“El bandolerismo en España” es el título del nuevo libro que acaba de publicar la editorial Almuzara. Una obra de César Alcalá, quien lleva a cabo un exhaustivo estudio sobre la fascinante historia y evolución del bandolerismo a través de sus principales protagonistas.
Las primeras noticias que conocemos de los bandoleros surgen en el siglo XVI. Estos aparecieron en aquellas zonas que presentaban unas características más concretas para que pudieran moverse en libertad y sin ser hostigados por las fuerzas del orden. Es decir, las montañas, el escenario perfecto para el pillaje y el robo.
A pesar de que el imaginario coloca a todos los bandoleros en las estribaciones de las sierras andaluzas, César Alcalá derriba con este libro este mito recorriendo todos los puntos de España donde se ejercía esta dudosa profesión.
Así, lugares como Cataluña, Valencia, Extremadura, Cantabria y Murcia, serán junto con Andalucía, algunos de los enclaves sobre los que centra esta historia del bandolerismo, en la que pone en negro sobre blanco los orígenes y el surgimiento de esta práctica en cada uno de estos rincones.
El término bandido viene del latín bannitus, que significa “desterrado”. Y eso es lo que eran, personajes que o bien decidieron estar fuera de la ley o las circunstancias los obligaron a estar ahí. En el siglo XIX los bandoleros fueron personajes que vivieron toda la vida fuera de la ley. Lo estuvieron cuando se dedicaron al pillaje y luego cuando se enrolaron en el ejército carlista. En ambas circunstancias eran outsiders. Mientras en España estaban fuera de la ley, en los Estados Unidos también lo estaban Jesse James, los Dalton, Sam Bass, Cherokee Bill o Billy the Kid. En ambos lados eran perseguidos por la justicia, su cabeza tenía precio. Pero, como dice Alcalá, los Estados Unidos ha sabido vender sus personajes a través de las películas y aquí, en España, nos hemos centrado sólo en Curro Jiménez.
Richard Ford advertía que “una olla sin tocino sería tan insípida como un volumen sobre España sin bandoleros. Y añade que “los ladrones españoles van armados por lo general con un trabuco que cuelga del arzón de la silla, de perilla muy alta, que lleva una cubierta de lana azul o blanca, como símbolo de su deseo de esquilmar al prójimo”.
De los dicho por Ford aparecen personajes novelescos como Perot lo Lladre, Joan de Serrallonga, José María el Tempranillo, Luis Candelas o el televisivo Curro Jiménez, trasunto de Andrés López Muñoz; mujeres como La Tuerta, Pepa la Loba o la Manola compondrán está fascinante nómina de proscritos que han alimentado a la literatura del siglo de Oro, de la mano de Lope de Vega y Quevedo, y a los románticos franceses e ingleses que llegaron a España.
El libro recorre toda la geografía española y sitúa los bandoleros en cada una de las comunidades. Desde Cataluña con Perot lo lladre, Joan Serallonga o Panxampla; Madrid con Luis Candelas; Toledo y Cuenca con Pepe San Nicolás; Andalucía con José María el Tempranillo; Extremadura con Boquique; Aragón con El Cucaracha; José Artús en el Reino de Valencia; Sachicorrota en Navarra o Patakon en el País Vasco, entre otros. El libro incluye un diccionario sobre la jerga de los bandoleros.
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