Para los fanáticos el fin justifica el uso de cualquier medio…
El principio «El fin justifica los medios» ha sido el mayor causante de daños y desastres a lo largo de la Historia de la Humanidad. Bajo ese axioma maldito se han cometido asesinatos, se han exterminado pueblos enteros, se ha reprimido, oprimido y esclavizado a millones de seres, se ha empobrecido a miles de millones, se han declarado guerras sangrientas, se han destruido naciones y se ha esparcido por el mundo la división, la envidia, la infelicidad y la angustia.
Adoptado por la izquierda revolucionaria y convertido por los comunistas en el motor de la Historia, la aplicación de ese falso principio de que «El fin justifica los medios» ha sido y sigue siendo el mayor fracaso de la civilización.
Aunque parezca increíble, todavía hay izquierdistas y políticos de otros colores sueltos por el mundo que justifican esa terrible barbaridad inhumana de que «todo vale» si lo que se pretende se considera bueno.
Como muchos de mi generación, fui marxista en mis años jóvenes, pero tuve la suerte de curarme de esa terrible enfermedad cuando comprobé en Cuba, donde viví dos años como corresponsal de prensa, que ese axioma del «todo vale» si el objetivo es «la revolución», aplicado por el comunismo gobernante, destruía vidas, degradaba a los seres humanos, esclavizaba y generaba injusticia, desigualdades extremas, degradación, infelicidad y miseria.
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El sanchismo representa en España la adopción maligna del nefasto principio de que «el fin justifica los medios». El fin es mantenerse en el poder y los medios justificados son gobernar con aliados indeseables, ser socios de traidores golpistas, totalitarios y amigos del terrorismo, repartir arbitrariamente los recursos públicos, beneficiando a los amigos y castigando a los enemigos, subir los impuestos hasta niveles esquilmadores, comprar votos y voluntades con dinero público, engañar y mentir hasta la saciedad.
El maldito axioma es el gran cáncer de los políticos y significa que cuando el objetivo final es considerado importante, cualquier medio para lograrlo es válido.
La frase es atribuida al filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, aunque en realidad la frase la escribió Napoleón Bonaparte en la última página de su ejemplar del libro «El príncipe», escrito por Maquiavelo en 1532.
Maquiavelo nunca escribió que “el fin justifica los medios”, un axioma que ha acabado resumiendo de forma simplista el pensamiento del gran intelectual italiano. El fin debe justificar los medios utilizados, pero el problema es que un buen fin no justifica unos medios malos, como el mismo Maquiavelo sugería al príncipe-líder. De hecho, en ‘El Príncipe’ el autor aclara que está loco quién cree que puede decir y hacer lo que quiere. En otras palabras, es un loco quién piensa que el fin justifica los medios.
El gran problema para la humanidad es que la izquierda marxista ha adoptado ese principio como bueno y como justificación de todos los males y desmanes, siempre que el objetivo a alcanzar sea bueno. Los bolcheviques de Lenin interpretaron el marxismo afirmando que el deber del verdadero revolucionario es intervenir para cambiar la historia y conducirla hacia la revolución. Si ese es el fin supremo, entonces todo vale para alcanzarlo. Como consecuencia, el comunismo soviético ha sido el gran asesino de la Historia humana, después del también comunismo chino.
Es cierto que la izquierda ha sido la que ha sacralizado y adoptado como ideología ese brutal y canalla axioma, pero la derecha, muchas veces contaminada de marxismo, también lo ha puesto en práctica y lo ha utilizado para justificar sus abusos, corrupciones y desmanes.
El axioma «El fin justifica los medios» es padre de las mayores crueldades y errores. El cuadro que ilustra este artículo habla de magnicidios de la izquierda, todos ellos inspirados en la idea de la revolución y en el «todo vale».
Si para alcanzar el bien se recurre al mal, todo se vuelve basura. Esa es la esencia del fracaso del comunismo allí donde ha puesto sus garras, desde la Unión Soviética a Cuba, donde sólo ha creado pobreza, violencia, esclavitud, hambre y muerte, a pesar de que el objetivo a alcanzar, según los criminales, era el bien supremo, el de la sociedad idílica.
Ningún fin puede justificar las guerras y matanzas, ni el terrorismo es aceptable, aunque persiga una sociedad mejor, ni un golpe de Estado sangriento merece aplausos aunque pretenda librar a los ciudadanos de un gobierno injusto. No es aceptable matar a los pobres para acabar con la pobreza, ni exterminar a los mendigos para erradicar la mendicidad, ni fumigar a los enfermos terminales para ahorrar dinero a la sociedad o aniquilar a los parados para mejorar la estadística de desempleados.
Del mismo modo, la democracia, que siempre tiene que ser ética, impide gobernar con el apoyo de partidos políticos miserables y promotores de la ruptura y el odio, como está ocurriendo en la España de Sánchez. El fin de mejorar España no justifica que se gobierne sometido a los caprichos de golpistas catalanes, independentistas vascos, amigos del terrorismo vasco y totalitarios dispuestos a aplastar a quien impida su control del poder absoluto.
Hay líneas rojas que no pueden sobrepasarse nunca y la principal de ellas es la libertad individual, un valor supremo que jamás respetan aquellos que se consideran a si mismos con derecho a intervenir sin límites para cambiar el mundo.
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