CORINA DÁVALOS
Castro había instaurado la dictadura comunista en Cuba siguiendo el manual revolucionario al pie de la letra. Una toma del poder violenta, con las armas y el discurso ideológico como únicos legitimadores del cambio, no sólo de gobierno, sino de modelo de Estado. Pero años más tarde, Lula y Castro se dieron cuenta de que el clima de opinión había cambiado, y que el mundo occidental ya no toleraría la toma del poder por la fuerza. Se requería una nueva fórmula para alcanzar los mismos fines: una dictadura de izquierda.
Las dictaduras habían pasado de moda, mientras que la democracia se alzaba sin cuestionamientos como el único sistema político aceptable en Occidente. Y así, llegaron a la conclusión de que la mejor manera de instaurar el nuevo comunismo sería a través de la democracia, ganando elecciones. Usar la democracia con el propósito de dinamitarla desde dentro. Como Odiseos contemporáneos, empezaron la labor intelectual de forjar una agenda que les permitiera construir su propio caballo de Troya. El 4 de julio de 1990, el Foro de Sao Paulo quedó oficialmente instituido con la participación de 48 organizaciones, partidos y movimientos de izquierda de América Latina y el Caribe. También el grupo narco-terrorista colombiano FARC tuvo, oficialmente, su puesto en el Foro entre, 1996 y 2005. Hoy, el Foro de Sao Paulo congrega a 123 partidos de 27 países.
El discurso, en sus inicios, despedía un olor a revolucionario de principios del S. XX., centrado en el antiimperialismo, la lucha contra el capitalismo neoliberal, la demonización de la propiedad privada frente a lo público y el apoyo a los gobiernos comunistas de Cuba, Nicaragua y El Salvador. Tampoco se ocultaba la intención de buscar una integración regional dirigida por la izquierda a través del denominado Socialismo del Siglo XXI.
La declaración de un Foro que anunciaba la reinvención del socialismo, al que se le dio poca o ninguna importancia, empezó a dar sus primeros frutos políticos con el triunfo de Chávez en Venezuela en 1998. Nadie imaginó que aquel ex militar, joven, con un discurso moderado y tranquilizador, iba a quedarse en el poder hasta el día de su muerte, no sin dejar a su heredero, Nicolás Maduro a cargo de la continuidad del régimen. Hoy Venezuela lleva ya 23 años asolada por una dictadura con formas democráticas que la ha sumido en la pobreza y de la que han emigrado casi 6 millones de venezolanos huyendo del hambre, la censura y la opresión del Estado.
Entre 2002 y 2019, en Iberoamérica y el Caribe habían crecido, con la exuberancia con que crecen las plantas rastreras en el trópico, los gobiernos apadrinados por el Foro de Sao Paulo hasta cubrir casi toda la región: Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales y Luis Arce en Bolivia, Lula y Rousssef en Brasil, Michelle Bachelet en Chile, los Kirchner y Fernández en Argentina, Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos en Colombia, Fernando Lugo en Paraguay, Ollanta Humala en Perú, Daniel Ortega en Nicaragua, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén en El Salvador y Andrés Manuel López Obrador en México.
España no entraba en la tarta para repartir en los planes del Foro. Sin embargo, algunos de los co-fundadores de Podemos apoyaron a varios gobiernos socialistas como asesores o consultores. Es bien sabido que, a través de la fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y Luis Alegre cobraron alrededor de 7,1 millones de euros por asesorar en distintas materias al gobierno chavista. También realizaron una asesoría para crear una moneda única para Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Ecuador por la que cobraron 425. 150 euros. Podemos nació como el hijo europeo del Foro de Sao Paulo.
Debido al mal manejo económico y a los escándalos de corrupción, los partidos del Foro han ido perdiendo espacio. A pesar de los conocidos fraudes electorales organizados desde el poder en Ecuador y Bolivia, por ejemplo, la centro derecha se ha recuperado en la región en países como Chile, Brasil, Ecuador, Perú y Argentina. Esto alertó a la izquierda y, aunque el Foro de Sao Paulo sigue vigente, en julio de 2019 surgió una nueva iniciativa, una prolongación de corte más caudillista del Socialismo del Siglo XXI: el Grupo de Puebla. A diferencia del Foro de Sao Paulo,que está compuesto por partidos, el Grupo de Puebla se compone de líderes políticos socialistas: presidentes, ex presidentes, candidatos a la presidencia, ministros o miembros del poder legislativo y judicial. El Grupo de Puebla incorporó representantes de España y, por tanto, a España como objetivo geopolítico del grupo.
Sin renunciar a la ideología de fondo del Socialismo del Siglo XXI, el Grupo de Puebla nace con otro discurso: la toma de todas las instituciones del Estado, no sólo del poder ejecutivo, a través de la legitimidad que dan las urnas. Abandonará el discurso anticuado para incorporar a su causa otras ideologías que también tienen su origen en el marxismo hegeliano de Gramsci como la ideología de género abanderada por los grupos LGBTI o el feminismo radical. U otros que simplemente tienen un mayor calado en las nuevas generaciones, tal como ellos mismo lo dicen: “la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, la protección del medio ambiente y el respeto de las diversidades”. Es decir, las banderas del viejo comunismo bajo el paraguas del nuevo socialismo que se autodefine como progresista. Mismos perros con distintos collares. No es casualidad que quienes España tenga como representantes en el Grupo a José Luis Rodríguez Zapatero e Irene Montero.
Por otra parte, está al Consejo Latinoamericano de Justicia y Democracia (CLAJUD) que tiene como objetivo “estudiar y combatir la utilización de la justicia como arma de guerra política y sus efectos devastadores en la gobernanza y la institucionalidad democrática”. Teniendo en cuenta que varios miembros del Grupo son prófugos de la justicia en sus respectivos países, o han sido sentenciados por actos de corrupción, no es de extrañar que el tema requiera de treinta especialistas para estudiar a fondo el tema. Los prófugos y los encarcelados, sin excepción, han tratado de blanquear sus delitos como si se tratase de una persecución política. España tiene cuatro representantes en el Consejo: el juez Baltasar Garzón, María José Fariñas Dulce (Profesora Titular de Filosofía y Sociología del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid), Gerardo Pisarello (Diputado del Congreso por Comú Podem-Guanyem el Canvi) y Enrique Santiago (Secretario General del Partido Comunista Español y Secretario de Estado para la Agenda 2030).
Los gobiernos que el Foro de Sao Paulo consiguió instaurar en el poder no tuvieron la permanencia que se esperaba. Les faltó tiempo y les sobró soberbia. Algunos países sintieron el totalitarismo respirándoles detrás de la nuca y lograron salir, a duras penas, de lo que les habría esperado de haber continuado por el mismo camino. En el caso de Ecuador, la censura, las incautaciones, la persecución a personas, clases sociales o gremios llegó a convertirse en algo habitual. El miedo y la división social fueron feroces. La polarización en la sociedad auspiciada por el presidente Rafael Correa, el Estado de Propaganda y el uso de las instituciones del Estado para amedrentar a cualquiera que contradijera al Gobierno, llegaron a paralizar a la sociedad.
Se impuso un marco conceptual hegemónico, en el sentido gramsciano del término, que todavía sigue latiendo en una generación que sólo conoció ese modo de gobernar. El cineasta ecuatoriano, Carlos Andrés Vera, dirigió en el documental, Propagandia, estrenado en 2018. En él se puede ver con bastante exactitud lo que Correa logró a través del control de los medios de comunicación, bien porque la autocensura y la censura hacían imposible criticar al régimen, o bien porque los medios los controlaba el Estado.
Pero no sólo fueron los medios de comunicación. Correa desmanteló las instituciones intermedias de la Sociedad Civil hasta acorralar al individuo frente a un Estado monstruoso que se llevó, además, una buena parte del mejor capital humano del país. Además, aprovechando la bonanza del precio del petróleo, Correa aumentó el tamaño del Estado con la creación de decenas de nuevos ministerios, secretarías y direcciones. En la década correísta (2007-2017) el presupuesto para sueldos burocráticos pasó de $2.581 millones en 2006, a $7.176 millones en 2017. La burocracia aumentó en más del 64%.
El modelo democrático del Foro de Sao Paulo bien se puede resumir en palabras de Rafael Correa durante una de sus sabatinas (la versión ecuatoriana del “Aló, presidente” en Venezuela.) “El presidente de la república no es sólo jefe del poder ejecutivo, es jefe de todo el Estado ecuatoriano. Y el Estado ecuatoriano es: poder Ejecutivo, poder Legislativo, poder Judicial, poder Electoral, poder de Transparencia y Control Social, superintendencias, Procuraduría, Contraloría. Todo eso es Estado ecuatoriano.” Bonito modo de entender la separación de poderes.
Cuando muchos advertíamos que estábamos bajo un gobierno que marcaba un rumbo similar al de Venezuela, la respuesta era: aquí no pasará. Y no pasó, sólo porque en un alarde de vanidad, Correa se la jugó, incorporando a la última consulta popular, el tema de la reelección indefinida. Se la jugó y perdió. Gracias a que en esta misma consulta se aprobó la muerte política de quienes fuesen condenados por actos de corrupción, Correa no pudo presentarse como candidato a las elecciones de 2019, pues tenía una sentencia en firme que le impedía ser candidato a un cargo de elección popular. Aún así, se presentó como candidato a vicepresidente, pero las autoridades del Consejo Nacional Electoral la rechazaron por no cumplir con los requisitos legales pertinentes.
Uno de los instrumentos fundamentales del Socialismo del Siglo XXI son las Asambleas Constituyentes. Cambiar las constituciones y esculpir en ellas el molde para establecer un modelo de Estado tiránico ha sido el modus operandi habitual de los gobiernos del Foro. España tiene la tranquilidad, por ahora, de que la jefatura del Estado recae en la Corona, una institución políticamente neutral. Y, aunque el rey reina, pero no gobierna, proporciona cierto margen de asepsia que España no tendría con un modelo republicano. Los ataques permanentes de Podemos a la Corona y la insistencia en desprestigiar el espíritu de la transición y la Constitución de 1978 no se deberían interpretar simplemente, o más bien dicho, con simpleza, como una reivindicación del republicanismo. Las republicas democráticas son más vulnerables a las nuevas estrategias del totalitarismo que las monarquías constitucionales.
España ya está en la mira. El gobierno de Pedro Sánchez con Unidas Podemos podría ser la puerta de entrada de la agenda del Socialismo del Siglo XXI. Si algo nos ha demostrado la Historia es que el Comunismo agoniza, pero no muere. Y si bien, como dice Gómez Dávila, “el progresismo envejece mal”, siempre se reinventa. El fraccionamiento de Podemos y la salida de Pablo Iglesias (por ahora) de la política, no garantiza que no siga siendo un riesgo para la democracia en España. Y seguramente muchos de mis lectores dirán: aquí no pasará. Y a ellos, a todos, les repito: lo mismo dijeron a este lado del Atlántico. Y aquí están los barcos de la democracia, naufragando.
FUENTE: https://revistacentinela.es/el-foro-de-sao-paulo-y-el-grupo-de-puebla-una-amenaza-del-s-xxi/
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