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El problema es la «Política Agraria Común» y la solución es acabar con ella.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Durante los últimos días los medios de información (también los creadores de opinión y manipulación de masas) nos cuentan que los agricultores españoles han salido con sus tractores a bloquear las carreteras de toda España para protestar contra los perjuicios que les están causando las diversas normas que se vienen aprobando en los últimos años en la Unión Europea y  para exigir precios justos para sus productos así como reciprocidad en las importaciones respecto a terceros países y una menor burocracia que está asfixiando al medio rural.

Al mismo tiempo que todo ello sucede (por enésima vez pues raro es el año en que los agricultores y ganaderos y demás trabajadores del sector primario no se «movilizan» y salen a la calle a protestar por su mala situación…), también nos llegan noticias de que los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) que elabora el INE muestran que, en los últimos cinco años, el empleo en este sector ha disminuido. Si en 2019 había un total de 797.300 ocupados en el campo, de media anual, en 2022 eran 774.800. Pero es que, a la luz del último estudio y tomando como referencia el promedio de 2023, el sector del campo ha perdido otros 30.000 puestos de trabajo en solo un año: hasta 742.625, en concreto.

Y, como éramos pocos, parió la abuela: La industria agroalimentaria española se marcha a Marruecos para así lograr vender más barato en la Unión Europea. Las principales empresas españolas, como Borges, Acesur y Garavilla, tienen filiales en Marruecos. Es importante destacar que la llegada de tomates marroquíes a Europa ha crecido en más de un 50 por ciento en la última década…

Pero, no nos confundamos, los verdaderos enemigos del campo, tanto del español como el del resto de Europa, no está fuera: Muy al contrario, están muy cerca en los mismos organismos e instituciones, tanto regionales, como nacionales como de Bruselas, que dicen ser quienes velan, se ocupan y protegen a nuestros agricultores, pescadores y ganaderos.

La causa de la tremenda crisis que sufre el sector primario no es la economía de mercado que le abre la puerta a alimentos procedentes de países que no son miembros de la Unión Europea a precios más bajos. La verdadera causa es la enorme pérdida de competitividad del campo europeo como consecuencia de las estúpidas regulaciones y los enormes costes que imponen los burócratas de Bruselas.

El verdadero problema del campo se llama Política Agraria Común (PAC). La PAC se traduce en una cada vez mayor asfixia regulatoria y fiscal que impone la UE y sus Estados miembros.

No es de extrañar el cada vez mayor descontento entre quienes viven en el campo y del campo en lugares como Irlanda, Holanda, Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Alemania, Polonia, Rumanía y también España.

Todos los afectados, con independencia del país de origen, coinciden en que las políticas agrícolas ecologistas promovidas por los burócratas de Bruselas, sobre todo en los últimos años, ponen en riesgo la supervivencia de miles de granjas y explotaciones agrarias, especialmente las más pequeñas, debido al aumento de los costes laborales, fiscales, energéticos y burocráticos, ya que los enormes costos y trabas de todo tipo les impide competir en igualdad de condiciones con los productos de fuera de Europa.

La Política Agraria Común prevista para el período 2023-2027, contempla el reparto de 7.150 millones de euros al año entre 650.000 agricultores y ganaderos españoles, lo cual implica una media de 11.000 euros per capita. Pero, como pueden suponer, no se trata de regalos, y más cuando los diversos gobiernos andan por medio. A cambio de estas enormes ayudas en forma de subvenciones, los políticos europeos se han convertido en los auténticos propietarios del sector y son quienes deciden hasta el más mínimo detaye que se puede y que no se puede hacer en campo. Son ellos, los oligarcas y caciques de los partidos y la burocracia de Bruselas, y no los dueños de los negocios agroganaderos, quienes deciden qué, cuánto y cómo producir.

Allí donde lo prioritario es la consecución de objetivos de protección ambiental y la tan manoseada matraca-excusa de luchar contra el calentamiento global y el cambio climático mediante la rotación y eliminación de cultivos, la prohibición de pesticidas, el aumento, de manera obligatoria, de «superficies ecológicas» y, en general, el desarrollo -también obligatorio, o casi- de actividades mucho más costosas; la introducción de los «cuadernos de explotación digitalizados» para llevar el control y seguimiento de las explotaciones, cuya complejidad cuesta esfuerzo, tiempo y dinero; las nuevas restricciones en el uso de semillas, fertilizantes y fitosanitarios, de efectividad menor y precio mayor de los que se permiten fuera de la UE; las trabas para contratar en origen mano de obra extracomunitaria; el alto coste de la energía, junto con la amenaza de eliminar las bonificaciones fiscales al diésel; el animalismo imperante, con leyes de «bienestar» y «protección» que causan la ruina de muchas explotaciones; las cada vez mayores y desproporcionadas exigencias de «calidad» y «seguridad» de los alimentos, que, en realidad, no son más que barreras de entrada a la competencia… La enorme ristra de exigencias, impedimentos y normas reguladoras de toda clase es asfixiante y abrumadora.

Quienes trabajan y viven en y del campo han campo han otorgado voluntariamente el control de sus propiedades a su peor enemigo: los burócratas de Bruselas y los gobiernos de sus respectivos países.. todo ello a cambio de nada o casi nada; pan para hoy y hambre para mañaha. 

El resultado lógico es que, finalmente quienes se sentían felicísimos por los regalos gubernamentales y de la burocracia bruselense ahora estén lamentándose y llorando por los rincones.

La planificación centralizada de la política agrícola por parte de los gobiernos europeos, el intervencionismo, o sea, la PAC es la raíz, la verdadera causa del problema.

Y, por desgracia son muchos los agricultores y ganaderos (y apicultores y muchos más que viven del y en el campo), siguen sin apuntar al culpable, las víctimas y afectados se quejan de que otros campesinos y agricultores que llegan con sus productos de fuera de la UE gozan de privilegios y ventajas con los cuales les es imposible competir y son una terrible competencia imposible de soportar y contrarrestar.

Es cierto que los agricultores y ganaderos exigen que se elimine algo de burocracia, sí, pero, lo que más sorprende -y en eso yerran el tiro- es que soliciten a los burócratas de Bruselas que la pesadísima losa fiscal y regulatoria que soportan se haga extensiva a todos los productos agroalimentarios que llean del exterior de la Unión Europea.

¿Con qué intención? Obviamente para eliminar la competencia… Los ganaderos y agrucultores europeos pretenden que en la UE sólo se puedan consumir productos comunitarios y a precios mucho más altos.

 Por desgracia, el objetivo a batir en las protestas de estos últimos días, con las tractoradas, con el bloque de carreteras, etc. no es la Política Agraria Común, sino acuerdos comerciales como los existentes con Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela…) y Ucrania, y el trato de favor que reciben los productos procedentes del norte de África, especialmente los marroquíes… con el único fin de dificultar y encarecer sus exportaciones.

Los agricultores y ganaderos europeos en general y los españoles en particular, le tienen miedo, terror a la economía de mercado pues, si se promoviera el libre comercio la competencia de otros agricultores y ganaderos de fuera podrían acabar dominando el mercado de Europa…

Sin duda, quienes viven en y del campo están profundamente equivocados. Al final, quienes acaban pagando los platos rotos son los consumidores que acaban pagando doblemente mediante impuestos (subvenciones y ayudas diversas) y alimentos más caros.

Pero, sobre todo la estrategia de agricultores y ganaderos no conduce a ningún lado ni soluciona nada, por el contrario, lo único que consigue es agravar el problema.

El campo europeo nada tiene que envidiar al de América, Ucrania o África o al de cualquier parte del mundo. Nuestros agricultores y ganaderos son igual e incluso mucho mejores que el resto. El problema de fondo es que la UE les impide competir, mermando su productividad mediante un sin fin de normas a cual más disparatada y dañina.

No existe otra solución más que eliminar la PAC y liberalizar el sector primario si la pretensión es crear prosperidad, riqueza, empleo de calidad… el problema es la «Política Agraria Común» y la solución es acabar con ella, lo demás es perder tiempo, energías y dinero… y dentro de unos meses volver a sacar los tractores a las carreteras, por enésima vez.

Decía un tal Albert Einstein algo así como que «es de locos repetir una y otra vez la misma conducta errónea y esperar que la próxima vez los resultados sean distintos».

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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