JORGE DEL CORRAL
Ninguna Nación que se precie y mucho menos las importantes y que han contribuido con su poderío e historia secular al desarrollo y nacimiento de otras naciones acepta impertérrita continuas humillaciones de otra, y mucho menos si es vecina y ha tenido presencia histórica en su territorio.
España está otra vez achantada ante las reiteradas provocaciones de Marruecos, desde aquél olvidado 17 de julio de 2002, cuando le paró los pies y recuperó la isla de Perejil, ocupada ilegalmente el 11 de julio por una dotación de presa de la Marina Real de Marruecos, tras desalojar a la Guardia Civil que la custodiaba.
El casus belli se resolvió con una acción militar relámpago de tropas españolas aerotransportadas de operaciones especiales del Ejército de Tierra que detuvieron a los militares marroquíes, los entregaron a la Armada y ésta los devolvió bien acicalados a Marruecos por la frontera de Ceuta.
“Al alba y con fuerte viento de levante”, en palabras del ministro de Defensa Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde que han quedado para la historia, el Ejercito Español, cumpliendo la orden de José María Aznar, ejecutó la operación Romeo-Sierra y recuperó la posesión de un islote que, según escribió el diario ABC, “no vale ni el combustible de los helicópteros”.
Pero no se trataba del huevo sino del fuero, de la honra sin barcos a los barcos sin honra porque ese día todos los españoles dejaron de llevar la cabeza baja y la alzaron de nuevo ante la enésima provocación del rey de Marruecos, Mohamed VI, que cada vez que quiere acallar las críticas internas por su política nacional acude a las viejas reivindicaciones nacionalistas que tantos éxitos le depararon a su antecesor y padre, Hassan II, y que si continuamos así hará también el príncipe heredero, Moulay Hassan.
Es lo que ha vuelto a hacer Mohamed VI con el Sahara Occidental, después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump MacLeod, en otra de sus tropelías y contra las diversas resoluciones de Naciones Unidas, haya roto el statu quo en el mundo árabe firmando una declaración unilateral que reconoce la soberanía de Marruecos sobre ese territorio, antigua provincia española entre 1958 y febrero de 1976, bajo el nombre de Sahara Español, ocupado ilegalmente por Hassan II con la célebre Marcha Verde (6 de noviembre de 1975, realizada con el apoyo implícito de Francia y Estados Unidos), cuando Francisco Franco agonizaba y el Rey Juan Carlos I ocupaba provisional, temporalmente y con las manos atadas la Jefatura del Estado.
Y es lo que sigue haciendo a cada poco el monarca alauita, enviándonos cientos de miles de inmigrantes ilegales marroquíes y de otros países de África en patera o por las fronteras de Ceuta y Melilla, y lo que ha hecho (con consentimiento de Mohamed VI) el primer ministro marroquí, Saadeddine El Othmani, declarando a una televisión egipcia que “llegará el día en que vamos a reabrir el asunto de Ceuta y Melilla, territorios marroquíes como el Sáhara”. Una falsedad histórica por mucho que en ambas ciudades españolas el régimen alauí infiltre marroquíes que luego España, cándida como siempre, nacionaliza españoles.
En 2002 el Gobierno de Aznar respondió a la agresión armada de Marruecos para demostrar su disposición a emplear todos los medios a su alcance, incluida la fuerza, para detener las acciones marroquíes en materia territorial. Además de reafirmar su decisión, España no iba a ceder, como había sucedido en los años 60 con el enclave de Ifni y en los setenta con el Sahara español. En lo territorial, no habría más dación ni negociación.
El actual Ejecutivo español, por el contrario, se muestra inane y sumiso, y declarando patochadas por boca de esa ministra de asuntos exteriores que más bien parece un monigote de pim pam pum, mientras seguimos con los pantalones bajados ante la hostilidad de Marruecos, las ofensas de Fabián Raymond Picardo, ministro principal del Peñón de Gibraltar, y las provocaciones de los independentistas. Una Nación y un Estado se defienden siendo fuerte y no aceptando chantajes. Marruecos y los secesionistas siempre se han aprovechado de España cuando ésta ha sido débil e ineficaz.
La lección, a lo que se ve, no la aprendemos y así nos va con un presidente aferrado a la roca del poder, cuarteando las relaciones con Marruecos por razones ideológicas y cediendo ante los independentistas.
¿Hasta cuándo?
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