izquierdas y los medios de opinión estarían en una guerra abierta y sin cuartel contra ese gobierno, que hubiera dimitido sin ninguna duda a los pocos días. En cualquier país del mundo este escándalo hubiera acabado en dimisión y elecciones anticipadas. Por otro lado, los partidos que hipotéticamente sostuvieran al citado gobierno, independientemente de su sesgo político, lo hubieran dejado caer para no ser cómplices de la corrupción y del escándalo. Recuerden al PNV, por ejemplo, que dejó caer al gobierno de Rajoy por una controvertida y pírrica mención a la corrupción del PP en una sentencia judicial, hecha por un juez polémico en una sentencia judicial (finalmente revocada, por cierto) ¿No debería el PNV ahora provocar una moción de censura inmediatamente? ¿Condonan entonces este comportamiento corrupto?
«Uno de los problemas que provoca esta supuesta falta de capitalización del descontento político por parte del PP es la sospecha de su posible votante de que este no revertirá las medidas que está acometiendo este Gobierno»
FUENTE: https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2025-01-26/donde-vas-feijoo-alvaro-castano/
Podríamos completar el título de esta columna con los versos del romance popular «¿Dónde vas, Alfonso XIII?(1)» añadiendo su famosa continuación, «…dónde vas triste de ti?». Porque el problema más grave para el PP es que no parece conseguir liderar de forma masiva el descontento de los ciudadanos. En estos momentos tan convulsos, el principal partido de la oposición debería de encarnar la esperanza positiva e ilusionante del cambio y no la semblanza del mal menor. En el PP deberían preguntarse, por qué se está desangrando el partido a la derecha, vía Vox, SALF y hacia la abstención, y las razones por las que los descontentos del PSOE no parecen tener la intención de acabar votando en tromba al partido de centro derecha. Las encuestas son confusas al respecto y puede que la realidad sea distinta de la percepción que reflejan las mismas.
Analicemos, pues, cuáles pueden ser los problemas que provocan esta supuesta falta de capitalización del descontento político por parte del partido de centro derecha nacional:
1) Tibieza, falta de oposición combativa y de transmisión de un claro mensaje de alternativa eficaz y rupturista.
2) Sospechas del posible votante del PP de que este no revertirá las medidas que está acometiendo este Gobierno, tanto en términos impositivos, como de concesiones a los independentistas, o de colonización de las instituciones y la empresa privada, pasando por la cultura woke y la ideología de género.
¿Está la oposición? Que se ponga
Gabriela Bustelo
3) Falta de un liderazgo sin complejos, energético, optimista y alegre.
4) La propia existencia de Vox y como este retroalimenta a los descontentos del PSOE y moviliza a la izquierda en torno al socialismo como mal menor.
Por otro lado, Feijóo nos aburre soberanamente a todos, y quizá esa sea su virtud. Puede que el jefe de la oposición sea un estoico de manual. Es decir, que se haya convertido en un fiel seguidor del filósofo griego Epícteto (siglo I), y que esté convencido de que la única batalla real es la que se lidia contra uno mismo, puesto que siempre podemos vencer a nuestra conciencia. Quizá el líder de la oposición piense que solo gracias a la indiferencia radical hacia todo lo externo (y lo extremo) se puede alcanzar la verdadera libertad. Esa actitud impasible ante los excesos y atropellos del Gobierno de la nación podría terminar siendo un éxito, al posicionarle en un nivel netamente superior. En ese caso, su estrategia de no molestar estaría cuajando discretamente. Sería una revolución silenciosa, pasando desapercibida en las encuestas, en las que muchos componentes del bloque de la abstención socialista podrían acabar decantándose por prestarle su voto, pero sin manifestarlo en los sondeos actuales, muy posiblemente por vergüenza. Pero hay muchos peperos, y muy vocales, que están convencidos de que Feijóo necesitaría volcarse en encandilar a los votantes, como los enamora Ayuso en Madrid con su permanente mensaje de oposición frontal.
Personalmente, confío en la buena fe del jefe de la oposición y en su actitud pausada y comedida. Creo que es una bendición en el entorno de polarización y confrontación en el que vivimos. Creo que tiene un plan para España, pero que desgraciadamente no es conocido para la mayoría. Creo en su capacidad de buena gestión, como demostró en sus cargos de responsabilidad ejecutiva en el pasado. Pero creo también que la estrategia actual de aburrimiento y de ganar por desfallecimiento del contrario no está funcionando. El tiempo dictará sentencia.
Aunque recuerden, creer es la muerte del pensamiento.
Nota: para el que no conozca la celebérrima canción popular «¿Dónde vas, Alfonso XII?», según se interpreta en el final de la película homónima (Luis César Amadori, 1958)
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