El incoherente papa Francisco y las quejas de la derecha boba

Marcelo Duclos

Hay una cuestión muy particular que me indigna especialmente entre la gente que se considera de izquierda, sobre todo dentro del kirchnerismo argentino. Es la idea del “combo”, de la “cajita feliz” conceptual que decidieron comprar políticamente, abandonando todo vestigio de individualidad y coherencia.

El socialista promedio tiene su decálogo teórico y moral, pero cuando la realidad, sobre todo de la mano de las políticas implementadas por los gobiernos de su mismo signo político, le muestran las contradicciones evidentes miran para otro lado.

Entonces, ya no analizan los hechos con base en sus propias premisas, como por ejemplo el bienestar de los trabajadores o la reducción de la pobreza. Su hipocresía los lleva a defender un paquete prefabricado, porque así lo indican los Maduro o las Cristinas del mundo.

Tampoco importa si las posiciones tienen que cambiar de un día para el otro. Si para los órganos de comunicación del kirchnerismo, el papa Francisco deja de ser el cómplice de la dictadura para ser el ejemplo a seguir, así se hace.

Si no se defiende el combo completo, se le hace el “juego a la derecha”. No importa si hay que mirar para otro lado, cuando una política nefasta como la de la cuarentena de Alberto Fernández les arruina la vida a los trabajadores más necesitados. Hay que guardar silencio para no ser cómplices del fantasma del “neoliberalismo”.

Así son todos ellos: impresentables. Pobres intelectualmente, incoherentes en lo conceptual y bastante hijos de puta a veces. No es posible dejar pasar por alto varios casos de denuncias serias de abusos y acosos sexuales que han silenciado las kirchneristas feministas por tratarse de un dirigente “aliade” a sus causas nefastas.

En materia de política internacional todo esto es más impune. Con tal de no criticar a un país enfrentado a Estados Unidos o Israel, los progresistas justifican como “costumbres culturales” la ablación del clítoris a las niñas y la sumisión de la mujer a lo largo de su vida o incluso la ejecución de homosexuales, si los carniceros islámicos son “antiimperialistas” como ellos.

Pero como la izquierda está prácticamente toda podrida, en el espacio que se autodenomina como derechista también hay algunos ejemplares que no se caracterizan por sus aptitudes intelectuales, su pensamiento crítico o su lucidez mental.

Las declaraciones de Francisco sobre los derechos de las parejas gays en un reciente documental estrenado en Roma hoy dejaron en evidencia a muchos energúmenos que se creen más civilizados que los socialistas infantiles. No lo son, claro. A ellos no los salva ni la defensa del capitalismo puro y duro.

“Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia, son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacer la vida imposible por eso”, habría manifestado Jorge Bergoglio en el film “Francesco”. Según las crónicas de varios medios que cubrieron el lanzamiento del disruptivo documental, el papa se habría manifestado incluso también en favor de las uniones civiles dentro de la ley para las parejas del mismo sexo.

Ahora, como en el progresismo se defienden las ideas que ordenan las autoridades populistas, parece que en varios espacios conservadores se critica a lo que se manifiesta en la vereda de enfrente sin el más mínimo fundamento. Casi como una cuestión de bandos. Los básicos y los limitados están en todo el arco ideológico definitivamente.

Por más que sea muy lamentable, no fueron pocos los usuarios que cargaron en redes sociales contra el papa populista por sus dichos que son absolutamente excepcionales. Muchas voces se manifestaron, criticando la supuesta coherencia del pontífice progresista. Para estos autodenominados “derechistas”, Bergoglio se manifiesta en favor del derecho de los gays porque es “comunista”.

La superficialidad de estas críticas no hace otra cosa que dejar en evidencia dos cosas: un conservadurismo rancio e intolerante y un comportamiento de manada que busca mantener la pertenencia a un espacio reaccionario.

Una pista para rastrear a los del segundo grupo: utilizan de forma curiosa el término “homosexualismo”, como si se tratara de una doctrina como el “comunismo” o el “liberalismo”.

La crítica que merece el criticable Bergoglio no es la de la “coherencia” en el pensamiento del mal. Todo lo contrario. Si algo le cabe ante estas recientes manifestaciones es la acusación de incoherente. Más allá de las cuestiones de la orientación sexual de los miembros, si al máximo referente de la iglesia católica le preocupa el bienestar de las familias, lo primero que debería hacer es echar por la borda todo su marco conceptual, tanto en lo político, como en lo económico.

Sus ingenuas ideas sobre las “democracias populares” lo único que hacen es fomentar modelos que generan la concentración de poder, que inevitablemente desencadenan en gobiernos totalitarios. Y esos procesos políticos lo único que hacen es exterminar la disidencia dentro de los países y eliminar la discusión de ideas, como la que él valientemente pretende dar dentro del catolicismo con estas cuestiones. Ni hablar de su modelo económico dirigista y estatista.

Uno puede reconocerle las intenciones a Francisco y su dolor por los desposeídos y más necesitados, pero lo cierto es que sus ideas son las más eficientes multiplicadoras de pobreza en el mundo. Teniendo en cuenta su lugar de influencia, aunque ni lo sospeche, Bergoglio es uno de los principales responsables de la tragedia que constantemente denuncia.

Como si fuera poco, parece que no alcanza con confundir las cosas malas con buenas. También piensa que las recetas exitosas, como la libertad económica y la desregulación de los mercados, son negativas. Si uno lee entre líneas en sus escritos y opiniones puede encontrar plumas e influencias directamente marxistas. Resumiendo, el papa tiene serios problemas conceptuales y debe ser criticado duramente cada vez que dice una estupidez.

Ahora, en el marco de una rara excepción, acertó. Seguramente Francisco a partir de sus declaraciones ahora comience a ser hostigado por los sectores más conservadores de la Iglesia. Su valentía en esta causa sí es coherente con el principio cristiano del amor al prójimo.

En este contexto actual, mucho menos osado que esto sería aprender un poco de economía y abandonar sus prejuicios ideológicos. Más allá que el debate sobre la unión civil para la iglesia sea positivo, si el máximo referente continúa siendo el principal abanderado de las ideas económicas del atraso, las parejas de los países más pobres, sin importar su género u orientación sexual, la seguirán pasando mal.

Mientras los planes económicos avalados por el papa persistan, las familias humildes de los países más pobres no tendrían trabajo, un plato de comida en la mesa y un techo sobre sus cabezas. Y esto, hay que decirlo, es más urgente que su valorable reflexión reciente, que tendría que ser celebrada por todo el mundo civilizado.

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