El vocablo “Latinoamérica” lo acuñó un esbirro de Napoleón III, a modo de arma propagandística para devaluar la influencia española.

El término América Latina fue creado por el Imperio Francés de Napoleón III durante la invasión francesa a México que, oportunistamente, había aprovechado que los EE. UU. se encontraban envueltos en su sangrienta Guerra de Secesión. Francia había entronizado al Archiduque Fernando Maximiliano, hermano del Emperador de Austria.

El propósito de Napoleón III era construir un Imperio Franco Americano (disfrazado de Latino), en oposición a la Gran Bretaña y Estados Unidos, como forma de incluir a Francia entre los países con influencia en América. Así podrían, al mismo tiempo, excluir a los sajones y separar a Iberoamérica de sus ex metrópolis: España y Portugal.

Sin embargo, es totalmente incorrecto el uso del adjetivo latino, que corresponde, inherentemente, a la zona de Italia designada por tal nombre en la época de la Antigua Roma (Latium), hoy Lazio. Posteriormente, y por interés francés, este significado fue extendido a cualquier parlante de una lengua derivada del latín, cuando normalmente esta referencia es a las lenguas romances (derivadas del latín romano).

En suma, cuando se inventó América Latina, no la vendían como una fraternidad cultural, sino como un proyecto defensivo; única posibilidad que tenían los países al sur del Río Grande de enfrentar a una potencia económica y militar como la estadounidense, que ya se había apropiado de buena parte del territorio de México.

Finalmente, el término América Latina ganó fuerza, en el siglo XX, cuando las instituciones multilaterales del sistema de la ONU lo adoptaron, después de la Segunda Guerra Mundial.

Íbero o Hispanoamérica hacen referencia a los países con influencia íbera o hispana (España y Portugal).

El libro de Julián Marías La Comunidad Hispánica de Naciones (publicado por la asociación Francisco López de Gomara como tomo décimo de la serie “La Corona y los Pueblos Americanos”, en 1992), en las páginas 88 a 90, explica el origen del nombre “América Latina”: se usó por primera vez en 1861 en la “Reveu des Races Latines”, por Michel Chevalier, activo colaborador en la política de Napoleón III en México; este Chevalier, célebre economista, fue un sectario librecambista y antisocialista, lo que no deja de ser paradójico y una ironía, dado el talante de muchos partidarios del nombre “Latinoamérica”. “En los años siguientes –dice Marías– lo usan (ese nombre) solamente seis autores franceses y dos hispanoamericanos residentes desde tiempo atrás en Francia, como ha documentado con toda precisión John L. Phelan, admirable historiador de la América hispánica”.

El éxito posterior de dicha denominación entre los hispanoamericanos es “inexplicable”, dice Marías, “porque es un nombre “colonialista” por excelencia, inventado para favorecer una intervención enteramente ajena. Es además -y esto es lo más grave- un término falso, porque lo “latino” como tal no tiene que ver con América, porque nadie incluye en él Quebec, que es lo que podría considerarse así, y porque hablar de “raza latina” en Hispanoamérica, con la presencia de millones de indios, mestizos, negros, mulatos y personas de otros orígenes étnicos, no tiene el menor sentido”.

“El nombre usual –dice también Marías– incluso mucho tiempo después de la independencia, era “América española””. Además, en su España inteligible (1981), Marías escribió: “Para los países hispánicos de América, la mayor tentación ha sido el intencionado mito de “Latinoamérica”(…); esa expresión finge una unidad suficiente sin referencia a España, es decir, al principio efectivo de vinculación de sus miembros entre sí. Si se elimina el ingrediente español en los países hispánicos, se volatiliza toda comunidad históricaentre ellos, desaparecen sus raícescompartidas, y con ello toda conexión social que pudiera llegar a articularlos en un mundo coherente.”

Julián Marías añade (“Problemas de las Españas”): “Hispanoamérica e Iberoamérica parecen los nombres preferibles y más justos (y enteramente equivalentes, ya que Hispania e Iberia significan lo mismo, ambos incluyen a Portugal, y por consiguiente sus compuestos americanos comprenden igualmente el Brasil; Camoens lo sabía muy bien cuando cantaba precisamente a los portugueses como uma gente fortíssima d’Espanha).”

Según consigo hablar a fondo con mayor número de hispanoamericanos que viven aquí en Madrid, más me doy cuenta de que muchos de los males de sus países de origen y de los complejos con los que aquí viven, proceden del empeño sistemático en privarles de su historiay de sus raíces. Por otra parte, no dejo de echar rapapolvos a los de aquí que se atreven a menospreciar a los españolesde allá. Para mí, como para Cela (cuando recibió a Vargas Llosa en la Academia) no hay duda: son españoles del Perú, de la Argentina, de Colombia, México… Es increíble que tanta gente ignore la esclarecedora historia del término “Latinoamérica”.

FUENTE: https://laverdadofende.blog/2023/06/03/el-termino-latinoamerica-lo-acuno-un-esbirro-de-napoleon-iii-a-modo-de-arma-propagandistica-para-devaluar-la-influencia-espanola/

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Pero Grullo de Absurdistán

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