Amador G. Ayora
FUENTE: https://www.eleconomista.es/opinion/noticias/11813682/06/22/Los-tipos-se-iran-a-las-nubes-y-el-IPC-contagiara-a-los-salarios-.html
Ni la reapertura del puerto de Shanghai desde comienzo de este mes, ni la mejora de los cuellos de botella en los suministros, ni la bajada de las materias primas harán mella en la inflación. Las previsiones, tanto de la OCDE como del BCE, apuntan a que los precios al consumo acelerarán su ritmo en lo que queda de año y se mantendrán altos todo el que viene. En el caso español, la inflación escalará al 8,1 por ciento y sobrepasará en más de dos puntos la previsión del Gobierno.
¿Qué ha pasado para que, con excepción del Banco de España, iban a relajar después del verano se hayan deshecho como un azucarillo? El principal culpable es la energía. La decisión de la UE de imponer un embargo casi total a las compras tanto de petróleo como de productos refinados rusos, los mantendrá por las nubes mientras dure el conflicto. Y todos los pronósticos apuntan a que la guerra de Ucrania se alargará durante años debido al escaso avance de las tropas rusas.
Además, la proximidad del invierno hace temer que, en cualquier momento, Rusia pueda cortar el suministro de gas a Alemania de manera unilateral, como ya hizo con otros países europeos más pequeños. El bloqueo de las exportaciones de cereales desde los puertos ucranianos tampoco ayuda a resolver la inflación.
Vladimir Putin necesita enviar este otoño un mensaje de fortaleza a sus ciudadanos, convocados a las urnas para reelegirlo al frente del Kremlin el próximo mes de noviembre. Las noticias económicas internas son pésimas. La inflación supera el 20% mientras que el Producto Interior Bruto (PIB) se hundirá este año cerca del 10%, pese a que el rublo logró mantener el tipo frente a otras divisas.
En estas circunstancias, los servicios secretos occidentales esperan que el presidente ruso recurra a una acción extraordinaria, como el corte del gas para ejemplarizar el castigo a Occidente o, lo que sería más temerario, al uso de armas nucleares tácticas para conquistar la región del Donbás.
El principal perjudicado por estas tensiones, según las estimaciones de la OCDE y del BCE, es Europa, donde la inflación se mantendrá por encima de la media de las economías occidentales y también de la meta del 3%, según reconoce su presidenta, Christine Lagarde. Lo peor es que las tres primeras economías del Viejo Continente (Alemania, Francia e Italia), con tasas de PIB ya próximas a cero o incluso negativos, entrarán en estanflación (bajo crecimiento con elevada inflación) en el segundo trimestre.
Los expertos barruntan que Alemania y Francia, las dos locomotoras europeas, podrían entrar en recesión este mismo ejercicio, con dos trimestres en negativos. Desde luego, si Rusia corta el gas, el BCE vaticina una caída del 1,7% del PIB en toda Europa, mientras que la inflación se iría al 8,1%.
Ni siquiera España y Portugal, los que más fondos europeos recibirán, escapan a esta tendencia, ya que el aumento del PIB para el año que viene será del 2% y del 1,7%, respectivamente, casi la mitad de lo pronosticado hace unos meses por sus gobiernos.
Las previsiones del organismo financiero internacional con sede en París cayeron como un jarro de agua fría en los cuarteles generales del BCE en Francfort.
El pulso tradicional entre halcones y palomas puede resolverse del lado de los primeros, después de conocerse las previsiones de inflación. «Dependerá de las expectativas de inflación», anunció la institución en su comunicado, en el que avanzaba que «si persisten o se deteriora, un incremento más apropiado sería en la reunión de septiembre». La primera subida de los tipos en julio será de sólo un cuarto de punto, seguida de otra de medio punto en septiembre. «Luego podrían seguir varias de medio punto, dependiendo de cómo evolucionen las cosas, aseguran fuentes cercanas a la institución.
La lección aprendida en los años setenta, a raíz del shock petrolero que multiplicó por diez el precio del barril y hundió la economía por culpa de la inflación es que la única manera de combatir la estanflación es mediante la política monetaria. Es decir, encareciendo el precio del dinero para detener las transacciones y la actividad económica.
Las autoridades suelen hablar, en estos de casos, de un aterrizaje suave. Pero la realidad ha demostrado, como ocurre en la aviación, que cuando uno ó dos de los motores de una aeronave fallan, ésta entra en barrena. Las previsiones tanto de la OCDE como del BCE sobre crecimiento seguramente tendrán que revisarse a la baja.
El caso español es preocupante, porque en la pandemia fuimos la economía que más sufrimos y ahora somos la que más tarda en levantar el vuelo. Aunque se descarta que vayamos a entrar en recesión, pero no en estanflación. La llegada de los fondos europeos debería aportar alrededor de dos puntos del PIB, más o menos el crecimiento previsto para 2023, lo que dejaría el crecimiento plano sin la llegada de estos recursos extraordinarios.
La inflación se mantendrá en el 8 por ciento este año y bajará al 4,8 por ciento el que viene, según la OCDE, pese a los esfuerzos del Gobierno que rebajó en 12.000 millones los impuestos energéticos, introdujo el descuento de 20 céntimos a las gasolinas y ahora pretende reducir el coste de la luz para la mitad de los hogares.
El Banco de España se desmarca de esta previsión y apunta a dos factores que deberían relajar los precios en los próximos trimestres: la rebaja de la luz por los topes al gas y que las subidas salariales están en torno al 2,5 por ciento, muy lejos de la tasa de inflación.
Veremos qué pasa. El problema no sólo está en la energía. La tasa subyacente, excluida la energía y los productos no elaborados, se estabilizará en 4,5 por ciento, según la OCDE. Más de medio punto por encima de Europa. La economía española es mucho más rígida que la de nuestros vecinos del Viejo Continente, las recientes subidas del Salario Mínimo ó la reforma laboral encarecerán la contratación.
En cuanto a los salarios, es cierto que hasta ahora sólo un tercio de los convenios renovados toman como referencia la inflación. Pero si los precios se mantienen elevados durante más de un año, va a ser inevitable que se trasladen a los sueldos. La presión sindical es cada vez mayor, constatan en medios empresariales.
Los dolores de cabeza vendrán por la financiación. Con un déficit estructural por encima del 4 por ciento, una deuda en el 120 por ciento y un gasto público disparado, los costes subirán a ritmo de vértigo. El riesgo está en que las primas de España e Italia suban meteóricamente por temor a un impago, lo que volvería a revivir la fragmentación entre los países del Sur y del Norte, con financiación barata y economías más flexibles. Esta semana, el Tesoro colocó el bono a diez años al 2,55 por ciento, más de cuatro veces que la subasta anterior. La subida de los tipos de interés al otro lado del Atlántico más rápido agita los mercados y acelera las tensiones monetarias.
Con elecciones autonómicas, municipales y generales por delante, el Gobierno no quiere oír hablar de reformas ni recortes. Si acaso, subirá los impuestos, como ya estudia para las empresas energéticas, a las que quiere cargar parte de la factura de la luz y el petróleo, o destopará las cotizaciones más altas para abonar las pensiones. Medidas inoperantes, que deprimirán más la actividad y acabarán destruyendo empleo.
Si estaba pensando que después del verano, las tensiones se relajarían está muy equivocado. Viene un otoño tormentoso, en el que Putin seguirá marcando el paso de la economía.
PD,. ¡Qué país! Los sindicatos viven fuera de la realidad y lo peor es que venden quimeras imposibles de conseguir a los trabajadores. Esta semana dieron un rotundo no a un plan de salvamento de la galletera Siro porque negociaba con los bancos y los fondos buitre, en su jerga sindical. La oferta cerraba una de las cuatro fábricas del grupo en Castilla y León, pero salvaba los 1.700 empleos en su conjunto, a cambio de una reducción salarial del diez por ciento.
No es el mejor plan del mundo, pero permite volver a empezar y mantener los empleos en zonas despobladas de Castilla. Los trabajadores de tres de los cuatro centros secundaron la recomendación sindical y sólo dieron marcha atrás cuando vieron que la alternativa era quedarse en la calle y sin perspectiva de volver a trabajar en su vida.
Amador G. Ayora, Director de elEconomista
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