Manuel Llamas
«Los mismos que critican hoy al Rey por el simple hecho de ser un cargo hereditario aplauden sin rubor a dictadores y tiranos»
«Anacrónico». Este es el principal argumento que blande la izquierda para tratar de justificar su rechazo frontal a la monarquía parlamentaria que rige en España como forma política del estado, tal y como consagra el artículo 1 de la Constitución. Tal término hace alusión a lo que es propio o característico del pasado y, sin embargo, se da en la actualidad.
Pero esta crítica carece de fundamento. En primer lugar, porque son muchos los países que aún mantienen este tradicional sistema de gobierno, aunque bajo diferentes variantes, de modo que es mucho más común y habitual de lo que se piensa. En la actualidad, hay más de 40 Estados con monarquía o, lo que es lo mismo, uno de cada cinco países del mundo. Y, entre ellos, destacan 12 europeos, incluyendo los principados de Mónaco y Liechtenstein, la diarquía de Andorra y la jefatura vitalicia electiva del Vaticano.
En segundo término, porque el origen o antigüedad de una institución nada indica respecto a su validez presente o futura. Más bien al contrario. Cuanto más vieja es, más solidez y utilidad refleja. Además, este sistema no es, ni mucho menos, estático, sino que se ha ido adaptando paulatinamente al devenir de los tiempos, al igual que otras muchas formas de gobierno. No en vano, la democracia como tal nace en la antigua Grecia, hace más de 2.000 años, el concepto de Estado-nación surge a mediados del siglo XVII y la Constitución de Estados Unidos nació a finales del XVIII, sin que ello levante duda alguna sobre su vigencia o funcionamiento actuales.
Aunque lo más importante para determinar la justificación o no de una particular forma de gobierno no radica en su longevidad, mayor o menor, sino en las ventajas y beneficios concretos que ofrece al conjunto de la población. Y es aquí donde el valor de la monarquía brilla con luz propia a la vista de los datos.
«El 50% de las mejores democracias del planeta tienen a un rey ocupando la jefatura del Estado»
La monarquía parlamentaria es un ejemplo de democracia. Y prueba de ello es que el 50% de las mejores democracias del planeta tienen a un rey ocupando la jefatura del Estado, según el ránking que elabora The Economist. Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Dinamarca y Holanda se sitúan en el top 10 de las democracias mundiales, lo cual es muy relevante si se tiene en cuenta que este sistema tan sólo existe en el 20% de los países.
La monarquía también es un ejemplo de libertad. Cinco de las diez economías más libres del mundo también se rigen por este sistema de gobierno, según el índice anual que elabora la Fundación Heritage. En este caso, el top 10 lo ocupan Nueva Zelanda, Luxemburgo, Holanda, Dinamarca y Suecia.
Asimismo, se sitúan entre los países más ricos del mundo. Luxemburgo, Noruega, Qatar, Dinamarca y Australia ostentan el top 10 de economías con mayor PIB per cápita en 2022, con rentas medias que oscilan entre los 65.000 y los 130.000 dólares al año. Y se cuelan otros cinco en el top 20, tras sumar Holanda, Suecia, Canadá, Emiratos Árabes y Bélgica. E, igualmente, muchas monarquías se encuentran entre los países más prósperos y con una mayor calidad de vida, según el índice global Social Progress Imperative. En este apartado destacan Noruega, Dinamarca, Suecia, Holanda, Japón y Canadá.
Por si fuera poco, su coste presupuestario no es mayor que el de las repúblicas. De hecho, España, con apenas 8,4 millones de euros al año, es la monarquía más barata de Europa, junto con Suecia y el Principado de Liechtenstein, que no recibe dinero público. Dicha factura es ridícula si se compara con los gastos de la República francesa, que superan ampliamente los 100 millones al año, o la República de Italia, por encima de los 200.
«El coste de la Casa Real representa el 0,001% del presupuesto total del Estado»
La Casa Real española, por tanto, es entre 10 y 20 veces más barata que las muy republicanas jefaturas gala e italiana, lo cual es otra ventaja a destacar. Pero es que, además, su coste supone tan sólo una gota en el océano de gasto que maneja el Estado, puesto que representa el 0,001% del presupuesto total. Y hasta 70 veces menos de lo que cuesta a los españoles el inútil y perverso Ministerio de Igualdad de Irene Montero.
Así pues, el valor de la monarquía es inmenso. Y muy especialmente en el caso español, tras las desastrosas experiencias republicanas y dado que fue un Rey, Juan Carlos I, el artífice de la reinstauración de la democracia bajo el actual régimen constitucional, gracias a una Transición que es digna de estudio y admiración a nivel internacional.
Por último, no deja de sorprender la profunda desvergüenza del comunismo patrio, ya que los mismos que critican hoy al Rey por el simple hecho de ser un cargo hereditario aplauden sin rubor a dictadores y tiranos, cuyos regímenes han borrado de un plumazo todo atisbo de democracia, libertad y desarrollo. Otro ejemplo de sinrazón e hipocresía.
Periodista. Analista económico. Miembro del Instituto Juan de Mariana. Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de Santiago de Compostela, máster de Periodismo de ‘El Mundo’ y máster de Economía de la Escuela Austríaca por la Universidad Rey Juan Carlos. Trabajó en ‘Expansión’ y como jefe de gabinete y viceconsejero en la Comunidad de Madrid
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