El Wokismo y su Impacto en la Política Española: ¿Es el Partido Popular (PP) la versión woke de la derecha en España?
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CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS.
En el contexto actual de la política española, surge la pregunta: ¿es el Partido Popular (PP) la versión woke de la derecha en España? Para abordar esta cuestión, es fundamental entender las características del wokismo, un fenómeno que ha transformado el discurso político contemporáneo.
El wokismo se presenta como una ideología que reemplaza la lucha clásica entre burguesía y proletariado, propia del marxismo, por una narrativa de combate entre «ángeles» y «demonios» tal cual se plantea en el apocalipsis bíblico: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (vers. 15). Eso daría comienzo al Milenio, mil años de paz que vendrán después de que los malvados sean destruidos. Durante ese tiempo, Cristo reinará sobre la tierra “y… la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca”… Cuando los santos ángeles de Dios derroten las multitudes demoníacas, una gran voz en el cielo dirá: «Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo».
En esta nueva narrativa, las minorías —mujeres, grupos étnicos marginados y la comunidad LGTBI— son vistas como los «ángeles» que deben ser protegidos, mientras que los «demonios» son identificados como los hombres blancos heterosexuales, considerados responsables de la violencia y la desigualdad. Esta visión radical transforma la democracia liberal capitalista en un «infierno del pecado», donde las propuestas de movimientos alternativos, que incluyen desde el comunismo hasta la socialdemocracia, se presentan como el camino hacia un paraíso terrenal. Si todo ello lo aliñamos con fundamentalismo ecologista y antijudaismo, el paquete completo está completo. Por descontado, no podemos olvidar la aportación de la femiestalinista degenerada, Judith Butler y su teoría «queer» que afirma que los humanos no formamos parte de la Naturaleza y que, cada cual puede elegir «libremente» su tendencia sexual (género lo llama) como mejor desee…
El wokismo se erige como una utopía político-religiosa que busca establecer un régimen totalitario disfrazado de democracia, rechazando el pluralismo y la alternancia en el poder; como en el régimen venezolano o a la situación a la que nos encamina Pedro Sánchez en España, u otros líderes wokes en la Unión Europea…
Los tiempos están cambiando. No cabe duda que se está produciendo una reacción al wokismo en algunos lugares del mundo que, es muy posible que provoque una reacción en cadena y a su vez produzca un efecto multiplicador… Es impensable que, por ejemplo, la intervención de James David Vance, Vicepresidente de los EEUU, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, inaugurada ayer, viernes, 14 de febrero de 2025 no tenga consecuencias y menos que pase desapercibida. Evidentemente, Vance ha hablado, sin tapujos, de hacia dónde llevan a Europa el wokismo y ha advertido de que Europa camina hacia el abismo, no por causa de enemigos externos sino internos.
Tal como decía un tal Cicerón, hace varios milenios, una nación puede sobrevivir a sus ciudadanos necios, e incluso a los ambiciosos. Pero no puede sobrevivir a la traición desde dentro. Un enemigo externo, situado en la frontera, en la puerta de la ciudad, es menos temible, porque es conocido y lleva su estandarte abiertamente. Pero el traidor se mueve libremente entre los que están dentro de la puerta, sus susurros susurran por todos los callejones y se oyen en los mismos salones del gobierno.
Pues sí, para que no quepan dudas de la guerra que que hay que librar, los primeros pasos de Donald Trump en la Casa Blanca han sido patadas a lo más sagrado de la herencia del gobierno «demócrata» de Biden: desmantelamiento y fin de las políticas y subvenciones diversas ligadas a la Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI); impedir la participación de personas con cuerpos biológicamente masculinos en competiciones deportivas de mujeres.
Al mismo tiempo que esto sucedía en los EEUU, Javier Milei en Argentina decidía terminar con los tratamientos hormonales y quirúrgicos de cambio de sexo para los menores de 18 años, en consonancia con sus decisiones anteriores de cerrar el Ministerio de la Mujer o el INADI, Instituto Nacional contra la Discriminación… Estas instituciones habían sido kiosquitos al servicio del kirchnerismo peronista, haciendo la vista gorda cuando la violencia y discriminación venían del campo de Alberto Fernández o Victoria Donda, e instrumentalizándolas para perseguir a opositores.
Pero no fueron éstas las únicas acciones con alto valor simbólico en la batalla cultural, emprendidas por Trump y Milei, ambos decidieron abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS), y Milei anunciaba que pronto daría un portazo al Acuerdo de París contra el cambio climático. La cooperación internacional estadounidense a cargo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) se daba por terminada por motivos idénticos: cortar las subvenciones, la financiación, argumentando que los impuestos que pagan los estadounidenses no tienen por qué despilfarrarse en proyectos claramente wokes.
La portavoz del Gobierno de Donald Trump, Karoline Leavitt, denunció que se estaban empleando 1,5 millones de dólares para promover la diversidad, equidad e inclusión en Serbia; 70.000 para la producción de un musical sobre asuntos semejantes en Irlanda; 47.000 para una ópera transgénero en Colombia, y 32.000 para un cómic transgénero en Perú. También habló de que era absolutamente injustificable para el gobierno de Trump que se empleen 2 millones de dolares para apoyar cambios de sexo y subvencionar el activismo LGBT en Guatemala, y 6 millones para financiar el turismo en Egipto…
La razón fundamental de que, tanto el gobierno argentino como el estadounidense hayan cortado por lo sano con todo ello, es porque las instituciones y organizaciones, nacionales o internacionales, de las que venimos hablando, hasta ahora «política y socialmente correctas», poseen en realidad un profundo sesgo identitario de izquierda, progresista, woke y actúan con una aparente neutralidad y filantropía y obedece a una agenda supranacional que nadie ha votado.
El manejo de la pandemia por parte de la OMS bajo la tutela de Pekín y la pasión con que los gobiernos progresistas abrazaron los arrestos domiciliarios liberticidas también han dejado huellas.
¿Hacia dónde soplan los nuevos vientos?
El cambio de rumbo está claro, ¿pero hacia qué dirección se encaminan?
Tanto Trump como Milei fueron aupados por coaliciones de personas muy heterogéneas: derecha tradicional, nacionalista y cristiana; republicanismo liberal, y una parte no menos importante de ciudadanos no tan politizados pero que, buscaban un retorno al sentido común económico y sentido común a secas. Estamos hablando de personas que están algo más que hartas de que cada rincón de la existencia estuviese invadido, sometido, colonizado tanto por la burocracia estatal como por la propaganda estúpida, necia, falaz nacida en algunas universidades.
Quienes apoyaron con su voto a Javier Milei y a Donald Trump lo hicieron porque les prometía lo más esencial: mayor sensatez, mayor decencia, mayor prosperidad.
El colmo del desconcierto fue cuando, en su discurso de Milei en Davos, relacionó la homosexualidad y la pederastia, causó perplejidad, consternación entre entre algunos que deseaban mayor libertad económica y menos omnipresencia de un Estado paternalista y conseguidor; que se preguntaron si este movimiento de reacción no anunciaba la restauración de viejas corrientes conservadoras, tradicionalistas, etcétera que no son plenamente de su agrado…
Ya hay quienes hablan de un supuesto wokismo de derecha que, adopta procedimientos de análisis similares a los de la izquierda woke, y asume las acciones de discriminación positiva institucionalizadas y promovidas desde hace décadas por la socialdemocracia… La derecha woke, como el Partido Popular en España, asume las propuestas de gente como Greta Thunberg que ha hecho del cambio climático una lucha anticapitalista, contraria a la economía de mercado y apocalíptica, atribuyendo cualquier cosa al calentamiento global y vinculándolo al racismo, supremacismo blanco y machismo,… no se olvide que, el PP, cuando alcanza el poder nunca hasta ahora ha ido en dirección contraria a los gobiernos del PSOE, nunca ha derogado ninguna de sus leyes, nunca ha desmantelado ningún tinglado de los que se han creado por parte de la izquierda, comunistas, separatistas y terroristas; muy al contrario, los ha dotado de financiación y los ha consolidado; no se olvide también que, en la práctica el PP es el PSOE con un diferencia de tres o cuatro años.
Hoy, el verdadero cambio consistiría en salir del saqueo, del despilfarro, del disparate… para volver a la razón, el Estado de Derecho con plena separación de poderes, la lucha contra todo tipo de discriminación —negativa o positiva— como se afirma en la Constitución Española de 1978, también contra la corrupción, y corregir, mejorar nuestra democracia que, en estos momentos es imperfecta, defectuosa; la única forma de hacer a España Grande, Unida y Libre otra vez, dándole prioridad, por descontado a la institución familiar, a la libertad y a la propiedad, por supuesto a la Patria, a la Nación Española.
Sólo existe una alternativa frente al «progresismo indecente» y a la socialdemocracia en sus múltiples formas: la de los españoles decentes, sin complejos… y reaccionarios. … ser un reaccionario en política y economía es tener como objetivo enderezar los entuertos, lo que no funciona de nuestras instituciones económicas, sociales y culturales perpetrados por políticas progresistas, poner remedio a lo que los socialdemócratas-progresistas hacen que no funcione correctamente; hacer retroceder «su reloj» expulsando a los cárteles mafiosos y su burocracia de los territorios que controlan, de sus posiciones de poder e influencia y restaurando, regenerando el cuerpo social para que recupere la salud que en estos momentos está gravemente dañada… hoy ser antiprogresista y contrario a lo «social y políticamente correcto» es poseer sentido común.
Reaccionar significa responder o actuar de una manera determinada como respuesta a un estímulo, defenderse de un ataque, responder a una agresión, oponerse a algo que se considera inadmisible, según el diccionario de la Real Academia Española.
Y, evidentemente, la derecha woke, el Partido Popular que preside Alberto Núñez Feijoo no es la solución, aunque urja desalojar a socialistas, comunistas, separatistas y etarras del gobierno de España; pero, no a cualquier precio.
Un movimiento reaccionario, tal como urge en España, necesita “un líder carismático que tenga la capacidad de cortocircuitar a las élites progresistas, también a sus medios afines y llegar y despertar a la mayoría de la población, especialmente a la clase media, esa que cada día es más pobre en todos los sentidos. Para ser eficaz, aparte de ser decente (pues se pretende que agrupe en torno a sí a los ciudadanos decentes) el líder de un movimiento político disidente debe presentar la verdad en un lenguaje simple, eficaz, pero emotivo, y asumir el riesgo de ser tildado de demagogo y populista, todo lo contrario que Alberto Núñez Feijoo…
En este panorama, el PP, bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijoo, se enfrenta a críticas por no haber desmantelado las políticas de la izquierda cuando ha tenido la oportunidad. La percepción es que el partido ha consolidado las estructuras creadas por gobiernos socialistas, lo que lleva a cuestionar su capacidad para ofrecer un cambio real.
La necesidad de un movimiento reaccionario en España se hace evidente. Este movimiento, según sus defensores, debe contar con un líder carismático capaz de desafiar a las élites progresistas y conectar con una clase media cada vez más empobrecida. Para ser efectivo, este líder debe comunicar su mensaje de manera clara y emotiva, a pesar de los riesgos de ser etiquetado como demagogo.