PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN
Llevamos semanas durante las cuales los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas nos han repetido hasta aburrir que la presidente de Méjico, Claudia Sheinbaum, ha exigido que el Rey de España pidiera perdón, en nombre de los españoles por las supuestas atrocidades en las que incurrieron algunos de nuestros ancestros, hace quinientos años, cuando el descubrimiento, la conquista y la colonización de América. Esto ha supuesto el veto a Felipe VI por parte de Claudia Sheinbaum en su toma de posesión, con la complacencia y el apoyo entusiasta de la izquierda española que ha aplaudido a rabiar.
Evidentemente, aparte de destacar la injusta afrenta al Rey de España, de uno y otro lado del Atlántico se han alzado voces cientos, miles, afirmando que ni Don Felipe ni los españoles actuales tienen nada que hacerse perdonar y que, si acaso, los actuales americanos si algo tienen que estar es infinitamente agradecidos por lo que los españoles de hace medio milenio llevaron a aquel continente… Lengua, cultura, ciencia, nuevas tecnologías, universidades, hospitales, respeto a los derechos humanos… España no fue nunca un imperio extractivo, depredador, opresor, y menos «genocida», muy al contrario, consideró a quienes habitaban en aquellas provincias, españoles de pleno derecho, como los de la Península Ibérica… España nunca tuvo una actitud de «imperialismo colonial», con la intención de explotar, esclavizar a la población indígena como mano de obra barata y sus recursos naturales como materia prima… prueba de ello es que la población nativa no disminuyó, como sí ocurrió en las zonas ocupadas por franceses, ingleses u holandeses, debido a la esclavitud y a la violencia ejercida por los conquistadores, sino todo lo contrario. Los españoles, con los reyes de entonces a la cabeza, protegieron a los indígenas y matrimoniaron con ellos, de ahí que de México para abajo aún haya «indios», y mestizos y de México para arriba no los haya. Más claro, el agua.
En fin, que, de pedir perdón por el descubrimiento de América, por la conquista, por la colonización sería lo más estúpido del mundo, muy al contrario, los actuales españoles debemos sentirnos especialmente orgullosos de una de las acciones más grandiosas emprendidas a lo largo de los siglos por ninguna nación.
Bien, una vez aclarado todo ello, volvamos a la realidad:
Pues sí, evidentemente, Don Felipe VI es responsable de que el gobierno de España esté ocupado por quienes quieren destruir nuestra nación. Si en España actualmente gobiernan socialistas, etarras, comunistas, separatistas y demás enemigos interiores es por culpa de Don Felipe.
Quienes me siguen, saben sobradamente que yo fui de los pocos que, tras las elecciones generales del año pasado, 2023, alertó a los españoles de que nuestro rey no estaba obligado a proponer al Congreso de los Diputados que Pedro Sánchez fuera investido presidente del Gobierno de España. También fui de los que advirtió que el jefe del Estado, nuestro Rey debía someterse a la Constitución Española de 1978, que juró defender, y no podía, ni debía firmar, dar su apoyo a una ley de amnistía ya que es anticonstitucional.
También fui de los pocos que afirmé que en el acto de investidura (que la Casa Real justificó afirmando que lo hizo «siguiendo la costumbre», y no por obligación legal de clase alguna), el candidato a presidir el gobierno de España, Pedro Sánchez debía defender el programa con el que acudió a las elecciones, no otro. Pues, lo contrario sería fraude de ley… electoral.
No quiere esto decir que no se pueda añadir otros objetivos al programa, pero que no dañen ni se enfrenten al orden constitucional establecido, que suponga derogar el Estado de derecho, la separación de poderes, la unidad de la nación, etc. O bien, al conceder, por acuerdos espurios, anteriores o posteriores, reconocimiento de Nación a territorios que forman el Reino de España, y que, de facto, supone reconocer su independencia. Lo que está prohibido en la Constitución, art. 2: la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española.
Ya digo, yo fui de los pocos que subrayó claramente, sin tapujos que Don Felipe debía reinar, ejercer de Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas Españolas (y de la Guardia Civil) y acabar con la monstruosidad en la que nos han instalado Pedro Sánchez y demás enemigos de España. Es más, también dije que Don Felipe estaba obligado a «fundamentar», justificar racionalmente su decisión de abrir la puerta al suicidio colectivo de la Nación Española.
Don Felipe no estaba obligado por ninguna norma legal, tras el intento fallido de Núñez Feijoo, a proponer a Pedro Sánchez por ser el representante del segundo partido más votado en las elecciones generales del 23 de julio pasado. No existe ninguna norma legal que determine tal cosa, como tampoco que Don Felipe estaba obligado a proponerle al Congreso de los Diputados que le dieran su confianza a Alberto Núñez Feijoo para presidir el Gobierno, por ser su partido, el PP, el que más votos consiguió en tales elecciones. Insisto: es absolutamente falso. Es más, debido a ello, la Casa Real, cuando Don Felipe decidió proponer a Feijoo, se justificó diciendo que lo hacía porque «esa era la costumbre».
Como afirmé hace un año, la costumbre no demuestra más que tal o cual forma de comportamiento es un «hábito», no que esa conducta sea correcta, la más acertada, la mejor. Fundamentar una decisión de tal manera es no fundamentar, es una tomadura de pelo (también lo dije entonces), una arbitrariedad, o como se dice actualmente de manera coloquial, es «no querer pringarse y pasarles el marrón a otros», vamos, escurrir el bulto. Claro que, no hincarle el diente a un problema no da como resultado que el problema desaparezca; en el caso que nos ocupa no cabe aplicar aquello de «el tiempo lo cura todo», muy al contrario, la tibieza, la cobardía, el ponerse de lado, hacerse el Don Tancredo solo hace que el problema acabe agravándose… (como ha acabado sucediendo), la herida seguirá abierta aunque se cubra con una costra que dé la impresión de cicatrización, a poco que alguien hurgue en la herida, al menor roce España acabará poniendo el grito en el cielo, sintiendo angustia y enfado.
Bien, hablemos de algunas «costumbres, señas de identidad de la España actual»:
En España, por costumbre, los partidos políticos no son democráticos, no permiten a sus afiliados la participación en la toma de decisiones (y menos aún a la hora de elegir a quienes van en las listas de candidatos a los diversos comicios; ya sean elecciones municipales, regionales, nacionales o europeas), aunque la Constitución y la ley de partidos digan lo contrario. ¿Se puede hablar de que España es un país democrático si sus partidos no lo son? Pese a que los partidos sean organizaciones autoritarias en las que la práctica cotidiana es aquello que los comunistas denominaban sarcásticamente «centralismo democrático», al haber «normalizado» que los partidos son tal cual son, la costumbre es afirmar que España es un país democrático, cuando la democracia realmente existente no supera los mínimos estándares para que pueda ser denominada como tal. ¡En fin, la fuerza de la costumbre!
También se ha convertido en costumbre en España, que la gente haya normalizado, interiorizado, que política y negocio sucio son expresiones sinónimas. Salvo que alguien no esté medianamente informado, cualquier español sabe que en España existe corrupción, ligada a quienes hacen profesión de la política, porque los corruptos gozan de completa, o casi, impunidad, porque no se persigue la corrupción, porque no existen mecanismos disuasorios ni para sancionar a los corruptos… La corrupción se ha convertido en costumbre, los españoles ya han normalizado, interiorizado, que la corrupción es consustancial al régimen político del 78… ¡En fin, la fuerza de la costumbre!
También saben quienes acaban acercándose a la realidad de la Administración de Justicia de España, que por costumbre los juzgados españoles son como casinos de juego en los que las ruletas están trucadas y los crupieres hacen trampas… pero, así son las cosas pues es cuestión de costumbre, aunque, el Poder Judicial debería ajustarse a la Constitución y a las leyes… Ya digo, ¡La fuerza de la costumbre y de la impunidad!
Costumbre es, también, que el Gobierno controle al Poder Judicial y a la Fiscalía General del Estado pese a que la legislación vigente, los principios y valores que regulan la organización del poder, las relaciones con los ciudadanos y las garantías de los derechos y libertades constitucionales y las políticas públicas deban ir en beneficio del interés general. Pero… ¡Es la fuerza de la costumbre!
Tampoco podemos olvidar que, desde hace más de una década, el escrutinio general que es obligatorio realizar tras cualquiera de las elecciones, por parte de las diversas juntas electorales y de la junta electoral central, no se lleva a cabo… ¡Se ha convertido en costumbre! Y, para recochineo se dan por válidos los resultados de las elecciones (como fue el caso de las del 23 de julio de este año) según el estudio provisional realizado por el Gobierno a través de la empresa concesionaria Indra… Todo ello, por costumbre, también muy «democrático» … Al parecer, en España se aprueban las leyes para no ser cumplidas (lo mismo que las promesas electorales), empezando por la ley suprema, la Constitución Española de 1978 que Don Felipe VI juró hacer respetar e impedir que sea destruida, como juró preservar la unidad de España, etc. ¡En fin, cosa de la costumbre!
Podría seguir, seguir y seguir relatando costumbres y más costumbres, hábitos no precisamente saludables, conductas no ejemplares que, nos han llevado a la terrible situación que sufre España, la lista sería interminable; aunque hasta ahora haya sido la costumbre,… Hemos de suponer que Don Felipe VI ha tenido tiempo suficiente durante el año transcurrido desde que abrió la puerta a que Pedro Sánchez y sus secuaces dieran un golpe de estado, para comprobar que la decisión que tomó «siguiendo la costumbre» no era la mejor solución a los terrible momentos que sufrimos los españoles, debido a las malas costumbres de nuestros gobernantes.
Don Felipe VI acabó eligiendo a Pedro Sánchez para que siguiera siendo presidente del Gobierno de España, a pesar de que el mismo y sus secuaces, etarras, separatistas, comunista y socialistas, habían anunciado, sin rodeos ni circunloquios que tenían intenciones de emprender acciones para destruir España. Es por ello que los españoles deben tener muy claro, a estas alturas, que nuestro Rey fue cómplice, colaborador necesario de los enemigos de España…
En estos momentos de insatisfacción, de perplejidad, de enfado, de ira contra el Rey de España (y por supuesto, de desafección, de alejamiento, de rechazo al régimen monárquico), los medios de manipulación de masas, los furcios y furcias que trabajan en ellos: bufones, trovadores, opinadores, todólogos, «expertos en derecho constitucional», y un largo etc. lograron una vez más engañar a los españoles, repitiendo hasta el hartazgo de que a Don Felipe no le quedaba otra opción. Lo cual es una absoluta falsedad.
Casi de manera inevitable surge la pregunta (y no hay que ser muy mal pensado) de si cuando hablaban de que «se vio obligado» querían decir que alguien, o algunos, le hicieron a Don Felipe algún tipo de chantaje o lo amenazaron con rebelar algo que él no desea que se sepa, o… También, inevitablemente surgen las comparaciones ¿Se acuerdan de que Pedro Sánchez sigue sin contarnos por qué ha acabado haciéndose «amigo» del Rey de Marruecos y por qué ha cambiado -de opinión- respecto de la antigua provincia española del Sahara?
Don Felipe VI, cuando habla de Mohamed de Marruecos (casualmente también VI) se refiere a él como «su hermano» … En fin, que, puestos a malpensar, es fácil acabar conjeturando maldades o cuestiones turbias, y más cuando no se dan explicaciones de asuntos de especial transcendencia y de suma importancia para España y los españoles.
Don Felipe, nuestro Rey todavía está a tiempo de reinar, de ejercer de Jefe del Estado -y de las Fuerzas Armadas Españolas-, asumir las funciones ejecutivas que le otorgan la Constitución Española, para lo cual debería empezar por explicarse, tener un acto de humildad y pedir perdón a los españoles por la mala decisión que tomó hace un año, convirtiéndose en cómplice de quienes pretenden destruir la Nación Española.
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