El lamentable estado del periodismo
LUIS VENTOSO
Lo de la hija secreta de Juan Carlos I, que no era tal, es el enésimo ejemplo de un mundo de corta y pega donde cada vez se contrastan menos las noticias.
FUENTE: https://www.eldebate.com/opinion/20230502/lamentable-estado-periodismo_111730.html
El pasado jueves, El Confidencial publica de manera destacada la siguiente noticia: «El Rey Juan Carlos tiene una hija secreta llamada Alejandra de una relación con una aristócrata». El titular no deja un resquicio de duda. Se afirma tajantemente esa realidad. En el subtítulo se aclara que eso es lo que sostiene un libro llamado «King Corp», obra de dos periodistas poco conocidos –yo que me dedico a esto nunca había oído hablar de ellos– y publicado en una editorial que atiende por Libros del K.O, que en mi supina ignorancia también desconozco.
Con esos mimbres se monta de inmediato una enorme polvareda mediática. Dado que el Rey Juan Carlos es una de las cortinas de humo del sanchismo para tapar sus calamidades, uno de los autores del libro es entrevistado de inmediato en el matinal de La 1 de la televisión pública, que reproduce generosamente la portada del libro (faltona con el viejo monarca, al que ridiculiza como un caco).
La mecha mediática ya está encendida. De inmediato se aplica una de las máximas que distingue al frenético periodismo digital de nuestros días: «Periodistas del mundo, copiaos los unos a los otros». Sin contrastar nada, la inmensa mayoría de los periódicos españoles refríen la noticia de que Juan Carlos I tiene una hija bastarda. La prensa digital, ávida de clics, está desatada con la nueva, al igual que las televisiones, que no pueden perderse la audiencia que aporta un cotilleo tan morboso. Lo cierto es que los autores del libro no han aportado prueba alguna, más allá de decir que se lo han contado. La noticia resulta por tanto harto dudosa. Pero da igual, ya llegará el momento de la verdad. Por ahora basta con aprovechar el ruido.
El periódico El Mundo tiene en ese mismo jueves la diligencia profesional de ponerse en contacto con el entorno de Juan Carlos I, y resulta que lo desmiente. Al día siguiente, viernes, el Rey Juan Carlos refuerza su desmentido con un comunicado a Efe. Finalmente, este lunes la supuesta hija, Alejandra de Rojas, ha enviado otro comunicado a Efe negando la noticia –ahora ya bulo– de forma «tajante»: «Las noticias que se han venido publicando no tienen ningún fundamento y causan un daño casi irreparable a toda mi familia y por supuesto a mi persona». Todo fue una fabulación. Pero el espectáculo ya no lo borra nadie.
¿Qué está pasando? Pues que el periodismo atraviesa un momento bastante lamentable. Las plantillas son hoy más cortas y más bisoñas, porque la prensa ha dejado de ser un buen negocio. Las audiencias del papel se han hundido, e incluso están desapareciendo los quioscos (hoy el periódico español que más vende despacha poco más de 50.000 ejemplares diarios, mientras que en el cambio de siglo alcanzaba el medio millón). Las audiencias digitales son enormes, pero se está incumpliendo aquel principio que establecía que «donde está la audiencia está el ingreso», porque ahora el grueso del pastel publicitario se lo zampan dos agentes cuasi monopolísticos, Alphabet y Meta.
Con ese panorama, muchos medios trabajan buscando el click a cualquier precio. Se tunean los titulares para que tiren más, aún a costa de que no concuerden con lo que luego relata el cuerpo de la noticia. Se da una exagerada cancha a la peor morralla televisiva. Se olvidan las máximas deontológicas clásicas, como la que reza que «los hechos son sagrados y las opiniones, libres». A veces incluso se impone una norma cínica y sarcástica: «No dejes que la realidad te estropee una buena noticia»; y se renuncia a la práctica elemental de contrastar las informaciones con las partes implicadas.
Lo más grave es que cada vez resulta más frecuente que la verdad, los puros hechos, caiga sacrificada en el altar de los principios sectarios. La ideología manda sobre la verdad.
Los periódicos con principios y comprometidos con la verdad supone una savia vital para la salud de una sociedad, porque controlan al poder y porque facilitan que los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas. Un periódico no es una fábrica de yogures, sino una idea alrededor de la cual se agrupa una comunidad de lectores (por eso darles patadas en la espinilla siempre resulta un planteamiento poco inteligente). Por supuesto jamás se ha publicado un periódico sin fallos, y a veces al mejor escribiente se le escapa un borrón bien gordo. Pero lo que está pasando ahora es que cada vez existen más medios que salen directamente a emborronar la realidad, en lugar de intentar aportar una cierta luz.
(PD: El Debate fue uno de los poquísimos periódicos españoles que no se hizo eco del rumor de que Juan Carlos I tenía una hija extramatrimonial. No se publicó porque carecíamos de la más mínima prueba al respecto. Sobre este asunto, el periódico solo ha recogido los desmentidos formales de las partes afectadas, que sí son hechos acreditables. Con la decisión de no recoger el rumor se perdieron miles de clicks, por supuesto. Pero un periódico no es un tebeo. Y disculpen el autobombo).