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El «procés» -de los separatistas catalanes- ha bailado el Kazachok

César Alcalá

Cuando todo parecía superado y que había sido un calentón de unos pocos, con aires de grandeza, ahora resulta que tenemos de por medio a Rusia. Y todo gracias a la mano derecha de Puigdemont. Un demente como él, que se ha creído sus propias mentiras, aun siendo historiador y profesor universitario, llamado Josep Lluís Alay. Aquí se demuestra la coherencia de la antigua Convergència en manos de Puigdemont. Se hubiera juntado con cualquier que le hiciera casa. No debemos descartar que chechenos, talibanes o cualquier grupo terrorista de un país subdesarrollado aparezca en la causa como defensor de la causa catalana. Esto les tendría que dar vergüenza. Sin embargo, como el Magic Andreu, se ponen medallas. Esta es la mentalidad pueblerina de los políticos catalanes que han llegado al gobierno de la Generalitat.

En la primavera de 2019, un emisario de un alto líder del movimiento separatista de Cataluña viajó a Moscú en busca de un salvavidas político. En Moscú, el emisario, Josep Lluís Alay, un alto consejero del expresidente catalán autoexiliado Carles Puigdemont, se reunió con funcionarios rusos. La meta era garantizar la ayuda rusa para lograr la separación de Cataluña del resto de España.

Para Rusia, la vinculación con los separatistas iba en línea con la estrategia del presidente Vladimir Putin para intentar promover alteraciones en Occidente al apoyar movimientos políticos divisivos. Todo esto formaba parte de lo que se ha conocido como guerra híbrida del Kremlin contra Occidente. En ella se emplea propaganda y desinformación, financiamiento secreto y movimientos políticos desestabilizadores, ataques informáticos y fugas de información y medidas activas como asesinatos a sueldo para erosionar la estabilidad de los adversarios de Moscú. Dicho de otra manera, Al Kremlin Cataluña le importaba muy poco. Era un peón, dentro de una partida, que les ayudaría a cumplir su misión. El problema es que los del procés creyeron que tendrían reconocimiento internacional gracias al Kremlin. Siempre han sido muy pardillos.

El propio Alay, le mando un WhatsApp a Puigdemont diciéndole: “Estoy pensando mucho en el tema Rusia”. Esta mente privilegiada no sabía que tenían o tendrían los teléfonos intervenidos. Pensaba que “lo que sucede en WhatsApp se queda en WhatsApp”. Cada día nos sorprenden más. Teniendo en cuenta el nivel no nos ha de extrañar que el procés haya fracasado. Lo complicado es que hubiera salido bien.

Los primeros rumores de la participación rusa en Cataluña surgieron poco después de que el gobierno de Puigdemont realizó el referéndum independentista en octubre de 2017. Más adelante, las autoridades españolas determinaron que agentes de un grupo militar especializado de inteligencia rusa llamado Unidad 29155, estuvieron en Cataluña alrededor del momento del referéndum. Alay, junto con el empresario ruso Alexander Dmitrenko, buscó asistencia técnica y financiera de Rusia para la creación de sectores bancario, energético y de telecomunicaciones separados de España.

La Unión Europea declaró ilegal el referéndum de independencia catalán. La postura rusa, en cambio, fue más equívoca. El presidente Vladimir Putin describió el avance del separatismo catalán como lo que Europa merecía por haber apoyado los movimientos de independencia de Europa Oriental después de la caída de la Unión Soviética.

Alay y Dmitrenko se reunieron con varios oficiales de inteligencia en activo, así como con Oleg V. Syromolotov, un exdirector de contrainteligencia del Servicio de Seguridad Federal, la agencia nacional de inteligencia rusa, que ahora supervisa el contraterrorismo como viceministro en el ministerio de Exteriores de Rusia. Alay también confirmó que se había reunido con Andréi Bezrukov, un exfuncionario condecorado del servicio de inteligencia extranjera de Rusia.

Aunque no está demostrado del todo, aunque se sigue investigando, el llamado Tsunami Democràtic, que ocupó bancos, cerro autopistas e intentó tomar el aeropuerto de Barcelona es obra de Alay y sus amigos rusos. El movimiento o tsunami se organizó en una reunión llevada a cabo en Ginebra. En el momento de darse a conocer este movimiento dos rusos -Sergei Sumin y Artyom Lukoyanov- viajaron de Moscú a Barcelona. Ambos se reunieron con Alay y Dmitrenko para discutir el movimiento de independencia catalán.

Y no podía el ex terrorista -reconvertido en abogado- Gonzalo Boye. El perejil de todas las salsas y un personaje siniestro dentro de toda esta historia. Sin escrúpulos -yal o demostró estando en ETA- actuaría con el tiro en la cabeza antes de con el diálogo. Boye voló a Moscú en febrero de 2020 para reunirse con Vasily Khristoforov, a quien las agencias de la justicia occidentales describen como una figura veterana del crimen organizado ruso. Estos personajes hablan el mismo lenguaje.

Esto es lo que sabemos hasta el momento. Seguro que nos sorprenderán, porque estos personajes consiguen hacerlo cada día. Su locura no ha tenido límites. Si en 1936 el Komiten ruso quiso convertir España en un satélite ruso, imponiendo los principios de comunismo, gracias a Largo Caballero y otros políticos venerados hoy por la izquierda, ochenta años después Puigdemont quería hacer lo mismo con Cataluña. Ser un satélite de Rusia con la única finalidad de poder decir que eran independientes. Lo dirían, pero estarían subordinados a Rusia. ¿Esto es ser independiente? No. Y de tema ya se dio cuenta Pau Claris cuando decidió que Cataluña era francesa.

La locura los ha llevado a agarrarse a cualquier clavo. Caliente o frio. Esto no les ha importado. Desde 2017 hemos vivido en una demencia política e ideológica que, por suerte, ha tenido consecuencias a nivel interno de Cataluña, pero no ha sido un conflicto internacional, pues nadie se los ha creído nunca. Como dijo Josep Tarradellas “en política se puede hacer todo, menos el ridículo”. Y estos personajillos vinculados al procés se han hartado de hacerlo.

César Alcalá Giménez es un prestigioso historiador, político y escritor español, especializado en la historia del carlismo y la guerra civil y otros muchos temas relacionados con la historia de España. Colabora en revistas como Actas, Revista del Vallès, e-noticies.com, La Razón, COPE, Economía Digital, El Catalán. Ha colaborado en el Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia.
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