CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS.
El diccionario de la Real Academia Española define PERNADA como «el golpe que se da con la pierna, o el movimiento violento que se hace con ella.»
Durante la Edad Media en Europa es seguro que los vasallos, los siervos generalmente estaban obligados a pagar una cierta cantidad de dinero al señor feudal para que les permitieran casar a sus hijas. Aunque hay historiadores que no lo tienen muy claro, en caso contrario, las muchachas serían violadas por el señor.
¿Existió realmente la atrocidad sexual del derecho de pernada o es simplemente un mito medieval?
El origen de esta práctica resulta incierto, si bien ya Heródoto hizo referencia a la costumbre de una tribu líbica por la que se «presentaba al rey todas las doncellas que están para casarse, y si alguna le agrada, él es el primero en conocerla». Esta práctica derivaba de las propiedades mágicas que se le atribuían a la sangre del desfloramiento.
El derecho de pernada o «ius primae noctis» era el privilegio feudal por el que los nobles tenían potestad de pasar la noche de bodas con la mujer de sus vasallos, esto es, de desvirgarla
Cada cierto tiempo, un artículo, una novela, una película o una serie de televisión… o la rabiosa actualidad como el affaire Errejón, levantan un gran revuelo en las redes sociales al hablar del «derecho de pernada», en referencia a los hombres que se han valido de su posición para obtener favores sexuales de sus subordinadas o pertenecientes a un estatus inferior. No existen dudas de que los abusos de este tipo han sido una constante de la historia de la humanidad, pero son muchos los historiadores que tienen dudas acerca de si realmente existió tal «derecho» en la Edad Media.
El conocido en castellano como derecho de pernada, llamado en Francia droit de cuissage o también ius primae noctis, consistía en que un señor feudal desfloraba a una recién casada en su noche de bodas –la «primera noche»– en virtud de una ley o costumbre que se lo permitía. Esto implicaba que el señor feudal no tenía necesidad de ejercer la fuerza bruta sobre ella, y que la novia, el novio, los padres y familiares no oponían ninguna resistencia a su cumplimiento.
La prueba más firme sobre la existencia del derecho de pernada en la España medieval la hallamos en la Sentencia arbitral de Guadalupe de 1486, mediante la cual Fernando El Católico puso fin a muchos de los abusos de la nobleza contra los vasallos catalanes, en ella se menciona que quedaban abolidos los «malos usos» impuestos por los señores a sus vasallos campesinos, entre ellos el que permitía al señor, «la primera noche quel pages prende mujer, dormir con ella».
Es evidente que el abuso y servidumbre sexual, ejercidas por una autoridad contra mujeres en condición de dependencia u obediencia se ha dado siempre, independientemente del momento histórico, del lugar o del entorno cultural… haya estado recogido o no en alguna norma legal o fuera o no costumbre. Estas prácticas, pese a no ser legales, aparte de por parte de las autoridades, han sido impuestas como «derechos» por parte de algunos patronos, motivo por el cual, allí donde han existido o siguen existiendo se realizan comúnmente ante la pasividad de padres, esposos y la comunidad. Lo que sí se sale de ojo es la enorme hipocresía de quienes dicen que, entre sus objetivos está el acabar con formas de abuso como de la que vengo hablando. Según parece, quienes se hacen llamar progresistas que, no paran de hablar, hablar y hablar de que hay que acabar con las que ellos llaman «lacras», con la intención de presentar la cuestión de que se trate como un asunto terrible, enorme aberración que supone un gravísimo problema para la convivencia; y acaban aprobando normas con las que pretenden acabar con las moscas a cañonazos, ellos tienen bula y pueden actuar con absoluta impunidad, en el convencimiento de que nunca acabarán probando su propia medicina.
Así ocurrió, por ejemplo, con Juan Fernando López Aguilar, el ministro socialista del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que promovió la LVIOGEN, ley de violencia de «genero» de 28 de diciembre de 2004.
Claro que, cuando fue acusado de ejercer violencia contra su esposa, no le fue aplicado el protocolo previsto para el común de los mortales, recibió trato de favor, y finalmente fue exonerado… ¡Faltaría más!
Así es muy posible que acabe ocurriendo con el estalinista, fundador de «podemos» junto con Pablo Iglesias del que era amigo desde la infancia, de nombre Íñigo y apellido Errejón. Aunque ahora haya medios de información «progresistas» que estén empeñados en lapidarlo, lincharlo, presentarlo como un monstruo, negarla la presunción de inocencia, y condenarlo a la «muerte civil», ya que entre progresistas otra forma de muerte ahora está mal vista.
Por de pronto, varias mujeres afirman haber sido vejadas, violentadas, abusadas… y Errejón aún no ha sido detenido por la policía ni se le ha aplicado el protocolo previsto, como pasar una noche o el fin de semana en los calabozos.
De veras, resulta llamativo que ahora haya quienes se rasguen las vestiduras y afirmen que no les extraña, que era conocida sobradamente la actitud de Íñigo Errejón con respecto de las mujeres y que es sabido que es un depredador sexual… Y si era tan sabido ¿Por qué las mujeres que han sido violentadas, abusadas, no han presentado denuncia alguna y tampoco los y las que lo sabían?
Sin duda, quienes ahora dicen que lo sabían son cómplices al haber callado que conocían a un delincuente y han permitido que el mismo haya podido seguir acosando, violentando a más y más mujeres, tal como afirman que viene sucediendo desde hace mucho tiempo…
Todo ello lleva a la conclusión de que quienes hacían la vista gorda, se ponían de perfil, miraban para otro lado y hacían como que no iba con ellos, tienen asumido que en la casta política, especialmente la progresista (aunque en estos momentos se puede afirmar que todos los políticos son progresistas) es una práctica común; como lo es acudir a los burdeles de carretera, o consumir sustancias estimulantes de todo tipo… y que todos ellos tienen como ideología aquello de «casa nueva, coche nuevo y nueva compañera -o compañero-» y lo aplican al pie de la letra.
No podemos olvidar que la ley de violencia de género, aprobada el día de los Santos Inocentes de 2004, ha sido la única desde la muerte del General Franco que ha sido apoyada por la totalidad de los representantes de los partidos en el Congreso de los Diputados… lo mismo ha sucedido con las que le han sucedido, para seguir profundizando en la crueldad de aquella perversa ley de la que el próximo diciembre se cumplen 20 años. Con aquella ley se creó en España un sistema de apartheid en el que los hombres, varones son ciudadanos de segunda clase, a los que se privó del derecho constitucional a la presunción de inocencia, del derecho a un juicio justo en tribunales ordinarios y no de «excepción» como lo son los denominados comúnmente de «violencia de género», a los que también se privó del derecho constitucional al recurso de «habeas corpus» y a no ser detenidos ilegalmente. Privación y discriminación que va mucho más allá, dado que se condena a los varones de forma más severa que a las mujeres en caso de incurrir en el mismo ilícito penal, y generalmente con la palabra de la mujer como única prueba (así se hace, con el aval del Tribulan Supremo de España y del Constitucional) …
En fin, que quienes hacen de profesión de la política, que parasitan y viven de nuestros impuestos y acostumbran a pedir «más leña al mono», en el convencimiento de que a ellos nunca les afectará la cruel y perversa legislación que aprueban y apoyan en el Congreso de los Diputados, están convencidos de que la cosa no va con ellos, pero, como dice el refranero «a cada cerdo le llega su San Martín». La pena es que no haya más mujeres valientes, y hombres valientes, que denuncien a los energúmenos, hipócritas que día tras día afirman que están ocupados, preocupados y luchando por proteger a las mujeres y acabar con el maltrato, el abuso, etcétera mientras violentan a toda mujer que se les pone a tiro, o hablan de abolir la prostitución y la trata de seres humanos, mientras ellos son clientes asiduos de los burdeles, o dicen que hay que proteger a los menores de la pornografía o las diversas formas de abuso, mientras promueven la pederastia…
E insisto, para que no haya equívocos: no seré yo quien le niegue a nadie su derecho a la presunción de inocencia, da igual como se llame o a qué grupo político pertenezca.
No obstante, es evidente, evidentísimo que quienes se arrogan el derecho de ser los nuevos gestores de la moral colectiva y nos dan lecciones de ética, de buenas costumbres y de cómo ha de conducirse el personal en la modernidad, consideran que el derecho de pernada es un signo de progreso.
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