El grandísimo embuste -y grandísimo negocio- de la «violencia de género»

«Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad».

Esta frase es atribuida a Goebbels (Ministro de Instrucción Pública y Propaganda de Hitler), también a José Stalin.

Siguiendo la máxima de Goebbels y Stalin, el feminismo de género, subvencionado, presente en las instituciones y políticamente correcto ha conseguido imponer como verdad, que la violencia es de un sólo sentido: «hombre = maltratador; mujer = víctima» y se deja sentir en las decisiones que toman los tres poderes y el cuarto (los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas).

No hay noticiario de televisión, o de radio, o periódico diario que no incluya entre sus ingredientes, día tras día, algún comentario sobre eso que han dado en llamar la “lacra social” de principios de siglo (según el Diccionario de la Real Academia, lacra es sinónimo de secuela, cicatriz, daño ocasionado por contagio de una enfermedad, vicio físico o moral…)

Al oír este vocablo acompañando a eso que llaman “violencia de género” la persona que lo oye se sobresalta y sobre todo llega al convencimiento de que el asunto del que informan los medios de comunicación posee tal magnitud que sólo se puede interpretar como una descomunal e inadmisible tragedia… Bien, pero ¿Qué hay de verdad en todo ello? Veamos la realidad que nos contaba el Ministerio del Interior en sus estadísticas hasta el año 2005:

DATOS SOBRE VIOLENCIA Y MALTRATO EN EL PERIODO COMPRENDIDO ENTRE 1997 Y 2005

MUERTES EN EL AMBITO FAMILIAR

Autores: Cónyuge, Ex cónyuge, Novio, Novia, Compañero/a sentimental, hij@s, padre/madre o pariente.

AÑO 1997:

52 mujeres…………..56%

40 hombres………….44%

Total………………………92 personas.

AÑO 1998:

50 mujeres…………..56%

44 hombres…………46%

Total………………………94 personas.

AÑO 1999:

56 mujeres……………60,5%

37 hombres………….39,5%%

Total……………………….93 personas.

AÑO 2000:

67 mujeres……………61%

44 hombres………….39%

Total……………………….111 personas.

AÑO 2001:
68 mujeres……………64%
38 hombres…………..36%
Total…………………….106 personas.

AÑO 2002:
77 mujeres………….61%
49 hombres………..39%
Total………………….126 personas.

AÑO 2003:
84 mujeres………….63%
49 hombres…………37%
Total………………….133 personas.

AÑO 2004:
79 mujeres………….71%
31 hombres…………29%
Total…………………..110 personas.

Año 2005:
71 mujeres…………..51,8%
56 hombres………….48,2%
Total………………….137 personas. (Este año fue cuando fueron «regularizados» 600.000 inmigrantes extracomunitarios, por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero).

Cualquiera que “sepa leer” llega de inmediato a la conclusión de que de estas cifras poco o nada se habla en los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas… Y por supuesto, no son opiniones, son datos reales de la violencia intrafamiliar en España.

Otro asunto más, del que por descontado tampoco se hacen eco los medios de información: España viene ocupando anualmente el último lugar de la lista de países de la Unión Europea en violencia intrafamiliar; “ranking” que tienen el dudoso honor de encabezar países tan “civilizados” como Alemania, Gran Bretaña, Países Nórdicos…
Insisto: son estadísticas oficiales.

Generalmente en no más del 35% de los crímenes violentos las víctimas son mujeres; pese a ello, el Parlamento ha legislado, desde el año 2003 cuando gobernaba un tal José María Aznar, una normativa especial para castigar «la violencia contra las mujeres» como si ésta fuera un crimen más horrendo que el de «la violencia contra los hombres».

Este es un ejemplo de lo que la «igualdad» significa para el fundamentalismo feminista, esto en castellano se denomina trato de favor.

Es absolutamente una necedad, una idea delirante, un insulto a la inteligencia, que haya quienes afirmen que las mujeres no son proclives a la violencia (también afirman que poseen superioridad moral respecto del hombre…) y que el recurso a la violencia es algo propio de la identidad masculina.

Es absolutamente increíble que sólo se hable de la violencia que los varones ejercen sobre las mujeres, que se la compare con el terrorismo o cosas parecidas, y que todo ello haya llevado a que el Poder Legislativo haya creado tribunales especiales, de excepción (prohibidos expresamente por la Constitución Española de 1978) para juzgar exclusivamente a hombres, que se hayan creado normas que violan el precepto constitucional a la presunción de inocencia (por supuesto cuando se trata de un hombre) el derecho a un juicio justo y con todas las garantías legales, o que si dos personas cometen el mismo delito sean castigadas de manera diferente si se trata de un hombre o una mujer.

Es realmente alucinante que el propio Ministerio de Justicia reconociera hace dos décadas, aunque ahora lo niegue, que todo ello ha llevado a un aumento descomunal de las denuncias falsas por maltrato por parte de mujeres inmersas en procesos de ruptura de pareja, con la intención única de obtener ventajas procesales en los pleitos por custodia de los hijos y las disputas por cuestiones patrimoniales; y lo más grave: que el propio Ministro, Juan Fernando López Aguilar, dijera que esto es un daño soportable…

Como a cada cerdo le acaba llegando su San Martín, López Aguilar acabó probando su propia medicina y fue víctima de denuncias falsas.

Por supuesto, en la actualidad las cifras de personas muertas por disputas conyugales, de pareja, etc. se mantienen más en o menos en el mismo tono año tras año, a pesar de que el gobierno, las asociaciones femiestalinistas y los partidos políticos afirmen lo contrario, con la intención de presentar a España como un infierno en el que las mujeres reciben maltrato de manera sistemática y más que en ningún lugar del mundo.

En estos momentos hay en España más de 7,5 millones de personas inmigrantes, muchísimas procedentes de lugares del mundo con culturas muy diferentes a la española y con costumbres, en cuanto al trato y respeto a las mujeres,… ¿Será casualidad que en la actualidad alrededor del 50% de los victimarios, de los varones que ejercen violencia contra sus mujeres, esposas, novias, compañeras de trabajo, vecinas, etc. son personas de origen extranjero?

Pero hablemos también de otras violencias, porque la violencia no entiende de género:

VIOLENCIA CONTRA EL VARÓN

Martin S. Fiebert, profesor de Psicología de la Universidad de California, realizó un estudio en 1997, en el que concluye que las mujeres son tan agresivas, o más, que los hombres en sus relaciones de pareja.

El estudio Fiebert facilita los datos, cifras y conclusiones resultantes de 147 investigaciones especializadas, 119 estudios empíricos y 28 exámenes o análisis. El tamaño de la muestra global de los estudios analizados sobrepasa los 106.000 casos.

En cuanto a las razones, las mujeres aparentemente agreden a sus compañeros convencidas de que sus parejas varones no sufrirían heridas o que no se tomarían revancha alguna. La mujeres también afirmaron que habían ejercido violencia sobre sus parejas porque querían llamar su atención, particularmente en el aspecto emocional.

Existen numerosos estudios demostrativos de que mientras que las mujeres tienden a ejercer violencia psíquica contra sus compañeros, los hombres tienden más al empleo de la violencia física; si bien la diferencia en cuanto a las agresiones físicas no es significativa, la brecha se acrecienta respecto al daño físico -son muchas más las mujeres que sufren daño físico tras la agresión-.

Sin embargo son más las mujeres que infringen daños físicos a sus hijos.

Otro dato importante es que el tipo de violencia suele estar directamente relacionado con el nivel educativo del “verdugo”: En la población con mayor educación la violencia psíquica es la más preponderante. Es muy alto el porcentaje de profesionales liberales que sufre violencia psíquica por parte de su compañero o compañera.

La violencia del varón decrece generalmente con la educación, mientras que la de la mujer puede aumentar.

El actual modelo educativo individualista y competitivo que reciben los hombres y las mujeres, lleva aparejada la ausencia de políticas familiares que permitan a las mujeres conciliar trabajo y hogar, lo cual acaba generando conflictos en la mujer que en ocasiones pueden derivar hacia manifestaciones de violencia.

Las agresiones contra el varón no se registran porque los hombres no suelen hacer denuncias. Hay pautas culturales y normas sociales que disuaden al varón de denunciar actos de agresión contra ellos (se suele decir que no es de varones ir a quejarse de las agresiones, menos si la agresora es una mujer) Cuando excepcionalmente el varón va a la comisaría, los policías se burlan.

La policía recibe formación para ver el asunto de la violencia doméstica como algo exclusivo contra las mujeres. No se les habla de violencia contra el varón, el problema es invisibilizado por los programas de capacitación.

Los protocolos que maneja la policía están diseñados para atender solamente a las mujeres.

Las políticas, programas y campañas de concienciación excluyen al hombre Los programas sociales para prevenir la violencia doméstica, se centran en las denuncias, y las campañas en los medios de comunicación incentivan sólo a las mujeres a denunciar a sus parejas. Del mismo modo las encuestas sobre violencia doméstica sólo le preguntan a la mujer si es víctima de violencia.

Con el mismo criterio de “apartheid” por razón de sexo, existen organismos gubernamentales como los Institutos de la Mujer, las Casas de Acogida para Mujeres Maltratadas, Planes de “Igualdad”, etc. pero no los hay de Promoción de la Familia.

Para saber más, les recomiendo que lean el análisis comparativo realizado en 2014 por Javier Álvarez Deca, que lleva por título » 500 RAZONES CONTRA UN PREJUICIO»; se trata de una recopilación de estudios internacionales sobre la violencia en la pareja. En este trabajo se presentan los resultados de 500 estudios empíricos sobre la violencia perpetrada o sufrida dentro de la pareja heterosexual, que ponen de manifiesto el carácter bidireccional y simétrico de esa violencia. Y se concluye que las políticas predominantes sobre violencia doméstica, basadas en el prejuicio del modelo unidireccional (hombre perpetrador y mujer víctima), desconocen la mitad del problema y son resultado de ideas preconcebidas incompatibles con los datos objetivos que aportan las investigaciones científicas…

VIOLENCIA EN PAREJAS HOMOSEXUALES

Para una persona homosexual “salir del armario” es reconocer públicamente su condición de homosexual. Pero lo segundo que al homosexual le cuesta reconocer es que sufre violencia por parte de su compañero o compañera.

La realidad es bastante tozuda: Las mujeres también pueden ser violentas. Es un tópico a la vez que un mito, que las mujeres no son violentas o que apenas pueden causas daño físico.

Esto lleva a negar cualquier posibilidad de que haya mujeres maltratadotas u hombres víctimas. Este prejuicio está muy extendido y afecta en gran medida a los profesionales cuyo trabajo es clave a la hora de detectar el maltrato doméstico: policías y empleados de los servicios sanitarios y judiciales.

Las definiciones de abuso excluyen generalmente a las relaciones lesbianas. A pesar de todo, es innegable que existe violencia entre lesbianas. Las relaciones de maltrato en relaciones íntimas entre lesbianas, son una realidad mucho más frecuente, y sus consecuencias mucho más terribles, de lo que suponemos; aunque las cifras son muy difíciles de estimar por la “invisibilización” de la problemática. Las lesbianas creen que hacer público que en sus relaciones también existe violencia, sólo incrementará la condena social.

Sin embargo entre lesbianas se dan múltiples formas de violencia: coerción y abuso económico; violencia psíquica; daños contra las propiedades personales; violencia física y violencia sexual. A las víctimas lesbianas no las creen.

Cuando una mujer heterosexual denuncia un abuso la creen, porque se espera que el hombre sea el agresor y la mujer la víctima. Pero cuando denuncian lesbianas se supone que no hay forma de saber quién dice la verdad. Existe el mito de que las relaciones entre personas del mismo sexo son más “igualitarias» y que por lo tanto las situaciones de violencia doméstica entre ellas podrían ser una especie de “combate” equilibrado entre contendientes “iguales”.

Las mismas lesbianas no quieren que se les hable de violencia en parejas del mismo sexo, por lo que es muy difícil la prevención. Los homosexuales idealizan las relaciones afectivas entre personas del mismo sexo como la panacea que supera las supuestas diferencias de poder propias de las relaciones entre personas de sexo distinto.

Los activistas homosexuales silencian la violencia en las parejas lesbianas. Cierto activismo gay-lésbico tiene responsabilidad, pues en su intento por amoldarse a determinados parámetros sociales que los haga “aceptables” dentro de la sociedad, muchas lesbianas han callado este tipo de situaciones.

En la lucha por la legalización de sus “derechos” (unión civil, adopción…) se resaltan supuestos valores positivos, en los que se basarían las relaciones gay-lésbicas y se invisibiliza la posibilidad de que se den vínculos de maltrato, porque sería “mala prensa”. Hay “silencio comunitario”.

Para muchas activistas lesbianas es mejor ofrecer a la opinión pública una imagen positiva de sus relaciones. ¿Qué pasaría si a alguien se le ocurriera decir que no hay nada que garantice que los niños -y niñas- adoptados por parejas lesbianas no están libres de presenciar o vivir situaciones de maltrato?

La visión el fundamentalismo feminista excluye a la víctima lesbiana.

El movimiento feminista se ha ocupado en exclusiva y sobre todo del maltrato en parejas heterosexuales, y esto ha hecho que a las mujeres lesbianas les sea dificultoso reconocer en su propia vida situaciones de violencia doméstica. Para el feminismo políticamente correcto las mujeres no son violentas y cuando dos mujeres forman pareja, cabe esperar que no se hagan daño.

El patrón hombre-maltratador/mujer-víctima lleva a quienes sufren violencia doméstica -pero no responden a ese patrón-, a ocultar sus problemas. Negar esa realidad impide a las víctimas reconocerse a sí mismas como tales, un paso considerado siempre como imprescindible para intentar superarla…

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